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Las implicaciones adversas para Europa del gambito ucraniano

A cinco meses de la invasión rusa, después de Ucrania, Europa ha sido el gran perdedor; pero las peores consecuencias provienen de sus propias decisiones y de la incapacidad de sus líderes.

Hace cinco meses, a pocos días de que se iniciara la invasión rusa a Ucrania, analizar las posibles consecuencias de si se daba ese conflicto era en gran medida especulación, aunque sus peores vaticinios se cumplieron.

Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, saluda al presidente Zelenski de Ucrania, cuando lo invitaba el año pasado a sumarse al organismo.

El primero, y más lamentable, fue el sacrificio de Ucrania, las vidas que ha costado y los destrozos económicos y materiales.

Aunque la invasión rusa se enfocó desde el inicio en los territorios separatistas del Sur-Este, principalmente, en la región del Donbás, durante las primeras semanas el ejército ruso incluso cercó la capital Kiev, pese a que ese no era su objetivo, pues Putin había declarado claramente que no se trataba de una guerra de ocupación, sino de una “operación militar especial”.

Los rusos luego se replegaron a la zona de interés en el Donbás, que, además de cubrir las costas del mar Negro, indispensables para Rusia, es la parte más productiva de Ucrania, tanto en granos como minera e industrial.

“No tenemos otra opción”, dice Josep Borrell, pero ¿en realidad no la tienen?

Mientras, los países occidentales se han dedicado a inyectar más y más capital y armas a Ucrania para que sostenga una guerra que, como lo reconoció el mismo secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, “podría durar años” y es casi imposible que pueda ganarla.

La aventura de acosar a Rusia, en la que EE. UU. embarcó a los países europeos, solo tiene un saldo negativo.

En cinco meses de guerra el mundo está peor. No solo las potencias occidentales enfrentan una crisis económica y energética sin precedente, sino que la inflación y la escasez de alimentos se han diseminado por todo el planeta afectando principalmente a las economías más vulnerables.

La ilusión de que una andanada de sanciones como nunca se han visto contra un país lograra que el gobierno de Putin cayera resultó un fiasco, tan vergonzoso como el que el exasesor de Seguridad Nacional de EE. UU., John Bolton, reconoció que sufrió en Venezuela en 2019.

Pero, en esta ocasión, las sanciones fueron peor calculadas y la Unión Europea se precipita en barrena, agobiada por una galopante inflación, depreciación del euro, carestía de gas, aumento del precio de combustibles y creciente intranquilidad social.

En esta imagen reciente de escenario de la invasión rusa a Ucrania, la región del Donbás, la más rica del país y las costas del mar Negro, están bajo control ruso.

El bumerán de las sanciones

La semana pasada el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, criticó la política de sanciones y afirmó que Bruselas está haciendo más daño a la economía de los países europeos que a Moscú. “La economía europea se ha pegado un tiro en los pulmones y está asfixiada”, dijo.

El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, pidió a los europeos el lunes 18, a su llegada a Bruselas para la reunión de ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, que “se mantengan firmes” ante la subida de los precios de la energía y los alimentos como consecuencia de la guerra en Ucrania. “Esto es una prueba de la resistencia de nuestras sociedades”, dijo.

Asimismo, el ministro de Relaciones Exteriores de Luxemburgo, Jean Asselborn, desestimó la idea de levantar las sanciones. “Eso sería fatal. Nuestra credibilidad está en juego”, indicó. “En tiempos normales hubiéramos usado la diplomacia, la ONU, hubiéramos tratado de arreglar esto. Pero no estamos en tiempos normales”, afirmó. “Estamos en un momento donde rigen las leyes de la jungla”, agregó sin empacho Asselborn.

“Rusia intenta desmoralizarnos”, afirmó Anna Lührmann, la ministra alemana de Asuntos Europeos. “El verdadero objetivo de Putin es el empobrecimiento de Europa. Quiere poner a la opinión pública en contra de los gobiernos de turno, con la esperanza de reemplazarlos con fuerzas radicales que serían más favorables a Rusia”, advertía el ministro de Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba.

