Cultura

Mitos y leyendas en la fascinación por los ovnis

La cultura de los extraterrestres irrumpió en el Congreso estadounidense el 26 de julio de 2023 y despertó un fenómeno que cuenta con defensores a ultranza, mientras la ciencia cuestiona aquellas voces que apelan a las especulaciones y que están más cerca de la ficción que de la realidad.

En Washington, hoy se habla más de los objetos voladores no identificados (ovnis) que de la guerra en Ucrania o de la reciente visita del centenario Henry Kissinger a China, y alrededor de este misterio, que por años ha despertado la imaginación de los seres humanos, sobrevuela una serie interminable de mitos y leyendas que se dispararon la última semana.

La literatura existente sobre el abordaje de esos seres extraterrestres que pueblan otras galaxias y que cada cuanto sucumben a la tentación de visitar al pequeño planeta tierra es copiosa y apela a todo tipo de argumentos, las más de las veces inverosímiles, con el afán único de alertar a la población de que entre la multitud siempre  puede aparecer un ser ajeno al ADN humano.

La aparición el 26 de julio de 2023 de David Grusch, exmilitar y exoficial de inteligencia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, en la Cámara de Representantes del Congreso, ante el cual declaró que ese país estaba en posesión de “naves extraterrestres y restos biológicos no humanos”, hizo correr como la pólvora entre los escépticos sobre el fenómeno ovni y entre quienes vienen alertando de la vida interestelar desde hace muchas décadas.

El exmilitar David Grusch, quien investigó el caso de los ovnis en Estados Unidos, puso el Congreso patas arriba, al afirmar que su país posee restos no humanos y naves extraterrestres. (Foto: ABC)

Alrededor de este asunto hay un subgénero literario que apela a la presencia en la tierra de hombres con escafandra, infiltrados y platillos voladores que desafían a la gravedad y de seres con una inteligencia superior a la humana.

Enciclopedia de los encuentros cercanos con ovnis de Vicente-Juan Ballester Olmos y Juan A. Fernández Peris; Ufología aeronáutica, un nuevo concepto en el estudio de los Ovnis de Rodrigo Bravo Garrido y Juan Castillo Cornejo; Ovnis: documentos oficiales del gobierno español y Ovnis, S.O.S a la humanidad de Juan José Benítez; Ovnis y ciencias humanas, un estudio temático de 50 años de bibliografía, y Ovnis, vaya timo de Ricardo Ocampo son algunos de los muchos títulos que se encuentran en circulación en relación con el citado asunto, que causó conmoción en la capital estadounidense con las declaraciones de Grusch sobre las revelaciones que hizo.

Contrario a quienes se suscriben a una visión ideológica y discursiva casi de forma automática, está la comunidad científica, que sostiene que los ovnis no son más que una narrativa, construida a base de discurso y retórica, lo cual ubica al hecho en un plano estrictamente cultural, dada la gran facilidad que tiene el ser humano para fabular mundos, facultad que en la tierra es exclusiva del homo sapiens, al que le resulta útil y placentero articular relatos, cuentos, novelas, biografías y dramaturgias de las más variadas temáticas.

El caso Ummo en España desarrolló una narrativa, hasta que su gestor José Luis Jordan Peña contó toda la verdad. (Foto: Montaje sobre ovni en Madrid de Blanca López Solórzano).

Conspiración y lenguaje

El lenguaje de las conspiraciones no es exclusiva de la política ni apareció por primera vez en la escena electoral con la asunción al poder de Donald Trump en 2016, después de ganar unas elecciones en el que la verdad fue triturada de mil maneras a lo largo de los meses que precedieron su llegada a la Casa Blanca, sino que también está a la orden del día entre los ufólogos, que son quienes se dedican a difundir la presencia de seres extraterrestres en el pequeño planeta azul, en el que hoy conviven 7.000 millones de habitantes.

