Cultura

Un año cultural marcado por la incertidumbre

La amenaza de los recortes presupuestarios y el posible cierre técnico de algunas adscritas marcaron el derrotero del año 2023 en el ámbito cultural, en momentos en que los vientos neoliberales apuntan a un modelo cultural cada vez más alejado del Estado y en el que el pensamiento es cada vez más escaso.

La cultura, como el país, no termina de definir su rumbo. El 2023 estuvo marcado por el hierro de la incertidumbre, el anuncio de recortes presupuestarios y el posible cierre de programas ante la disminución financiera.

Y todo ello lejos de establecerse una hoja de ruta clara y concisa de qué tipo de cultura se quiere incentivar y propagar en el país, con muchas contradicciones entre medias, y con los distintos sectores mirando estupefactos y con resignación, en muchos casos, el devenir del proyecto cultural que se pretende asentar en Costa Rica. 

Aunque se busque maquillar algunas iniciativas con la idea de que la cultura se expande y que esta vez sí se estimuló más allá del Valle Central, lo cierto del caso es que hay manifestaciones puntuales, que una vez que se baja el telón se pierden en una trama mayor y todo queda muy cerca del espectáculo y del aplauso vano e intrascendente. 

La situación descrita no responde, necesariamente, solo a este gobierno, sino que hay una continuidad en la forma en que las últimas administraciones han asumido a la cultura: como un mal necesario al que solo se le pueden hacer recortes, sin llegar al punto culminante de ponerle un candado a los distintos programas que desarrollan las adscritas al Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ).

: El Archivo Nacional fue una de las adscritas que estuvo en entredicho en 2023, dado que las proyecciones indicaban que su presupuesto no sería suficiente para operar con normalidad en 2024. (Foto: Kattya Alvarado)

Para empezar, como ya se sabe, hay una disfunción en el propio nombre del actual ministerio, dado que hace ya varios años que se desligó al deporte de la cultura, con lo cual se entra, una vez más, en una contradicción profunda.

La definición acuñada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) reafirma dicha contradicción, al puntualizar que cultura es el “conjunto de los rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que caracterizan una sociedad o grupo social. La cultura engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, creencias y tradiciones”.

Por un lado, se apuesta por una noción de cultura que amplía demasiado el espectro y, por otro, se la restringe de manera innecesaria, y termina por asociarse a la cultura con la economía naranja, lo que atiende más a lo monetario que a lo social.

 

La espada de los recortes

El año 2023 estuvo marcado por la incertidumbre que en buena medida concentró al ámbito de la cultura oficial, al anunciarse un recorte de ₡4.000 millones en el ya disminuido presupuesto que se pondría en marcha en 2024.

La cultura del espectáculo se ha impuesto en los festivales nacionales e internacionales impulsados por el Ministerio de Cultura, en detrimento del pensamiento crítico. (Foto: Archivo Semanario UNIVERSIDAD)

Eso hizo que los distintos grupos se movilizaran, tantos los que representan al sector oficial, como a los independientes, aunque estos últimos siempre se mantendrán al margen y apenas si percibirán “migajas” de ese presupuesto por medio del Festival Nacional de las Artes (FNA) o del Festival Internacional de las Artes (FIA), que son los dos mayores espectáculos a que apuesta en la actualidad el MJC.

Las manifestaciones, a raíz del nuevo anuncio hecho por el gobierno del presidente Rodrigo Chaves, volvieron a poner en el centro del discurso a la cultura, la cual cada vez ocupa un lugar menos trascendente dentro de las políticas del Estado, a tal punto que no pocos sectores vienen anunciando desde hace ya varios años un desmantelamiento sistemático y a veces solapado, aunque en la mayoría de las ocasiones ocurre a plena luz del día, para que nadie tenga dudas de que la cultura, aquella que pretendía ir de la mano con el desarrollo económico y social, hoy es simplemente una mera ilusión.

En mayo de 2023 fue cuando saltaron todas las armas y eso motivó marchas de artistas, quienes con la generosidad con que los caracteriza salieron, una vez más, a pegar el grito al cielo, a sabiendas, incluso, de que en la ecuación general seguirían marginados como les ha ocurrido en las últimas décadas, situación de la cual no se vislumbra una salida que les permita desarrollar sus manifestaciones creativas en un equilibrio entre la utopía y la dura realidad de pagar las facturas, vivir, sobrevivir y tener aliento y sustento para encarar la nueva jornada.

