País Crisis del COVID-19 y petróleo

La pandemia que puso en jaque a la decadente industria petrolera

Se estima que la industria del petróleo se mantendrá en modo “sobrevivencia”, con precios bajos y enfrentando una gran reducción en la demanda mundial; mientras continúa lentamente la transición hacia las fuentes energéticas más limpias en el sector transporte.

En la era postcoronavirus se pronostica que la demanda mundial de petróleo continuará a la baja ante la clara dificultad de que se recuperen los precios internacionales del crudo y frente a la importancia que cobrarán las energías alternativas en la época de recuperación de la pandemia. Pero también porque está cerca de alcanzarse un pico de la demanda, ligado a un cambio tecnológico que impulsa la preocupación por los impactos del cambio climático.

La emergencia por el COVID-19 ha afectado sin precedentes a la industria del petróleo, impactando el consumo de combustible para transportes, mientras las flotas de las aerolíneas permanecen en tierra y las medidas de confinamiento contienen los desplazamientos de las personas.

En entrevista con UNIVERSIDAD, el presidente ejecutivo de la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope),  Alejandro Muñoz, dijo que aunque es difícil predecir que la baja en los precios del petróleo y la disminución en la demanda serán la nueva normalidad a largo plazo, es probable que los precios del crudo se mantengan bajos de aquí a un año, aunque no tan bajos como están ahora.

“Podría ser que los precios anden en los $40 o $45 por barril como máximo a final de año o en los primeros meses del año entrante, pero no sé si se sostendrán. Es probable que después de esto la demanda mundial va a tender a la baja, no solo por la no recuperación de precios en el mercado internacional, sino también porque después de esto se presupone que las energías alternativas van a cobrar mayor interés por parte de todos los países y que la electromovilidad y otras fuentes energéticas más limpias van a empezar a tener más presencia en los medios de transporte”, destacó.

Por otra parte, desde hace años el movimiento ecologista y analistas del sector energético han pronosticado que se alcanzaría el pico en la demanda de petróleo (ver “Después del COVID-19, industria petrolera no volverá a la normalidad”).

Gabriel Rivas-Ducca, biólogo e integrante de COECOCeiba-Amigos de la Tierra, afirmó que como ecologistas ven que en realidad se está llegando a un pico de la demanda “por un cambio tecnológico enorme, ligado precisamente a la preocupación por el cambio climático” y a la exigencia de detener la ampliación de la frontera petrolera, gasífera y de carbón, financiada con recursos públicos y privados, y que más bien se vaya hacia un mundo de energías alternativas.

“Nosotros consideramos como ecologistas que ese momento ya llegó. Esta década de 2020 a 2030 la vemos precisamente como década de transición. Si no hay un acuerdo para producir menos o mucho menos petróleo, lógicamente esos precios altos que estaban hasta hace relativamente poco no se van a poder mantener. La tendencia es a la caída de los precios del petróleo por la llegada a un pico de la demanda”, aseveró Rivas-Ducca.

PANORAMA NACIONAL

Recope —empresa que no refina desde el 2011— compra derivados del petróleo en el mercado internacional, entre los que se cuentan dos grados de gasolinas, diésel, jet fuel y gas licuado de petróleo (GLP). Antes de que estallara la crisis del coronavirus, Recope había comprado las existencias para todo el año en una sola compra anual, para tener mayor capacidad de negociación en los precios, explicó Muñoz. Este producto se almacena en las cuatro terminales (Moín, en Limón; Alto de Ochomogo, en Cartago; La Garita, en Alajuela y Barranca, en Puntarenas).

Actualmente sus ventas se han reducido aproximadamente en un 20% debido a la baja en el consumo, según cifras provistas por la institución a este medio (ver recuadro “Pocos caros en las carreteras”).

Según Recope, debido a la importante disminución en la demanda de combustibles a nivel nacional, han revisado y reprogramado los cargamentos de pedidos hechos, de acuerdo con los reportes de venta diarios, para que cuando llegue cada embarque se tenga los tanques necesarios para almacenar el producto.

Si bien tiene contratos con volumen disponible hasta finales de 2020, “debe dar seguimiento a los eventos en el mercado internacional para aplicar las medidas correctivas que sean necesarias para garantizar el abastecimiento oportuno de la demanda nacional”, se indicó.

Por otra parte, la Cámara de Expendedores del Combustible informó que para abril pronostican una baja de ventas en las gasolineras de entre un 50% y un 60%, por el teletrabajo de las personas. Una gasolinera tiene un promedio de 20 empleados y aún están analizando si deberán reducir jornadas o despedir trabajadores, indicaron.

EL PAÍS EN TRANSICIÓN. ¿HACIA QUÉ?

Recope planteó un proyecto de transformación para que la institución realice investigación, desarrollo e industrialización de energías alternativas. Esta propuesta está en la Comisión de Ambiente de la Asamblea Legislativa. Las expectativas de Muñoz son que a partir de ahora se generará más espacio para tecnologías como mezclas con etanol, biodiésel o gas licuado para vehículos.

