Cultura

La pobreza léxica se apodera de los medios

El periodista y escritor Alex Grijelmo alerta sobre el creciente descuido en el uso del lenguaje en los periódicos digitales e impresos.

La palabra es el elemento más poderoso del que disponen los periodistas y los medios para alcanzar su objetivo último: comunicar con propiedad y contundencia.

La realidad que prevalece, no obstante, parece ser otra, de acuerdo con el

periodista y escritor español Alex Grijelmo, quien no se cansa de crear alertas sobre lo que pasa con el idioma en los medios de comunicación. Desde su trinchera en El País ha insistido en que cada vez se nota una mayor pobreza léxica, lo que le resta impacto y profundidad a los mensajes que se difunden, como nunca antes en la historia, a través de los periódicos digitales.

Los periódicos escritos y digitales en España evidencian una preocupante pobreza léxica, cuyo fenómeno alcanza a los medios costarricenses.

“Todo arranca. Arranca la temporada, arranca la reunión, arranca la tormenta, arranca el acto, arranca la ceremonia, arrancarán las obras, arrancará un congreso, arranca el juicio, arrancó el conflicto, arranca el minuto de silencio, arranca el partido… (Pronto dirán “arranca el descanso”), escribió Grijelmo en una columna titulada “Los verbos reiterativos”.

La situación sería solo un detalle si no fuera porque el poder de los medios pasa, sobre todo, por la calidad del lenguaje que emplean para contar las muchas historias que a diario depara la actualidad informativa.

La riqueza léxica que reclama el autor de El estilo del periodista tampoco es, como puede parecer a primera vista, un mero recurso lingüístico, sino que más bien apela a la necesidad de que quienes informan dispongan del conocimiento oportuno de su principal herramienta que es el lenguaje.

“Antes de esta plaga, el partido empezaba, la temporada se iniciaba, la reunión se emprendía, la tormenta se desataba, la ceremonia comenzaba, las obras se acometían, el congreso se abría, el juicio se emprendía, el conflicto se desencadenaba… y se daba paso al minuto de silencio”.

Un repaso por medios tradicionales y emergentes en la era digital permite confirmar que sus palabras tienen asidero en la realidad.

La Fundación del Español Urgente (Fundéu), por “casualidad” también una iniciativa del citado autor, a diario puntualiza cómo recurrir a un mejor uso del lenguaje, con el afán último de que los lectores sean los grandes beneficiados.

Para lograr tal propósito, la Fundeú hurga con la minuciosidad de un arqueólogo en los textos periodísticos que inundan la red.

Así, por ejemplo, la Fundéu avisa de que hay un abuso de expresiones como “hoja de ruta”, lo que hace que un plan de acción, una iniciativa, una propuesta, una búsqueda de alternativas a un determinado problema acabe sin remedio en la ansiada “hoja de ruta” que parece tener omnipresencia.

El Estilo del Periodista es un magnífico libro para quien pretenda mejorar su redacción y parte de muchos ejemplos aparecidos en la prensa. (Foto: Internet)

“Aunque el Diccionario académico solo define ‘hoja de ruta como ‘documento en el que constan las instrucciones e incidencias de un viaje o transporte de personas o mercancías’, el uso ha ido ampliando su significado y el diccionario Clave ya recoge la acepción de ‘documento en el que se presenta paso a paso cómo debe hacerse un proyecto o cómo debe aplicarse una medida’.

Dada la presencia continua de esta expresión, se recuerda que hoja de ruta puede sustituirse por plan, agenda, programación, planificación y cronograma”, precisó la Fundéu el 9 de noviembre de 2016.

Otra muestra de esa pobreza léxica es la presencia, cada vez más constante, de las redundancias.

“Orografía del terreno”, “ menos quince grados bajo cero” y “actualmente en vigor”. En el primer caso la palabra orografía lleva implícita la idea de terreno; si se afirma que la temperatura es “menos quince grados bajo cero”, este ‘menos’ sobra; y si algo está en vigor o vigente tiene ligamen con la actualidad.

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Todo arranca. Arranca la temporada, arranca la reunión, arranca la tormenta, arranca el acto, arranca la ceremonia, arrancarán las obras, arrancará un congreso, arranca el juicio, arrancó el conflicto, arranca el minuto de silencio,
arranca el partido… (Pronto dirán “arranca el descanso”)

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“Según el Diccionario académico, vigor es ‘fuerza de obligar en las leyes u ordenanzas’ y vigente es ‘que está en vigor y observancia’.  Aunque esta definición no encierra la idea de tiempo presente, suele quedar implícita por el contexto, por lo que a menudo, a menos que se quiera hacer hincapié en que la norma ha cambiado o va a cambiar, no es preciso aclarar que es actualmente”.

