Cultura

Un cine con vocación social y alternativo

El Festival Internacional de Cine de Costa Rica comenzará el martes 24 de octubre y se extenderá hasta el 31 de dicho mes, en lo que será su undécima edición, en la cual los espectadores podrán apreciar las mejores producciones de Centroamérica y del Caribe. 

El Festival Internacional de Cine de Costa Rica se convertirá, de nuevo, en una ventana para que el público descubra y se aproxime a producciones que están alejadas de la gran pantalla comercial, que solo le abre la puerta a aquellas creaciones que tienen aires hollywoodenses.

Filmes de carácter social y alternativo, con historias que pretenden impactar desde una óptica que exige una mirada atenta del espectador, son los que se encontrarán los asistentes a las diferentes salas entre el 24 y el 31 de octubre, con San José convertida en la capital del cine centroamericano y del Caribe, en la undécima edición del festival.

Las películas escogidas, en su formato de corto y largometraje, se exhibirán en el Centro de Cine, el Cine Magaly, la Alianza Francesa y el Centro Costarricense Norteamericano. También habrá proyecciones en la fase itinerante, las cuales serán en Puntarenas, Ciudad Neily, Santa Cruz, Aguas Zarcas y Ciudad Quesada, en San Carlos.

Las 12 películas de Centroamérica y el Caribe que participarán en la competencia oficial responden a una elección que procura abrirle paso a creaciones que, por lo general, no cuentan con verdaderos espacios en las salas comerciales de Costa Rica y que en sus naciones de origen corren con una suerte similar. 

“La selección la realiza un equipo de programación con conocimiento amplio del cine contemporáneo e histórico, que es muy diverso. Buscamos obras que hablen del cine de hoy, que juega entre géneros y formatos, que cuenta historias invisibilizadas hasta ahora”, dijo Fernando Chaves Espinach, director artístico del encuentro.

El festival, además, aspira a posicionarse como el mejor de la región centroamericana y parte del Caribe, en un afán por darle solidez a la propuesta actual.

Hay que recordar que aunque han pasado muchos años, el germen del festival se gestó en lo que en un tiempo se conoció como la muestra de cine, que tenía como sede al Cine Variedades, hoy clausurado, en poder del Estado y sin que haya claridad de parte de las autoridades de cultura de cuál será el futuro uso del inmueble, donde se tenía previsto establecer la cinemateca nacional.

Un canto de amor

Una de las  películas que tendrá oportunidad de observar el espectador costarricense es Baladi Aldaia, en la que la cineasta Ishtar Yasin Gutiérrez realiza un hondo y profundo homenaje a su padre, el director de teatro iraquí Mohsen Sadoon Yasin, a quien comenzó a filmar en 2003, cuando él vivía en Londres en condición de exiliado, y donde murió en el 2014.

Antes de empezar a hablar del filme, que Yasin realizó con sus propios recursos y apelando a todas las técnicas posibles para conformar una historia que se mueve entre la nostalgia, la imposibilidad, la frustración, el homenaje y la memoria, la cineasta dijo estar profundamente conmocionada por lo que estaba viviendo Palestina y durante la conversación se excusó varias veces porque la situación de guerra en la franja de Gaza la tenía consternada.

Baladi Aldaia es un homenaje a la memoria de Mohsen Sadoon Yasin y a Irak, en una película que conforma parte de la muestra que incluye el Festival Internacional de Cine de Costa Rica. (Afiche cortesía de Ishtar Yasin)

Yasin, que compartirá en Costa Rica con quienes asistan a ver su película, expresó que le interesa mucho dialogar con los espectadores, porque el intercambio en este tipo de encuentros resulta indispensable.

“Estoy aquí sufriendo por Palestina. Es terrible lo que está pasando. Están lanzando fósforo, lo que hace que la gente se queme pero queda viva. En toda mi vida no había visto algo así. Es tremendo”, dijo desde México, donde actualmente reside.

