Mundo Geopolítica actual

La telaraña sobre el tablero

Las últimas semanas han mostrado un debilitamiento de la postura de las potencias occidentales en torno a la guerra en Ucrania y el reacomodo geopolítico mundial, donde los foros multinacionales tradicionales no parecen satisfacer las demandas hacia un nuevo orden mundial.

Las sanciones de las potencias occidentales contra Rusia, tras la invasión a Ucrania en febrero 2022, suponían hundir esa economía emergente como potencia y deshacerse de la amenaza que representaba su creciente poderío e influencia en Europa. Pero el cálculo estuvo distorsionado por la soberbia de una hegemonía vetusta.

Ciertamente, durante los primeros meses, Rusia se vio en aprietos, pero otras economías emergentes, como China, rápidamente comprendieron que lo que le ocurría a Rusia podía ocurrirle a ellas. Más aún cuando EE. UU. no se aguantó y lanzó una provocadora campaña de manera casi inmediata contra el gigante asiático.

En el juego del mercado global, otras economías vieron su oportunidad y al mantenerse al margen de las sanciones sirvieron como mediadores en el mercado, como Turquía, Qatar, India o Azerbaiyán, entre otros.

Rusia eludió el cerco, encajó el golpe económico, activó condiciones de economía de guerra y se preparó, como tantas veces en su historia, para cruzar un duro invierno.

“El expresado sentimiento anticolonialista domina los golpes de Estado y cambio de política en los países africanos, las excolonias francesas anuncian un cambio definitivo en las relaciones con Occidente”.

Europa empezó a vivir las consecuencias de sus propias medidas abruptas y a pagar el precio de su rancia arrogancia. Se disparó la inflación, destinaron miles de millones para que la guerra subsidiaria se ganara lo más pronto posible, pero tarde empezaron a comprender que no sería así y que el respaldo protector de EE. UU. no era más que una sombra.

Ahora, mientras las potencias occidentales ven el futuro con inquietud, otros países emergentes buscan un cambio en el sistema internacional mundial que les garantice mayor equidad, justicia y multilateralidad.

Así las señalaba el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en su discurso ante la 78 Asamblea de las Naciones Unidas.

El nuevo orden

Al separar al mundo en bloques, uno pro statu quo y otro pro multilateralidad, ellos mismos se limitaron la posibilidad de injerencia en esos países para sembrar primaveras por Internet o manipular procesos electorales y animar minorías.

Mientras en Occidente, que se veía tan risueño hace apenas un año, brindando con copas de champán por la misión cumplida y porque el Nord Stream finalmente era “un trozo de chatarra en el fondo del mar”, ahora las cosa parece cambiar de forma radical y la fisuras son grietas de una tambaleante represa construida con arrogancia y que ahora hace aguas por todas partes amenazando con reventar.

Alemania, siendo la mayor economía de Europa, está pasando por una de sus peores crisis desde la reunificación.

El bloque de la multipolaridad se ve más consolidado en las últimas semanas, pese a sus fuertes diferencias han sabido salvar sus fisuras con un engrudo de diplomacia y cautela, producto de una antigua receta oriental.

La diplomacia belicosa

El desafío para Occidente del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) al sumar a países petroleros como Irán, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, además de Eritrea y Argentina, y empezar a hablar en serio de pagar recursos energéticos con otra moneda que no sea el dólar, despertó la mayor alarma.

No obstante, Occidente intenta jugar sus cartas y una vez más acude a señalar a sus adversarios como irrespetuosos del sistema de instituciones del derecho internacional.

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, acusa abiertamente, ante el Parlamento en Ottawa, al Gobierno de India de haber asesinado en territorio canadiense al líder disidente sikh indio-canadiense Hardeep Singh Nijjar, y lo hace a pocos días de haber participado en Nueva Delhi en la Cumbre del G20.

