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Liquidar a Hamás o detener la masacre con una negociación ampliada es el dilema en Gaza, según expertos

La negociación de una salida a la guerra en la Franja de Gaza, tras los ataques de Hamás el sábado 7 y los bombardeos y asedio de Gaza, en represalia israelí desde entonces, requiere un cese al fuego inmediato y un planteamiento más amplio del histórico conflicto palestino-israelí, señalan analistas.

Jérusalem

La sangrienta ofensiva terrestre lanzada desde Gaza por Hamás rompió con su tradicional estrategia de lanzar cohetes contra Israel, que ahora se dice decidido a erradicar al movimiento islamista palestino para restablecer su superioridad militar y vengar la afrenta.

El objetivo del ejército israelí, en el sexto día de la guerra desatada por la ofensiva de Hamás, es la “liquidación” del gobierno del movimiento islamista palestino en la Franja de Gaza, afirmó el jueves el teniente coronel israelí Richard Hecht, portavoz militar.

Hamás fue creado en diciembre de 1987, al comienzo de la primera Intifada (levantamiento) contra la ocupación israelí, por milicianos que se reivindicaban miembros de los Hermanos Musulmanes.

En los años 1990 se convirtió en la punta de lanza de la lucha armada contra Israel, después de que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yaser Arafat priorizase un proceso de paz cuyas promesas nunca se cumplieron.

La Autoridad Palestina que gobierna la Cisjordania ocupada y lidera OLP pertenece a Fatá, el movimiento político fundado por el fallecido Arafat.

Hamás desarrolló una gran red de ayudas sociales y obras benéficas, lo que explica el incremento de su influencia y popularidad, a expensas de una Autoridad Palestina que muchos consideran corrupta y cómplice de Israel.

El actual líder de Hamás (acrónimo en árabe de Movimiento de Resistencia Islámica), Ismail Haniya, vive entre Turquía y Qatar, en tanto que Yahya Sinwar, figura del ala dura, dirige el grupo en Gaza.

Mohamed Deif, enemigo público de Israel, lidera el brazo armado, las Brigadas Ezzeldin al Qasam.

Hamás -considerado como grupo terrorista por Israel, Estados Unidos y la Unión Europea- tras ganar las elecciones legislativas, expulsó en 2007 a la Autoridad Palestina del presidente Mahmud Abas de la Franja de Gaza.

Israel, que había retirado unilateralmente su ejército y sus colonos de la Franja de Gaza en 2005, impuso contra el enclave de 2,3 millones de habitantes un estricto bloqueo, calificado por la ONU de “castigo colectivo”.

Tregua

Pese a las ofensivas israelíes, Hamás se ha mantenido en el poder en Gaza, poblada mayoritariamente por descendientes de refugiados obligados a abandonar sus tierras con la creación del Estado de Israel en 1948.

Hamás e Israel acordaron en 2018 una tregua a largo plazo para estabilizar la Franja de Gaza, socavada por la pobreza y el desempleo, gracias a la mediación liderada por la ONU, Egipto y Qatar.

El grupo islamista retomó las hostilidades en 2021, pero se mantuvo al margen de los enfrentamiento de mayo de 2023 entre Israel y la Yihad Islámica, también influyente en la Franja de Gaza.

Los rivales de Hamás le acusan de actuar en beneficio propio, respetando la tregua a cambio de relajar el bloqueo que ponía su poder bajo presión.

Sin embargo, la inestabilidad política en Israel y la formación en 2022 del gobierno más derechista de la historia de Israel, al mando de Benjamin Netanyahu, opuesto a cualquier concesión, cuestionó ese acuerdo.

La impotencia de Hamás ante la degradación de la situación en Gaza fue una de las razones que empujaron al grupo a lanzar su ofensiva el 7 de octubre, estimó el analista político George Giacaman, de la universidad de Birzeit en Cisjordania.

“La vida en Gaza se había vuelto insoportable (…). Gaza es una gran prisión que depende de Israel para alimentarse y para ello los pasos fronterizos deben estar abiertos. La ira de la población contra Israel se transformó en ira contra el poder, es decir contra Hamás”, explicó Giacaman a AFP.

“Respuesta a gran escala”

El lanzamiento de la operación, denominada “Diluvio de Al Aqsa”, también está relacionada, según Giacaman, con gestos israelíes considerados como provocaciones en la mezquita de Al Aqsa, situada en la Explanada de las Mezquitas, tercer lugar sagrado del islam en la ciudad vieja de Jerusalén.

En abril, las fuerzas israelíes irrumpieron brutalmente en la mezquita para desalojar a “agitadores” palestinos y en mayo el ministro israelí de Seguridad Interior, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, visitó la Explanada, que también es un lugar sagrado para los judíos, con el nombre de Monte del Templo.

“Es un símbolo a la vez religioso y nacional cuya importancia para los palestinos nunca debe tomarse a la ligera”, aseguró Giacaman.

La reciente ofensiva de Hamás dejó más de 1.200 israelíes muertos y decenas secuestrados. Cuatro días después, más de 1.300 personas, la mayoría civiles, entre ellos decenas de niños, murieron por las represalias israelíes contra la Franja de Gaza, según las autoridades locales.

“Se descargaron cerca de 6.000 bombas en la Franja de Gaza, con un peso total de 4.000 toneladas de explosivos”, en el marco de la respuesta del ejército israelí al ataque lanzado por Hamás el sábado, matando a “cientos de terroristas”, indicaron este jueves las fuerzas armadas de Israel en un comunicado.

“Vamos a aplastarlos y destruirlos”, prometió Netanyahu al evocar las represalias en curso contra Hamás.

Israel eliminó anteriormente a varios de sus dirigentes en respuesta a ataques reivindicados por el movimiento, como a su líder espiritual, el jeque Ahmed Yasin, en 2004, o a su sucesor Abdel Aziz Rantisi. Sin embargo, nunca debilitó al grupo de forma duradera.

“Sería impensable para los dirigentes de Hamás no esperar una respuesta israelí a gran escala, que podría devastar aún más Gaza, infligir grandes pérdidas a su ya sufrida población y tal vez marcar la sentencia de muerte de la dominación de Hamás en el enclave”, analizó el International Crisis Group (ICG).

“¿Por qué? ¡No hemos hecho nada!”, grita un hombre, contemplando cómo se llevan los rescatistas el cadáver de un familiar suyo. Lo acaban de sacar de entre los escombros en un barrio residencial de la Franja de Gaza, bombardeada sin cesar por los israelíes en respuesta a la ofensiva de Hamás.

Los “crímenes de guerra” y los “crímenes de lesa humanidad” están definidos por el Estatuto de Roma que es el texto fundacional de la Corte Penal Internacional (CPI).

La CPI abrió en 2021 una investigación sobre crímenes cometidos en los territorios palestinos, que indaga sobre presuntos crímenes cometidos por fuerzas israelíes y por Hamás y otros grupos armados palestinos.

Israel, que nunca firmó el Estatuto de Roma, se niega a reconocer su jurisdicción o a cooperar con la indagatoria que abarca posibles crímenes que se remontan a la guerra de 2014 en Gaza.

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