Universitarias

Estudio UNA: “La desigualdad educativa en la secundaria se reproduce en el ingreso a la universidad”

La investigación demuestra que cada vez más padres y madres de familia prefieren enviar a sus hijos en colegios técnicos profesionales, en vez de los académicos diurnos

Un estudio presentado este miércoles por la Universidad Nacional (UNA) que se enfoca en las diferentes modalidades de la educación secundaria pública, muestra que las desigualdades que hay entre estas termina incidiendo en el ingreso de los estudiantes a la educación superior pública.

Así se evidencia en la investigación Perfiles, dinámicas y desafíos de la educación costarricense: factores socioeducativos y dinámicas de inclusión-exclusión en la oferta de Educación Media del Ministerio de Educación Pública.

“Los resultados del estudio son bastante contundentes al asegurar que hay un rendimiento diferencial en la secundaria dependiendo de la modalidad a la cual la persona asistió, aún más marcado es cuando la persona asistió a un colegio que es considerado no tradicional. Esas personas tienen todavía más barreras de todo tipo, entonces el modelo de admisión que se utiliza no puede utilizar los mismos parámetros para todas las personas indistintamente”, manifestó a UNIVERSIDAD Diego Conejo, uno de los investigadores que realizó este estudio.

Conejo, quien es psicólogo del desarrollo y la educación, indicó que los modelos de admisión a las universidades deben tener en cuenta el origen social y la modalidad educativa de los estudiantes:

“Tiene que considerarse estos contextos tan diferenciados de los cuales provienen las personas y también la experiencia educativa que tuvieron en secundaria para no solamente analizar el mérito de las personas independientemente de su contexto”, aseguró.

Por ejemplo, el experto señaló que las personas provenientes de colegios rurales, indígenas o de los Centros Integrados de Educación de Adultos (Cindea), tienen mayores dificultades para completar los distintos procesos de la etapa de admisión e inscripción a las universidades.

“En los análisis que nosotros hicimos, pudimos identificar que hay una serie de desigualdades educativas en los colegios no tradicionales (adolescentes en sobre edad o adultos que no han completado secundaria), que hacen que, por ejemplo, de las personas que se inscriben para hacer la Prueba de Aptitud Académica (PAA) en la UNA, un porcentaje mayor en comparación con los colegios tradicionales no se presenta a hacer la prueba, entonces ya ahí tenemos una primera barrera. De los que si se presentan, el promedio de los colegios no tradicionales es menor que de los colegios tradicionales”, añadió Conejo.

El especialista sostuvo que, en el caso de la UNA, el modelo busca una mayor equidad para corregir parte del problema, “porque se pone a competir a las personas de acuerdo a su origen social y eso es más equitativo en términos de que le permite a las personas mostrar su mérito de una manera más contextualizada”.

El investigador indicó que acciones como ésta han permitido que la UNA tenga una sobre representación del primer quintil del índice socioeconómico, que es donde las personas tienen más bajos ingresos.

El estudio revela también que las personas provenientes de zonas rurales tienen notas más altas de colegio, pero más bajas en la PAA, al compararse con los estudiantes de zonas urbanas.

Lo mismo sucede con el Índice de Desarrollo Social (IDS) del distrito del que proceden los estudiantes, ya que a mayor IDS son más altas las notas en la PAA pero menores en las del colegio.

También sucede entre sexos, pues los hombres tienen mejores promedios que las mujeres en la PAA, pero las mujeres tienen mejores notas en los promedios del colegio.

“¿Que nos dice esto? Que estos dos componentes a pesar de que están asociados a rendimiento académico y a las capacidades de aptitudes académicas de las personas, están siendo afectadas por variables distintas”, dijo Conejo.

Como ejemplo, el especialista indicó que las notas de colegio pueden estar viéndose permeadas por los mecanismos de evaluación que utilizan los docentes, entonces eso probablemente “está siendo diferenciado en las zonas más rurales a las zonas más urbanas, con una ventaja hacia las zonas más rurales”.

“Las universidades públicas se financian con fondos públicos que se pagan con impuestos de todos los costarricenses. Bajo esta perspectiva la cantidad limitada de cupos debe ser otorgada tratando de obtener la mayor equidad. Generar esa política pública debe ser prioritaria para lograr una sociedad más igualitaria y una mayor responsabilidad social de parte de las universidades”, reza el estudio.

Muchas modalidades, pero problemas en el diseño

El estudio toma en cuenta trece modalidades presentes en la educación pública costarricense: Académico Diurno, Académico Nocturno, Ambientalista, Artístico, Bilingüe, Científico, Técnico Profesional, Deportivo, Humanista, Indígena, Rural, Telesecundaria y Unidades Pedagógicas.

Para Conejo, sin duda la alta diversidad es algo positivo, ya que “es necesario que existan ofertas educativas que respondan a las necesidades locales de las poblaciones”, pero señala que el problema radica en el diseño de esas modalidades, así como la implementación de las mismas.

“Tiene que haber un principio de equidad en el sentido de cualquiera de las modalidades que se ofrezcan deben de estar orientadas hacia la educación de calidad y lo que se debe hacer entonces es ajustar esta oferta hacia las necesidades y requerimientos específicos de cada uno de los contextos”, aseguró.

El experto señala, por ejemplo, que no es una buena práctica que haya modalidades que más bien sean recortes de las propuestas curriculares, “en el entendido de que todas las personas deberían tener acceso a una educación de calidad y eso no se va a lograr con una malla curricular reducida, como en el caso de los colegios rurales”.

“El centro debe ser el estudiante, sus necesidades y su derecho a tener acceso a una educación de calidad. En ningún caso las distintas modalidades deberían de institucionalizar la desigualdad, en el sentido de que se limiten a ciertas personas, por ejemplo, por estar en un contexto de ruralidad o porque atienden a una modalidad educativa nocturna; no se debería de limitar la calidad educativa”, acotó.

El estudio también saca a la luz que cada vez hay más personas que prefieren ingresar a sus hijos en colegios técnicos profesionales en vez de académicos diurnos, puesto que en los primeros la matrícula tiene una tendencia al alza, mientras en los segundos se mantiene a la baja. Esto al mismo tiempo que hay una reducción en la cantidad de estudiantes que se matriculan en la educación secundaria pública, puesto que entre 2014 y 2020, la matrícula en sétimo pasó de 86,937 a 13,168 estudiantes, según cifras del estudio.

“Es una modalidad que es bien vista por la población y que responde a una necesidad de entrenamiento de las personas jóvenes en áreas que tienen una salida laboral bastante asegurada en carreras que tienen buena demanda y no es una modalidad que impida a las personas seguir estudiando en la universidad”, aseveró Conejo.

Otro punto que la investigación saca a relucir, es que la distribución de las modalidades no es equitativa en todos los lugares del país, puesto que no todas las personas tienen acceso a todas las modalidades. Por ejemplo, en 2020, había un total de dos colegios artísticos, dos deportivos y cuatro ambientalistas para las siete provincias.

“Puesto que todas estas son modalidades que tienen una malla curricular vigente y actualizada, esto debería responder entonces a que están sirviendo para la formación de los estudiantes. Por tanto, la distribución que se tiene de estas distintas modalidades en las distintas direcciones regionales debería también de ofrecer mayores oportunidades a las personas de distintos lugares, sobre todo de zonas rurales”, manifestó el investigador al respecto.

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