Respecto a Baladi Aldaia explicó que la génesis del filme comenzó en 2003: “Empecé a grabar a mi padre en 2003, cuando ya él estaba en Londres como refugiado político, primero por la dictadura de Sadam Hussein, luego por la invasión y por los grupos territoristas. Él muere en el exilio en el 2014 y siempre mantuvo el afán de regresar a su país, a mi país, porque también es el mío, y poder trabajar ahí. Siempre lo soñamos”.  

Al quedar inconclusa dicha aspiración, Yasin buscó con el filme recoger vivencias de Moshen Saloon Yasin, recobrar recuerdos, atar cabos y reconstruir la idea de un Irak que es mucho más que lo que se cuenta en los noticieros internacionales.

“Mi padre era un director de teatro reconocido y no pudo cumplir su sueño, por eso la película es una suerte de justicia poética a su memoria, por todo el dolor que vivió al ver que Irak era devastado. El filme es una elegía a Irak y es un llamado a la justicia, a la solidaridad y a la humanidad”. 

Por el tipo de historia que quería contar, Yasin confesó que a diferencia de otros proyectos en esta oportunidad no escribió un guion como se hace de manera tradicional, sino que fue organizando el argumento con elementos que se grababan y que iban encajando en la gran idea general, que era contar la historia de su padre, pero ir mucho más allá, dar una visión de un país cuya mirada ha sido deformada desde el ámbito occidental.

“Trabajé directamente con el material fílmico, encontrando la película en la mesa de montaje. Quería de esa forma vivir el duelo por la muerte de mi padre. Tenía la necesidad de escuchar su voz y de ver sus imágenes. La producción se convirtió en una invocación, un acto ritual, un llamado al amor. Es un canto al amor. Me inspiré también en la poesía sumeria, de la antigua Mesopotamia, en donde el tiempo transcurre de una forma distinta. No es lineal. Es circular. Incluso aparece en la historia el poema más antiguo de la humanidad y que se llama: ‘Inanna, diosa del cielo y de la tierra’, que fue encontrado en tablillas cuneiformes con más de 5.000 años de antigüedad. Actualmente, una parte de ese poema está en Pensilvania, Estados Unidos, y otra en Estambul”. 

La directora expresó que Baladi Aldaia forma parte de un proyecto más ambicioso en el que pretende recoger la historia de su familia y de esa manera reflejar los momentos y épocas en distintas partes del mundo.

Esa saga incluiría una película sobre su madre, Elena Gutiérrez, y Chile; otra sobre su hermana, que es cantante, poeta y reside en Londres; y cerraría con un documental a su hija Alondra Selva, quien es artista visual y escultora. 

Yasin recordó que cuando su padre, Moshen Sadoon Yasin, y su madre, Elena Gutiérrez —hija del escritor Joaquín Gutiérrez—, se divorciaron fue poco antes del golpe militar en Chile, y tras aquel se trasladaron a vivir a Costa Rica. Entonces ella tenía cinco años. 

“Mi deseo es que las nuevas generaciones se hagan una idea real del verdadero Irak, y no solo del que aparece en los grandes medios de comunicación que invocan armas, guerras, bombas; no, Irak es mucho más que eso, ha dado un gran legado artístico al mundo. Y entonces yo, a través de un ser humano que fue mi padre, quiero presentar en mi película otra dimensión del país, una verdadera dimensión humana, para que ojalá el filme sea un puente que una a través del amor, la creación y no a través de la guerra y la destrucción”. 

Un reencuentro

Para la directora de filmes como El camino y Las dos Fridas, la oportunidad de contar un relato con su padre en el centro de la escena, significaba algo más que una película.

“El documental es un encuentro con mi identidad, con mi origen árabe, y también es un reencuentro a través del amor y la humanidad. He dado clases en Irak y a estos jóvenes les he transmitido el orgullo y la dignidad de ser iraquíes. En el caso de mi padre, cuando bombardeaban Irak, ya él estaba enfermo, y todo el dolor que sentía por su país era como una metáfora de lo que estaba viviendo de modo personal. Su país estaba herido, destruido y mi padre tenía un amor muy grande por Irak. Él me regaló sus libros y me transmitió ese gran amor por su país”.

