Mundo

Europa con el invierno al acecho y el fin de la guerra en el horizonte

Mientras las informaciones alarman con el recrudecimiento de la guerra por la potente contraofensiva ucraniana en Járkov al este del país y la ayuda militar de Occidente justifica su precipitación, en las lejanas tierras de Asia Central se realizan encuentros y coincidencias.

Acorde con una directriz planteada desde antes del inicio de la guerra en Ucrania, el sistema de inteligencia estadunidense decidió compartir información con la prensa, de manera que el domingo 11, el New York Times dio a conocer que EE. UU. había trabajado muy de cerca con el ejército ucraniano desde hace varios meses para planear una enorme operación militar realizada la semana pasada.

Con el apoyo de asesores e inteligencia de EE. UU., dice el diario, Ucrania desarrolló el jueves 8 de setiembre la mayor contraofensiva en lo que va del conflicto, para retomar  la región de Járkov.

“La guerra es una estafa. Siempre lo ha sido. Posiblemente es el tipo de estafa más antiguo, sobradamente el más lucrativo, seguramente el más perverso.” Smedley Butler.

Los rusos se vieron obligados a un repliegue precipitado para no ser acorralados y los ucranianos celebraron reconquistar las ciudades de Balakliya, Kupiansk e Izyum, así como casi 3 mil kilómetros cuadrados e importantes vías de reabastecimiento ruso en la zona cercana a la frontera.

Tanto Volodymir Zelensky como sus patrocinadores occidentales celebraron el éxito de la operación de la misma forma que lo hicieron cuando las tropas rusas se replegaron de los alrededores de Kiev al inicio de la guerra.

El sorprendente incremento en las acciones de la guerra, que ya parecía haber entrado en un período de estancamiento, puede augurar dos cosas: un recrudecimiento de los combates antes de la llegada del invierno, o la antesala de las negociaciones.

Por su parte, empiezan a aparecer gestos de desesperación. Alemania, por ejemplo, se prepara para entrar en recesión este invierno, debido al duro impacto de la crisis energética en los hogares y las empresas, según los pronósticos del instituto IFO y el banco central.

Aunque ya eran alarmantes los gastos militares en el mundo en 2021, según nuestra esta gráfica, se debe considerar que esa gasto habrá subido considerablemente este año y en los presupuestos de 2023.

“Las reducciones del suministro de gas de Rusia durante el verano y las alzas drásticas de los precios que provocaron hacen estragos en la economía”, resumió el lunes el instituto IFO, uno de los más influyentes en la primera economía europea.

En una llamada que duró 90 minutos, el martes 13, el canciller alemán Olaf Scholz “urgió” a Vladimir Putin a buscar “una solución diplomática tan rápido como sea posible, basada en un alto el fuego, una retirada completa de las fuerzas rusas y el respeto a la integridad territorial y la soberanía de Ucrania”, según el portavoz del canciller alemán, Steffen Hebestreit.

Por su lado, la Reserva Federal de EE. UU. prepara el terreno, argumenta una y otra vez que debe subir las tasas para protegerse de la inflación que ya lacera a las economías europeas. Mientras el dólar busca fortalecerse, EE. UU. una vez más está dispuesto a acudir con todos los banqueros de su sistema financiero a ofrecer préstamos que inunden de dólares el mercado. Pero, además, la depreciación creciente del euro y libra frente al dólar afecta más la inflación, pues 40% de las compras europeas son en dólares.

La Comisión Europea, desesperada ante la inminencia de un invierno espantoso, tanto en lo energético como en lo económico, había sugerido la semana pasada la adopción de un tope en el precio del gas natural proveniente de Rusia, así como un límite a los beneficios de las empresas energéticas, como una forma de contener el acelerado incremento de los precios.

Pero, ante ello, el presidente ruso fue contundente: “No entregaremos nada en absoluto, si es contrario a nuestros intereses, en este caso, económicos. Ni gas, ni petróleo, ni carbón (…) Nada”.

Europa no tiene por dónde ganar, sea cual sea el resultado de las negociaciones que vayan a poner fin a la guerra en Ucrania.

Y si la guerra siguiese…

La interpretación política de la guerra se presta para múltiples especulaciones. En especial para intentar comprender el posible reacomodo geopolítico mundial que se producirá después y que es decisivo para todo el planeta.

Primero, es necesario comprender el precedente de la guerra que pudo evitarse. Tras ocho años de guerra en el Donbás, donde las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Luhansk reclamaban su autonomía tras no reconocer el golpe de estado en Kiev al presidente Víktor Yanukovich, ni el siguiente proceso electoral que ganó el magnate Petró Poroshenko, con más de 9 millones de votos pero con un abstencionismo superior al 50% de los 30 millones de votantes en todo el país.

