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Los diplomáticos timoratos y los cobardes del gran garrote

Una peligrosa cortina de humo intentan lanzar los gobernantes europeos de cara a las elecciones parlamentarias del 6 al 9 de junio próximo. Particularmente, porque ese humo parece provenir de las armas y el llamado a la guerra.

Conforme se aproxima el proceso electoral europeo, los gobernantes de la UE buscan disimular su incompetencia demostrada desviando la atención de los ciudadanos hacia supuestas amenazas a su seguridad y modo de vida. Con el respaldo de un gran aparato de propaganda sustentado en los grandes medios de comunicación que manipulan, tuercen y retuercen la realidad a su conveniencia, mientras claman por el recurso de la guerra y las armas.

Estados Unidos, China, Rusia, India y Arabia Saudita figuran en cabeza de los países que más gastaron en armamento, aunque los incrementos son más notables en Europa, Oriente Medio y Asia, según los investigadores del Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz (Sipri).

La aventura en Ucrania, a la que los embarcó EE. UU. y que los gobernantes europeos acogieron alegremente, con la soberbia de sentirse seguros ganadores, ha arrojado resultados nefastos: crisis energética en Europa; inflación, que han intentado paliar con los mismos recursos agrícolas baratos importados de Ucrania, pese a perjudicar a sus propios productores; pérdida de Ucrania del 18% de su territorio; fortalecimiento económico y militar de Rusia; mayor dependencia de EE. UU.; reducción del valor del euro frente al dólar; atraso en el desarrollo de industrias tecnológicas.

“Todos los miembros de la OTAN, excepto 3, han aumentado su gasto. Además, 11 de los 31 miembros de la OTAN han alcanzado, o incluso superado, su objetivo del 2 % del PIB, el más alto desde el final de la Guerra Fría”, SIPRI.

La andanada de sanciones que aplicaron contra Rusia y que se les volvieron irremisiblemente en contra, deprimiendo aún más sus economías, fue un contundente castigo a su soberbia, pero no parece haber corregido su vocación servil a ciertos intereses.

El mayor problema, que se empieza a hacer insoslayable, es el discurso de doble moral que deteriora la credibilidad del ciudadano en las instituciones democráticas que lo representan.

Viaje de Yellen a China

En una visita hace dos semanas a China, la secretaria estadounidense del Tesoro, Janet Yellen, evidenció un incontrastable doble discurso por parte de EE. UU. al reclamar a China el impulso a las industrias verdes, como una especie de competencia desleal.

Estados Unidos teme que las subvenciones masivas del Gobierno chino a los sectores tecnológico, de las energías verdes, de los autos eléctricos y de las baterías desemboquen en una llegada masiva de productos baratos al mercado mundial, susceptibles de perjudicar a los competidores extranjeros.

La postura de Yellen hace manifiesto que los discursos sobre el ambiente, derechos humanos e incluso la salud no son más que instrumentos en una lucha de mercados que occidente siente estar perdiendo.

Una cosa piensa y siente el que va al frente de batalla y otra el ejecutivo que vende las armas.

Los países ricos tienen una “deuda moral” anual de $500.000 millones con los países empobrecidos, asegura la premio nobel de economía francesa Esther Duflo, informó AFP.

“Es lo que yo llamo una deuda moral. No es lo que costaría adaptarse, no es lo que costaría atenuar [el cambio climático]. Es lo que debemos”, declaró la economista en una entrevista con el Financial Times.

El grupo de las principales potencias occidentales G7, compuesto por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, donde vive el 10% de la población mundial, emite alrededor del 25% del CO2 vinculado al sistema energético mundial, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).

Para alegría de la industria militar estadounidense, los países de la OTAN han disparado el gasto bélico.

Promoverla, respaldarla o provocarla

Los analistas militares resultan menos belicosos que los políticos. Los primeros dicen que la guerra en Ucrania no se puede ganar, pero los gobernantes sentencian que no se puede perder y deciden enviar más armas y alentar el fuego.

El objetivo, aparte de no reconocer la vergüenza de la derrota y su costo político, es mantener a Rusia en una guerra prolongada en el estancamiento.

Al buscar los motivos de tan irresponsable decisión cabe tener en cuenta que tanto la Unión Europea como EE. UU. van a elecciones este año.

El Parlamento Europeo, que tiene elecciones del 6 al 9 de junio, se autoconvence con un discurso belicista de enemigos al acecho y de la necesidad de armarse hasta los dientes por una guerra que “aunque no es inminente, sí es posible” como vaticina la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, sin mostrar ni una sola evidencia de inteligencia o militar que sostenga ese argumento alarmista.

Mientras tanto, esta semana, en el seno europeo corren fantasmas y rumores con igual irresponsabilidad diplomática. La ministra alemana del Interior, Nancy Faeser, calificó de “extremadamente grave” el arresto de Jian Guo, ciudadano alemán que forma parte de la lista de asistentes acreditados del eurodiputado Maximilian Krah, cabeza de lista del AfD en las próximas elecciones europeas.

