Cultura

Fidelidad sostiene a librerías de segunda mano  

Convertidas en un ejercicio de resistencia contra lo efímero y en espacios que promueven la cultura de leer con una enorme variedad de títulos, las librerías de usados resisten los embates del coronavirus y del olvido estatal.  

El nuevo coronavirus, esa peste moderna que todo lo arrasa, no ha podido hasta ahora con las librerías de segunda mano, las cuales pese a la tormenta y a las enormes dificultades que les ha planteado la pandemia se mantienen en pie, sobre todo por la fidelidad y la solidaridad de sus clientes.

Convertidas en espacios en los que se encuentran verdaderas joyas, imposibles de hallar en las librerías tradicionales, las de segunda mano son un sitio para los buenos lectores y para aquellos que siempre andan en busca de descubrir a un nuevo autor, sin importar la novedad que demande el mercado.

El local de la librería El Ahorro es muy humilde, pero en sus estantes se encuentran valiosos textos. (Foto: Daysi Barboza).

Es así como en el país todavía se mantiene la ventana de la compra y venta de libros usados; aunque como lo reconocen varios de los dueños consultados, cada vez son menos las librerías de este tipo, al tiempo que la venta por medios digitales es una de las ventanas que permiten las nuevas tecnologías a estos establecimientos.

Además de convertirse en una especie de biblioteca en las sombras por rescatar constantemente obras de escritores de diferente índole, un elemento a su favor en estos tiempos inciertos del COVID-19 —esa epidemia que ni siquiera el autor de Cien años de Soledad sospechó que algún día paralizaría al mundo— son los precios asequibles, en momentos en que la economía de las familias se contrae.

En promedio, un libro en una tienda de usados tiene un valor de ¢4.000 a ¢5.000, y si el comprador se lleva una cantidad que alcance al menos cinco textos, ese precio baja.

Esto hace que las librerías de segunda mano realicen un trabajo silencioso y de invaluable valor en pro de la cultura, aunque no gozan de ninguna exención estatal y tienen que pagar todos los impuestos como si vendieran un producto perecedero, industrial o agrícola.

En un país en el que, de acuerdo con la Encuesta de Cultura de 2016, un 54,6 por ciento de los costarricenses aceptaron que ni siquiera leían un libro al año, la promoción de la lectura que hacen las librerías de segunda mano es un caso digno de un estudio académico.

Manuel López adquirió El Erial en 1990 y lo mantiene a flote por su compromiso con la cultura. (Foto: El Erial).

SOLIDARIDAD

Mariano Víquez, de Libro Azul, que desde 1991 se ubica en el centro de San José, en la Avenida 10 y calle 1 y 0, expresó que tuvo que cerrar una semana antes de la Semana Mayor dadas las circunstancias que prevalecían, aunque ya está de nuevo en la faena.

Una vez que reabrió, la disminución de clientes fue notoria, lo que hizo que las ventas disminuyeran drásticamente. Tal situación lo obligó a tomar medidas. Una de ellas es que un colaborador de medio tiempo dejó de laborar debido a la coyuntura.

“Los ingresos por ventas han disminuido al menos un 50 por ciento. Ha sido duro porque hay que pagar las facturas y el alquiler”.

En medio de este clima de incertidumbre que planea sobre el país y el orbe entero, surgen, sin embargo, acciones dignas de resaltar. Por ejemplo lo que hizo el dueño del local donde ha estado Libro Azul desde hace 28 años, ya es que el arrendante le comunicó a Víquez que mientras dure esta difícil situación, solo le cobrará la mitad del alquiler.

Al lado de este gesto, Víquez contó que muchos de sus clientes se han acercado en los últimos días a la librería para expresarle su apoyo y para decirle: “Le traigo estos libros como una forma de solidaridad”.

A Víquez este tipo de gestos de sus clientes lo hacen sentirse cada día más comprometido con una actividad que ha realizado desde los 20 años.