Desde entonces, se declaró una guerra entre las regiones separatistas y el ejército de Kiev, quien asignó al grupo paramilitar y semioficial Batallón Azov, de extrema derecha para combatir a los rebeldes. Tras ocho años de guerra y más de 14 mil muertos, Kiev anunció su voluntad de integrarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El presidente ruso Vladimir Putin reclamó que la posibilidad de que la OTAN se emplazara militarmente en Ucrania era una amenaza a sus “líneas rojas” de defensa; estas “líneas” son indicadores imaginarios convenidos internacionalmente según los cuales, si se sobrepasan, ponen en riesgo la seguridad nacional de un país.

La posibilidad de que Ucrania intentara retomar Crimea, que en 2014, mediante referéndum, había decidido anexarse a la Federación Rusa, obligaría a Rusia a enfrentase directamente a la OTAN, en el caso en que Kiev se hubiera sumado a esa organización.

Una eventual negociación, según diversos analistas, tanto militares como políticos, significaría un cese de hostilidades, el reconocimiento de Ucrania de la anexión de Crimea a la Federación Rusa así como la autonomía, de Donetsk y Luhansk, aunque no con estatus de repúblicas independientes, la salida de tropas rusas de territorio ucraniano, pero así como la reducción en las regiones autónomas; mantener la libertad y seguridad de navegación en el Mar Negro, la renuncia total de Ucrania a pertenecer a la OTAN. Mientras, las sanciones contra Rusia se mantendrían por parte de Occidente.

La guerra entre dos países hermanos, tras ocho años de un conflicto que ni los organismos multinacionales ni los países vecinos o interesados pudieron evitar, llegaría a su fin para evitarle un invierno de pesadilla a Europa, una crisis económica, energética y alimentaria que golpeó ferozmente a los pueblos más vulnerables y sumió a las economías en problemas que no vivían desde hace décadas, pero ante todo, tras el dolor terrible de miles de personas de pueblos históricamente hermanos.

No obstante, una guerra evitable tiene razones para no haberse evitado, e incluso para que se quiera continuar.

Armando el mercado y viceversa

“La guerra es una estafa. Siempre lo ha sido. Posiblemente es el tipo de estafa más antiguo, sobradamente el más lucrativo, seguramente el más perverso. Es el único de alcance internacional. Es el único en el que las utilidades se calculan en dólares y las pérdidas en vidas humanas. Creo que la mejor descripción de una estafa es algo que no es lo que parece ser para la mayoría de la gente. Solamente un pequeño grupo «enterado» sabe de qué se trata. Se realiza para beneficio de los muy pocos a expensas de los muchos. Gracias a la guerra un pequeño número de personas amasa fortunas enormes”, así inicia el famoso libro del multi condecorado general estadunidense Smedley Butler, La guerra es una estafa, publicado en 1935.

“Para muy pocos esta estafa —como la de producir o vender licor de contrabando y timos similares del mundo del hampa— trae utilidades fantásticas. Sin embargo, el costo de las operaciones siempre se transfiere a la gente, la que no obtiene utilidades”, sentenciaba Butler hace más de 80 años refiriéndose a las prácticas de su país y del ejército al que tan diligentemente había servido.

100 años después, nada parece haber cambiado en la forma en que EE. UU. implementa su política internacional. Aunque el mundo sí cambió y mucho.

Durante su campaña, el demócrata Joe Biden parecía un nuevo Roosevelt bueno, propuso un programa de infraestructura que generaría todo el empleo para tapar el hueco que dejó la pandemia y, además, aumentar el gasto en programas sociales. Parecía que ese era su plan para salir de la economía paralizada por la pandemia. Pero estaba pensando en otra cosa. Luego de la abrupta retirada de Afganistán, había que reactivar el negocio más rentable que, desde hace más de un siglo ha practicado de forma ininterrumpida EE. UU. : la guerra.

Al presidente Biden, se le “zafó” el verdadero objetivo de la guerra en Ucrania, durante un discurso en Polonia a apenas un mes de iniciada la guerra.

La más perversa codicia

Diversos organismos han dado a conocer que el gasto militar mundial de este año alcanza los $2 millones de millones. El 62% lo cubren cinco potencias. En orden de mayor a menor gasto serían: EE. UU., con $801.000 millones de gasto militar, China con $293.000 millones, India con $76.600 millones, Reino Unido, con $68.000 millones y finalmente, Rusia, con $65.900 millones.

La guerra en Ucrania, además de dejar de lado otros temas que agobian al mundo como la salud, la alimentación, el medio ambiente, la educación, las migraciones, la desigualdad, hizo que los gobernantes europeos acogieran la fórmula norteamericana de subir el gasto militar.

