Cultura José María Gutiérrez, Premio Magón:

Hay que combatir el ataque a la autonomía universitaria

El ganador del premio más importante de la cultura costarricense continúa su labor docente e investigativa en la Universidad de Costa Rica, a pesar de que hace tres años y medio se pensionó.  

El Premio Magón 2022, José María Gutiérrez, es un hombre de ciencia, pero tiene claro que se deben establecer puentes entre el discurso científico y los ciudadanos de a pie, para que haya una comprensión del valor de aquella para la sociedad.

Tiene claro, además, que la autonomía universitaria no puede, por ningún motivo, tocarse, como lo pretende incluso un proyecto de ley que se encuentra actualmente en la Asamblea Legislativa.

Para Gutiérrez es imprescindible defender la autonomía universitaria, hoy amenazada por un constante hostigamiento desde el ejercicio del poder, así como por un proyecto que pretende cercenar esa condición de libertad de la universidad. (Foto: Kattya Alvarado)

Reconoce en la conversación que la clase política mantiene un fuerte hostigamiento a las instituciones que han garantizado ya, durante muchos años, el Estado social de derecho, que es justo el que le ha permitido a Costa Rica distinguirse de una serie de países del área.

Para Gutiérrez, de 68 años, profesor emérito de la Universidad de Costa Rica (UCR) y un experto en generación de antivenenos para combatir la mordedura de serpientes —una situación que afecta, sobre todo a las poblaciones más pobres de eso que en un momento dado se llamó tercer mundo— el pensamiento crítico que representan las universidades públicas es un acervo que permite el que haya y se garantice la democracia en una nación.

La declaración como Magón 2022 desató revuelo entre quienes consideran que este premio es para las personas que han consagrado una vida a las artes y no para la gente de ciencia, pero con un estilo sencillo, de un humor inteligente y sin entrar en disputas, Gutiérrez apela más bien a un encuentro entre los saberes de la ciencia y la cultura, una escisión que se dio en Occidente hace ya varios siglos y que sigue abierta hasta el día de hoy.

Sobre la importancia de que la ciencia alcance a la sociedad y sobre la necesidad de fomentar el pensamiento crítico, en momentos en que Internet es un caldo de cultivo para millones de especulaciones, habla en esta entrevista el doctor Gutiérrez, quien obtuvo este grado en la Universidad de Oklahoma, Estados Unidos, donde se terminó de formar para luego venir a continuar con su labor docente en la Facultad de Microbiología y su hacer investigativo en el Instituto Clodomiro Picado.

¿Le sorprende que le hayan otorgado el Premio Magón, el cual históricamente ha estado reservado a lo que en el mundo occidental conocemos como cultura?

—Sí, fue una sorpresa muy grata, porque tradicionalmente este premio se otorga a personas de este sector de la cultura, aunque anteriormente algunas personas del ámbito científico lo habían recibido. Sí sabía que compañeros de la universidad me habían postulado.

Hay un debate entre cultura y ciencia que usted ya ha tocado en otros espacios. Desde su punto de vista, ¿por qué cree que se dio esa escisión entre una y otra?

—Es una cuestión histórica que viene desde muy atrás. Creo que el concepto de cultura se ha manejado desde una perspectiva muy restringida. Refiriéndose a las artes, a la literatura, a la música, etc., y a la ciencia se le ha visto como algo aparte, pero es muy claro que la ciencia es una actividad netamente cultural, en el sentido en que es una forma de estudio y comprensión de la realidad. Es una actividad que involucra actos creativos continuamente. Hay personas que a veces consideran a la ciencia como una acumulación fría de conocimiento. O, peor aún, como un insumo para procesos de carácter productivo, económico y se olvidan de que la ciencia es una actividad humana creativa, tanto como lo tienen muchos ámbitos de la cultura.

A la hora de elaborar una hipótesis, a la hora de diseñar un experimento, a la hora de interpretar una información, todos estos puntos del trabajo científico involucran una gran creatividad. Además, la ciencia al contribuir con la comprensión de la realidad, aporta a la cultura. La comprensión de la realidad forma parte del patrimonio cultural de los países y las sociedades. Para mí es muy claro que la ciencia es un elemento más de ese universo de construcción creativa que caracteriza a la cultura. Las razones por las cuales se le ha visto separada, son razones históricas que deberíamos ir derribando.

