Cultura

El periodismo no se inventa, señor Vila-Matas

Un libro, hoy divertido, pudo convertirse en un sonado escándalo periodístico a partir de la invención de entrevistas.

A finales de febrero del presente año, el escritor catalán Enrique Vila-Matas comenzó la promoción de su más reciente libro: Ocho entrevistas inventadas, en las que reconoce cómo recurrió a la ficción para llenar los vacíos que dejaba la realidad, con lo que, de paso, reabrió el viejo debate en torno al periodismo de siempre, ese en el que predominan los hechos y no la imaginación, aunque en el camino han habido historias cruzadas de forma irremediable.

Fiel a su estilo de humor corrosivo, Vila-Matas cuenta que, en sus inicios en la revista de cine Fotogramas, se inventó esas ocho entrevistas, debido a los problemas a los que se enfrentó una vez asignados los personajes para su labor.

Ocho entrevistas inventadas es, en realidad, un libro con siete entrevistas, porque la octava es una explicación de cómo y por qué Vila-Matas se inventó la hecha a Marlon Brando, y todo lo que dice en dicha aclaración también es falso. (Foto H&O Editores)

Un escollo insalvable para el escritor en aquellos años era el inglés, por eso cuando le propusieron que tradujera una entrevista con Marlon Brando terminó por inventársela de principio a fin. La pieza lleva la firma apócrifa de Mary Holmes y es un ejercicio literario divertido a 60 años de su consumación, pero en el momento sobrepasó todos los códigos éticos del periodismo.

El libro, editado por H&O Editores, puede conseguirse en forma física en diferentes librerías de España y en formato Kindle en Amazon, y es un preludio de lo que sería su posterior desarrollo como escritor, en el que la metaficción ocuparía un lugar privilegiado, así como la ironía y esas dosis de humor características de su obra.

El asunto, sin embargo, es que en aquel momento, finales de la década del 60, el joven Vila-Matas hacía periodismo, en cuyo oficio una de las regla de oro es que los hechos no se inventan, sino que ha de haber un apego innegociable a la realidad para que lo fáctico aparezca en el periódico, el noticiero televisivo, radiofónico y, hoy, en las plataformas digitales.

Como en aquel entonces las comunicaciones experimentaban otra situación, aunque ya Marshall McLuhan había expresado su histórico designio de que el medio es el mensaje —con todas las aristas que dicha afirmación despertó y sigue despertando, porque se mantiene vigente—, Vila-Matas se jugó el puesto y, hoy, 60 años después, vuelve a convocar la ironía y la sutileza para contar cómo fue aquel embrollo, que en otra cultura le hubiese costado el destierro del mundo de los medios de comunicación.

El libro es, en sí mismo, una provocación, más que una reivindicación, porque vivimos la era de Internet, en la que ha habido un crecimiento exponencial de las noticias falsas y hay, incluso, numerosas webs dedicadas a verificar si los hechos referidos son reales o, por el contrario, solo corresponden a la imaginación.

Como casi todo lo que publica Vila-Matas, quien nació en Barcelona en 1948, y se consagró como uno de los escritores clásicos de esa metaficción, su texto tiene un doble sentido.

Toda la vida literaria de Vila-Matas se ha movido en esos senderos, de ahí que ese entronque prohibido en el periodismo, el cual ha de apegarse a los hechos, como lo plantean todos los manuales del oficio, tenía que ligarse a los derroteros que marcarían su extensa vida literaria: la autoficción.

Cuando a Vila-Matas la periodista de El Mundo, Vanessa Graell, le preguntó, con motivo de la aparición de su novela Montevideo, en 2002, sobre la autoficción, respondió:

“Está de moda en todas partes menos en España, donde se utiliza para denigrar una novela. Todas las novelas son autoficción, incluso El Quijote o La Biblia, hasta las novelas tan realistas españolas de los años 50. Por muy realista que sea siempre es una ficción. Si hay algo interesante en la literatura es que construye una realidad diferente y que no puede mirarse en el espejo. Me parece fascinante que tú puedas crear el mundo que quieras al otro lado de la realidad. Jamás la transcribes porque, en el momento en que lo haces, cuentas con palabras el mundo y ya no es el mismo. Sin literatura el mundo estaría vacío”.

La anterior afirmación daría para una amplia discusión, porque confronta realidad y ficción, el cual ha sido un eterno debate desde tiempos inmemoriales. Muchos autores, como se verá más adelante, lo han invocado, y algunos en el contexto del periodismo.

Fronteras prohibidas

El periodismo, incluso el más básico de todos, que es el informativo, por ninguna razón puede saltarse el precepto de que debe apegarse a los hechos. En el momento en que ello suceda, deja de ser periodismo para convertirse en literatura o pseudoliteratura.

