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El brutal asesinato de Federico García Lorca

El escritor, biógrafo e hispanista Ian Gibson, nacionalizado español en 1984 pero de origen irlandés, es el autor de varios textos célebres

El escritor, biógrafo e hispanista Ian Gibson, nacionalizado español en 1984 pero de origen irlandés, es el autor de varios textos célebres acerca de la vida y muerte de Federico García Lorca. El principal es el primero, La represión nacionalista en Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca, profusa investigación que se publicó por primera vez en Francia en 1971 y que tras varias reediciones, ampliaciones, revisiones y mejorías la publicó en 2005 la editorial Punto de Lectura con el título más conciso de El asesinato de Federico García Lorca.

El sábado 11 de julio de 1936, Federico García Lorca estaba en Madrid, cenando con varios amigos en la casa de Pablo Neruda quien cumplía 32 años al día siguiente. Conversaron sobre la escalada de violencia y tensión que se vivía en la ciudad y en otros puntos del país, debido a la reacción de los grupos derechistas disgustados por el triunfo electoral del Frente Popular en las elecciones de febrero de ese año.

A la noche siguiente Lorca se reúne con algunos amigos, entre ellos los poetas Dámaso Alonso, Pedro Salinas y Jorge Guillén, a quienes les lee su obra recién terminada La casa de Bernarda Alba. Tiene una invitación para viajar a México, pero le preocupa la situación política del país. Les comenta que ante los hechos violentos y atentados que se han presentado en la capital, piensa viajar a su natal Granada, pues ahí se sentiría más seguro. Algunos le aconsejan que no haga el viaje y que en Madrid tendría más seguridad en caso de que se agraven los hechos.

En la noche de lunes 13 de julio, de manera precipitada decide comprar el boleto y partir a Granada, donde Manuel Fernández-Montesinos, esposo de su hermana, era alcalde de la ciudad.

Pero a menos de una semana de haber llegado, los acontecimientos se acomodan de manera siniestra para el poeta. Es precisamente en Granada uno de los puntos donde el levantamiento contra el gobierno de la República da inicio a la Guerra Civil.

Los derechistas se alían con algunos militares y toman el poder del gobierno civil el 20 de julio; el cuñado de Lorca es tomado preso.

Durante las semanas siguientes se desarrollan combates e incluso fuerzas de la República intentan retomar Granada. En respuesta los sublevados arrecian la represión y captura de toda clase de sospechoso o eventuales enemigos.

El poeta busca refugio en la casa de unos amigos, los hermanos Rosales, dos de ellos reconocidos fundadores de la derechista Falange. Aún cree que la amistad y la familiaridad y respeto que le tienen en la comunidad, como el destacado escritor de prestigio internacional que es, le evitará que los golpistas atenten contra su vida. Se sabe inocente de cualquier acto punible, incluso su amigo, el poeta Luis Rosales, le expresa que puede estar seguro mientras organiza su partida. Sin embargo, una de las estrategias de los alzados derechistas es atacar a las figuras de la cultura y sembrar el terror con actos violentos y represivos.

Por eso, el 16 de agosto la casa fue rodeada de manera aparatosa por la Guardia Civil fuertemente armada. Capturaron a Lorca, quien había sido denunciado por Ramón Ruiz Alonso, exdiputado de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), obsesivo anticomunista quien lo acusaba de ser espía de los rusos, comunista y homosexual.

Pese a sus manifiestas y conocidas ideas políticas, Lorca jamás militó en un partido aunque consideraba que la postura de un artista siempre es y debe ser revolucionaria.

Violentado todo derecho, los sublevados nacionalistas habían tomado el poder e impuesto un sistema por demás arbitrario.

García Lorca es confinado en las oficinas del Gobierno Civil donde pasa dos días sin que medie más juicio ni procedimiento legal que la denuncia fantasiosa de Ramón Ruiz Alonso.

Pero ni aún sus huéspedes los Rosales, que tenían autoridad dentro de los falangistas y estaban peleando con los sublevados en los frentes de lucha, lograron liberar al poeta.

En la noche del 18 de agosto, Federico García Lorca fue trasladado al pueblo de Víznar, a un centro de reclusión conocido como La Colonia, por haber sido antes un lugar de recreo para niños y ahora convertido en cárcel por los alzados.

Este tenebroso lugar albergaba verdugos, víctimas y enterradores. Era la última morada de los detenidos, quienes luego eran enviados a fusilar. El sitio tiene el triste registro de cientos de personas que luego fueron desaparecidas.

En un alarde de sadismo, los captores utilizaban a otros detenidos para que funcionaran como enterradores de sus amigos y compañeros. Los verdugos sacaban a sus víctimas en la madrugada y los llevaban a algún lugar cerca del pueblo, en un barranco, junto al camino o al lado del cementerio. Un grupo de ejecutores, muchas veces voluntarios, hacía la tarea. Más tarde, enviaban a los enterradores para que sepultaran los cuerpos durante el día y en la tarde volvían a ser encerrados en La Colonia. Decenas de fosas comunes en el camino entre Víznar y el vecino pueblo de Alfacar,  cimientan el silencio de cuarenta años engendrado por el horror.

Aquella noche nefasta Federico la pasó animando a sus compañeros de celda, pero la maquinaria de muerte ya reclamaba su cabeza.

Pasadas la 4 de la madrugada, lo sacaron junto a Joaquín Arcollas y Francisco Galadí, dos queridos banderilleros y activistas políticos de izquierda, y al maestro Dióscoro Galindo, del vecino pueblo de Pulianas.

Un joven de 17 años, quien había sido condenado a fusilamiento pero perdonado para que cumpliera labores de enterrador, le contaría años después al investigador y biógrafo Ian Gibson, que a él le correspondió sepultar a Federico García Lorca y que lo hizo en fosa común con el maestro Galindo. Dicha fosa la ubicó 30 años después en un lugar camino a Alfacar, donde hay una naciente de agua conocido como Fuente Grande.

Federico García Lorca, el gran poeta y dramaturgo sería una de las primeras víctimas de una represión brutal y asesina que se ensañó particularmente con figuras de la cultura y el arte en aquella cruenta guerra civil que daría paso a una oscura dictadura de casi cuatro décadas.

 

 

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