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David Yallop se fue en silencio

Homenaje in memoriam al escritor y gran investigador británico David Yallop, a poco de que se cumpla su primer año de muerto.

Homenaje in memoriam al escritor y gran investigador británico David Yallop, a poco de que se cumpla su primer año de muerto. En 2001 me concedió una entrevista que fue publicada en Cambio 16 de Gabriel García Márquez y posteriormente fue reproducida en el suplemento Los Libros del Semanario UNIVERSIDAD.  

El escritor inglés David Yallop, conocido sobre todo en Europa y América Latina por su  amplia capacidad para investigar grandes casos de corrupción, se fue en medio de un silencio cómplice por parte de la prensa, con la cual era muy crítica, por considerar que muchas veces atropellaba la ética sin contemplaciones.

Su partida pasó casi desapercibida. La gran excepción en cuanto al autor de En nombre de Dios fue The New York Times, el cual en la edición del 14 de septiembre del año pasado informaba sobre la muerte de Yallop, a los 81 años, a causa de una neumonía, el 23 de agosto de 2018 en Londres.

Al investigar en En nombre de Dios el deceso de Albino Luciani, conocido como Juan Pablo I, el Papa que solo estuvo 33 días en su cargo, tras los cuales apareció muerto en su dormitorio, Yallop reconstruyó todo un entramado de mafias alrededor del Vaticano y ponderó la figura de Juan Pablo II. Esto porque fue más allá en su labor de guiar almas y se convirtió en una pieza clave de la política europea de entonces, en un aliado del Estados Unidos de Ronald Reagan, y por lo que hizo una contribución capital para que se cayera el bloque del este alrededor de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

En En nombre de Dios, publicado en 1984, es decir, seis años después de la muerte de Luciani, vendió seis millones de copias, fue traducido a 30 idiomas, y se convirtió en un texto de referencia, aunque algunos le criticaron la falta de precisión en ciertas pruebas y el hecho de que la teoría de que el Papa murió envenenado nunca se pudo corroborar.

El Vaticano se refirió a la hipótesis del asesinado de Juan Pablo I como “absurdas fantasías”, pero nunca desmintió puntualmente ninguna de las afirmaciones hechas por Yallop a lo largo de las 329 páginas del libro, en la edición de Oveja Negra de septiembre de 1986.

Pese a que criticó con fuerza a la Iglesia Católica, Yallop se definía como un “agnóstico católico”. Había nacido un 27 de enero de 1937 en el Sur de Londres. Su padre, Jorge, lo abandonó cuando tenía tan solo 18 meses. Una Stanton, su madre, fue quien le dio todas las bases para defenderse en la vida. Además de escritor fue guionista de la BBC, y ni siquiera terminó la secundaria, pero en la calle habría de aprender cómo era y se manejaba el mundo.

A lo largo de su vida, Yallop, quien fue un investigador cultivado, escribió libros que tuvieron una enorme repercusión en Inglaterra y fuera de ella. Así por ejemplo, Para alentar a los otros, su primer libro publicado, causó gran revuelo y obligó a la Cámara de los Lores a abrir el caso del asesinato de Craig Bentley, cerrado hacía 20 años, y convenció a muchos de los errores que se cometieron alrededor de las indagaciones.

En El día que cesaron todas las sonrisas, su segundo libro, reivindicó el nombre del actor de cine mudo Roscoe Arbuckle, en el que aclaró un asesinato que llevaba 50 años sin resolver, con lo que rehabilitó el nombre del artista.

En Más allá de toda duda razonable, logró esclarecer un doble asesinato y sacar de la cárcel a Arthur Thomas, un hombre que había sido condenado a cadena perpetua en un par de ocasiones en Nueva Zelanda.

Thomas llevaba más de siete años de prisión cuando Yallop decidió investigar y de esa forma fue el caso más célebre en Nueva Zelanda, dado que después de publicado el libro. Thomas pudo regresar a casa y ser absuelto por la justicia de su país, que le indemnizó con un millón de dólares.

También publicó en 2006 El poder y la Gloria, en el que hacía un recorrido sumamente crítico por la vida y obra de Juan Pablo II, y en 2010 Más allá de la creencia: La Iglesia Católica y el Escándalo de Abuso Infantil.

 DOTES DE INVESTIGADOR

En Líbranos del mal se propuso identificar quién era el “Descuartizador de Yorkshire”, norte de Inglaterra, y una entrevista registrada entre Yallop y el superintendente de policía George Oldfield, en 1980, da cuenta de las habilidades para investigar crímenes por su parte.