“Nosotros no pedimos ningún tipo de ayuda ni de respaldo al Ministerio (de Cultura), porque en realidad trabajamos con las uñas y es algo que se hace con mucha entrega”.

De ahí que la fidelidad sea una palabra más que clave en este tipo de situaciones y en momentos en que hay muchas dudas de hacia dónde apunta una pandemia, porque si bien en Costa Rica está —hasta ahora— controlada, en muchas naciones representa el caos completo.

En este contexto, el saber que hay clientes fieles que apuestan porque la librería se mantenga en pie mientras se aclaran los nublados del día constituye un aliciente para Víquez, quien es uno de esos libreros que hoy son una especie en extinción.

EMPRENDIMIENTOS

Con 31 años de vender libros usados, la librería El Ahorro ha tenido que sostenerse ante los fuertes alisios que ha traído el COVID-19, pues la pandemia ha hecho que las ventas hayan caído en el orden del 70 al 80 por ciento, de acuerdo con Daysi Barboza, quien es una de las que atiende dicho establecimiento, ubicado 50 metros al este del edificio central de la Cruz Roja en San José.

Como parte de las estrategias para paliar las bajas ventas, Barboza dijo que han recurrido al Facebook y al Instagram para promocionarse y recordarle a los clientes que siguen con las puertas abiertas y dispuestos incluso a enviar libros a diferentes partes del país.

Barboza reconoció que ha sido una prueba muy dura y que esperan, gracias a esa constancia de tres décadas, hacerle frente a la venta en tiempos de pandemia.

Una situación similar a la que experimenta El Ahorro la vive la Librería Atenea en San Ramón de Alajuela, donde Alberto Vásquez, uno de los dependientes, reconoció que las semanas posteriores a que se desató la crisis del virus han resultado difíciles debido a las bajas ventas.

La Librería Atenea, ubicada en el centro de San Ramón, es la más antigua de las cuatro librerías de ese tipo que hoy existen en ese cantón, dado que ha estado abierta desde hace medio siglo.

El empleo de plataformas digitales como Facebook le ha permitido a dicha librería contar con una herramienta más para proyectarse a la comunidad ramonense.

Lorena Pérez, de Expo 10, tiene una gran facilidad para localizar los textos en el mar de libros de su tienda. (Foto: Katya Alvarado).

A PURA MÍSTICA

Rosa Carballo, de Goodlight Books, en Alajuela, reconoció que las últimas semanas fueron arduas para su librería, dado que tuvo que cerrar y mantener la operación desde su casa por medio de Facebook y del WhatsApp.

Aunque le permitió mantenerse activa, manifestó que nada sustituye el espacio de encuentro que representa la librería. En su caso, ella cuenta con un local amplio y con una gran variedad de títulos: desde novelas, cuentos, tramas de horror, libros sobre ambiente, que interesa mucho a los estudiantes y turistas, hasta textos en inglés, francés, alemán y holandés.

El estar en contacto permanente con la gente es un ejercicio capital en el caso de Goodlight Books. Carballo es la propietaria desde hace siete años, cuando el anterior gestor no pudo mantener a flote la librería y decidió pagarle con libros, por lo que ella optó dedicarse por completo a la actividad y darle una nueva oportunidad a la única librería de usados que hay actualmente en el centro de Alajuela.

“Las ventas en estos días han sido bajas. Hace cinco días que volví a abrir. Cuando en este sexto año la librería empezaba a levantar se vino esta situación del coronavirus”, enfatizó.

Contó que Goodlight Books, nombre que heredó del propietario inicial, cuenta con un espacio para que la gente pueda tomarse un cafecito, consultar libros y hay espacio para que los niños vayan a hacer consultas para sus tareas.

“Ya los clientes me preguntaban que cuándo iba a abrir. A la librería llegan adultos mayores, muchos de los cuales viven solos y personas que se han divorciado y tienen poca interacción, por lo que entonces somos un espacio de encuentro, para conversar y socializar. Este es un valor importante que aportamos a la comunidad”.