La historia, en la que se entremezclan distintos géneros, en el fondo es un recorrido por la vida de un director de teatro que muere soñando con volver a casa.

“La película es una biografía no cronológica. Es un homenaje. Y es la búsqueda de una voz propia y, como en la música o la poesía, lo importante no es la comprensión racional, o las explicaciones, sino el sentir del corazón a través de la emoción, de los sentimientos, es otro nivel de lenguaje”.

A raíz del filme que presentará en el Festival Internacional de Cine de Costa Rica, que comienza el martes 24 de octubre, y de otras realizaciones suyas, Yasin se ha preguntado por el sentido de su arte, su compromiso, sus alcances, su ser y su estar en la vida.

¿Qué cine es necesario? ¿Desde qué mirada contar en estos momentos trágicos para la humanidad? Creo que es necesario invocar una posición ética y humana y creo que más que nunca es imprescindible crear conciencia y por eso quiero pensar en un espectador activo, no en un consumidor pasivo, sino en alguien que reflexiona y actúa a partir de una obra artística”. 

Y el razonamiento lleva a la ética, a la estética, en una conjunción y un cruce de caminos que parece como si fuera un eco del ars poetica de Yasin.

“La ética es a lo más alto que puede llegar la estética. Es muy importante en cada momento, en cada secuencia, en cada obra que realizamos, hacernos ese cuestionamiento ético, desde qué mirada y posición estoy actuando, qué estoy dejando en este mundo, a quién le estoy dando voz, cuál es mi rol, mi función, mi participación en este mundo que tan necesitado de justicia está”. 

Y como parte de ese hacer, Yasin decidió que Baladi Aldaia iba a salir al completo de ella, de su dinero, de su esfuerzo, de su montaje, de su visión: sin patrocinios, sin productores, sin respaldos, solo con su anhelo de redimir homenaje a su padre y a uno de sus países, porque ella tiene retazos de Chile, Costa Rica e Irak.

“Esta película yo la fui pagando, patrocinando, creando yo misma, la fui haciendo como hace un escritor con el papel y el lápiz. Demostré que un cineasta también puede trabajar con su material sin grandes fondos, es hacerlo desde nuestra situación, nuestras limitaciones, con mucha reflexión, con mucho trabajo, es parte de la propuesta estética que nos representa, en la que tenemos absoluta libertad expresiva. Quería mostrar a los jóvenes que en esa circunstancias se puede trabajar sin esperar un respaldo económico, porque se puede hacer con un bajo presupuesto y con mucho amor por el cine”.

Madre e hija

Aunque La hija de todas las rabias suscitó una lectura relacionada con la pobreza y con las duras condiciones en que puede subsistir un ser humano, cuya actividad económica y social tiene como eje central un basurero, la propuesta desde la que Laura Baumeister hizo la película buscaba indagar en el conflicto madre e hija que se protagonizaba en la pantalla.

El filme de la directora nicaragüense, actualmente radicada en México, apuntaba más hacia esa indagación, aunque como sucede con las novelas o los cuentos, al final es el perceptor el que determina en gran parte la lectura que hará de la obra.

Laura Baumeister, directora nicaragüense, participará en el festival con La hija de todas las rabias, que es su primer largometraje. (Foto: cortesía de la cineasta)

La propuesta de Baumeister parte de qué hará una niña —María—, una vez que su madre la abandona, cómo ella encuentra su espacio en la sociedad, en medio de la marginación y el desamparo.

“La verdad, yo más que en lo social, estaba pensando en una relación madre e hija y cómo esta encuentra su lugar en el mundo. Entiendo que la película, por haber estado situada en una locación muy distinta, como es un basurero, haya tomado mucho relieve, pero reitero que a mí me interesaba más el conflicto interno entre ellas”, dijo Baumeister desde México a UNIVERSIDAD.

La hija de todas las rabias fue estrenada en 2022 y, como destacó la directora, ya ha sido exhibida en varios festivales como el de San Sebastián, España; Toronto, Canadá; Morelia, México; y Lima, Perú, entre otros, y además ha sido presentada en San Francisco, Estados Unidos; La Habana, Cuba; y en Ginebra, Suiza.