Borrel reconoce que los efectos de la guerra durarán años en Europa. Había que hacerlo para salvar la democracia, aseguran una y otra vez los líderes occidentales, pero ¿había que hacerlo?, ¿se salvó, aunque fuera parcialmente, la democracia?

Las expresiones desesperadas de los líderes como la advertencia de Kuleba son augurios nefastos ante el inminente malestar social en Europa. La forma acelerada en que han subido la inflación y el combustible ha provocado una reducción sin control del poder adquisitivo, por lo cual ya algunos gremios en los distintos países han iniciado movimiento reivindicativo y huelgas.

La solicitud de austeridad y paciencia de los líderes no se empata con los motivos de ese malestar pese a la enorme campaña acerca de la amenaza rusa.

“No tenemos otra opción”, dice Josep Borrell, pero ¿en realidad no la tienen?

El problema energético de Europa

Los problemas de dependencia energética de Europa con Rusia señalan como insostenibles las sanciones y, de alguna manera, muestran su arbitrariedad.

Ante un desabastecimiento para el próximo invierno, la amenaza es real.

La diversificación de los proveedores no será suficiente y la Unión Europea tendrá que reducir todavía más su demanda de gas para acumular reservas si quiere pasar el invierno sin gas ruso, advirtió el lunes 18 de julio la Agencia Internacional de la Energía (AIE).

Frente a esta situación, la AIE recomienda urgentemente medidas como sistemas de subasta para la venta de gas a la industria, favorecer temporalmente otras fuentes de electricidad, incluidos el carbón y el petróleo, y suavizar los picos de consumo de gas y electricidad mediante una mayor coordinación europea.

El gigante gasístico ruso Gazprom disminuyó las entregas de gas a través de Nord Stream 1 en un 60% entre el 11 y el 21 de julio, debido a “labores de mantenimiento”.

No obstante, Gazprom continuó con sus restricciones e invocó un motivo de “fuerza mayor” para exonerarse de responsabilidades por la reducción masiva de su suministro de gas a Europa, señalaron este martes 19 a la AFP los principales clientes alemanes de la compañía.

“Hemos recibido una carta de Gazprom en la que la compañía invoca retroactivamente una fuerza mayor por sus cortes de suministro de gas pasados y actuales”, indicó Uniper, el mayor importador de gas de Alemania.

Invocar “el estado de fuerza mayor” permite liberar a una empresa de sus obligaciones contractuales al eximirla de cualquier responsabilidad legal.

Pese a todos los esfuerzos diplomáticos y económicos por salvar esa dependencia, Europa se ve doblegada por sus propias decisiones.

El presidente francés, Emmanuel Macron, explicó el 14 de julio con motivo de la Fiesta Nacional que preparaba un “plan de sobriedad” energética para enfrentar los eventuales efectos de la guerra en Ucrania y llamó a esfuerzos colectivos.

Las cadenas de supermercados prevén así apagar sus enseñas “desde el cierre de las tiendas” y reducir la intensidad de la iluminación: a la mitad en la zona de venta antes de la llegada del público y en un 30% durante los “períodos críticos de consumo”.

Otras medidas planteadas son “suspender la renovación del aire por la noche” e incluso bajar la temperatura de los puntos de venta a 17 ºC en otoño e invierno, si lo solicita una autoridad reguladora.

El acecho del hambre

Otra de las más terribles consecuencias de la guerra en Ucrania y de las sanciones a Rusia ha sido la crisis alimentaria, que además amenaza con alcanzar dimensiones incalculables si no se actúa inmediatamente, como señaló esta semana el secretario general de Naciones Unidos, Antonio Guterres.

No solo el bloqueo de los puertos en el mar Negro para la salida de granos rusos y ucranianos, sino las sanciones que impiden comerciar los productos agrícolas y fertilizantes rusos, amenazan con hambrunas y desabastecimiento al mundo entero.

