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El papa Francisco clama por “socorrer” a migrantes, los mandatarios europeos discuten reducir cuotas de acogida

Mientras los mandatarios europeos debaten acerca de la forma en que los inmigrantes deben ser recibidos y las “cargas de acogida”, el pontífice de 86 años inició este viernes una visita de dos días a Marsella consagrada al Mediterráneo y al drama que viven los migrantes.

Marsella, Francia

El papa Francisco llamó este viernes a “socorrer” a los migrantes que arriesgan su vida en el mar y llamó a los países a superar la “parálisis del miedo” y acogerlos, durante una simbólica ceremonia en Marsella (sureste de Francia).

“Deben ser socorridas las personas que, al ser abandonadas sobre las olas, corren el riesgo de ahogarse. Es un deber de humanidad, es un deber de civilización”, clamó el pontífice argentino, ante un memorial a las personas desaparecidas en el mar.

Con el mar Mediterráneo de fondo, urgió además a no resignarse a ver “seres humanos tratados como mercancía de cambio” y denunció “los dramas de los naufragios, provocados por contrabandos repugnantes y por el fanatismo de la indiferencia”.

“No [son cifras]. Son nombres y apellidos, son rostros e historias, son vidas rotas y sueños destrozados (…) Frente a semejante drama no sirven las palabras, sino los hechos”, agregó.

Aunque durante su vuelo a Marsella confesó que no sabía si tendría la “valentía” de decir todo lo que quería decir, cargó finalmente contra los “contrabandos repugnantes” y “el fanatismo de la indiferencia”.

Desde Venezuela a Centroamérica y México, pasando por Estados Unidos, África y Oriente Medio, los migrantes son una prioridad para Francisco, que suele expresar el dolor por las tragedias que sufren.

Su visita llega además días después que miles de migrantes llegaran a la isla de Lampedusa, lo que obligó a la Unión Europea (UE) a adoptar un plan para ayudar a Italia a gestionar esta ruta migratoria procedente del norte de África.

En un contexto de debates en Europa sobre la acogida de migrantes, el jefe de la Iglesia católica pidió así “superar la parálisis del miedo y el desinterés que condena a muerte con guantes de seda”, para “cuidar de los más débiles”.

Y agradeció a los miembros de oenegés que salvan migrantes, presentes en la ceremonia, pese a que en ocasiones les impiden trabajar. “Son gestos de odio”, aseguró.

“Nosotros los creyentes debemos ser ejemplares en la acogida recíproca y fraterna”, subrayó, al tiempo que abogó por la cohabitación entre diferentes religiones.

El pontífice de 86 años inició este viernes una visita de dos días a Marsella consagrada al Mediterráneo y al drama que viven los migrantes.

El momento más simbólico era la ceremonia en homenaje a las personas desaparecidas en el mar, a los pies de la imponente basílica de Notre Dame de la Garde (Nuestra Señora de la Guardia), coronada por una estatua de la Virgen con el niño Jesús.

El pontífice, acompañado de migrantes y líderes religiosos, debe depositar una corona de flores blancas y amarillas a los pies del memorial formado por una Cruz de Camarga, que aúna una cruz, un ancla y un corazón.

En una Europa donde la acogida divide y enfrenta a gobiernos, la ultraderecha y la derecha conservadora, que advierten de una supuesta “invasión” migratoria, critican que el pontífice hable tanto de los migrantes.

“Normas prehistóricas”

El presidente de Italia, Sergio Mattarella, calificó de “prehistóricas” las normas de la Unión Europea (UE) para el reparto de los migrantes, sumándose al debate de cómo gestionar el aumento de la llegada de personas desde el norte de África.

Mattarella visitó la isla de Sicilia el jueves junto al presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, y abogó por soluciones que sean “nuevas y valientes”.

Para el mandatario italiano es necesario plantear “cómo utilizar de forma diferente las herramientas rudimentarias y anticuadas frente a un fenómeno que es totalmente nuevo”.

“Por ejemplo, el reglamento de Dublín es prehistórico” y fue diseñado cuando “el fenómeno de la migración masiva no había comenzado”, afirmó.

El reglamento de Dublín establece que los migrantes deben registrarse en el país de la UE al que llegan. Si desde allí viajan a otro Estado del bloque, pueden ser expulsados al primer país en el que fueron registrados.

El gobierno de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que encabeza una coalición de extrema derecha, anunció en diciembre que dejó de aplicar el reglamento por razones “técnicas”.

Alemania dijo la semana pasada que decidió suspender la acogida voluntaria de solicitantes de asilo procedentes de Italia debido a la “fuerte presión migratoria”.

Las declaraciones de Mattarella, cuyo cargo tiene un carácter ceremonial y no político, fueron publicadas en la portada de las principales cabeceras italianas.

“Mattarella fustiga a Europa”, tituló el diario Corriere Della Sera y el vice primer ministro italiano, Matteo Salvini, celebró estas declaraciones que calificó como “claras e inequívocas”.

Los países del Mediterráneo como Italia argumentan que las reglas de Dublín imponen una cargas excesiva para su capacidad de acogida y que muchos migrantes quieren instalarse en otros países del bloque.

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