La actual dueña de Goodlight Books recordó que llegó a la actividad porque siempre ha sido buena lectora y que ello hace que pueda atender a quienes se acercan a su librería con la experiencia y la pasión que tiene por los libros, por lo que también puede orientar mejor a los clientes.

La figura del librero de antes, que tenía una sólida formación como lector, se ha ido perdiendo con el paso del tiempo, y en la librerías modernas lo que quedan son vendedores que bien podrían ofrecer un texto, un jabón o unas verduras.

Y es precisamente esa mística de mantener la librería abierta y que se convierta en un espacio cultural lo que impulsa a Carballo a seguir en la lucha por esta actividad a la que prefiere no llamar negocio; aunque requiere cierta rentabilidad para pagar las facturas el alquiler y que, de paso, deje alguna ganancia para continuar al frente de dicha gestión.

Como parte también de la proyección hacia la comunidad alajuelense, en Goodlight Books solía organizar una vez al mes un cine foro gratuito con el fin de reforzar la idea de que la cultura, en sus distintas manifestaciones, fortalece el espíritu humano.

Ahora, con el panorama del presente, Carballo acepta que no sabe a ciencia cierta cómo se comportará la clientela. Lo que ella sí sabe es que lo suyo es la interacción con el cliente en la librería, porque aunque las plataformas digitales sean útiles, jamás es comparable una comunicación directa.

En las librerías de segunda mano se encuentran joyas como esta revista Life de 1966. (Foto: José Eduardo Mora).

LEER OS HARÁ LIBRES

La librería El Erial, que nació en mitad de la Segunda Guerra Mundial, dado que fue inaugurada en 1943, no solo es la más antigua de Costa Rica, sino que su actual propietario Manuel López es un convencido de que la lectura es la vía idónea para que un pueblo eleve su nivel cultural, dadas las enormes bondades que representa el libro físico.

Al respecto hay numerosos estudios que documentan lo expresado por López; uno de ellos es Superficiales, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, del escritor estadounidense Nicholas Carr, quien sostiene que la lectura del libro impreso es lineal y profunda, algo que es imposible de lograr en una tableta, un Kindle o una pantalla de computadora.

Basado en estudios neurolingüísticos, Carr hace en su volumen una defensa sólida y contundente del libro impreso, que surgió tras el descubrimiento de la imprenta de tipos móviles por Johannes Gutenberg, en 1440.

Cuando se le consultó a López cómo había podido salir adelante El Erial en estos oscuros tiempos, hizo una pausa para agregar: “Primero permítame expresar la importancia que tiene la lectura. Esta favorece que se mejore la redacción, la puntuación, la sintaxis, la concisión, la claridad, y de la lectura nace la agilidad mental”.

El antiguo profesor de administración de la Universidad de Costa Rica (UCR) dejó salir su vocación didáctica, una visión que no se contrapone a su labor de guiar a los clientes que visitan su librería, hoy ubicada 100 metros al oeste de la Corte Suprema de Justicia.

“La Corte cerró y por eso las ventas se han caído inmensamente. Tenemos 77 años de existencia y por tal razón la gente, pese a todo lo que está sucediendo, nos tiene presente”.

Una forma de paliar las dificultades actuales es vender libros por medio de Internet y enviarlos a cualquier parte del país, previo a un acuerdo de compartir o negociar los gastos de envío.

Un paquete de libros que pese un kilo tiene un costo promedio de envío, a cualquier parte del país por medio de Correos de Costa Rica, de ¢2000, lo que hace viable esta posibilidad.

López adquirió El Erial desde hace 30 años y desde entonces ha logrado sacarla adelante con todo tipo de esfuerzos, incluido el taller que tiene en su librería para reparar los libros que lo ameriten.

Para López el ejercicio de las librerías de segunda mano es de suma importancia por el rescate de textos que de lo contrario se perderían en los hogares y las oficinas.