Así, por ejemplo, ante el anuncio de un nuevo recorte presupuestario, que dejaría a muchas de las adscritas del MCJD en suspenso, o camino al cierre técnico, María Irene Monterroso González, violista de la Orquesta Sinfónica Nacional, reflexionaba en un artículo de la siguiente manera:

“Hoy, sin embargo, en el corazón de nosotros los músicos, se anidaba un sentimiento de nostalgia, sentimiento nacido al conocer que quizá, este sea nuestro último año de vida como Orquesta, que la Benemérita Orquesta Sinfónica Nacional se encuentra en cuidados paliativos y a punto de morir. Y no solo la orquesta, sino el Instituto Nacional de la Música, lo que se conocía como el Programa Juvenil, aquel programa que vieron nacer niñas y niños en los años 70. Esos jóvenes que por primera vez se acercaron a un instrumento y que incluso conforman hoy día, años después, puestos como profesores y músicos en la orquesta. La triste noticia del recorte presupuestario para el próximo año al Centro Nacional de la Música incluye a la Orquesta Sinfónica Nacional y al Centro Nacional de la Música provocando un cierre técnico en la institución. Parece impensable la desaparición de la Orquesta Sinfónica Nacional. Hoy es una realidad posible. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo empezamos a vislumbrar la pérdida de una institución como la nuestra?”.

De este calibre fue la reacción del anuncio que en ese momento hizo el Gobierno en relación con lo que podía pasar en el Ministerio de Cultura y en aquellas instituciones que no justificaran ante Hacienda los presupuestos solicitados, dado que, si había subejecución de recursos, para el Ejecutivo era sinónimo de que no necesitaban el dinero para sus programas. 

Además de la Orquesta Sinfónica Nacional y el Centro Nacional de la Música, otro de los entes que se dijo que podrían llegar a un cierre técnico era el Archivo Nacional, que, con más de un siglo a cuestas, podía verse ante la espada y la pared en relación con el proceder gubernamental. 

De nuevo saltaron todas las alarmas por la posibilidad de que dicha institución y, en general, las que giran alrededor del MJCD, quedaran fuera de juego, o funcionando de manera burocrática dada la falta de recursos para impulsar sus políticas concretas.

Respecto a esa situación de mayo de 2023, voces con propiedad para analizar el asunto se pronunciaron al respecto, ante consultas puntuales del Semanario UNIVERSIDAD. Tal es el caso del escritor, ensayista y pintor Rafael Cuevas, estudioso del desarrollo del Ministerio de Cultura y su quehacer en el país, y por muchos años profesor del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional.

Para Cuevas, según consideró en su momento, lo vivido en mayo de 2023 y meses posteriores podría agravarse con el paso del tiempo, porque sigue una línea en la que el gobierno de turno se desliga de una idea de cultura que en su oportunidad fue respaldada, como una noción de las bellas artes, pero que ahora ya no interesa por los derroteros, sobre todo, neoliberales que prevalecen.

“A mí me parece que lo que está sucediendo está muy a tono con el modelo que alcanza su culminación y que se ha acentuado en las dos últimas administraciones: la anterior del Partido Acción Ciudadana (PAC) y la actual, y que es la neoliberal. En este modelo, existe la idea de que lo que no reditúa es suntuario y es prescindible. En esta lógica, el Ministerio de Cultura es entendido que en lo fundamental se orienta a lo suntuario y a lo prescindible”.

Hay que recordar que el Ministerio de Cultura se dio gracias al decreto del 5 de julio de 1971, y era fruto de una visión y un modelo del Estado de bienestar social, que poco a poco en las décadas subsecuentes se fue desgastando lentamente, hasta pasar por un desmantelamiento que comenzó a finales de los 80 y que se profundizó en los 90 y en la primera década del actual siglo.

En ese sentido, esa clase de profesionales de la cultura, incentivada por una visión estatal, entraba una vez más en crisis en 2023, y la lógica indica que ese hiato se profundizará en un futuro cercano.