Canadá suspendió recientemente las negociaciones para un acuerdo de libre comercio con India y el ministro de Comercio canceló un viaje previsto al país en octubre.

En un desacertado entusiasmo por occidental, Canadá no solo la emprendió contra India, sino que cometió el exabrupto de rendirle homenaje en el Partlamento a Yarolslav Hunka, un criminal nazi ucraniano de la Segunda Guerra Mundial.

Trudeau asegura que tiene “elementos creíbles” que sugieren el asesinato y EE. UU. confirma que agentes de inteligencia de su país apoyaron las investigaciones canadienses. Un nuevo foco de tensión entre Occidente y sus adversarios se abre.

Pero el entusiasmo de Canadá o el papel que le han encomendado se le va de las manos y termina agasajando al presidente ucraniano Volodomir Zelenki con un homenaje al “héroe” de 98 años Yaroslav Hunka, con una ovación en el Parlamento coronada por el vibrante primer ministro.

Unos días después, el presidente del Parlamento de Canadá, Anthony Rota, presenta su renuncia cuando se hace público que Hunka es un exmilitar nazi que apoyó a los alemanes en su lucha con los soviéticos.

El homenajeado sirvió en la 14ª División de Granaderos Waffen de las SS, “una unidad militar nazi cuyos crímenes contra la humanidad durante el Holocausto están bien documentados”, según la Friends of Simon Wiesenthal, una organización dedicada a programas de educación sobre el Holocausto y el antisemitismo.

El escándalo y la vergüenza evidencian la torpeza diplomática. Enceguecidos por la ignorancia, la estupidez, la mala fe, o todas las anteriores, los líderes de Occidente hacen gala de su incapacidad para gobernar y defender la democracia.

Nagorno Karabaj

La semana pasada, Azerbaiyán, el “socio confiable”, al decir de la presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ataca y se apropia del territorio armenio de Nagorno Karabaj. Aunque dentro de su narrativa supondría esgrimir sus consabidas sanciones punitivas, los europeos lo toleran, porque precisamente no están ahora para ponerse rígidos con un socio que les vende buena parte del gas ruso que necesitan.

El pésimo negocio que hicieron los mandatarios europeos al seguir a EE. UU. en su aventura de sancionar a Rusia por la invasión a Ucrania, que los obliga ahora a comprar el mismo gas con intermediario y a un precio mayor.

De igual manera, Moscú, viejo aliado de Armenia, ahora reconoce lo indispensable que le resulta Azerbaiyán en su papel de intermediario. Otra víctima de la aventura antiglobalista de la nueva guerra fría.

Asia Pacífico

Con alguna premura notable, China y Rusia buscan cerrar vulnerabilidades o, al menos, prepararse en el escenario.

En un viaje para estrechar relaciones y cooperación particularmente militar, Corea del Norte es invitado como un socio especial por Moscú por la importancia geoestratégica y militar que puede desempeñar en el nuevo reordenamiento mundial.

Mientras, China pide una reunión de urgencia con Japón y Corea del Sur para plantearles su doctrina diplomática y los inconvenientes de cometer el mismo error que tan caro han pagado, en apenas un año y medio, los europeos al caer en el juego guerrerista y confrontativo de EE. UU.

Refundar el multilateralismo

En la 78 Asamblea de Naciones Unidas, Brasil, a quien le corresponde iniciar las sesiones de discursos de los miembros, inicia poniendo los puntos sobre las íes, y el presidente Lula, a su vez, destacó como un líder no solo latinoamericano sino mundial en una postura no alineada y por el multilateralismo, mientras tanto marcó la ruta de lo que sería el tema principal: la necesidad de reformar esos organismos multinacionales creados después de la Segunda Guerra Mundial.

Tanto los organismos políticos como los económicos demandan una revisión en la cual el orden mundial no dependa del peso de las potencias, sino de las reglas multilaterales para atender problemas urgentes como el cambio climático, la desigualdad, la injusta distribución de la riqueza, o la migración.