Baumeister resaltó que uno de los elementos que pueden considerarse clave en el filme es cómo las personas en contextos marginales, como un basurero, por ejemplo, recurren a la imaginación para salir adelante, para sobreponerse a la adversidad que en teoría debería aplastarles, pero que, en cambio, ganan la batalla por la vida con entusiasmo y creatividad.

“Me interesaba indagar en la imaginación como un escudo contra la adversidad. También quería resaltar el componente ambiental”. 

La cineasta manifestó que más allá del recorrido que ha tenido el filme, el cual era su ópera prima, para ella significó un elemento transformador, y que en su caso fue como si hubiera pasado un huracán, o como si el mago de Oz llegara y te levantara la casa, porque el proceso y el resultado constituyeron una experiencia muy profunda.

Al igual que Yasin, Baumeister cree en el cine independiente, ese que se hace con gran trabajo, compromiso, afán y esfuerzo personal en un entorno comercial en el que hay pocos espacios para dar a conocer las creaciones.

“Hacer cine independiente, o arte en general, no es fácil en la actualidad, porque vivimos en un mundo en el que ninguna profesión es fácil. En este contexto, hacer cine es un acto de resistencia, porque ni las plataformas ni los festivales están priorizando la otra mirada, dado que hay una crisis de consumo de lo alternativo y si nadie o pocos consumen ese otro cine, los Estados deberían respaldarlo, pero no es así. Sin embargo, hay que echar a andar el trabajo a como haya lugar. En mi caso, voy a seguir haciendo películas con los modelos de producción disponibles, porque, para mí, hacer cine es una forma de ver el mundo y de relacionarme con él. El cine de autor es un gran reto, un ejercicio de mucha paciencia, de mucha estrategia, de mucha dignidad y de estar auto convencida de su valor”. 

El caso Padilla

Entre los filmes escogidos en el Festival Internacional de Cine de Costa Rica, se encuentra El caso Padilla, documental dirigido por Pavel Giroud y que fue estrenado en diferentes festivales en el 2022.

La película recoge el nombre con el que fue conocido este caso en 1971, que significó la ruptura de destacados escritores e intelectuales con la Revolución cubana. Heberto Padilla, periodista y poeta, fue arrestado el 20 de marzo de ese año a raíz de declaraciones y posiciones suyas respecto a la Revolución y de lo que había expresado en un libro de poemas titulado Fuera del juego

Domingo y la niebla, de Ariel Escalante, es una de las producciones nacionales que integran la oferta cinematográfica en la undécima edición del Festival Internacional. En la gráfica, el actor Carlos Ureña. (Foto: Internet)

La historia es más que conocida en América Latina y el mundo, y en su momento suscitó enconados debates entre la intelectualidad.

Como parte de lo sucedido, un grupo de escritores e intelectuales firmaron una carta dirigida a Fidel Castro, en la que cuestionaban el desenlace del caso, que fue la puesta en libertad de Padilla 38 días después de ser arrestado. No obstante, el día de su liberación, Padilla dio un largo discurso en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en el que autoinculpaba por lo sucedido.

Entre los firmantes se encontraban Octavio Paz, Jean Paul Sartre, Juan Goytisolo, Mario Vargas Llosa, Jorge Semprúm, Pier Paolo Pasolini, Susan Sontag, José Emilio Pacheco y Alberto Moravia.

En la carta, se incluyó, sin haberle consultado, al escritor Gabriel García Márquez, quien tuvo que salir a desmentir lo ocurrido y a exigir que le eliminaran de los firmantes.

A la vuelta de 50 años, Giroud obtuvo la confesión completa de Padilla y que se conservó de manera inédita durante todo este tiempo. Sobre esto versa el documental.

A los tres filmes abordados, se unen muchos más, así como la selección de cortos nacionales que también son parte del festival y que convertirá a San José en la capital del cine centroamericano durante ocho días. 

Suscríbase al boletín

Ir al contenido