La primera idea conspiratoria es que los militares se han apropiado de ovnis y de los tripulantes que han pilotado esas naves, a partir de lo cual se ha generado a su vez una serie de tecnologías que, por otra vía, hoy serían imposibles de haberse desarrollado en la tierra.

El sustrato cultural para articular este tipo de visiones encuentra en el lenguaje al gran aliado, mientras los poetas sucumben en sus intentos por contar con precisión milimétrica las razones de su corazón o lo que significa la rosa sin por qué, de la que tanto habló Jorge Luis Borges en sus diferentes apariciones públicas.

En lo afirmado por Grusch está la gran clave de lo relacionado con los ovnis: el exoficial explicó que él no había visto, que le habían contado. Esa constante de referencias de segunda mano es primordial en la narrativa ovni y que antes pasa por el tamiz ineludible del lenguaje.

De ahí que aquella idea de Guillermo de Humboldt, de 1805, en sus cartas a Christian Friedrich Wolf, de que no hay pensamiento sin lenguaje, sino pensamiento en el lenguaje, es la que convierte a esta herramienta en la gran aliada de la estirpe humana, ese misma estirpe que sostiene que en la tierra desde tiempos inmemoriales, ya recogidos en la Biblia, han existido visitantes extraterrestres.

El filósofo José María Valverde, uno de los más importantes estudiosos hispanos de la obra de Humboldt, había sintetizado así el pensamiento del erudito alemán: “(…) Se trata, simplemente, de que toda nuestra actividad mental es lenguaje, es decir, ha de estar en palabras o en busca de palabras. Dicho de otro modo: el lenguaje es la realidad y la realización de nuestra vida mental, a la cual estructura según sus formas, sus sustantivos, adjetivos, verbos, etc.; su sintaxis, tan diversa en cada lengua; sus melodías de fraseo…”.

Valverde avanzaba así su análisis en su tesis doctoral titulada Guillermo de Humboldt y la filosofía del lenguaje, editorial Gredos, 1955: “La realidad, entonces, no es que —como se suele suponer entre muchas personas cultas— haya primero un mundo de conceptos fijos, claros, universales, unívocos, y luego tomemos algunos de ellos para comunicarlos encajándolos en sus correspondientes nombres; por el contrario, obtenemos nuestros conceptos a partir del uso del lenguaje”.

Y remataba su abordaje de esta manera: “Ciertamente, casi nadie suele ocuparse de ello, porque solemos dar el lenguaje por supuesto, como si fuera natural, lo mismo que el respirar”.

Ante la falta de una evidencia científica, los divulgadores del fenómeno ovni tienen que recurrir al lenguaje de las conspiraciones y de los misterios, en los que los militares, en especial los estadounidenses, se convierten en arquetipos cuya función es ocultar, contra todo y contra todos, los hallazgos en relación con esos seres venidos del espacio interestelar, porque si se divulgase su presencia podría subvertirse el orden mundial, a tal punto que reinaría el caos y las tinieblas.

De ese esfuerzo especulativo hay solo un paso al mito y a la leyenda porque los avistamientos, los encuentros con tripulantes y las experiencias de los contactados no siguen otro camino que la cadena interminable del lenguaje.

El fenómeno ovni, que en la actualidad tiene a Washington y a la comunidad científica mundial con la atención en un asunto que históricamente ha sido marginal, sobrevive gracias a una cadena interminable de atribuciones de segunda mano.

Es decir, hay un discurso de que este vio, este dijo, a aquel le contaron, sin que hasta la fecha hayan surgido pruebas contundentes e irrefutables de que entre los terrícolas, hoy amenazados por el calentamiento global y la superpoblación del planeta, hayan vivido seres venidos de otras galaxias, con otros valores, otra conformación genética y que tengan la capacidad de un manejo del tiempo y del espacio diferentes a los que debió someterse Albert Einstein y la finita especie humana, que históricamente apeló a los dioses para intentar explicarse las razones de su aparición en el globo terráqueo.