Una palabra o expresión innecesaria, solía decir el escritor y periodista cubano José Martí, son una “verruga en el contorno”, la cual es capaz de opacar una construcción lingüística que en sus inicios apuntaba a un gran potencial.

Como se aprecia, el lenguaje no parece ser la gran preocupación de los medios en la era digital. Ello se agrava con la paulatina desaparición de la figura del filólogo en las redacciones e incluso del editor.

Debido a que la noticia reclama inmediatez, los estragos atentan contra la claridad, la precisión, la profundidad y en definitiva contra la calidad de los mensajes por los que se rige la sociedad de la información.

Otra de las caras por las que se evidencia el pobre vocabulario que predomina en una inmensa cantidad de medios, de lo que no se excluyen en ocasiones las grandes cabeceras periodísticas, es el empleo erróneo de los “sinónimos” en casos en que no son verdaderos sustitutos de la palabra principal o llevan a frases artificiosas, lejos del habla de la población.

Si no se da con la palabra precisa, tal situación lleva a lamentables confusiones:

de esta manera si se escribe “abatir” con el fin de que sea sinónimo de “matar”, la expresión podría conducir a error, porque no siempre abatir implicará muerte del afectado.

“En las noticias sobre operaciones militares o policiales y enfrentamientos entre grupos armados, el verbo ‘abatir’ y su participio ‘abatido’ se emplean con frecuencia para evitar el uso de ‘matar’ y de ‘muertos’. Conviene no caer en un uso abusivo que puede introducir ambigüedades en las informaciones, ya que el verbo ‘abatir’ sigue manteniendo sus otros significados y, por tanto, no necesariamente equivale siempre a ‘matar”, puntualiza la Fundéu.

UNA MIRADA

Un recorrido básico por algunos medios nacionales confirma que las sospechas de Grijelmo no solo se circunscriben al ámbito español, sino que también se pueden extrapolar al costarricense.

En una noticia que lleva por título: “Fiscalía abre investigación contra Epsy Campell”, de Crhoy, se perciben varios errores gramaticales y un uso deficiente del léxico empleado.

“Este medio intentó constatar la versión de la vicepresidenta, sin embargo a la hora de esta publicación no se había logrado obtener su reacción”, versa en la nota.

Quizá en el mencionado medio, Premio Pío Víquez de periodismo 2017, tengan una fuerte inclinación por “constatar” todo, pero en el ejemplo, hubiera sido más preciso emplear un verbo como “conocer” o “consultar”, porque contribuye mejor al hecho de comunicar.

Llama la atención que en una frase tan corta y seleccionada al azar, haya varias deficiencias: abuso del pronombre demostrativo “este” y “esta”; que el redactor no se haya tomado la molestia de poner un signo de puntuación (punto y coma) después de “sin embargo”, para que el lector pudiera apreciar el giro que daba el texto, y si hubiese tenido el cuidado de rematar bien la oración nunca habría apostado por una perífrasis como “no se había logrado obtener su reacción”.

En la noticia aludida, hay, como lo puede comprobar el lector si tiene el gusto de consultarla de forma directa, un abuso de los demostrativos, de los adverbios terminados en mente como “severamente, éticamente, legalmente, totalmente”.

En Extra se puede leer el siguiente titular del viernes 26 de octubre: “Municipalidad premia el Festival 2017 y arranca el de 2018”, con lo cual se cumple la advertencia hecha por el experto español, de que en la prensa hoy todo “arranca”, sin importar el qué, debido a que el asunto es que “arranca” siempre.

Con esa línea de pobreza de vocabulario a la hora de redactar, en dicha nota se detecta el

uso innecesario de los adverbios terminados en mente: “vehementemente y especialmente”.

¿Por qué si los medios digitales comunican por medio de la palabra, la desdeñan tanto hasta alcanzar cuotas inimaginables de desprecio?

El lector podrá pensar que es un asunto menor, pero ello es la gran preocupación que ha llevado a Grijelmo a pensar que a los medios los invade una verdadera plaga de deficiencias a la hora de contar sus informaciones.

EL ORIGEN DEL MAL

El origen de que el periodismo, e incluso de que los propios escritores evidencien en sus textos una pobreza léxica, sintáctica y otros vacíos gramaticales, radica en que hay deficiencias en su formación cultural y en particular en que se ha dado un abandono de la lectura como elemento esencial para disfrutar de una manejo adecuado y acorde del lenguaje como herramienta fundamental para comunicar.

Ignacio Bosque, académico de la Real Academia de la Lengua (RAE), y quien fuera responsable de la nueva gramática que esa institución publicó en 2010, apunta que es necesario enamorarse de las palabras y buscar sus hondos significados en los textos más variados para manejarse con un léxico aceptable.

