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La historia del karate-do en Costa Rica  

El libro recoge cómo el karate-do comenzó su andadura en 1966, de la mano de un maestro que en realidad venía a unirse a la fuerza empresarial del país.

Gracias a un esfuerzo sistemático de investigación por parte de Jorge Azofeifa, catedrático de la Universidad de Costa Rica (UCR), el karate-do en Costa Rica ya tiene su historia escrita.

La escuela del águila negra, editorial Alma Mater, es el libro que recoge la forma como se llegó a desarrollar el karate-do en el país a partir de 1966, año en que empieza ese largo caminar casi por obra y gracia del azar.

El karate-do, como lo cuenta Azofeifa, está íntimamente vinculada a la presencia del maestro japonés Shunichi Kobayashi, quien arribó al país para vincularse con una empresa relacionada con productos de aceite de tortuga, pero al final se quedó en medio de la nada, dado que la idea original no se pudo desarrollar.

Shunichi Kobayashi en 1971 tras un viaje a Japón, donde obtuvo su quinto dan. (Foto: La escuela del águila negra)

Es así como Kobayashi pasa un corto período en Santa Ana, en la familia del abogado Edgar Hiram Rojas, quien al ver al joven un tanto perdido lejos de su patria, le extiende su mano para que pueda continuar en el país.

“El Lic. Rojas les brindó, además, asesoría y ayuda para poner en regla sus estatus migratorios. Shunichi y Sachio contarían con el apoyo de esta familia, primero en Santa Ana y luego en Rohrmoser”. El otro japonés que aparece en esta cita del mencionado libro es Sachio Inagaki, uno de los expertos que había llegado al país al amparo del empresario Yoshitane Hara Okuba, fundador para entonces de Productos de Tortuga Ltda.

De modo que la travesía de Kobayashi a Costa Rica, que había comenzado un 2 de septiembre de 1965, por momentos amenazó con convertirse en pesadilla, pero al final el azar hizo que el joven japonés terminara convertido en el gran maestro del karate-do en el país, así como en Nicaragua, a donde extendió su influencia.

En materia de coincidencias y desafíos es curioso el hecho que se apunta en La escuela del águila negra, en relación con el pasaporte de Kobayashi, dado que contemplaba el hecho de que su destino final podía ser Nicaragua, lo que a la postre no sucedió.

Con la barrera del idioma como desafío y con la necesidad de vincularse a algún quehacer, Kobayashi encontró por primera vez trabajo formal en Costa Rica en la Sociedad Anónima de Vehículos Automotrices (SAVA), que para ese año, 1965, había comenzado a ensamblar motocicletas Honda para Centroamérica.

Antes, Kobayashi, gracias a la intercesión de su amigo Saburo Koizumi, se había trasladado a vivir a Grecia, donde la familia Rodríguez no solo le ofrecía estadía, sino que también existía la posibilidad de que de forma temporal se empleara en las labores de la recolección de café.

¿Se imaginan a un japonés con apenas meses de haber ingresado a Costa Rica, sin empleo y sin futuro, que como única salida se le ofrezca participar de la recolección del café? Más exótico y sombrío no podía ser el panorama, pero en el camino estaba el karate, el que al final le servirá de puente al principal personaje del libro para no solo crear una academia, heredera del águila negra de la Universidad de Sophia, de Tokio, sino que le convertiría en un admirado y venerado maestro.

Azofeifa fue alumno de Kobayashi, con el que obtuvo el tercer dan, cinturón negro, y de ahí su interés en sistematizar y contar para las generaciones presentes y futuras la manera en que el karate fue evolucionando en el país.

Los comienzos, como relata en el libro, no fueron fáciles para Kobayashi, dado que a pesar de que los periódicos le daban una cobertura interesante a las artes marciales en Costa Rica, constantemente en los primeros años tuvo que cambiarse de sede.

Estuvieron, por ejemplo, un tiempo en el gimnasio de la Estación Central de Bomberos, que para entonces se ubicaba en la central Alfredo Volio, entre las avenidas 8 y 10.

También la academia de karate de Kobayashi estuvo en un ya afectado cine Mendoza. Al respecto es muy interesante la descripción que hace el entrevistado de Azofeifa, Manuel Mora.

“Sobre el escenario habían puesto una pared plástica provisional. Uno no podía ver desde abajo. El escenario era enorme, de un estimado de 20 x 30 m. Se subía por unas escaleras laterales, como las que usan los artistas y había unas bancas. Allí, sobre lo que fue el escenario, se entrenaba. El piso de madera era muy viejo y malo. Detrás estaban los baños y los vestidores que era un tugurio. Allí uno podía romperse un pie con una lata o cualquier cosa”.

La puesta en escena por parte de Mora no deja lugar a dudas, pero el karate ya había comenzado a abrirse paso entre los costarricenses y esas semillas luego fructificarían.

Visión global

El libro de Azofeifa da una visión integral del karate en Costa Rica y ello va de la mano con lo que significó el gran aporte de Kobayashi, porque de no haberse quedado se desconoce por qué en otras vías pudo sistematizarse la práctica de este deporte en territorio nacional.

En el epílogo, el autor se hace una pregunta por extensión a los lectores y es la siguiente: “¿Por qué Shunichi decidió quedarse en Costa Rica? No hay una respuesta directa a dicha interrogante, lo cierto es que la estadía en el país le permitió a quienes les empezó a gustar el karate como deporte y forma de vida experimentar las bondades de esta disciplina.

En el volumen, Azofeifa detalla cómo la Academia de Kobayashi contaba con un reglamento y da muestra del orden y la seriedad con que se entregó el maestro a enseñar karate a sus numerosos alumnos.

También se cuenta cómo el difusor del karate en el país luego construyó una familia. Shunichi se casó en agosto de 1971 con Annette Pinto Martén. Habían pasado seis años desde que había arribado a Costa Rica, ya graduado de la Universidad de Sophia, con la ilusión de vincularse a la vida empresarial del país, pero los infortunios se interpusieron; no obstante, ahora el panorama cambiaba para él de forma definitiva y daba un paso más en la patria que lo había acogido.

El libro que Azofeifa escribió y editó servirá en adelante como referencia de los estudios y los karatecas que quieran seguir la evolución de este deporte en Costa Rica, así como una serie de conexiones que tiene con el pasado y los orígenes de dicha disciplina.

El volumen, por la forma en que fue organizado, perfectamente se puede leer como si fuera un texto que no necesariamente debe seguirse de manera cronológica.

La escuela del águila negra es un texto para aquellos que quieran conocer los comienzos del karate en el país, pero sobre todo es una historia de cómo el azar hizo que el futuro maestro Kobayashi atracara aquí con otros fines, y la manera en que el destino le cambió sus planes, y que todo empezara con un combate de exhibición ante un norteamericano que estaba de paso en la academia de Orlando Madrigal.


Libro de referencia

La escuela del águila negra servirá de referencia para quienes estén interesados en indagar sobre el desarrollo del karate en Costa Rica y cómo comenzó su andadura a mediados de los años sesenta del siglo pasado.

Autor: Jorge Azofeifa.

Editorial: Alma Máter.

Pedidos al: 88244935 y 88349524 (Alma Máter)


 

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