Confrontación científica

El hecho de que Washington haya puesto en el centro de la discusión el fenómeno ovni en el plano discursivo y político, no solo puede ser una cortina de humo para desviar la atención de los problemas paralelos que aquejan al gobierno de Joe Biden, como el de su hijo Hunter, acusado de no pagar a tiempo sus impuestos entre 2017 y 2018, y el de poseer un arma de fuego, a pesar de ser un reconocido drogadicto, lo que en Estados Unidos riñe con la ley, sino que también ha puesto en vilo a la comunidad científica, que mantiene un abierto escepticismo con este tipo de acercamientos a asuntos considerados históricamente paranormales y esotéricos.

De ahí que existan, por ejemplo, las afirmaciones de Avi Loeb, astrofísico de Harvard, quien recientemente explicó que había rescatado restos de un meteorito que cayó en el Pacífico, en Papúa Nueva Guinea, cuyos materiales revelaban que estaban fuera de la órbita de la galaxia a la que pertenece la tierra.

Esto ha hecho que la confrontación entre científicos haya sido abierta, porque hay en la palestra un juego de discursos entre lo que es ciencia y lo que es especulación.

De esta manera, ante las reiteradas afirmaciones de Loeb, el científico Steve Desch, de la Universidad de Arizona,  sostuvo, según publicó en The New York Times:

“La gente está harta de escuchar las estrambóticas afirmaciones de Avi Loeb. Contamina la ciencia real, pues combina la verdadera ciencia que desarrollamos con este sensacionalismo ridículo y domina la conversación”.

De nuevo, la discusión sobre este tema tabú para la humanidad, como son los ovnis, vuelve a descansar en el ámbito formal del lenguaje, hasta ahora la mayor baza a su favor.

Respecto de lo afirmado por Loeb, de que logró recuperar material extraterrestre en el océano Pacífico, Desch fue contundente, siempre de acuerdo con el reportaje Un científico se sumerge en la búsqueda de vida extraterrestre. Sus colegas se muestran escépticos de The New York Times: “Es un verdadero colapso del proceso de arbitraje y el método científico. Es de lo más desmoralizante y exasperante”.

En la serie Paul, así se presentan a los alienígenas. (Foto: Netflix)

 El caso perfecto

El mundo de los ovnis ha sido motivo de una amplia literatura que trata de avistamientos y de encuentros y, de esa manera, los “investigadores”, como se hacen llamar quienes se dedican a la indagación de las apariciones de los extraterrestres, llenaron en los años 60, 70, 80 y 90 los periódicos de informaciones relacionadas con los seres interestelares.

Uno de los casos que más tinta demandó fue la información difundida en 1966 en el diario El Caso, de Madrid, sobre la presencia de un platillo volador en la comunidad de Aluche.

A partir de ahí se fraguó una magnífica crónica, toda imaginaria, de cómo los seres de Ummo empezaron a contactarse con los asistentes a una tertulia que se producía cerca de Cibeles, en el café La Ballena Alegre, donde un empleado de correos, Fernando Sesma, y sus contertulios articulaban toda una cosmovisión del universo que los llevaría a la conclusión incontestable de que la vida extraterrestre existía.

Así, el caso Ummo se convirtió en un elemento emblemático que incluyó fotografías de ovnis y hasta hubo llamadas telefónicas y cartas mediante las cuales los ummitas hacían peticiones especiales a los terrícolas escogidos.

Las informaciones en torno a Ummo mantuvieron en vilo a Madrid y a casi toda España, una España que todavía vivía a la sombra de la dictadura de Franco, y cuyos ciudadanos necesitaban vías de escape para soportar las cargas del conservadurismo y el aislamiento.

Personalidades de diferente tipo y procedencia le dieron veracidad al caso Ummo, incluido el dramaturgo Buero Vallejo, quien participaba de las reuniones de La Ballena Alegre.