En una entrevista con este medio en 2010, Bosque destacaba la importancia de crear conciencia de que el lenguaje es una monumental obra, individual y colectiva, y que a cada cual le corresponde un trozo de ese inmenso acervo que se construye en las plazas, los mercados, los cafés e incluso en los ciberespacios, motivo por el que conviene apropiarse de ese terreno de palabras para cultivarlo con singular empeño.

Y resaltaba que, para lograr esa conexión con el lenguaje como herramienta comunicativa, era preciso tomar conciencia de que “la gramática es la arquitectura del idioma y crea mundos verbales”.

Sostuvo en esa oportunidad que es en el lenguaje cotidiano donde se encuentran las mayores joyas de ese inmenso caudal que es el idioma, el mismo con el que trabajan a diario los periodistas del mundo entero.

Aunque el periodista debería de tener un manejo del lenguaje por encima del ciudadano común, en relación con el uso de la lengua, por su responsabilidad de comunicar a través de los medios, esta regla no siempre se cumple.  Eso es lo que arrojan las comprobaciones que Grijelmo hace semana a semana y que antes realizaron Fernando Lázaro Carreter, con su famosa columna “El dardo en la palabra”, de la que quedaron dos tomos maravillosos, editados por Crítica, y Fernando Diez, quien levantó esa bandera por muchos años en Costa Rica y también dejó un legado de dos magníficos libros publicados por la editorial del Tecnológico.

En Costa Rica, según la Encuesta de Cultura publicada 2017, un 54,8 por ciento de los ciudadanos en 2016 no leyeron un solo libro impreso. ¿Está el periodista nacional por encima de esa media?

Los expertos coinciden en que la lectura es la base esencial para lograr una redacción que

cumpla con los estándares básicos y sirva, por ende, como un elemento trascendente de comunicación.

En su célebre libro El defensor, el poeta y escritor español Pedro Salinas hace, precisamente, un fuerte y sesudo alegato a favor de la lectura como forma suprema de enriquecimiento cultural.

“No hay más tratamiento serio y radical que la restauración del aprendizaje del bien leer en la escuela. El cual se logra, no por misteriosas y complicadas reglas técnicas, sino poniendo al escolar en contacto con los mejores profesores de lectura: los buenos libros”.

Para un periodista que tiene como herramienta clave al lenguaje, el proceso para

apropiarse de él pasa por ese filtro de la lectura como arte supremo para el conocimiento y la preparación cultural.

“Se aprende a leer leyendo buenas lecturas, inteligentemente dirigido en ellas, avanzando gradualmente por la difícil escala. Y al final de ella se alcanza la posesión de una inteligencia formada, de un gusto propio, de una conciencia de lector”.

Para quien escribe, el intentar saltarse este filtro lo único que produce es esa pobreza de vocabulario, que además se agrava con el desconocimiento de las estructuras gramaticales básicas.

Ello, también, ha quedado evidenciado en los medios, en los que los errores ortográficos, de precisión, claridad y concisión son cada vez más crecientes.

TORBELLINO REITERATIVO

Si se sigue la lógica planteada por Grijelmo en “Los verbos reiterativosy que contiene una seria denuncia, matizada con una fina ironía, la pobreza léxica tiende a ser un fenómeno de enorme repercusión en los medios.

Para Grijelmo, esa plaga de la reiteración gratuita pasa por verbos como “dejar”, “generar”, “hacer” y “realizar”, entre otros muchos.

En relación con el verbo “dejar’, afirma el autor de La Seducción de las palabras: “Este verbo reiterativo se manifiesta con todo tipo de catástrofes, contexto en el que se le despoja de sus significados genuinos (soltar algo, apartarse, permitir…). Así, el terremoto dejó víctimas, el incendio dejó cuerpos carbonizados, las inundaciones dejaron daños, el huracán dejó destrozos”.

Y así se consuela el escritor y periodista: “Qué tiempos aquellos, cuando el terremoto causaba víctimas, el incendio carbonizaba los cuerpos, las inundaciones dañaban los caminos, el huracán destrozaba las casas. Ahora en cambio un huracán deja 20 víctimas, como si las llevara puestas y las hubiera soltado de repente”.

Quizá el desmesurado descuido y desprecio por las palabras, por parte de los medios, obedece a que ya se olvidó aquella premisa lanzada en 1805 por Guillermo de Humboldt, que dio origen a toda una corriente lingüística, que afirmaba: “pensamiento y lenguaje, conocimiento y expresión son esencialmente una y la misma cosa”.

La pobreza léxica en los medios apunta, como se desprende de la premisa de Humboldt, a que solo es el síntoma de un mal mayor.

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