Cultura

La cultura política se perdió en el recreo

Un artículo del filósofo Arnoldo Mora despierta una reflexión sobre los cauces que ha seguido la cultura costarricense, la cual hoy se encuentra en una encrucijada, al tiempo que en el ambiente prevalecen los discursos incendiarios y vacíos de contenido.

Ya desde los primeros tiempos de la vida independiente y mientras se consolidaba el Estado nacional a finales de 1880, Costa Rica presumía de que era un país distinto en Centroamérica, por su cultura en general y por su cultura política en particular.

Hoy, a la vuelta de siglo y medio, la nación costarricense se desliza en silencio por el despeñadero, en una coyuntura en la que lo superficial, lo vulgar y los discursos incendiarios, exentos de contenido, copan el pseudopensamiento que prevalece en los ámbitos de la cultura, la política y la vida en general de la nación.

En un artículo publicado en el suplemento Forja el 31 de enero de 2024, cuyo título respondía a “Identidad cultural y política”, el filósofo y exministro de Cultura Arnoldo Mora reflexionaba sobre diferentes aspectos de los dos campos abordados en el titular y apostaba por la necesidad de que se impulsen cambios en elementos clave del acontecer nacional.

Óscar Aguilar Bulgarelli considera que el abandono de la educación cívica es una de las causas de que la cultura política se haya visto afectada, al tiempo que realizó una fuerte crítica al TSE por ser una institución plagada de errores. (Foto: Archivo Semanario UNIVERSIDAD)

A propósito de lo anterior, Mora sostenía: “La praxis política electoral debe dejar de ser un ritual cansino que, inspirándose en el más rancio gatopardismo, aspira a cambiar algo para que todo siga igual. Por el contrario, las campañas electorales deben ser una escuela de civismo, un espacio de tiempo en que se desarrolle la conciencia política inspirada en nuestros mayores y más probados valores cívicos. Tal es la razón de ser de los partidos políticos e instituciones que tienen como fin encauzar nuestra vida política, todo aupado por los medios de comunicación de masas y las redes sociales, sin olvidar que somos parte indisoluble de una humanidad que afronta, como el mayor de sus retos, el tener que dar a luz una nueva e inédita época si quiere sobrevivir”.

Respecto a la exposición hecha por Mora en el referido artículo, se le consultó su posición al historiador y escritor Óscar Aguilar Bulgarelli, y si el país en el camino perdió su brújula y esa cultura política que lo caracterizó en el pasado.

En relación con la afirmación de que las “las campañas electorales deben ser una escuela de civismo”, Aguilar consideró que esa aspiración encierra utopías y necesidades.

“Vamos a ver: tiene de utopía y de necesidad porque las campañas políticas en su momento eran una verdadera formación ciudadana y cívica. Ahora, si se ve el entorno de hoy en día, de cultura política queda poco o nada. Hay una gran cantidad de circunstancias, a mi juicio, negativas. Entonces, ese deseo y esa voluntad expresadas por don Arnoldo se vuelven utópicas”.

En criterio de Aguilar Bulgarelli, la cultura política que en alguna oportunidad ostentó el ser costarricense hoy está más en entredicho que nunca, porque los valores cívicos, la responsabilidad y el privilegio de pertenecer a una nación se han diluido.

“Al ciudadano costarricense lo han hecho perder su vocación y su educación cívica. Ya no participa. No tiene deseo de intervenir. Como digo con ironía, pareciera que en Costa Rica solo importan dos pelotas: las de silicona y las del fútbol. Si uno va a las escuelas, a los colegios y a las universidades, se da cuenta de que todos los valores de carácter cívico y humanista se están perdiendo”.

En este sentido, Aguilar Bulgarelli recordó cómo en el país se padece de una tendencia mundial en la que el humanismo es prescindible en la formación de los futuros ciudadanos.

“La formación humanista está siendo eliminada a cuenta de la tecnología, de las matemáticas ciegas y de que la parte humana se ha dejado botada”.

Sobre el particular, el profesor y escritor italiano Nuccio Ordine comenzó, en 2013, con su libro La utilidad de lo inútil, una especie de cruzada, con el fin de rescatar los valores que al fin y al cabo terminan por hacer la diferencia en una sociedad cada vez más marcada por el neoliberalismo económico.

“En el universo del utilitarismo, en efecto, un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro”, solía expresar Ordine, fallecido el 10 de junio del año pasado de un infarto, a pocos días de recibir el premio Princesa de Asturias de Comunicación.

“La utilidad de los saberes inútiles se contrapone radicalmente a la utilidad dominante, que, en nombre de un exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico, y el horizonte civil que debería de inspirar toda actividad humana”.

En una cultura en la que prevalece lo inmediato y en la que entre menos se piense es mejor para el poder, la formación humanista que busca aprehender el significado hondo de la vida de los seres y los pueblos queda en el tintero en nombre del falso progreso.