De ahí que, cuando a mediados de los años sesentas irrumpió el Nuevo Periodismo con Tom Wolfe, Gay Talese y Jimmy Breslin, entre otros muchos, se dio otra vez una enconada confrontación: ¿es esto periodismo?

Lo que al parecer está claro desde que el periodismo moderno empezó a manifestarse hace casi dos siglos, es que los hechos son sagrados y el reportero tiene que ser fiel a ellos, sin importar la circunstancia.

No obstante, a lo largo de la historia se han dado significativos casos en los que los periodistas han atravesado esa barrera para hacer pasar lo escrito por periodismo, aunque los hechos invocados fueron frutos de su imaginación.

Uno de los más sonados fue la fallida Janet Cooke, quien ganó el Pulitzer con la historia del niño drogadicto, el cual nunca apareció cuando lo fueron a buscar, por la sencilla razón de que la periodista de The Washington Post se lo había inventado.

La historia de Jimmy salió el 28 de septiembre de 1980 y ocupó la portada del Post que, en abril de 1981, publicó una disculpa de tres páginas, en la que reconocía que todos los controles del medio habían fallado.

En esa disculpa, firmada por el ómbusdman del periódico, Bill Green, hacía alusión a un elemento capital del periodismo, “el escepticismo profesional”, que, en ese momento, falló completamente y que se ha ido perdiendo en los medios, como parte de la extinción en cadena de los reporteros, que hoy son una rara avis.

En los tiempos de Vila-Matas, que con solo publicar sus Ocho entrevistas inventadas ha sido capaz de desatar un debate en torno al periodismo de ayer y de hoy, de haber existido en Fotogramas ese rigor de verificación, sus creaciones no hubiesen pasado el filtro, dado que las afirmaciones desarrolladas en ellas lo delataban a cada paso.

En la primera Interview, como se decía entonces, con Marlon Brando, titulada: “Sé que puedo ser asesinado como los Kennedy o Luther King”, Vila-Matas puso en boca del actor una serie de afirmaciones inverosímiles fácilmente detectables.

Para el periodismo, el proceder era una alteración en toda regla, pues subvertía todos sus valores para dar paso a la ficción, pero para esta era un preámbulo del escritor en que se convertiría el autor de Dublinesca. Veamos un primer pasaje de la falsa entrevista con Marlon Brando, que, por demás, tiene una exquisita técnica al preguntar.

Osvaldo Soriano confesó en Artistas, locos y criminales cómo se inventó una entrevista con el futbolista argentino Osvaldo Piazza. (Foto Internet)

Su decisión de dejar el cine ha sorprendido a la opinión pública de todo el mundo. ¿Puede explicarnos algo?

—Es un asunto terriblemente largo. Complicado. Aterrador, diría. La gente se ha quedado perpleja ante mis propósitos, dicen ustedes los periodistas. Pues bien, este es mi primer éxito en el marco de la nueva línea de vida y de trabajo que me he impuesto. Un montón de dignísimas personas hace desde años aquello que yo he decidido hacer, y el resto de la gente se desentiende. Ni siquiera lo ven. Entonces, yo hago unas declaraciones. Soy un divo, un personaje del cine. Y mi gesto no pasa inadvertido. Espero que muchos individuos famosos, mimados por la fortuna y la popularidad, decidan imitarme. Señores, el mundo va mal. Aquí todos lo repiten constantemente, pero luego se quedan quietos. Inútiles. Sin iniciativa. O nos arremangamos y nos ponemos a hacer algo o mucha suerte y Felices Pascuas. Yo me considero un ciudadano del mundo. El día en que me toque reventar, quiero sentirme tranquilo. Quiero tener la certeza de haber hecho lo posible, según mi capacidad, mis fuerzas y mis limitaciones”.

Se imaginan, quienes siguieron la trayectoria de Marlon Brando, que en una respuesta de Fotogramas haya dicho: “O nos arremangamos y nos ponemos a hacer algo o mucha suerte y Felices Pascuas”. Desde todo punto de vista es inverosímil o, para ser más exactos y hablar en términos periodísticos, dicha afirmación carece de veracidad por los cuatro costados.

Si Vila-Matas actuase hoy como periodista, terminaría sentado en el banquillo de los acusados y en el destierro de los medios masivos de comunicación. Ello por cuanto, el periodismo debe huir de la idea de falsear los hechos, aunque se pueda mentir con hechos verdaderos, como lo demostró Álex Grijelmo en su libro La información del silencio, cómo se miente contando hechos verdaderos.

Así proseguía Vila-Matas su entrevista ficticia con Marlon Brando:

—¿No se trata de una maniobra publicitaria?

—En primer lugar, no soy tan mezquino. Y, en segundo, puedo hacer los films que quiera, cuando quiera y como quiera. Si lo deseara, podría dejarme morir bajo el peso de una montaña de dólares. Rechazo todas las insinuaciones en este sentido, especificando que estas insinuaciones y otras no me turban ni me turbarán lo más mínimo. No me apartarán ni un milímetro del camino que he decidido recorrer.

Vistas a lo largo de los años, estas entrevistas son una delicia desde la visión literaria, solo que cargan con el pecado capital de que llegaron al lector por medio de las páginas de Fotogramas.

Ante la postura del Marlon Brando ficticio, Vila-Matas, pregunta:

—¿Qué piensa hacer?

—Cumplir con mi deber. Celebraré conferencias, coloquios. Promoveré iniciativas. Lucharé como un condenado contra la terrible injusticia y estupidez de los hombres. Hay demasiada gente, se lo digo yo, que deserta frívolamente de esta batalla, considerándola perdida desde el principio. Se trata de una coartada muy ambigua. Una excusa infame.

El futuro Vila-Matas en estado puro empezaba a vislumbrarse desde la trinchera del periodismo, solo que para este oficio el proceder del escritor reñía con la más elemental ética periodística, como si, de alguna manera, él se adelantara más de 60 años al aluvión de noticias falsas en que se convirtió el espectro informativo con el surgimiento de la revolución desatada por Internet.

Un pasaje más de su entrevista inventada con Marlo Brando, permite visualizar cómo si en Fotogramas la hubiesen revisado, lo habrían agarrado con las manos en los bolsillos.

En el pasado se le acusó a usted de comunista.

—Un tipo como yo resulta siempre un fastidio para todos. En mi país te acusan de comunista y pretenden haberte clasificado. ¡Pero qué comunismo! Yo estoy a favor de la justicia, de la paz. Este es mi verdadero partido, mi ideal, mi nuevo trabajo.

—El suyo no es un cometido fácil.

—Lo sé. Incluso puedo acabar asesinado. No han hecho cumplidos con los Kennedy, con Martin Luther King. No veo por qué deberían hacerlos con Marlon Brando. No tengo miedo, sin embargo. No me dejaré intimidar por nada ni por nadie. Quisiera que esto quedara bien claro.

Con el bailarín ruso Rudolf Nureyev, Vila Matas tampoco llegó a hablar, así que decidió tomar el camino más corto y zanjar el asunto por medio de la ficción.

La entrevista intitulada 30 años de soledad. La muerte es más poderosa que el ballet. Es mi gran tragedia, también deja un cúmulo de perlas que, casi seis décadas después, todavía despiertan admiración. Un pasaje de la conversación ficticia con el gran Nureyev deja patente la creatividad del autor y el atropello ético al mismo tiempo:

—Yo dejé Rusia porque necesitaba huir del sistema burocrático en el que se entierra todo arte en mi país. Escogí el camino de la libertad, de la libertad artística. De política no tengo ganas de hablar esta noche. Mi única pasión es el ballet. Es lo único que me interesa de verdad. El ballet y el amor. El amor es también muy importante. Pero el ballet aún lo es más. Le estoy dedicando mi vida. Yo necesitaba mi libertad plena. Cuando actuaba en un escenario de mi país la tenía. Pero cuando acababa la función volvía a perderla. Por otra parte, me seducía el mundo occidental. Era una aventura que valía la pena correr. Sigo sintiéndome vinculado a Rusia y a toda su cultura y tradición.

De España, ¿qué piensa?

—Es un hermoso país, muy atractivo. Me seducen poderosamente los toros, el sol, la sangre sobre el ruedo, los maletillas valientes, la estética de los ruedos. España es una tierra que siempre quise visitar. Era, además, algo muy misterioso para mí. Algo así como Moscú para un español, supongo. De todos modos, me molesta el alto grado de sofisticación a que han llegado algunas corridas en España.

En Ocho entrevistas queda claro, además, que Vila-Matas no solo se inventó las entrevistas en ausencia del entrevistado, lo hizo también después de hablar con algunos de ellos, pero como sus respuestas no lo convencieron, las modificó para ajustarlas a su percepción y gusto.

Además de las dos entrevistas ya referidas, Vila-Matas publicó conversaciones con los cineastas Juan Antonio Bardem y Francisco Rovira Beleta, quienes, incluso, llegaron a llamar a la revista para quejarse por las extrañas respuestas puestas en sus bocas.

El libro incluye una entrevista con el novelista Antonio Burgess, autor de La naranja mecánica. Por la pluma del periodista de Fotogramas también pasó el ensayista griego Cornelius Castoriadis. Y a la cita no podía faltar Patricia Highsmith. Y, como no podía faltar un truco al mejor estilo del autor, en realidad el libro está compuesto por siete entrevistas, pues la que suma como ocho es una aclaración, también falsa, de por qué no hubo entrevista con Marlon Brando.

De nuevo, traer a la palestra este libro en los tiempos inciertos que atraviesa el periodismo —en el que, en efecto, los reporteros van camino al olvido, un importante número de periodistas no sabe escribir y la curiosidad parece desterrada de las agendas de los periodistas—, es un ejercicio dialéctico y ontológico que se vislumbra necesario.

Janet Cooke, con La historia de Jimmy, creó un caos en The Washington Post al inventarse la historia que mereció el Putlizer. (Foto Internet)

Soriano y García Márquez

Gabriel García Márquez contó lo que le sucedió cuando lo comisionaron en El Espectador para cubrir una revuelta que ya llevaba varios días en el Chocó, la cual había sido cubierta en un principio por el corresponsal de ese periódico: Primo Guerrero. Cuando García Márquez arribó al Chocó en una avioneta medio destartalada, comprobó que lo único real de todo aquello era un calor sofocante, pero que en la plaza principal y en el pueblo no pasaba nada de lo que había afirmado durante días el corresponsal. Ante ello, el reportero narró lo siguiente a su colega y gran cronista Germán Castro Caicedo, en 1977:

Le dije, ‘mira: te advierto de que yo no me he metido en un Catalina que se llueve, con un piloto que era pitcher en la Matuna y que no tiene ni la menor idea de esto, para salir ahora con que no hay manifestación. ¡De manera que me haces la manifestación!’ Nos fuimos donde el gobernador y le explicamos la situación. Entonces, el tipo la convocó con un bando. Sacaron las escuelas, sacaron los colegios, sacaron la gente y llenaron la plaza. Y empezamos a decirle a una viejita, usted se desmaya, y entonces Guillermo Sánchez tomaba la viejita desmayada. Sacaban a una estudiante cargada, Guillermo Sánchez tomaba la fotografía… Todo esto se devolvió en el Catalina. Se armó el gran escándalo. Por primera vez, El Espectador publicó fotos de la manifestación permanente. Al día siguiente, la manifestación continuaba. Mandamos más fotos, mandamos más cables y el cuarto día ya la manifestación era verdad. Ya la gente se lo creía, ya se desmayaban de verdad, ya caían exhaustos por el sol y ya los senadores y los representantes chocoanos se habían ido para el Chocó a capitalizar esta manifestación, y ya estaban pronunciando discursos de verdad. En el siguiente avión no sólo se fueron todos los senadores y los ministros, sino que se fueron todos los periodistas y terminaron haciendo una manifestación permanente de verdad, con lluvia, con ministros desmayados, tanto que a la semana, el Gobierno decidió que ‘en vista del extraordinario espíritu cívico del Chocó y de la abnegación y del heroísmo de los políticos chocoanos, no se desmembraba el Chocó”.

Es decir, que esos primeros informes que envió desde el Chocó García Márquez habían corrido la misma suerte que las entrevistas de Vila-Matas: fueron inventados y recreados. Eso fue en 1954. Luego, exactamente 18 años después, Gabriel García Márquez ganaba el Premio Nobel de Literatura, por su aporte en ella y por su destacado periodismo, como rezaba el acta de la Academia Sueca de la Lengua.

Un proceder similar al de Vila-Matas fue el que empleó Osvaldo Soriano cuando le pidieron hacer una entrevista con el futbolista argentino Osvaldo Piazza que, a mediados de los años 70, jugaba en el Saint Etienne.

La anécdota la cuenta Soriano al final de un libro que es una joya en todo rigor y que debería estar en la biblioteca de todos sus admiradores: Artistas, locos y criminales, Editorial Norma, 1997. La entrevista inventada la hizo mientras escribía para El Cronista Comercial:

“[…]. Yo acaba de volver de un viaje por Asia y Europa y había prometido a la sección de deportes un reportaje de Osvaldo Piazza, que jugaba en el Saint Etienne. Como no pude hacer la entrevista, Carlos Samigliana me propuso responder en lugar de Piazza. Fue un reportaje magnífico: ocultos en una diminuta oficina de la calle Alsina, frente a la manzana de las luces, describimos minuciosamente las fachadas 18ème siècle de la ciudad de Saint Etienne, el jardín de la espléndida casa donde vivía Piazza, el estadio donde jugaba. Recuerdo que ni siquiera había en el diario una enciclopedia que nos informara de la distancia que separa París de Saint Etienne y la estimamos —mal— en trescientos kilómetros.

Seguro que Piazza no respondió nunca de manera tan cartesiana y con un lenguaje tan sofisticado sobre el arte de defender el área. El jefe de la sección de deportes quedó encantado con el reportaje, pero me dio un sermón por no haberle traído fotos”.

Como en la palabra siempre predomina lo facticio, como diría el profesor Albert Chillón, autor de Literatura y Periodismo, una tradición de relaciones promiscuas, todavía se siguen separando los hechos de la ficción, porque el periodismo no se inventa, señor Vila-Matas.

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