Uno de los personajes que emergió y que validó el discurso ummita, aunque en ese mismísimo momento dijera cosas disparatadas, fue el cura católico Enrique López Guerrero, destacado en el pueblo de El Alcor, en Sevilla.

El sacerdote afirmó que Jesucristo, antes de hacer su aparición en Palestina, había evangelizado a los ummitas y que allá llegó a llamarse Jesucristo Woa, y todo esto sucedía mientras los ummitas seguían manteniendo una febril comunicación con los contactados.

El fenómeno Ummo creció y creció, hasta el punto que hubo un grupo que se transformó en una secta, que luego fue acusada de abusos sexuales, en especial a menores.

El periodista Manuel Carballal fue uno de los que más aportó para desmantelar el discurso ummita y logró que el autor intelectual del montaje, José Luis Jordan Peña, le confesara que todo había sido un invento de él y que había llegado más lejos de lo que pretendía: “Fue un fallo mío. Estoy arrepentido. Mi intención fue hacer creer que existía un grupo de extraterrestres que habían llegado hasta Francia y desde allí se extendieron a España, Sudamérica, etcétera. Pero es preciso decir que no hacía alusión a ninguna secta. Los creyentes eran libres de creer o no. Lo que pasa es que, con el tiempo, algunas personas se han fanatizado con Ummo y lo han convertido en una secta. Una cosa que no era peligrosa la hicieron peligrosa”.

Eduardo Bravo, quien es autor del libro Ummo, lo increíble es verdad, explica en un artículo de prensa que al día de hoy los ummitas siguen enviando mensajes, ahora por medio de Twitter.

El culebrón de Washington

Aunque no está en juego la Guerra Fría entre Estados Unidos y la ya desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), quienes han seguido de cerca las manifestaciones dadas en el Congreso por Grusch y dos oficiales más consideran que detrás de llevar la discusión de los alienígenas al Congreso, hay una clara ideología y un objetivo aún por dilucidar, a tan solo a año y medio de las próximas elecciones presidenciales del 5 de noviembre de 2024.

Aunque el Pentágono negó la posesión de naves extraterrestres y restos no humanos, y la propia NASA anunció, por medio de su director, Bill Nelson, que en el próximo mes brindarán un informe de un comité de científicos, las brumas en torno del por qué Estados Unidos ha querido poner en el centro del debate a los ovnis, mantiene en vilo a los mismos analistas políticos.

Mientras todo ello sucede, los ufólogos del mundo celebran la validación de su nicho, por el simple hecho de que el Congreso estadounidense pusiera de nuevo en boga el asunto, y así es como las series y los libros relacionados con los ovnis han cobrado una segunda vida en la última semana.

Invasión a la tierra; Aniquilación; La guerra de los mundos; Valerian y la ciudad de los mil planetas; Paul; Ovnis, proyecto de alto secreto. Desclasificados; El ser del planeta X: un enigma de otro mundo; y Ovni: contra la invasión extraterrestre son solo algunas de las películas y series que se pueden encontrar en un vasto espectro dedicado en la producción audiovisual sobre los alienígenas.

Washington, que siempre fue tan cauto y riguroso en relación con la ufología, la ha puesto de moda, ha reavivado sus mitos y sus alcances, y ha desatado una guerra de discursos entre la ciencia y los sectores que siguen al mundo paranormal, esotérico y que están convencidos de que más allá de la galaxia a la que pertenece la tierra, el orbe está poblado de criaturas inteligentes y que tienen una capacidad tecnológica superior.

La liturgia de los ovnis, ese acervo cultural que permanece oculto en la mente colectiva de una gran parte de la humanidad, irrumpió en la capital estadounidense y ha reavivado, como nunca antes, un debate entre la ciencia y la pseudociencia, con el discurso y el lenguaje de por medio, que solo dejan un elemento más que claro: la capacidad innata e infinita del hombre para fabular realidades.

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