Rafael Cuevas, historiador, artista, escritor y profesor universitario, Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, de Guatemala, nos presenta su más reciente novela, Clima subterráneo.
Esta primera novela publicada en su natal Guatemala, después de ser reconocido el año pasado con el premio nacional de literatura, recoge pasajes autobiográficos y retrata una época de errancia y exilio en el conflictivo istmo centroamericano en las décadas de 1970-80. Ocurre casi en su totalidad en la Costa Rica de esos años, con lo que aporta un retrato urbano y fisiognómico de la época desde la mirada de un narrador cuya condición de exiliado agudiza su perspectiva.
Con un muy buen ritmo narrativo, Fernando, el protagonista y narrador, de origen guatemalteco, nos cuenta su periplo desde la primera vez que estuvo en Costa Rica hasta este nuevo regreso, casi casual, ocasión que le sirve para ajustar cuentas consigo mismo.
Este será entonces un viaje introspectivo, hacia sus propias convicciones enfrentadas a las circunstancias. Con una nostalgia de media distancia y un afán de continuar sus ideales revolucionarios.
Fernando había tenido que abandonar su natal Guatemala convulsionada por la represión y persecución estudiantil para intentar seguir estudios en Costa Rica y, a la vez, formar parte de una red de apoyo a sus compatriotas revolucionarios; luego, gracias a una beca tuvo que irse diez años a un país “detrás de la Cortina de Hierro”. Durante esos años en el exterior mueren su padre y su hermano.
A su regreso intenta establecerse en Caracas, pero sin éxito y unos amigos lo invitan a que viaje a México a probar suerte, ese viaje contempla una escala en Costa Rica, que, al realizarla, lo atrapa la nostalgia y una gran cantidad de interrogantes que los recuerdos traen a su mente. Esta peripecia es la que lleva a Fernando a un viaje introspectivo acerca de su vida como exiliado, como revolucionario y como hombre.
Orgulloso de su frugalidad, de su idealismo mesiánico, de su aspiración al modelo del militante heroico, de su disciplina de revolucionario, Fernando es un solitario cuya condición de exiliado lo ha hecho perder raigambre emocional. Aunque sin proponérselo o manifestarlo directamente, su búsqueda parece ser la de las razones de esa pérdida.
Tanto con sus viejos conocidos, amistades, compatriotas y compañeras de causa, así como otras personas que conoce y le ofrecen alguna forma de ayuda o apoyo, Fernando siempre está rodeado de un ambiente de solidaridad y de compromiso, pero es su propio espíritu riguroso el que no lo deja verlo con claridad.
Entre la nostalgia y la intriga, la novela evoca un momento en la historia centroamericana cuando el ideal revolucionario y los anhelos de juventud eran una simbiosis.
Pese a la formación de Rafael Cuevas como historiador, esta no es para nada una novela histórica. Sin embargo, propone una reflexión, desde la subjetividad del protagonista, de cómo una sólida convicción política se ve difuminada por una vertiginosa sucesión de acontecimientos que van desde lo más íntimo, hasta la traición, el desencanto y la frustración.
