Cultura

El lado humano del Cascanueces

La obra le permite a muchos integrantes destacarse y a varios les ha cambiado la vida para siempre.

Cada año el Cascanueces reúne a participantes de al menos 25 escuelas de todo el país y le abre la posibilidad a jóvenes intérpretes que emprendan un desarrollo humano y social que no se observa en la puesta en escena, pero que constituye parte de su esencia en su versión costarricense.

c-60-casca2-jpgUn bailarín que comenzó a estudiar a una edad impensable para iniciarse en el ballet, un niño que se quedó maravillado con la propuesta coreográfica y todo el color que representaba el Cascanueces, por lo que decidió estudiar ballet;  y una joven que desde los seis años comenzó su andadura, primero como payasita y ahora en un rol protagónico, son apenas una muestra del lado humano de una obra universal que ya echó raíces en el país.

En esta oportunidad, los integrantes del elenco, que trabajan fuerte desde mayo para su debut en el Teatro Melico Salazar el 2 de diciembre, se llevaron algunas sorpresas, pues algunos ascendieron en sus papeles y tendrán participaciones protagónicas.

Es el caso de Raquel Brenes, quien desde los siete años participa en el espectáculo y que ha realizado diversos papeles como el de payaso, soldado, niña, bailarina, y ahora hará el de bailarina estelar a sus 13 años.

Para una joven de Naranjo, que apenas empieza la secundaria, este es un logro impensable, dice, y es una magnífica oportunidad para seguir cultivando su pasión por la danza y el ballet.

Ella pertenece a la Academia de Rosario Morales, y luego de cumplir con las clases regulares en el Centro Educativo Nuevo Milenio, Brenes asegura que dedica buena parte de su tiempo a ensayar y mejorar.

El conformar un rol estelar en la versión 2016 del Cascanueces la llena de satisfacción y compromiso, y asegura “ que solo con pasión y empeño se pueden alcanzar tales logros”.

Expresó que está “verdaderamente ansiosa porque llegue el 2 de diciembre, día del debut” y que está convencida de que “hará un buen papel”, gracias a la disciplina de entrenamiento a la que se ha tenido que someter.

“En mi colegio me apoyan mucho. Hay ocasiones en que he tenido que faltar a clases por los ensayos, pero me dan los permisos. Siento un gran respaldo en mi participación en el Cascanueces”, dijo.

El Cascanueces, que se realiza desde hace diez años, es una propuesta de Interamericana de Producciones, que durante todo el año prepara el espectáculo que ya se ha vuelto tradicional en el cierre de temporada en Costa Rica.

De acuerdo con Cecilia Chavarría, coordinadora de comunicación, desde enero empiezan los preparativos, porque se busca que cada detalle esté controlado, con el fin de lograr una producción de alto nivel.

Como ya es costumbre para este 2016, el elenco contará con la labor de Wes Chapman, quien cada año viaja desde Estados Unidos para brindar su aporte y experiencia.

El Cascanueces, con libreto de Ivan Vsevolozhsky y Marius Petipa, fue estrenado en 1892 en Rusia, con música original de Piotr Ilich Chaikovski. De inmediato se convirtió en un éxito y con el paso de los años en un clásico universal.

La obra original para entonces contó con la coreografía de Lev Ivanov y Petipa. En un país como Costa Rica donde no hay un amplio desarrollo del ballet clásico, el montaje de la obra significa todo un reto, puesto que algunos integrantes del elenco deben aprender ciertos roles conforme van avanzando en los ensayos.

UN RETO EXCEPCIONAL

 Aunque la mayoría de quienes componen el Cascanueces están en edades por debajo de los 20 años, el caso de Juan Carlos Castillo es excepcional, no solo porque este año interpretará cuatro roles, sino porque ingresó al mundo del ballet y a dicho espectáculo a sus 28 años. Hoy, a sus 31 años, tendrá una función destacada como “zanquero”, debido a que apoyado en esas astas tiene que realizar maniobras muy complejas.

Castillo se incorporó al ballet porque existía la necesidad de llenar, hace tres años ese cupo, y aunque solo tenía experiencia en el teatro, su disposición, entrega y deseos de aprender convencieron a la dirección de darle una oportunidad.