“Si se confirma que los servicios de inteligencia chinos espiaron al Parlamento Europeo desde el interior, se trataría de un ataque contra la democracia europea”, afirmó la ministra, citada por la agencia France Presse.

Contrario a las posturas occidentales que en un ejercicio de nueva guerra fría han querido dividir al mundo en aliados y enemigos, Rusia ha sabido sostenerse en un escenario de guerra en Ucrania, pero al mismo tiempo despliega una importante labor diplomática.

El canciller ruso Serguei Lavrov se reunió hace unas semanas con el presidente chino Xi Jinping a quien pidió que Pekín y Moscú “unan a los países del ‘Sur global’”, que engloba principalmente a las naciones sudamericanas y africanas, y que “promuevan una reforma del sistema de gobernanza mundial”.

La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, quien aspira a seguir en su cargo, ha sido una de las principales voceras del discurso guerrerista.

Paquetes de ayuda a Ucrania, Israel y Taiwán

El congreso de EE. UU. aprobó esta semana, después de meses de dilación provocada por la mayoría republicana, un gigantesco paquete de ayuda de $95.000 millones para Ucrania, Israel y Taiwán.

“No hagamos esperar ni un momento más a nuestros amigos de todo el mundo”, dijo el líder demócrata Chuck Schumer, partidario del paquete.

Pero no hay que perder de vista, como los mismos senadores lo han reconocido públicamente, que el 80% de esos recursos se queda en la industria militar estadounidense.

Además de los $61.000 millones para Ucrania, el paquete contempla $13.000 millones en ayuda militar para Israel para sustentar su guerra en la Franja de Gaza, aunque aseguran que otros $9.000 millones serán para “satisfacer la urgente necesidad de ayuda humanitaria a Gaza y otras poblaciones vulnerables en todo el mundo”.

Por otra parte, incluye $8.000 millones para ayudar a Taiwán a contrarrestar las potenciales amenazas de China.

El grupo estadounidense de defensa, Lockheed Martin, obtuvo, en el primer trimestre de este año, resultados superiores a lo esperado, con aumentos de ventas en todos los productos y, en particular, de misiles. Su competidor RTX (exRaytheon) le siguió el paso y otro tanto ocurrió con GE Aerospace, informó AFP este martes.

La facturación subió un considerable 13,6% a $17.200 millones en el gigante Loockheed, cuyo sector de misiles y tecnología de control de disparos (captores y receptores), tuvo un crecimiento fulgurante de 25% sobre igual período del año pasado.

“Es uno de los períodos de nuestra historia con mayor demanda, con pedidos récord por $202.000 millones”, sostuvo el martes en un comunicado Christopher Calio, director operativo de RTX y quien presidirá la firma desde inicios de mayo.

El informe, publicado el 21 de abril, sobre el gasto militar global del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (Sipri), señala que el gasto militar mundial llegó a los $2.443.000 millones en el 2023, su mayor subida en más de una década, más del 6,8% el año anterior. Se trata del incremento mayor en gasto militar desde el 2009.

“Todos los miembros de la OTAN, excepto tres, han aumentado su gasto. Además, 11 de los 31 miembros de la OTAN han alcanzado, o incluso superado, su objetivo del 2 % del PIB, el más alto desde el final de la Guerra Fría”, dice Xiao Liang, investigador del Programa para Gasto Militar y Producción de Armamento del SIPRI en entrevista con Deutche Welle.

El recurso bélico

Uno de los grandes errores estratégicos de las potencias occidentales al incrementar la guerra en Ucrania para debilitar a Rusia, fue que Putin adoptó una economía de guerra, con lo cual logró superar, en buena medida, los efectos de las sanciones occidentales que acompañaron la poderosa inyección militar a Ucrania.

Para las potencias occidentales, quizás, habría sido más fácil contener a Rusia desde el campo de batalla diplomático y de las relaciones comerciales y de mercado. Sin embargo, ahora parece que aprendieron del terrible período de la pandemia y consideran que gobernar durante el miedo es más fácil y pueden evadir obstáculos y salirse con la suya.

Con el respaldo, nuevamente, de la gran prensa, propagan un discurso de amenazas latentes que justifique el incremento del gasto militar. Esto, además de inhumano, cuando no francamente estúpido, hay que verlo con cuidado y sospecha, cuando en algunos países ya se aplica el uso de la fuerza armada para combatir la delincuencia común.

Cualquier gobernante sensato y genuinamente interesado por su pueblo se esforzaría por recortar el gasto militar y destinar ese presupuesto a otras causas más urgentes, buscaría aliados para combatir preocupaciones comunes más que enemigos para disputar intereses ajenos.

En este siglo XXI, el conocimiento y el desarrollo tecnológico ofrecen a la humanidad la posibilidad de construir una mejor sociedad y superar aún los desafíos más acuciantes como el cambio climático, la desigualdad, la migración o la salud. Pero el ajedrez perverso de la geopolítica contemporánea, donde Occidente teme perder su hegemonía centenaria ha arrastrado al mundo a un escenario de tensión, oscurecimiento del mercado y enrarecimiento de la diplomacia.

 

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