Yo he mencionado en algunas entrevistas un ensayo muy famoso del año 1960, por ahí, de un literato y un físico al mismo tiempo, que se llamó Charles Snow, y ese ensayo se llama precisamente Las dos culturas y la revolución científica y habla de cuán separadas estaban en ese momento y lamentablemente lo siguen estando. Y cuán importante era establecer puentes dialógicos. Esa separación se da dentro de la misma ciencia, también, porque hablamos de ciencias naturales y ciencias sociales, lo cual es absurdo. La complejidad de esos fenómenos obliga a trabajar conjuntamente y de manera interdisciplinaria. Tenemos que dejar de trabajar como si estuviéramos en comportamientos estancos y aprender unos de otros.

Mencionaba el ensayo de Snow que dio para un debate que alcanza a nuestros días. El profesor Frank R. Leavis le contestó a Snow. En medio de ellos, apareció Vargas Llosa y habló de que se estaba gestando una subcultura que hoy se llama la cultura del espectáculo.

—Ese debate sigue. Ese esfuerzo por encontrarnos tiene contradicciones y diferentes perspectivas. Creo que el mensaje es que debemos acercarnos, conocernos y buscar puntos de convergencia para construir procesos culturales de mayor peso y que beneficien a la sociedad de la mejor manera.

A propósito de esta cuestión, ¿cómo acercar la ciencia al ciudadano, a la gente de a pie?

—Es una tarea muy amplia. La ciencia no es un punto de conocimiento. No es una erudicción. Es una forma de estudiar la realidad. Hay varios elementos como el asombro, el gusto, el interés: la ciencia tiene que transmitir ese interés por la realidad. La ciencia es una actitud, una disciplina, de cómo estudiamos, vemos y conocemos la realidad. Introduce un elemento de pensamiento crítico, que es fundamental en este momento. La ciencia basa sus hipótesis y sus conclusiones en evidencias. Es muy importante para la cultura. El tener un pensamiento crítico. Para que las personas sepan analizar la información con un pensamiento crítico. Que pidan evidencias de las cosas. Eso que esté en todas las personas.

Cómo lograrlo: con educación científica. Hay que ver la enseñanza de la ciencia como un ejercicio creativo. Que haya búsqueda de evidencia, de cuestionamiento de verdades establecidas, más allá de los datos.

La ciencia es un estudio permanente de la realidad. Hay un espacio para la educación científica.

Hay un elemento con los medios de comunicación y cómo se transmite la ciencia, cómo se divulgan los conocimientos. Hay que salirse de la idea de que la ciencia solo se hace en los países desarrollados.

Otro elemento es que la comunidad científica se acerque a la población. Ahora hay ciencia ciudadana. Se da la incorporación de los ciudadanos en la construcción misma del conocimiento científico. Ahí hay una visión más colectiva.

El encuentro entre especialistas y otras personas tiene que ser un encuentro dialógico, horizontal, no jerárquico; al contrario, ha de ser un encuentro de saberes. El saber científico tiene que tener la capacidad para establecer contactos dialógicos.

El sociólogo Boaventura de Sousa Santos utiliza el diálogo de saberes, la ecología de saberes, para que haya una mejor apropiación de la ciencia para la sociedad y una mejor alimentación de la sociedad a la comunidad científica. Necesitamos que la ciencia se endogenice.

A propósito del pensamiento crítico, algunos analistas de Internet como Nicholas Carr aseguran que la red ha vuelto más superficial a las personas. ¿Cómo ve el panorama de Internet en la actualidad?

—La web permite intercambio de información y reflexión. Debe incluirse a la ciencia. El problema está en cómo discriminar qué es profundo, qué es importante y qué es superficial y banal. Si las personas han tenido una buena formación pueden tener un pensamiento crítico y reflexivo. Necesitan de herramientas de pensamiento crítico para que puedan discriminar esa información.

Volvemos a lo de la cultura científica, que significa una actitud crítica, reflexiva y un cuestionamiento permanente de las verdades establecidas.

En ese contexto, ¿cómo valora a las revistas científicas?