Las librerías de este tipo son, para este librero que se siente orgulloso de su oficio, un espacio para la redención, para el redescubrimiento, para irse a casa con valiosas adquisiciones y por esa vía engrandecer el espíritu y el conocimiento.

A LA INVERSA

Rónald Bonilla, de Expo 10, relata un fenómeno extraño que se ha dado por los efectos del coronavirus: en las últimas semanas ha disminuido de forma drástica no solo la venta en la librería, sino sobre todo la oferta de textos por parte de particulares para cumplir con el ciclo de abastecimiento.

En la dinámica de una librería de usados es común que lleguen personas a vender sus textos que ya no quieren conservar, como una manera de ganar espacio en sus viviendas para los libros y para darles una mayor circulación. No obstante, de acuerdo con Bonilla la gente ha dejado de acudir a vender sus libros y esto resulta perjudicial para una librería como la suya, porque aparte de la base de textos con que cuenta, que rondan los 300.000, siempre le resulta necesario contar con renovadas alternativas para sus clientes.

La relación entre lo que se adquiere y se vende en lo inmediato anda entre el 100 y el 25 por ciento; es decir, del total que se compra pronto sale la segunda cifra, pero ello es vital para mantener nuevos títulos en la actividad.

Expo 10 es una de las librerías de usados emblemáticas de San José y se ubica 225 metros al este de la Clínica Bíblica. Ahí encontrarán los interesados libros, discos, acetatos en una variedad extraordinaria, que solo demanda que quien visite el local lo haga con tiempo para que pueda disfrutar de la búsqueda de títulos de su área de interés.

El propietario de Expo 10, junto con su esposa Lorena Pérez, recomienda a quienes tengan libros, salgan de nuevo a venderlos y que de paso se den la oportunidad de hurgar en el amplio stock con que cuenta la librería.

Al igual que en las librerías mencionadas en este reportaje, la de Rónald y Lorena hace frente a las tempestades económicas generadas por la pandemia, gracias a la fidelidad mostrada por sus compradores más habituales y por la constancia de estar muchos años en el mercado.

Convertidas en lugares en los que los lectores descubren una amplia variedad de novelas clásicas, de suspenso, de horror, realistas, así como cuentos, ensayos, filosofía, política, historia e incluso títulos de colección, las librerías de segunda mano le plantan cara al coronavirus y se ciñen al hecho de que la cultura siempre triunfa.


Las librerías de usados ofrecen una gran variedad de títulos. (Foto: Internet).

Para tener en cuenta

Quien sea amante de los libros tiene en las librerías de segunda mano una gran oportunidad de conseguir excelentes títulos de los más variados temas.

Librería El Ahorro

Ubicación: 50 al este de la Cruz Roja central en San José, en Avenida 8.

Horario: Lunes a viernes de 7 a.m. a 6 p.m.

Teléfono: 8446-6701.

Libro Azul

Ubicación: Avenida 10, calle 1 y 0, en San José.

Horario: Lunes a viernes, 9 a.m. a  5 p.m.

Sábados: 9 a.m. a 3 p.m.

Teléfono: 8364-3174.

Goodlight Books

Ubicación: De la Catedral de Alajuela 100 al norte y 25 al este.

Horario: Lunes a viernes 1 p.m. a 6 p.m.

Sábados: Abierto en horario a consultar.

Teléfono: 6161-1604.

Librería Atenea

Ubicación: Centro de San Ramón de Alajuela.

Horario: Lunes a viernes de 8 a.m. a 6 p.m.

Teléfono: 2445-5750.

Expo 10

Ubicación: 225 metros al este de la Clínica Bíblica, en Avenida 10.

Horario: Lunes a viernes de 9:30 a.m. a 5 p.m.

Sábados: 9 a.m. a 3 p.m. en tiempo normal.

Teléfono: 8895-4108.

El Erial

Ubicación: 100 metros al oeste de la Corte Suprema de Justicia.

Horario: Lunes a viernes de 12 m.d. a 5 p.m.

Teléfono: 8825-2476.

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