Cuando la policía ya había tirado la toalla con el “Descuartizador” y se temía que siguiera cometiendo asesinatos de mujeres, esto le dijo Yallop a la policía.

“Creo que el hombre que usted busca es un camionero que vive en Bradford y que trabaja por la zona de Baildon, Bingley y Shipley de esta ciudad. También estoy convencido de que es un hombre casado pero sin hijos; tiene alrededor de treinta y cinco años, es de cabello oscuro y lleva un bigote de los llamados mostachos del rey Jasón, aunque este último detalle no es constante, ya que a lo largo de su profusa carrera de asesino nuestro hombre se afeita de cuando en cuando su poblado bigote.

“También pienso, señor Oldffield, que el hombre que llaman el Descuartizador no es el autor de la llamada cinta Geordie, que en su opinión proviene del asesino. Estoy seguro de que el hombre al que usted busca no es el autor de las cartas ni mató a Joan Harrison. Sin embargo, asesinó o trató de asesinar a muchas otras mujeres a las que usted no ha vinculado con los crímenes del Descuartizador”.

Como se cuenta en el prólogo de En nombre de Dios, siete meses después de las aseveraciones de Yallop a la policía, Peter Sutcliffe fue arrestado.

“Cuando le arrestaron, Sutcliffe tenía treinta y cuatro años. Estaba casado pero no tenía hijos. Era camionero. Vivía en Bradford. Trabajaba por la zona de Bildon, Shipley y Bingley de dicha ciudad. Tenía el cabello oscuro y lucía un poblado bigote, de los llamados mostachos del rey Jasón, aunque de vez en cuando, mientras perpetraba sus secretas masacres, se lo había afeitado. No había mandado la grabación conocida como cinta Geordie. Tampoco era el autor de las cartas. Se demostró que no había matado a Joan Harrison, y que todos y cada uno de los nombres adicionales que David Yallop había proporcionado a la policía siete meses antes pertenecían a mujeres que habían sido víctimas de Sutcliffe”.

Todo este impresionante historial de Yallop en el true crime le serían de bagaje indispensable para adentrarse en los secretos del Vaticano para intentar dilucidar qué había pasado la noche del 28 de septiembre de 1978, día en que oficialmente murió el Papa de la sonrisa, como también se le conocía a Luciani.

Con una técnica propia de la no ficción, Yallop desde el prólogo de En nombre de Dios escribe: “Aquella noche, Luciani se sentó a cenar en el comedor de la tercera planta del palacio apostólico de la Ciudad del Vaticano. (…) Mientras las monjas que servían en los aposentos papales se movían discretas y al mismo tiempo ansiosas a su alrededor, Albino Luciani consumía una cena frugal, consistente en un ligero caldo, un bistec de ternera, un plato de judías verdes y un poco de ensalada”.

El libro es una magistral clase de relaciones exteriores, es decir, de cómo se mueven los hilos invisibles por debajo del poder y de cómo el dinero mueve montañas, a tal punto que en esa mezcla de intereses eclesiásticos, de sectas secretas y de mandatos divinos, las conspiraciones y la búsqueda del bienestar personal muchas veces está por encima del mismísimo Dios que se profesa en ese pequeño Estado llamado el Vaticano.

A pesar de la fama que había adquirido y el prestigio que ostentaba como investigador, en 2001 Yallop concedió una amplia entrevista a quien escribe estas líneas, y en esa oportunidad habló de la corrupción en la Iglesia católica y anticipó lo que recién había afirmado en su libro Cómo se robaron la Copa, en el que denunciaba la trama de corruptelas en el corazón de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), presidida entonces por el suizo Joseph Blatter.

En esa entrevista, que primero se publicó en Cambio 16, la entonces revista de Gabriel García Márquez, edición del 12 al 19 de marzo de 2001, y posteriormente en la edición 1429 del Semanario UNIVERSIDAD, del 20 de abril, en el suplemento Los Libros, ironizó sobre lo que pasaría tras conocerse la noticia de su muerte, no sin antes advertir de que huía de que le llamaran periodista, por considerar que la prensa británica “tenía poca moralidad y no tenía ninguna ética”.

“Quizás pueda ahora entender  por qué me opongo a que se me etiquete como ‘periodista de investigación’. Pese a ello, no tengo la menor duda de que cuando me muera, aparte de las grandes cantidades de champaña que se consumirán en diferentes lados del mundo para celebrar mi muerte, en los obituarios se referirán a mí como periodista”.

Yallop dejó un estilo de investigación sobre casos de la vida real de invaluable valor y un compromiso que en la referida entrevista definió así: “Me obsesionan la verdad y la justicia”.

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