“El Estado contribuyó a formar un sujeto cultural del que ahora reniega a la luz de las políticas neoliberales, que apuntan no solo a la reducción del aparato estatal, sino que se centran en los elementos productivos y, desde esa visión, la cultura es totalmente prescindible”, reflexionaba Cuevas.

Otra de las voces que también se manifestaron ante la probable paralización de algunas de las instituciones relacionadas con la cultura, fue la del historiador y escritor Vladimir de la Cruz.

La crisis en torno al Archivo Nacional se centró en 2023 en el momento en que fue despedido su entonces director Set Durán, luego de que advirtiera en un memorando de la posibilidad de un cierre técnico de esa institución en 2024, si se le restaba en vez de sumar al nuevo presupuesto.

Durán concretaba su preocupación de esta manera: “El límite de gasto presupuestario para el año 2024, comunicado por el monto de ₡2.777.306.609,41 desprotege partidas presupuestarias sensibles, específicamente, a nivel de venta de servicios y atención al público, por lo que muy respetuosamente y atendiendo lo establecido en la Ley General de Control Interno, me permito trasladarle el riesgo como oficial mayor de la cartera, ya que el anteproyecto de presupuesto que será presentado el próximo 19 de mayo, según las indicaciones giradas, no es suficiente para atender las necesidades más esenciales del Archivo Nacional, y esta situación puede materializarse en un cierre temporal de los servicios que se brindan a la ciudadanía y un detrimento de la recaudación en venta de servicios para la Hacienda Pública”. 

Ante esa amenaza de cierre, de la Cruz sostenía que tanto el Archivo Nacional como la Biblioteca Nacional y el Museo Nacional eran herencia del ideario republicano que provenía de la visión de los liberales a finales del siglo XIX. 

“Quitarle presupuesto al Archivo Nacional para dárselo a seguridad es un chantaje horroroso que está haciendo este Gobierno con los sectores culturales, que de una u otra manera no protestarían porque la seguridad requiere apoyo económico. Pero quitarle recursos a las instituciones culturales del país, destruir la cultura, a tal punto que se puede hacer desaparecer como identidad nacional es peligroso, porque más fácilmente seremos presa de cualquier circunstancia externa, incluso de las propias mafias que se quieren combatir”.

En efecto, uno de los argumentos que se esgrimió en su oportunidad fue que se recortara en cultura para trasladar recursos a la maltrecha seguridad nacional. “Lo que se está haciendo con el Archivo Nacional y el Centro Nacional de la Música es un crimen a la cultura nacional, porque se están afectando, de manera muy profunda, aspectos de nuestra cultura costarricense muy difíciles de reparar”, sostenía de la Cruz. 

Como la situación en dicha coyuntura se planteaba ya en el límite, era necesario alzar la voz con toda la fuerza de los argumentos disponibles.

“No imagino un país sin el Archivo Nacional o sin una cultura musical. No acepto que no se pueda combinar el desarrollo económico con la cultura. Es lo que hacen las grandes naciones del mundo, que impulsan grandes áreas de la cultura con el apoyo del Estado”.

Y añadía de la Cruz: “Lo que se está haciendo con las instituciones culturales sí que es, de hecho, una práctica filibustera, y se aprovecha para impulsar otros valores nacionales y culturales. Dejar de resguardar el patrimonio cultural es un filibusterismo que daña elementos de la identidad nacional”. 

El MCJ salía a mediados de ese mayo 2023 a desmentir a quien se hubiese atrevido a sugerir cierres o paralizaciones de actividades en las adscritas. 

“No existe ninguna amenaza al funcionamiento de programas y proyectos que desarrollan los Órganos Desconcentrados, los Programas ministeriales o las estrategias que se lideran desde el Parque Metropolitano la Libertad. No se vislumbra una afectación al quehacer del Teatro Popular Melico Salazar, mucho menos a las operaciones del Taller Nacional de Teatro, del Taller Nacional de Danza, de la Compañía Nacional de Teatro y la Compañía Nacional de Danza. No es real un cierre de operaciones del Archivo Nacional. Tampoco es correcto mencionar que se afectará al Centro de Cine, a las Casas de la Cultura, Museos, ni al Centro de Producción Artística y Cultural. Es completamente falso que se tenga el riesgo de cierre de la Orquesta Sinfónica Nacional o de los demás programas del Centro Nacional de la Música”.