De acuerdo con la Asociación Costarricense para la Movilidad Eléctrica (Asomove), en el país la “Ley de Incentivos y Promoción para el Transporte Eléctrico” (9518) creó varios incentivos económicos y no económicos para los vehículos eléctricos, incluyendo carros, motos, bicicletas asistidas o e-bikes, buses, camiones, trenes y otros modos de transporte cero emisiones.

Pero para Muñoz, Costa Rica aún es “altamente dependiente de los hidrocarburos” ((ver recuadro “Pocos caros en las carreteras”). “Nuestra flota vehicular está compuesta mayoritariamente por vehículos que utilizan derivados del petróleo. No creo que aquí el cambio se dé tan rápido; pero sí probablemente agarre un poquito más de velocidad que hasta ahora”, añadió.

Rivas-Ducca sí considera que el cambio será más rápido y radical “porque no depende solamente de lo que nosotros deseemos como país, sino de lo que en realidad está ocurriendo a nivel mundial”. “Vamos hacia una nueva realidad, hacia un decrecimiento, no solo necesario en cuanto a emisión de gases de efecto invernadero, sino inevitable por la realidad de esta producción petrolera”, expresó.

Aunque no terminará el consumo de petróleo —a partir de él se producen plásticos, fertilizantes, medicinas—, sí se reducirá el consumo más importante, que es el transporte. “Sí hay una tendencia cultural hacia un transporte más público, más colectivo, de una generación más consciente sobre el impacto enorme del petróleo en el cambio climático”, resaltó.

El ecologista también sugirió al Gobierno revisar el impacto que tendrá esta crisis del petróleo en la recaudación de impuestos sobre los combustibles.

Alrededor de un 22% de los ingresos tributarios del Gobierno están relacionados con el sector transporte (impuesto único de combustibles, impuesto a la propiedad de vehículos, impuesto selectivo de consumo, impuesto de ventas y otros tres gravámenes ligados a la compra y uso de automotores), y representan tres puntos porcentuales del Producto Interno Bruto (PIB), según reportó UNIVERSIDAD con base en datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).


La planta de la refinadora Lyondellbasell, en Houston, Texas, Estados Unidos. (Foto: AFP).

Después del COVID-19 industria petrolera no volverá a la normalidad

Antes de que golpeara la pandemia actual, la industria petrolera ya mostraba claros signos de debilidad; ahora ha colapsado, al juntarse la baja en la demanda y la guerra de precios bajos.

A fines de febrero, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y Rusia trataron de coordinar niveles de producción para enfrentar a Estados Unidos, que se había convertido en el principal productor, mientras los mercados bursátiles se tambaleaban y se evaporaba la demanda de petróleo por el golpe del COVID-19 en Asia.

A principios de marzo, Arabia Saudita propuso empezar a reducir la producción para estabilizar los mercados. Al negarse Rusia, Arabia Saudita inició una guerra de precios anunciando el aumento en su producción. El 9 de marzo los precios del crudo cayeron hasta un 30%, el mayor desplome en un día desde la Guerra del Golfo en 1991.

Para intentar contener la caída de los precios, la OPEP y sus aliados acordaron reducir la producción en 9,7 millones de barriles por día a partir del 1 de mayo y hasta junio, aunque muchos expertos creen que esto no será suficiente para contrarrestar la baja demanda.

Este lunes se anunció el desplome histórico de los precios a futuro del petróleo estadounidense de referencia West Texas Intermediate (WTI). Empezó cotizándose en $18 y cayó hasta $-37,63, en negativo, algo sin precedentes. El petróleo se comercia con su precio a futuro y los contratos para mayo expiraban el 21 de abril, por lo que los operadores querían deshacerse de esos contratos, para no tener que hacerse cargo del costo del traslado y almacenamiento.

De acuerdo con la revista especializada Bloomberg New Energy Finance, Arabia Saudita y Rusia parecen haber empezado la “guerra del fin del petróleo”. Antes de la pandemia, el fundador de la revista y consultor en temas energéticos Michael Liebreich predijo que el pico de la demanda de petróleo se alcanzaría y se desplomaría antes del año 2030; y que la transición de combustibles fósiles a las “energías limpias” es lo que eventualmente mataría la demanda por petróleo.

Se proyecta que durante abril la demanda de petróleo caerá un 20%, según la comercializadora de commodities (materias primas) internacional Trafigura, y que esto significa más de 30 millones de barriles por día (mbd), que es casi un tercio del consumo de combustible diario.

La OPEP, por su parte, prevé un hundimiento “histórico” de la demanda mundial este año, debido a la paralización por la pandemia del coronavirus. Calcula que en 2020 el consumo mundial de crudo será de 92,82 mbd, una reducción de 6,85 mbd con respecto al 2019. Esto sería el primer descenso del consumo mundial anual desde la crisis financiera de 2009.

Por todo lo anterior es que se pronostica que no habrá un retorno a la “normalidad” para la industria petrolera porque la demanda continuará bajando, mientras se impulsa la transición hacia las fuentes de energía renovables de bajo costo.


 

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