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Costa Rica alcanza ultra baja tasa de fecundidad con 1,3 nacimientos por mujer en 2021 y 2022

Muy pocos países en el mundo, como Corea del Sur, Taiwán y Ucrania, tienen una fecundidad más baja que la de Costa Rica, según datos del Centro Centroamericano de Población (CCP).

La cuestión demográfica actual más importante para Costa Rica es la ultra baja fecundidad alcanzada por el país en 2021 y 2022, cuando se llegó a la tasa global de fecundidad de 1,3 nacimientos por mujer o 1,1 nacimientos si se excluye del cálculo a las personas inmigrantes, afirma el profesor emérito e investigador Luis Rosero Bixby.

Rosero, fundador del Centro Centroamericano de Población (CCP) de la Universidad de Costa Rica (UCR) aborda los hallazgos inéditos de una investigación en curso en el CCP.

Según explica Rosero en un artículo publicado por la UCR hoy 11 de julio, Día Mundial de la Población, esto es la culminación de un proceso secular, iniciado hace 70 años; es decir, un alejamiento de la doctrina religiosa.

La ultrabaja fecundidad en 2021, de una tasa de 1,3 nacimientos por mujer, “se debe principalmente a una caída notable en la natalidad adolescente y de mujeres jóvenes que bien podría ser simplemente una posposición de nacimientos a edades mayores”, aclara Rosero.

“En este escenario de posposición cabría esperar que en el futuro la tasa se eleve a niveles en torno a los dos hijos por mujer”, escribe Rosero. Pero agregó que “un escenario alternativo plausible es que las jóvenes costarricenses no están posponiendo la maternidad, sino que están renunciando a ella, en cuyo caso la fecundidad del país permanecerá en niveles ultra-bajos o incluso se reducirá aún más”.

¿Qué se esperaría para los próximos 50 años

El efecto de la baja natalidad en el futuro, a partir de una población actual de poco más de 5 millones es que en 50 años Costa Rica no sobrepasará los 5,6 millones de habitantes y que dentro de dos o tres décadas empezará a disminuir, señala Rosero.

Algunos cambios y consecuencias que se desprenderían de lo anterior es “la disminución ya en marcha de la población infantil y juvenil, demandante de educación y nuevos empleos; la caída progresiva de la población adulta, generadora de producción e ingresos fiscales y aportes a la seguridad social; y el crecimiento sostenido de la población adulta mayor, receptora de pensiones y gran consumidora de servicios especializados de salud”.

Rosero también resalta que la reducción en la fecundidad adolescente “continuaría favoreciendo la salud en general de las mujeres jóvenes y promoviendo su permanencia en el sistema educativo, con sus consecuencias futuras en el cierre de las brechas sociales y económicas de género en el corto y mediano plazo”.

 

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