Tal ha sido la compenetración con la propuesta general, que en una edad en la que parece tarde para aprender ballet, Castillo está llevando clases en la Escuela de Ballet Ruso.

“Juan Carlos nunca había estudiado danza y mucho menos Ballet.  Llegó a Cascanueces más bien desde el mundo del Teatro, en el personaje de  Mme. Ginger, un personaje que está en zancos con una gran enagua de la que luego salen los payasitos a bailar. Es una de las danzas más famosas del Ballet y de gran dificultad, pues el “ zanquero” debe moverse bastante con las niñas y niños adentro”, explicó Chavarría.

Como premio a su esfuerzo y superación, este desamparadeño tendrá, además de su rol como Ginger, otros papeles breves.

Castillo reconoce que “bailar en zancos y moverse en el escenario” en esas circunstancias es “muy complicado” y que es un “gran reto” para él como artista.

“Llevar el ritmo de la música, la postura e interactuar con las niñas es muy difícil, pero estoy muy contento porque he mejorado muchísimo”.

Castillo practica lo que se denomina el teatro del clown, es decir, aquel en el que se comunica más con los gestos y con las posturas, que con las palabras.

“Yo me gradué de la escuela Joaquín García Monge, en Desamparados, y no sé si porque don Joaquín escribía, pero se impulsaba mucho el teatro y yo me metía en todo. Siempre decía que sí, solo que el teatro que me gusta no se ha desarrollado mucho en nuestro país y he tenido que ser muy autodidacta”.

Castillo reconoce que a su edad estar en el Cascanueces no es usual y mucho menos haber empezado a estudiar ballet ya pasados los 25 años.

“¿Quién lo iba a creer que a mi edad iba a bailar en el Cascanueces con zancos? Yo quiero que, cuando ya esté viejo, con bordón, todavía me dejen participar, en algún papel, quiero quedarme para siempre”.

“Todo sucedió un noviembre hace tres años, cuando ocupaban un zanquero y con algunas habilidades histriónicas. Fue cuando alguien me recomendó fui a hacer una prueba y les gustó. Y me quedé hasta el día de hoy”.

Su participación en el Cascanueces ha motivado a Castillo a reforzar su propuesta con lo que él denomina su “Circo ambulante”, que es un grupo de teatro que va por diferentes regiones del país, con funciones del teatro del clown.

“A la gente le ha gusto mucho, hemos estado en diferentes partes del país y en todos los lados nos han aplaudido mucho, porque le ha gustado nuestra propuesta. Hacemos obras clásicas con marionetas, y demás eso ha tenido buena respuesta”.

Agregó que “hemos estado en el Gran Área Metropolitana pero también en centros escolares como en Santa Cruz de Guanacaste y en la zona sur y hemos notado que la gente está deseosa de propuestas como la nuestra”.

 UNA VIDA PARA EL BALLET

 Otra de las incorporaciones que llaman la atención en el Cascanueces ha sido la de Ronny Ramírez, quien en 2011 fue al Teatro Nacional a ver la presentación de un amigo y se quedó prendado de la propuesta.

Un año después se incorporaba a estudiar ballet, primero en la Universidad Nacional, y posteriormente recibió el apoyo para estudiar en la Academia de Ballet Ruso.

Su primer papel fue de ratón y ya para 2016 hará de Fritz, el hermano de la protagonista clara.

Ramírez, de 19 años, empezó a los 15 en el ballet, una edad si se quiere tardía para estudiar un arte tan complejo, se siente totalmente comprometido con el Cascanueces y con su ideario de enseñanza.

Estudia de lunes a viernes en la Academia, y asegura que una frase suya es como un mantra para sus amigos: “No puedo ir, hoy tengo ensayo”. Solo bajo una disciplina de entrega y compromiso se pueden alcanzar avances, sostiene.

“Quiero llegar lo más lejos que se pueda en el ballet. Estoy entregado a su disciplina y entrenamiento”, confiesa.

Ramírez no sospechaba que aquella visita al Teatro le cambiaría la vida y que una obra escrita a finales del siglo XIX le cambiaría para siempre la visión de mundo.

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