La crisis galopante en Alemania

La mayor economía de Europa pasa por uno de sus peores momentos. Mientras en 2021 avanzaba hacia un acuerdo con Rusia para poner en marcha el Nord Stream 2 (proyecto ruso-alemán) y consolidar su lugar como potencia europea, dos años después el panorama es muy distinto.

La crisis en Alemania es cada vez más grave. Declarado en recesión y con una inflación que no logra controlar, no logra levantar cabeza y empieza a temer los riesgos que su postura agresiva frente a China, su principal socio comercial, le pueda provocar.

En lo interno, con irresponsabilidad histórica, el canciller Olaf Scholz impulsa medidas como el incremento en la inversión militar mientras en el país crece el descontento y los grupos de extrema derecha.

África le responde a Francia

En Francia, el presidente Emmanuel Macron apenas logró sortear las protestas por su reforma de pensiones, pero sabe que está sentado en un trono volátil. Su liderazgo se ve cuestionado y presenta una imagen de debilidad.

La reacción anticolonialista en África despojó a Macron de una imagen de liderazgo político humanista que intentó sostener.

El expresado sentimiento anticolonialista domina los golpes de Estado y cambio de política en los países africanos, las excolonias francesas anuncian un cambio definitivo en las relaciones con Occidente.

El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, recientemente reelecto podría empezar a cumplir un papel de liderazgo nunca antes visto.

Polonia saca las uñas

En las últimas semanas, el escenario polaco, principal respaldo de Ucrania en el este de Europa, empezó a mostrar aristas preocupantes.

Zelenski dijo el martes en la Asamblea General de la ONU que “algunos países fingen solidaridad [con Ucrania] apoyando indirectamente a Rusia”, al hacer referencia velada a Polonia, Bulgaria, Eslovaquia y Hungría que rechazaron el levantamiento de las restricciones comerciales impuestas transitoriamente por la UE al trigo y oleaginosas de Ucrania, por el efecto sobre sus productores nacionales.

“Polonia no permitirá que nos inunden con cereales ucranianos”, dijo el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, y añadió que los intereses de su país “están por encima de todo”.

Kiev respondió anunciando una queja ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), porque esos países no obedecen los acuerdos de la UE.

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, aplaude junto a Volodomir Zelenski y su esposa en el homenaje al militar nazi.

La decisión de la UE

Cuando Putin decidió suspender el acuerdo de granos en el Mar Negro, no solo era en protesta porque Ucrania y sus aliados endurecieron los ataques en esa zona, o porque no se estaban aplicando debidamente los alcances del acuerdo, sino porque sabía que ese era un punto débil del bloque europeo.

La abundante producción de Ucrania, que no es miembro de la unión, entraría a Europa desplazando a los productores nacionales de países que sí son miembros.

Zelenski reiteraba que Rusia estaba utilizando los granos como arma, pero en realidad lo que hizo Putin fue evidenciar una lucha típica del libre mercado y una de las debilidades de gobernanza de la UE.

En las últimas semanas, la credibilidad de Kiev también se ha visto cuestionada. La visita de Zelenski a Washington no rindió las frutos que se esperaban y aunque el presidente Biden pide en el presupuesto una nueva ayuda por $24 mil millones para Ucrania, los republicanos han empezado a pedir resultados y esta semana se dio a conocer una carta en que las autoridades militares piden reformas que garanticen el uso adecuado de los fondos invertidos y por invertir.

Ucrania, luego de su fracasada y demasiado cacareada contraofensiva, parece haber entrado en otra etapa de la guerra, que por sus características, parece preámbulo de una final y consiste en hacer todo el daño posible al enemigo.

La última parte de esta guerra de sacrificio la OTAN le entregará equipo militar con el que pueda hacer todo el daño posible y mantener un ritmo de desgaste hasta donde aguante.

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