En La utilidad de lo inútil, Ordine lo expresa de una manera clara y contundente: “Todo puede comprarse, es cierto. Desde los parlamentarios hasta los juicios, desde el poder hasta el éxito: todo tiene un precio. Pero no el conocimiento: el precio que debe pagarse por el conocer es de una naturaleza muy distinta. Ni siquiera un cheque en blanco nos permitiría adquirir mecánicamente lo que solo puede ser fruto de un esfuerzo individual y una inagotable pasión. Nadie, en definitiva, podrá realizar el fatigoso recorrido que nos permitirá aprender. Sin grandes motivaciones interiores, el más prestigioso título adquirido con dinero no nos aportará ningún conocimiento verdadero ni propiciará una verdadera metamorfosis del espíritu”.

Esa cultura del civismo invocada por Aguilar Bulgarelli dialoga a la perfección con lo escrito por Ordine, porque es, justamente, en la educación en la que está la clave de la posibilidad de evitar la debacle y al mismo tiempo impulsar una recuperación cultural como cimiento de la nación.

“Pero hay algo más. Solo el saber puede desafiar las leyes del mercado, yo puedo poner  en común con los otros mis conocimientos sin empobrecerme. Puedo enseñar a un alumno la teoría de la relatividad o leer junto a él una página de Montaigne dando vida a un milagro de un proceso virtuoso en el que se enriquece, al mismo tiempo, quien da y quien recibe”.

El escritor y filósofo italiano Nuccio Ordine hizo durante toda su vida un llamado para un regreso al humanismo, arrinconado en las últimas décadas en nombre del liberalismo económico. (Foto: Acantilado)

TSE, garajes y partidos

Tal y como lo menciona Mora, para que la cultura política de un país prevalezca es necesaria la participación de partidos políticos con claras ideologías y que asuman su papel, no solo de corte electoral.

En ese sentido, Aguilar Bulgarelli sostiene que es fundamental la intermediación que realizan los partidos políticos en una sociedad democrática como la costarricense, solo que con el paso del tiempo los partidos han ido desapareciendo y de ellos solo queda el nombre, dado que su estructura ideológica es inexistente.

“El partido político en una sociedad democrática es fundamental, porque es un instrumento que liga a la sociedad con el poder político. Es, por decirlo de una manera, un intermediario entre esa sociedad y el poder político. ¿Qué ha pasado? Ha ocurrido que en Costa Rica a los partidos políticos los han desprestigiado a propósito y también han dado motivos para que los hayan desprestigiado. Aquí surge un tercer elemento y es que se ha cambiado el partido político por un taxi electoral y en este contexto no se puede pretender, entonces, que una campaña política se convierta en un instrumento de educación”.

Sobre la crisis de la cultura política que vive el país, Aguilar Bulgarelli no se corta y señala al Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) como uno de los grandes responsables de que se viva en un clima en el que se permiten ciertas prácticas que atentan contra el propio sistema.

“Al TSE hay que meterle duro el bisturí. Ya es hora de que la gente deje de creer que son santos de capilla. No, no lo son. El TSE está plagado de errores, de decisiones absurdas que han venido a atentar contra el sistema democrático”.

Mientras en la mayoría de países de América Latina e incluso Iberoamérica, como es el caso español, si a un ciudadano se le asigna la responsabilidad de participar en una junta electoral en unos determinados comicios debe asumirlo como tal, a riesgo de que si no se presenta puede obligársele a asistir,  en Costa Rica ahora se paga por ser fiscal de mesa.

“Esto que voy a compartir es un ejemplo muy simple, pero es para explicarme mejor. Ser miembro de una junta electoral era un honor. Ahora, los partidos como no tienen estructuras de base, no pueden conseguir ni siquiera un miembro de mesa. ¿Qué hace el TSE? En lugar de obligar a los partidos a buscar a sus representantes, decide que a los fiscales de mesa se les va a pagar. Eso se ha convertido en un gran negocio. Conozco familias de 8 o 9 miembros que para una elección todos han trabajado como fiscales, porque pagan como ₡50.000. Esas familias, a las que me refiero, no responden a una gran formación académica, todo lo contrario, pero es lo que ha promovido el TSE”.

Aguilar Bulgarelli agregó que dentro de la descomposición del civismo que vive el país y la falta de cultura política, el propio TSE ha propiciado que los partidos manejen cuentas paralelas y que eso no tenga mayores implicaciones para quienes opten por este proceder.

Sobre esa falta de interés en la vida cívico-política-ciudadana, Aguilar Bulgarelli, quien recientemente publicó sus memorias intituladas Mi vida…a mi manera, considera que uno de los grandes responsables es el Tribunal Supremo de Elecciones.

“El TSE es el gran responsable del desánimo nacional que prevalece en torno a procesos electorales. No crea una conciencia cívica. Se limita a decir, venga, vote. El TSE, insisto, está plagado de errores, solo que existe una idea de que Dios guarde, el TSE no se puede tocar y no es así, los que lo dirigen no son santos de portal”.

Fiel a su estilo claro, contundente, valiente y sin ponerse de medio lado, Aguilar Bulgarelli, como aconsejaba el escritor Francisco Umbral, ganador del Premio Cervantes en el 2000, apela a las cosas y no a un mundo abstracto.