 

La visión

En relación con la cultura, no solo preocupan los recortes que se anunciaron y que amenazaron con limitar en exceso el quehacer de los órganos del MCJ, sino también la visión de cultura que se ha impulsado en las últimas décadas, más acorde con las tendencias y modas internacionales, que priorizan el sentido del espectáculo y del entretenimiento, por encima de una propuesta que invite al pensamiento crítico. Y eso no cambió en 2023, sino que más bien se reafirmó.

Esto explica por qué en medio de las limitaciones financieras —como se ha visto y ha quedado patente al pasar el presupuesto del MCJ de representar el 1,2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en 1990, a un 0,1 por ciento en 2020—, se haya priorizado una visión de la cultura más asociada con el espectáculo y eso a su vez se evidencia en la concepción desarrollada en los festivales impulsados, tanto en el nacional como en el internacional.

Lo visual, lo circense, el espectáculo tienen prioridad y lo que interesa es que la caravana cultura “invada” uno o varios cantones fuera de la Gran Área Metropolitana para llevar la cultura a esos pueblos, sin detenerse un instante a investigar, profundizar y propiciar para que salga a la superficie la cultura local, rica en matices y manifestaciones.

Los hechos y las programaciones desarrolladas en ese tipo de acontecimientos no dejan lugar a dudas.

El libro en 2023 siguió ocupando un lugar marginal en las políticas culturales del país. (Foto: Kattya Alvarado)

“El Bailongo sinfónico es un espectáculo que va más allá de ser solo un concierto, convirtiéndose en una lección de baile amenizado por bailarines de Merecumbé Grecia, bajo la dirección de Óscar Salazar Picado, junto a la cantante Yassira Guzmán, Noylin Vargas de Palmares, Juan Carlos Ramírez Rodríguez de Naranjo, en una historia hilada por el dramaturgo Kyle Boza en donde, tanto ellos como el público, aprenderán algunos pasos de baile de los géneros latinos más populares”, rezaba un comunicado del MCJ en relación con el Festival Nacional de las Artes 2023 y que culminaba en el cantón de Grecia, en Alajuela. 

El pensamiento crítico. La idea de cultura que sobrevive al día posterior a las muchas actividades, entre más acumulativas mejor, no parece tener cabida en esta concepción de cultura promovida en las últimas décadas, en las que incluso se ha llegado a pagar una amplia suma de millones, cerca de $100.000 por un concierto de rock, como sucedió en 2018 con el del grupo Aterciopelados.

Es la asunción de la cultura como mero entretenimiento, abordada por Mario Vargas Llosa en su ensayo de 2012 La civilización del espectáculo y por el periodista y sociólogo francés Frédréc Martel en Cultura mainstream en 2010.

“La diferencia esencial entre aquella cultura del pasado y el entretenimiento de hoy es que los productos de aquella pretendían trascender el tiempo presente, durar, seguir vivos en las generaciones futuras, en tanto que los productos de éste son fabricados para ser consumidos al instante y desaparecer, como los bizcochos o el popcorn. Tolstói, Thomas Mann, todavía Joyce y Faulkner escribían libros que pretendían derrotar a la muerte, sobrevivir a sus autores, seguir atrayendo y fascinando lectores en los tiempos futuros. Las telenovelas brasileñas y las películas de Bollywood, como los conciertos de Shakira, no pretenden durar más que el tiempo de su presentación, y desaparecer para dejar el espacio a otros productos igualmente exitosos y efímeros. La cultura es diversión y lo que no es divertido no es cultura”, aseguraba el Nobel de Literatura 2010.

Al margen del “tsunami” que representó el anuncio de los recortes para 2024 y lo que ello podría significar para las adscritas al MCJ, situación que todavía flota en el aire, pese a los desmentidos y comunicados oficiales, también cabe preguntarse cuál es la cultura que se promueve desde un ministerio que es visto por los últimos gobiernos como un elefante blanco y prescindible.

La cultura, en 2023, estuvo marcada por la incertidumbre, la cual cada vez se ve más amenazada en un entorno neoliberal, en el que para los gestores gubernamentales es más una piedra en el zapato que un elemento de desarrollo social y promoción del espíritu nacional.

 

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