La Comisión Europea propuso este martes 19 desbloquear algunos de los fondos de los bancos rusos que fueron congelados por las sanciones, para ayudar a reanudar el comercio de productos agrícolas y alimentarios.

La disposición fue enviada a los representantes de los 27 Estados de la UE en Bruselas y si se acepta se presentará un procedimiento escrito para que sea validada.

La derogación concierne a siete bancos rusos: Bank Rossiya, Promsvyaebank, VEB-RF, Otkritie FC Bank, Novikombank, Sovcombank y VTB Bank.

El poder del dólar

Una consecuencia previsible, aunque no deseada, ha sido el desajuste financiero, que ha afectado principalmente a las economías occidentales. El fortalecimiento del dólar, como medida para contener la inflación en EE. UU., tiene efectos negativos para otros países, por ejemplo, está ayudando a impulsar los precios del crudo, haciéndolo más atractivo para los inversores que utilizan otras monedas, ya que su precio está expresado en dólares.

De igual manera, cerca de la mitad de los productos importados en la zona euro son facturados en dólares, frente a un 40% que son comprados en euros, según la oficina de estadísticas Eurostat.

Este es el caso de muchas materias primas, comenzando por el petróleo y el gas, cuyos precios en dólares ya están en escalada en los últimos meses debido a la guerra en Ucrania. Ese efecto monetario puede impulsar aún más la espiral inflacionaria en Europa.

A las armas

La guerra en Ucrania ha sido la justificación para un incremento en la carrera armamentista en la UE. Desde las demandas a los países miembros de la OTAN de subir sus presupuestos militares a un 2% del PIB, según lo establecen sus estatutos, hasta el apoyo acelerado y sin reparos a Ucrania, el gasto militar europeo se ha disparado.

La Comisión Europea propuso este martes a los países del bloque un nuevo fondo de 500 millones de euros (unos $512 millones) para la compra conjunta de armas con el fin de reemplazar las existencias reducidas por el apoyo a Ucrania.

Los Estados miembros “utilizaron sus reservas de munición, artillería ligera y pesada, sistemas de defensa antiaérea o antitanque, o incluso vehículos blindados y tanques. Esto ha creado una vulnerabilidad de facto que ahora hay que abordar con urgencia”, explicó el comisario europeo Thierry Breton en una conferencia de prensa.

El Ejecutivo europeo señaló que dará prioridad a la compra de misiles aéreos portátiles, misiles antitanque portátiles, cañones de 155 mm y sus municiones. “Tenemos que actuar con rapidez, dado el estado de las existencias nacionales”, subrayó Breton.

El jefe de la diplomacia europea Josep Borrell pide más sacrificio a los ciudadanos europeos.

Traición en Ucrania

El golpe más fuerte para la política interna en Ucrania se dio a conocer el domingo 17 cuando el presidente Zelenski anunció la destitución de la fiscal general Iryna Venediktova y del responsable de la agencia de seguridad nacional Ivan Bakanov, ambos acusados de traición.

En un mensaje a la nación, Zelenski dijo que se están investigando cerca de 650 casos de posible traición, ayuda y complicidad con Rusia entre funcionarios de seguridad ucranianos.

El tema de la complicidad con Rusia o la negligencia en altos funcionarios, para evitarla y combatirla, se vincula con un asunto más delicado que preocupa al resto de Europa y es el posible tráfico ilegal de las armas donadas por Occidente.

El delicado asunto de qué va a suceder con todo el arsenal que se ha enviado a Ucrania tras la invasión rusa fue tratado en una reunión de ministros del interior de la UE hace pocos días: “Es complicado evitar el tráfico o el contrabando: no lo logramos en la Guerra de los Balcanes y probablemente no lo evitaremos en Ucrania”, dijo la ministra de defensa checa, Jana Cernochova, a los periodistas en Praga la semana pasada, según AFP.