—Son fundamentales para comunicar los hallazgos científicos. Las revistas científicas tienen procesos de evaluación rigurosos, está la revisión por pares académicos, y ello permite separar la paja del grano. Hay mucha tela que cortar en cuanto a las revistas científicas, porque hay revistas de desigual calidad. El auditorio de una revista científica es muy especializado. Son autores dirigiéndose a sus colegas.

Ahora, las personas que trabajamos en ciencia tenemos la obligación de dirigirnos a un auditorio más amplio y eso se hace a través de otros medios, como los medios de comunicación, la extensión universitaria, la acción social para acercarse a la comunidad.

Es entrar en ese contexto dialógico. Creo que en todo esto hay una gradiente de espacios de comunicación desde las revistas especializadas pasando por espacios de divulgación, espacios de tipo comunitario. Es muy importante manejar muy bien ese gradiente y movernos en diferentes espacios.

¿Faltan medios de comunicación para acercarse a ese gradiente del que habla?

—Hay que trabajar mucho más entre la comunidad científica y la comunidad en general. Hay muchas otras formas de educación popular y las universidades son un ejemplo de cómo el conocimiento se proyecta por medio de la divulgación de las ciencias, de la transferencia de tecnología. Las universidades son el reservorio de la ciencia y la tecnología y son protagonistas en esa difusión, aunque hay mucho por mejorar. Hay, en ese sentido, un espacio que llama a la creatividad.

Habla de las universidades, pero la clase política actual parece no verlo así. Ven a las universidades como un gasto. ¿Cómo superar esa visión?

—Este es un tema fundamental en la vida política del país. Tenemos modelos de proyectos políticos divergentes y contradictorios. En las últimas décadas se ha visto al sector público no como un sector que favorece la equidad y el desarrollo, sino como un espacio reducido, en el que hay que mantener los equilibrios fiscales. Se le ha restado importancia al sector público y al Estado social de derecho.

Instituciones como la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) han sido hostigadas de una manera sin precedentes y en medio de ello buscan que aflore la oferta de lo privado.

Debemos fortalecer la solidaridad, la diversidad, la equidad y la prosperidad y tener instituciones públicas fuertes que garanticen el desarrollo.

Hay un hostigamiento a las universidades públicas y en la Asamblea Legislativa hay un proyecto que pretende cercenar la autonomía universitaria, que incluye la propuesta para que un grupo de ministros del gobierno coordinen cómo tienen que ser las universidades. Además, en la actualidad, se envían mensajes subvalorando a la universidad pública.

Se está hostigando a las universidades y a las instituciones y esto en otros países ha tenido consecuencias funestas.

No es casual que la ciencia y la cultura reciban en estos momentos muy poco apoyo. La visión política dice que ni la ciencia ni la cultura son prioritarias y esto es muy peligroso.

Clorito Picado ha sido una inspiración para cientos de costarricenses que hoy hacen ciencia, entre ellos Gutiérrez, quien ha desarrollado una carrera en la investigación de suero antiofídico. (Foto: Obras completas de Clorito Picado)

Lo que se busca es debilitar nuestras instituciones clave.

La visión humanista de la universidad ha empezado a desaparecer en Europa y vamos por ese camino.

—Este es un asunto muy importante. Parte de la visión ideológica es limitar la autonomía universitaria para intervenir sus agendas. Es una visión de desarrollo reduccionista. Solo cuenta el desarrollo económico para esta visión. Las ciencias naturales básicas son prescindibles para esta visión. Lo que toca es defender la autonomía. La integralidad de ese desarrollo radica en la autonomía universitaria.

Es decir, esa autonomía no puede ponerse jamás en duda.

—Si se pierde la autonomía, se pierde el sentido de la universidad pública. Todo esto viene de la reforma de Córdoba. La autonomía es fundamental. La autonomía universitaria es la que permite que las universidades sean un centro de pensamiento crítico. Y esto es una piedra en el zapato para la ideología y la clase política gobernante.

No entienden que es ese pensamiento crítico de las universidades es el que permite y garantiza una convivencia democrática.

Este pensamiento crítico está llamado a dar luces y es una forma de enfrentar los problemas. La universidad no solo tiene que ser formadora de profesionales, debe ser un centro de reflexión crítica y eso lo garantiza la autonomía. La autonomía es la esencia misma de la universidad.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido