Cultura

El sueño de García Márquez era ver la vida desde la muerte

El próximo miércoles 17 de abril se cumplirá el décimo aniversario de la muerte del escritor y en su tierra natal, donde despierta amores y desamores, preparan una amplia conmemoración para honrar la memoria del nobel.

¿A usted qué le gustaría mirar desde un agujerito?

—Sabes qué: la vida desde la muerte. Eso sí sería… Es un gran sueño poder ver la vida desde la muerte.

La pregunta se la hizo la periodista colombiana Ana Cristina Navarro en una entrevista transmitida en 1995 en el programa “La vida según”, de Radio Televisión Española (RTVE), y lo que parecía una consulta inocente y de trámite, para que empezase a calentar la conversación, se transformó en palabras del escritor en una honda reflexión que hoy, a diez años de su muerte, mantiene un perfume que huele a Macondo, Aracataca y a realismo mágico.

La omnipresencia de García Márquez se mantiene intacta en Aracataca, su tierra natal. (Foto: José Eduardo Mora)

Y usted que escoge la muerte de sus protagonistas, ¿cómo escogería la suya, cómo le gustaría morirse?

—No, sencillamente, si a mí me pusieran a escoger la muerte, sencillamente no la escogería, me niego. Rotundamente. Yo, la única opción que acepto es la de no morirse. Creo que la única cosa realmente importante es la vida. Lo importante es estar vivo. Y creo que la muerte es una trampa. Es una traición. Lo sueltan a uno sin ponerle la condición.

 ¿Usted, como su amigo Rulfo, no escogería a alguien de la tumba de al lado para tener con quién conversar?

—No, no. Para mí es muy serio el hecho de que esto se acabe y prácticamente sin ninguna participación de uno, sino cuando llega. Creo que es injusto.

García Márquez dijo en vida que nunca autorizaría el que Cien años de soledad se llevase al cine, pero tras su muerte sus hijos autorizaron la serie que realizará Netflix. (Foto: Internet)

¿Y qué podemos hacer para evitarlo?

—Escribir mucho.

García Márquez, que en ese momento está sentado en una silla con el respaldar por delante, es decir, está sentado al revés, vestido con una camisa azul oscuro, sonríe con picardía, porque sabe que en esas respuestas de inicio de la entrevista, que en total durará 59 minutos y 20 segundos, está resumida de manera magistral su vida.

La muerte fue un elemento central en su literatura, tanto como el amor y el poder. En la declaratoria del Nobel, la Academia sueca apuntó, en 1982, al concederle el más importante galardón que se entrega en la literatura: En el mundo imaginado y descubierto por García Márquez, tal vez sea la muerte el más importante director de escena entre bastidores. Con frecuencia, sus narraciones giran en torno a una muerte —alrededor de alguien que ha muerto, está a punto de morir o tiene que morir—. Un sentimiento trágico de la vida impregna los libros de García Márquez —una sensación de la incorruptible fuerza del destino y del avance inhumano e implacable del acontecer histórico—. Pero la conciencia de la muerte y el sentimiento trágico de la vida contrastan con la vitalidad de la narración, esa capacidad de invención aparentemente ilimitada, que a su vez expresa la fuerza vital, a un tiempo aterradora y edificante, de lo vivo y lo real. Lo cómico y lo grotesco en García Márquez puede ser cruel, pero también puede transformarse en algo lleno de un reconciliador sentido del humor”.

A lo largo de sus 87 años, excepto los de la niñez y los últimos de su vida, lo único que hizo García Márquez fue escribir mucho. Tanto en periodismo como en literatura. Ambas carreras en realidad él nunca las separó. Siempre pensó que un gran reportaje era literatura pura y dura, y eso en su universo creativo era innegociable.

En Aracataca todavía persiste la ilusión de que el Tren Amarillo regresará para traer prosperidad a esa tierra eminentemente macondiana. (Foto: José Eduardo Mora)

En la recopilación de sus publicaciones realizada por Jacques Gilard, de la que hay varias ediciones, una de ellas extraordinaria de la editorial Mondadori, dividida en cinco tomos, queda demostrado que a través del periodismo García Márquez intentó toda la vida vencer a la muerte.

La gran diferencia entre la literatura y el periodismo era la referencialidad. Mientras en la primera podía echar a volar a la imaginación sin reparos, en el segundo apartado debía ceñirse a los hechos, muchos de los cuales usó luego en novelas como Crónica de una muerte anunciada, o Del Amor y otros demonios, esta última sobre una noticia que le había tocado cubrir cuando estaba bajo la égida de uno de sus mayores maestros, aunque poco publicitado, como lo fue Clemente Manuel Zabala, quien era el director de El Universal de Cartagena de Indias cuando el joven García Márquez tocó la puerta porque quería ser periodista.

En esa respuesta “maliciosa” de “escribir mucho”, García Márquez se jugó la vida siempre. Tras abandonar los estudios de Derecho en Bogotá, luego de lo acontecido con el Bogotazo en 1948 y la muerte del candidato Luis Carlos Galán, era la hora de acercarse a sus raíces costeñas y el destino fue Cartagena de Indias.

A diez años de su muerte, fecha que se cumplirá el 17 de abril de 2024, dado que falleció el Jueves Santo del 17 de abril de 2014, a las 2:45 p.m., hora de México, donde residió los últimos 50 años de su vida, su legado sigue intacto, pero en el camino han sucedido una serie de acontecimientos que el autor de El coronel no tiene quien le escriba, no necesariamente hubiese aceptado.

Una de ellas fue la determinación de sus hijos Rodrigo y Gonzalo García Barcha de autorizar la producción de una serie basada en Cien años de soledad.

Durante su vida, en muchas ocasiones, diversas productoras le ofrecieron al escritor llevar al cine dicha obra, a lo que él siempre se negó, a diferencia de lo que hizo con otras creaciones suyas.

Por la complejidad y la desmesura de la novela, aunque él trataba de nivelar las aguas con decir que era un vallenato de 300 páginas, García Márquez por más dinero que le ofrecieron, siempre se negó a dar el visto bueno para su adaptación.

Y eso que era un cinéfilo consumado, que en la etapa de su periodismo en Bogotá escribió La Jirafa, un espacio dedicado en exclusiva a hablar de las películas y los actores del momento.

Es decir, García Márquez no tenía nada en contra del cine, incluso en su primera juventud su mayor aspiración fue convertirse en director, hasta que su breve paso por Cinecittá le dejó claro que en un filme intervenían demasiadas personas y había exceso de intereses, por lo que el producto final se parecía muy poco a la idea original.

La serie de Netflix sobre Cien años de soledad será una gran prueba para medir qué tanto lograrán los productores acercarse con fidelidad a la narración más conocida del hijo de Aracataca.

La única garantía que hay al respecto es que Rodrigo, su hijo, estará ligado a la producción y con su experiencia de cineasta podría enrumbar los esfuerzos, para que no suceda lo que ocurrió con El amor en los tiempos del cólera, cuya adaptación por parte del director inglés Mike Newell, se quedó lejos del esplendor de la novela.

Otro de los aspectos con los que no necesariamente hubiese estado de acuerdo García Márquez fue con la venta de todo su archivo a la Universidad de Texas, en $2,2 millones, para que fuese catalogado en el Centro Harry Ransom.

Aunque ha sido una decisión aplaudida por los admiradores del autor de Memoria de mis putas tristes —dado que así se garantiza su perfecta preservación—, para el escritor hubiese planteado alguna disyuntiva, dada la distancia que marcó durante medio siglo con todo lo que estuviera ligado a Estados Unidos.

De hecho, su ligamen con Cuba, país al que defendió contra viento y marea y por el que no pocos lo tildaron de estar enamorado del poder, hizo que su postura en relación con Estados Unidos fuera cada vez más distante y crítica.

En agosto nos vemos

El 5 de marzo de 2024 en el Instituto Cervantes de Madrid fue presentada la última novela de García Márquez: En agosto nos vemos. Fue un texto que no publicó en vida, de ahí que de alguna manera surgieran dudas sobre la calidad de la obra y si la publicación respetaba o no la decisión del autor de que el original se mantuviera inédito.

Durante el tiempo de escritura, García Márquez le hizo numerosas correcciones, hasta que el zarpazo de la demencia senil le arrebató la posibilidad de seguir puliendo la novela, así como la opción de presentarla o no a sus millones de lectores en el mundo entero.

Tanto Gonzalo como Rodrigo estuvieron de acuerdo con que lo mejor era que el texto fuera publicado, porque de todas maneras una vez que vencieran los derechos alguien lo haría.

Con un tiraje de 250.000 ejemplares, En agosto nos vemos llegó traducida a 40 idiomas. Como es de esperar en estos casos, cuando se trata de un libro de un autor grande, siempre surgen aquí y allá loas, al margen de lo que en realidad pueda representar el texto.

Juan Cruz, quien fuera por muchos años director de Alfaguara y hoy reportero infatigable en El Periódico de España, escribió desde la cercanía que tuvo con García Márquez y la generosidad que le caracteriza.

En agosto nos vemos es también otra prueba irrefutable de su talento, dedicación y amor por la literatura. Es una obra imprescindible. El broche final a una carrera y una vida únicas”.

A diez años de la muerte, está por verse en un balance final, si la determinación de publicar la novela verdaderamente honraba la memoria del considerado mejor escritor en lengua castellana en el siglo XX.

En agosto nos vemos, publicada en marzo de 2024, fue una novela inédita que dejó el autor, quien no quería que llegase a sus lectores. (Foto: Editorial Random House)

Una espera eterna

Oriundo de Aracataca, donde pasó sus primeros nueve años, García Márquez es todavía hoy, a una década de fallecido, una mezcla de sentimientos encontrados para los pobladores.

Para muchos es el “único Nobel que ha parido Colombia” y para otros una promesa inconclusa. Cientos de cataqueros anhelan aún que la figura del escritor se erija en un bastión que salve del olvido a un municipio, de unos 40.000 habitantes, que sigue soñando con la prosperidad que alguna vez disfrutó, sobre todo como cuando estuvo la compañía bananera.

Quienes hayan recorrido las calles de Aracataca se darán cuenta de que en diferentes partes del municipio aparecen numerosas alusiones a García Márquez directamente, a sus personajes o pasajes de sus distintas creaciones literarias, en especial a Cien años de soledad, novela en la que Macondo es una transposición poética del lugar en que nació.

De igual manera, la escuela Montessori en la que recibió las primeras letras, con su árbol de mango todavía intacto, los almendros característicos de la zona, el monumento a Remedios La Bella, la Institución Educativa Departamental Gabriel García Márquez (Indegama), la tumba de Melquiades, la Casa Museo García Márquez y así un largo etcétera sobre elementos relacionados con la vida o la obra del nobel tienen una omnipresencia en “Cataca”, como también le conocen al pueblo del escritor.

Esta situación ha planteado una especie de dicotomía: los que aman a García Márquez sin condición alguna en su tierra natal y aquellos que en el fondo de sus corazones guardan un resentimiento que, en la mayoría de las ocasiones, llevan en silencio.

Los de este segundo bando son de la idea de que el nobel pudo haber hecho mucho más por su Aracataca, en la que estuvo por última vez el 30 de mayo de 2007, tras una ausencia de 25 años.

Ese día, muchos creyeron que era un nuevo comienzo y que la figura del nobel sería clave para la economía, la cultura e incluso el estado de ánimo de los cataqueros, pero después de una jornada macondiana, las cosas volvieron a su mismo estado, sin que nada esencial cambiase.

Ese día, miércoles 30 de mayo, el viejo Tren Amarillo de Macondo arrancó sus motores cargado con al menos 200 invitados, entre periodistas, funcionarios gubernamentales y políticos, según refirió una crónica del diario El Tiempo.

“El viaje en el tren era el punto de partida de un viejo proyecto que pretendía revivir la ruta de Macondo (Aracataca) como un atractivo turístico y qué mejor que hacer el lanzamiento con el nobel a bordo y en esa fecha especial para conmemorar los 40 años de Cien años de soledad.

A través de las plantaciones bananeras, el tren recorrió lentamente los 70 kilómetros que separan a la capital del Magdalena de Aracataca. A lo largo de la ruta, cientos de personas se volcaron para saludar al escritor y darle la bienvenida al tren, el mismo que no veían hacía 35 años”, destacó el periódico.

Como se puede comprobar, alrededor de García Márquez se tejieron las mayores ilusiones, quizá porque muchos de los pobladores, ante el olvido gubernamental, esperaban que su paisano llenase todos los vacíos políticos, económicos y culturales, y Gabo, como siempre le llamaron sus amigos, lo que realmente sabía era contar historias, una obsesión que lo atrapó desde niño bajo el alero del coronel Nicolás Ricardo Márquez, quien había sido contendiente en la Guerra de los Mil Días y quien fue uno de los primeros que lo indujo a la curiosidad por las palabras, al desafiarlo para que supiera la diferencia entre un camello y un dromedario, como contó en muchas ocasiones el propio escritor.

Al cumplirse una década de su muerte, García Márquez sigue ocupando un lugar de privilegio en la literatura latinoamericana y todavía se le concibe por una parte de la población como una especie de salvador de Aracataca, donde despierta amores y desamores, a la espera de que algún brote de realismo mágico zanje para siempre la ecuación y el sol de la prosperidad vuelva a brillar en la tierra en la que nació un 6 de marzo de 1927.

Por eso, como le cuenta el biólogo Bernardo López al Semanario UNIVERSIDAD, desde Fundación, municipio ubicado a seis kilómetros de Aracacata, para el 17 de abril próximo, fecha en que se conmemora el décimo aniversario de la muerte de Gabo, habrá una apretada agenda para rendir homenaje a la memoria del escritor, con la presencia de autoridades culturales, artistas y el aporte de los pobladores.

Esperan al Ministro de Cultura —Juan David Correa—, así como a los alcaldes de Zipaquirá, a donde fue García Márquez a cursar el bachillerato y del municipio de Sincé.

El próximo miércoles 17 de abril, en Aracataca y en el universo garciamarquiano, y más allá de la nostalgia por su ausencia ya de una década, será una fecha para mirar a la muerte con desdén y distancia, porque la muerte en palabras de García Márquez es una trampa, una traición y lo que importa, en verdad, es la vida. Y la vida solo puede imponerse sobre la muerte si se escribe mucho. Si se escribe siempre.

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