El Reino Unido anunció que subiría sus gastos en defensa un 20%, hasta llevarlo al 2,5% del PIB nacional. Alemania avisó sobre la creación de un fondo especial con una inversión de unos 100.000 millones de euros, dedicado exclusivamente al gasto militar y financiado con deuda.

Según los dictados de la OTAN, todos deben subir su gasto a un 2% del PIB como mínimo.

Pero ese gasto militar no va para una industria estatal de producción de armamento o cosa parecida, sino que se destina a las empresas privadas que producen y venden las armas a los estados.

En el año 2020, la mitad del presupuesto del Pentágono se destinó al complejo militar industrial estadounidense que son contratistas privados de armas.

Si en EE. UU. tienen un lobby tan poderoso que les permite seguir vendiendo armas hasta en supermercados o en línea, pese a las reiteradas masacres de civiles, particularmente niños, los mercaderes de la guerra son mucho más poderosos en el mercado mundial.

Toda la “ayuda” militar que los países europeos le han brindado en estos meses a Ucrania tendrá que ser renovada en sus propios arsenales y, desde luego, el complejo militar industrial estadounidense ya está listo con toda clase de ofertas pues en estos meses ha disparado su producción.

El viernes 9, el jefe de adquisición de armas del Pentágono, Bill LaPlante, dijo, en una reunión el próximo 28 de septiembre en Bruselas, que busca determinar “cómo podemos continuar trabajando juntos para aumentar la producción de capacidades clave y resolver los problemas de la cadena de suministros, así como incrementar la interoperatividad e intercambiabilidad de nuestros sistemas”.

En julio, la Unión Europea anunció 500 millones de euros para compras conjuntas por los próximos dos años para reponer las armas entregadas a Kiev.

El ejército estadounidense recientemente anunció una avalancha de contratos con fabricantes de armas dentro y fuera de Estados Unidos.

Esta estrategia incluye $364 millones para proyectiles de artillería de 155mm de múltiples fabricantes, $624 millones por misiles antiaéreos Stinger, $324 millones por misiles antitanque Javelin y muchos millones más para otros sistemas, municiones y suministros de defensa.

Por donde se mire, hay empresarios cuyo negocio es la guerra, a quienes en estos meses de dolor, sangre, crisis económica y alimentaria, les sonó el corno de la abundancia.

La ley “préstamo y arriendo” (lend and lease), que es el mecanismo mediante el que el gobierno de EE. UU. “ayuda” a Ucrania, dice que “cualquier préstamo o arrendamiento de artículos de defensa al Gobierno de Ucrania estará sujeto a todas las leyes aplicables relativas a la devolución y el reembolso y el pago de artículos de defensa prestados o rentados a Gobiernos extranjeros. De acuerdo con la legislación vigente, los pagos recibidos en virtud de contratos de arrendamiento con países extranjeros se depositan en el Departamento del Tesoro como recibos varios y se clasifican como gastos directos”.

El papa Francisco aboga por que se ponga fin a la insensatez de la guerra y se busque una sociedad multipolar.

La segunda parte de este programa de inversión  o “chanchullo”, como la llama Butler, es la reconstrucción y recuperación de los países y territorios afectados por la guerra.

Según informaba Euronews, esta semana el presidente ucraniano apareció en una pantalla de video en el arranque matutino de la Bolsa de Nueva York, donde tradicionalmente se toca la campana de apertura. Los operadores de Wall Street aplaudieron y gritaron mientras se leía una pancarta: “Somos libres. Somos fuertes. Estamos abiertos a los negocios”.

El Gobierno de Zelenski lanzó una plataforma de más de 500 proyectos por valor de $400.000 millones para que los inversores extranjeros ayuden a reconstruir la economía ucraniana.

La coincidencia de Nursultán

El martes 13, el papa Francisco llegó a Nursultán, capital de Kazajistán, para asistir a un encuentro multireligioso, con lo que se dio la coincidencia de que también visita el país esta semana el presidente de China Xi Jinping, quien se reunirá en Samarcanda, Uzbequistán, con el mandatario ruso Vladimir Putin.

La casualidad alimentó las especulaciones sobre una posible acción de la diplomacia vaticana sobre el conflicto de Ucrania.

“Es la hora de evitar la intensificación de rivalidades y el fortalecimiento de bloques contrapuestos. Necesitamos líderes que, a nivel internacional, permitan a los pueblos entenderse y dialogar, y generen un nuevo ‘espíritu de Helsinki'”, dijo el papa, en alusión a los acuerdos de 1975, que consolidaron una rebaja de las tensiones entre los occidentales y los soviéticos tras décadas de Guerra Fría.

Por su parte, un alto diplomático chino dijo respecto a la reunión de Xi con Putin que China quiere construir junto a Rusia un orden internacional “en una dirección más justa y racional”.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido