Los Libros

Establecer perspectivas

Puede resultar riesgosamente fácil dejarse seducir por los efectos especiales de acontecimientos coyunturales y juzgar ciertas cosas

Buscando en el futuro

Crisis civilizatoria y

Postneoliberalismo

En América Latina

Rafael Cuevas Molina

Andrés Mora Ramírez

Ensayo

Euned

2015

Puede resultar riesgosamente fácil dejarse seducir por los efectos especiales de acontecimientos coyunturales y juzgar ciertas cosas que no lo son, abusar de los términos y limitar explicaciones al lugar común. Y el riesgo que conlleva se expresa reiteradamente en confundir la opinión con el análisis. Hay personas cuya opinión es respetable pues generalmente tiene procesos de razonamiento medianamente riguroso con los cuales hacen lecturas de acontecimientos inmediatos, pero eso no quiere decir, de ninguna manera, que esas opiniones se conviertan en análisis por obra y gracia del buen decir.

El análisis ciertamente requiere de procesos de razonamiento agudos, pero también de la investigación, la constatación y refutación de datos, la comparación, la confrontación, el estudio retrospectivo y dialéctico. Lo demás, son opiniones.

Cuando los procesos sociales, históricos y culturales superan los esquemas de entendimiento convencionales y trascienden algunos imaginarios y referentes provocando desazón y expectativa, se hacen necesarias la reflexión, la investigación y el análisis.

Algunos pueden acudir a metáforas ingeniosas que alcanzan imágenes logradas mediante el trasiego de términos, o bien a metonimias elípticas que convocan a sobreentendidos que nadie entiende, ni explica.

Tales ejercicios retóricos suelen abundar en la confusión general metiéndole más bulla al baile.

Desarmar la madeja que surge de apenas echarle un vistazo a la información mediática acerca de la realidad de nuestras sociedades contemporáneas es una labor sobrecogedora, cuando no exasperante.

Es por eso que el análisis reposado, cuidadoso y sensato se agradece, en medio de tanta cosa que hay que oír solo por andar con las orejas puestas.

Por eso el trabajo que el historiador e investigador Rafael Cuevas Molina con algunos colaboradores ha realizado en varios de sus libros recientes merece atención.

En este caso Buscando el futuro. Crisis civilizatoria y posneoliberalismo en América Latina, obra de Rafael Cuevas y Andrés Mora, se aproxima a la reflexión acerca de procesos políticos recientes en América Latina y su contexto.

Es decir, se pregunta si estamos frente a propuestas que apuntan hacia un cambio de modelo o a la llegada al poder de los indignados, que ven con molestia o preocupación lo que ocurre con la administración del poder en las sociedades pero están tan alejados de ella que tampoco tiene idea de cómo resolver esa preocupación.

Los autores utilizan como referencia el concepto que plantea el colombiano Renán Vega Cantor acerca de crisis civilizatoria: “La noción de crisis civilizatoria es importante porque con ella se quiere enfatizar que estamos asistiendo al agotamiento de un modelo de organización económica, productiva y social, con sus respectivas expresiones en el ámbito ideológico, simbólico y cultural. Esta crisis señala las terribles consecuencias de la producción de mercancías, que se ha hecho universal en los últimos 25 años, con el objetivo de acumular ganancias para los capitalistas de todo el mundo y que solo es posible con el gasto exacerbado de materiales y energía”, dice Vega.

Según el análisis contextual histórico, que proponen los autores, desde la llegada de la invasión europea a América a finales del siglo XV, se impuso el modelo modernizador que luego, sustentado en el racionalismo, estableció una especie de pensamiento único o modelo basado en la organización lógica, jerárquica, que suponía una verdad moral, social, jurídica, teológica, cultural, que justificaba que unos se impusieran sobre los otros. Suponía este proceso la civilización, que traía no solo el bienestar sino que era la única forma moral permitida, contra la barbarie que estaría conformada por todo lo que no entrara dentro del conjunto de elementos que definían la civilización moderna.

Este criterio prevaleció por varios siglos como forma de dominación y organización de las sociedades americanas.

Más adelante, con los procesos independentistas y las transformaciones en las sociedades hegemónicas producto del desarrollo industrial principalmente, las naciones latinoamericanas adoptaron el concepto de progreso, que suponía mejorar las condiciones de estas sociedades que las conducirían a alcanzar condiciones similares a las de los países centrales. Lo que se logró entonces fue que algunos poderosos locales sirvieran como facilitadores de las materias primas que los países hegemónicos necesitaban mientras que ellos trataban de emular la forma de vida de las ciudades de esos países.

Posteriormente, ante la evidencia de que las condiciones sociales de las mayorías en las sociedades latinoamericanas había cambiado muy poco desde el siglo XIX, se trató de establecer el concepto de desarrollo para definir que, si se aplicaban algunos métodos de organización social, económica y política, se podría salir adelante.

El sistema capitalista en su expresión más acabada, la economía financiera, produjo en el periodo de postguerra acumulación y excedentes que necesitó colocar, y las frágiles economías de los países pobres fueron su objetivo.

El modelo desarrollista, que no era más que el consumir los productos que producía la industria de los países capitalistas, requirió de los recursos económicos para ponerse en práctica y se impulsó así otra forma de sujeción: el endeudamiento.

Como el usurero perverso, el sistema financiero internacional ofrecía soluciones que no eran otra cosa que mayores compromisos.

El proceso de pauperización de la clase media latinoamericana fue generalizado y condujo al consiguiente disgusto e indignación. Habiendo terminado la guerra fría, con la caída de los gobiernos de la Europa socialista, ya las ideas de otras formas posibles de organizar la economía, sin tener que cumplir ciegamente los dictados de los que se erigían como representantes del mercado, dejaron de ser la amenaza de monstruos que destruían a las familias, cercenaban la libertad y hasta comían niños.

Así surgió lo que los autores llaman los propuestas posneoliberales: “… la fractura de algunos de los eslabones de la dominación, el ascenso de nuevos Gobiernos de corte progresista y nacional-popular, y la audacia en la búsqueda de alternativas en medio del desorden global de la última década, le ha permitido a la región avanzar en construcciones políticas, económicas, tecnológicas, sociales y culturales, que se articulan en torno a las ideas de la integración, unidad, independencia y defensa común.”

América Latina al inicio de este siglo XXI no solo ha emprendido un cambio histórico producto de su proceso más que de modelos importados o recetas gestadas en realidades ajenas o sustentadas en el principio de dominación, sino que da un ejemplo al mundo de otras formas de organización social posible. Los movimientos y pensamiento que surgen no son solo organizaciones políticas, partidos o gobiernos, sino la posibilidad de formas alternativas en la sociedad, según concluyen los autores.

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