Desde mayo especialistas ya advirtieron de la posibilidad del descontrol de ese arsenal. “Hay un riesgo muy importante relacionado con la proliferación de armas en Ucrania, especialmente ligeras y de pequeño calibre”, subraya Nils Duquet, director del Flemish Peace Institute.

Posverdad y ¿cuarto poder?

El principal sustento de esta guerra ha sido la ausencia de la diplomacia y la exaltación de la desinformación. Primero fue crear un enemigo formidable para Occidente, luego revictimizar al pueblo ucraniano, más adelante responsabilizar a la guerra del desastre social y económico. Estos recursos parecen haber funcionado hasta ahora, pero, si se trata de un espejismo, la reacción social puede ser muy riesgosa.

El nuevo estudio de la empresa Gallup, sobre la confianza de los estadounidenses en prensa y televisión, afirma que solo el 16 % de estadounidenses cree en la información publicada por periódicos y solo el 11 % da crédito a las noticias de la televisión.

Sus últimos datos arrojaron un número récord de descensos en las calificaciones de confianza por parte de los estadounidenses, los cuales no confían en las noticias de los periódicos y de la televisión. La caída de confianza, en comparación con el año anterior, fue de un 5 % en ambos indicadores.

Los datos, que provienen de la última encuesta realizada del 1 al 20 de junio, muestran que el 46 % de estadounidenses “tiene muy poca” o ninguna confianza en las noticias escritas en periódicos, y el 53 % en las de la televisión.

Mientras, solo el 16 % de los adultos estadounidenses afirma que tiene “mucha” o “bastante” confianza en los periódicos y el 11 % en las noticias de la televisión.

El panorama estadounidense es similar en Europa. La guerra de desinformación es tan sorprendente como la armada.

YouTube en Rusia

Por su parte, un tribunal de Moscú multó el lunes al gigante estadounidense Google con 21.000 millones de rublos (unos $360 millones) por no retirar contenidos que denunciaban la ofensiva en Ucrania, según informó el organismo de control de las telecomunicaciones ruso, Roskomnadzor.

La agencia dijo que la plataforma de vídeos YouTube, propiedad de Google, no había bloqueado “la información falsa” sobre la ofensiva en Ucrania ni tampoco los contenidos que “propagan el extremismo y el terrorismo” o que “llaman a los menores a participar en manifestaciones no autorizadas”.

Como gobierno autoritario, el Kremlin se toma el tema de la lealtad durante una guerra de manera radical.

Turquía en medio

Quizás el país que mayor provecho ha sacado de esta guerra es Turquía, cuya condición geopolítica ha sabido aprovechar al máximo su presidente Recep Tayyip Erdogan.

Como miembro de la Unión Europea, así como de la OTAN, Turquía ha movido sus cartas para convertirse en el gran protagonista, sin dejar de lado sus propios intereses.

Se ofreció como mediador y anfitrión para Ucrania y Rusia desde los inicios del conflicto, con lo cual se ganó el respeto y se volvió necesario para Putin. Utilizó su condición de miembro de OTAN para congelar la jugada diplomática de sumar a Suecia y Finlandia al organismo.

“Hemos adoptado una postura extremadamente clara sobre la nueva ampliación de la OTAN (…) Quiero reiterar una vez más que congelaremos el proceso si estos países no dan los pasos necesarios para cumplir nuestras condiciones”, dijo el lunes el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

Luego, como vigilante del comercio en el mar Negro, funcionó como mediador y negociador para lograr la liberación para que los granos ucranianos y rusos pudieran salir al mercado internacional.

La reunión tripartita con Irán y Rusia, que tuvo lugar el martes 19, le ayudó a clarificar el conflicto en Siria, donde están sus principales rivales a los que acusa de terroristas.

Erdogan ha aprovechado cada posibilidad que se le ofrece y juega sus fichas con calma, sabe que no es bien visto por algunos líderes occidentales, pero se les ha vuelto indispensable.

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