“Lo he denunciado en tres o cuatro oportunidades. Víctima de los malos manejos del TSE, en el 2006 se dio un verdadero fraude electoral. Entonces, todo es parte del deterioro que ha sufrido nuestra democracia”.

El pensador nerlandés Rob Riemen denuncia en varios de sus libros, entre ellos Para entender esta era como la pérdida de los valores que han definido a la sociedad occidental llevan al despeñadero a la civilización. (Foto: La razón, España)

Una masa manipulable

El abandono de los valores humanísticos y la falta de iniciativas que apelen a una verdadera participación ciudadana, que vaya más allá de unas determinadas elecciones, son dos formas de generar un deterioro en la cultura política y la cultura en general de un país.

El fenómeno no es exclusivo de Costa Rica, aunque sí se ha venido acentuando con el paso de los años. Al respecto, el pensador holandés Bob Riemen abordó este asunto en su libro Para entender esta era, en el que apunta, entre otros elementos, que una visión nihilista predomina por encima de lo que en la cultura occidental se consideraron valores absolutos.

“Ya no hay valores absolutos, puesto todo lo que existe no es más que una proyección del individuo humano. La Verdad, el Bien y la Belleza no existen”.

En ese contexto, la cultura sufre un grave desmantelamiento, mientras lo intrascendente prevalece y toma fuerza en la sociedad.

Así lo expresaba en su texto, publicado en 2010 y traducido al castellano en 2018: “Con la pérdida de los valores espirituales, no sólo desaparece la moral, sino también la cultura, en el sentido original de la palabra: cultura anima, el cultivo del alma. La idea de que el hombre es un ser que debe mejorarse a sí mismo, que debe elevarse por encima de sus instintos y necesidades físicas, es central en las tradiciones religiosas del judaísmo y el cristianismo. También es parte integral de las enseñanzas humanistas de Sócrates y Spinoza. Sólo hasta que logramos encarnar nuestras aspiraciones espirituales absolutas somos dignos de la vida”.

En esta línea, Aguilar Bulgarelli ahonda en que ya no interesa fomentar un pensamiento crítico, sino todo lo contrario, porque es desde la ignorancia, en su sentido explícito del término, que manipular se vuelve más fácil.

“Entre más ignorante sea la gente es más posible manipularla. Esto empezó hace 40 años con las ideas de la globalización, la cual atropelló principios fundamentales, y entre ellos, el disminuir los niveles educativos de un país. Y en esto los medios de comunicación han jugado un papel crucial en el lavarle el coco a la masa. Estoy empezando a escribir un libro sobre la mediocracia, que asaltó al poder democrático. A la gente la hicieron tan mediocre que, por ejemplo, ya no le importa dónde la metan a trabajar, incluso si fuera en una conejera no protesta”.

Conforme avanza la conversación, Aguilar Bulgarelli no se corta y así se aleja de aquella crítica que en 2005 hiciera el premio nobel de literatura José Samarago, en una conferencia que ofreció en una tarde lluviosa en la Universidad Nacional, en Heredia, en la cual se lamentaba de que los intelectuales ya no se comprometían con la vida pública y se mantenían en silencio.

“Vivimos en un mundo en el que todos somos neutrales. Nadie se compromete con nada; por eso predomina el temor, la resignación y el individualismo”, dijo Saramago.

La mediocridad a la que alude Aguilar Bulgarelli contribuye al descalabro de la cultura como sostén general de un país y una parte de la educación superior es corresponsable de ello, en la figura de algunas universidades privadas y de los mandos intermedios.

“No hablo solo de los políticos, sino también de los niveles gerenciales y de muchos profesionales de las instituciones. Vea usted a las universidades de garaje. Son universidades mugrosas. Lo que dan son mugre. Y esto quiero reiterarlo. No renuevan sus programas por 20 o 40 años. Qué clase de profesionales salen de ahí. Entonces, en este contexto al que me he referido, no nos extrañemos que nos centremos solo en temas como la Sapri-Liga. Y por eso, esta semana, hemos tenido que escuchar las barbaridades de un incendiario en Limón”.

La cultura en general, esa que viene de la herencia grecolatina y que ponderó el pensamiento, la formación, el respeto por el otro, y todo ello dentro de un sistema democrático que demanda un compromiso que va mucho más allá de la democracia electoral, hoy vive una crisis en Costa Rica.

En ese sentido, lo expresado por Mora en su Identidad cultural y política, entronca con esta visión de Riemen: “Los partidos políticos ya no tienen principios ni proyectos; la confianza en la política y en el gobierno ha disminuido a un nivel peligroso. Las elecciones han sido reducidas a un carnaval de banalidades vacías de contenido. Sin lugar a dudas nuestra sociedad padece una profunda crisis cultural. Ya no sabemos más cuáles son nuestros valores espirituales comunes, la educación ya no provee formación personal ni instrucción moral, y ya no tenemos idea alguna sobre cuáles podrían ser las respuestas a las preguntas fundamentales que constituyen la base de toda civilización: ¿Cuál es la forma correcta de vivir? ¿Cómo es una buena sociedad?”.

La cultura política en Costa Rica se perdió en el recreo y todos pasan de largo sin querer mirar la debacle.

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