Cultura Marcela Zamora

“El documental es un discurso del director, no es periodismo”

La cineasta Marcela Zamora será la homenajeada en la décimo primera edición del Festival Internacional de Cine de Costa Rica y, por tal motivo, se proyectará una retrospectiva de sus principales obras.

Marcela Zamora es una periodista y directora de cine que tiene claras las ideas. Esto se nota a lo largo de la entrevista, en la que va hilando una a una sus respuestas con suma precisión, mientras que detrás de cada una de ellas se percibe su visión social de las realidades que predominan en Centroamérica, sitio en el que decidió quedarse para contar sus muchas peripecias.

La migración, la mujer, los derechos humanos y la memoria histórica están en el centro de su hacer como cineasta.. 

Nació en la Nicaragua de 1980, que aún tenía fresca la revolución sandinista. Los primeros nueve años convivió con aquella manera de ver el mundo que, con el paso de los años, sufriría un deterioro tal que ya hoy nadie reconoce en lo que se convirtió el país, con los mismos actores que alguna vez denunciaron la dictadura somocista.

El Festival Internacional de Cine de Costa Rica, que se realizará del 24 al 31 de octubre en San José, le dedica la retrospectiva a esta periodista, directora de cine y madre orgullosa que, mediante sus documentales, ha denunciado la tortura, la muerte, las masacres, la condición del inmigrante y la desmemoria histórica, en largometrajes que han sido muy bien recibidos por el público. 

Hija de Rubén Zamora, reconocido político y analista salvadoreño, y de María Ester Chamorro, la cineasta se encuentra actualmente en México, debido a que, hace un mes y dos semanas, debió salir de El Salvador porque ya el país no le ofrecía las condiciones de seguridad que se requieren para llevar una vida normal, dado que a una de las protagonistas de su más reciente documental, El sentido de las cuerdas (2022), la detuvieron sin razón alguna. De igual manera, también sufrió un percance, por lo que optó por salir a tiempo porque reflexionó que “muerta o desaparecida” es de poco ayuda.

En el Festival de Cine dará una masterclass (clase magistral) el día 27 y, además de la citada película, se proyectarán El cuarto de los huesos (2015), Los ofendidos (2016) y María en Tierra de Nadie (2011) y varios de sus cortometrajes.

A raíz de su visita a Costa Rica y el homenaje que recibirá, Zamora habló con el Semanario UNIVERSIDAD. He aquí un extracto de la conversación.

La mujer siempre ha sido central en las propuestas documentales de Zamora. (Foto cortesía de la productora Kino Glaz)

¿Qué significa que le dediquen la retrospectiva en el Festival Internacional de Cine de Costa Rica?

—Primero que todo, muchas gracias a la Universidad de Costa Rica por esta entrevista. Me han realizado muchas veces esta pregunta y, mira, yo creo que cineastas con trayectorias como las mías hay muchas. He llegado a la conclusión de que ha sido por dos razones. Primero, porque yo decidí quedarme en Centroamérica, a pesar de que tenía oportunidad de hacer cine en otras partes del mundo, pero decidí que quería contar las historias que producía nuestra región.

La segunda razón, es por la situación por la que está pasando Centroamérica. Mi cine es un cine político, de denuncia, de reflexión, de derechos humanos y creo que la región está teniendo un retroceso, no solo por los estándares de la discusión, que cada vez se vuelve más banal, sino también por los temas que toco en mis documentales, que no dejan de tener vigencia, lo cual es horrible. Yo quisiera que mis documentales perdieran vigencia y que fueran parte del acervo cultural, pero no es así.

Mi opción fue Centroamérica y la que yo retrato en mi cinematografía, desde hace 17 o 18 años, es una Centroamérica que tiene un pasado muy sangriento, de violación de derechos humanos y que, actualmente, estamos retrocediendo a ese pasado que no deberíamos repetir. Creo que va por ahí mi designación, porque hay, al menos, cinco mujeres cineastas que merecen este reconocimiento.

Me hablaba de que, lamentablemente, mucha de su denuncia sigue manteniendo vigencia y que estamos retrocediendo. ¿Qué explicación le encuentra a lo que está viviendo la Centroamérica de hoy? 

—Pues, mira. Hay muchas explicaciones para este retroceso. Una de la más grandes es el fracaso que implementaron las políticas, tanto la derecha como la izquierda. Cuando ya no hay esperanzas, vienen los mesías y viene la militarización de nuevo. Debió de haber una renovación después de las guerras y las luchas. Se tuvo que haber planeado diferente la posguerra. Soy de una izquierda muy crítica, pero, tanto la izquierda como la derecha, se quedaron con las políticas de los noventas, cuando triunfaron o se instaló la democracia en la mayoría de los países. No lograron ver más allá y no pudieron ver a una población que estaba dañada, con necesidades. Siempre digo que se reconstruyeron los países a nivel de infraestructura, pero no se le dio un tratamiento a los seres humanos, al dolor y a las pérdidas. Un país no lo hacen unas casas, los edificios, lo hacen las personas que lo habitan, que le dan valor y, por desgracia, Costa Rica era uno de los países que uno siempre sacaba de la lista, pero creo que está pasando por un momento bien difícil, aunque no se puede comparar con las demás naciones, porque sus instituciones todavía son independientes y pueden hacer la lucha. Hay independencia de poderes y contrapesos, lo que no hay en El Salvador, Guatemala, Honduras ni Nicaragua, mientras que Panamá es un caso que se debe platicar aparte. No supimos hacer bien las transiciones y hubo muy poca recolección de la memoria histórica y su apropiación. Siempre pongo el ejemplo: después de Hitler, Alemania inundó el país con información de cómo lo hizo Hitler para que no se volviera a repetir. Nosotros quisimos hacer borrón y cuenta nueva y no se puede hacer, porque el cuerpo tiene memoria y tenemos que recordar siempre por qué llegamos a lo que llegamos.

¿Cuándo decide apostar por el cine de denuncia y de carácter social? ¿Ya lo tenía claro cuando se fue a estudiar a la escuela de cine de San Antonio de los Baños?

—Qué bonita tu pregunta. Pues, mira, es algo que también he pensado por mucho tiempo. Mucha gente me dice cómo te metiste de esa manera a los temas de los derechos humanos, porque uno va dejando pedazos de la vida y de su corazón.

Fijate que fue a los nueve años. Yo nací en una Nicaragua en la que acaba de triunfar la revolución. La diferencia de clases no existía. Los niños y las niñas valíamos igual. Yo le decía mamá a otras mujeres. Tengo cinco hermanos, pero podía decirle hermano a veinte niños. Crecí jugando en la calle. Crecí sin dinero, a mí nunca me dieron dinero para ir al colegio. Ni pensaba en qué ropa me iba a poner. Crecí jugando con la tierra, con los palos, sin juguetes, sin dulces, sin nada de eso. Crecí feliz y digna. Crecí con dignidad y, a los nueve años, me llevan para El Salvador. Mi padre era un político de izquierda muy conocido en Centroamérica, y te diría que en el mundo, y soy hija de una mamá impresionante, un tanque de pensamiento y de amor, del que tanto necesitamos ahora. 

Ellos decidieron llevarnos a El Salvador y ahí no logré entender el país ni la situación. Era un país en guerra y, de hecho, nos pusieron tres bombas en la casa. Dañaron la casa y afectaron personas y eso fue antes de la ofensiva final. En ese país, las niñas no valían igual que los niños. Las niñas jugaban por un lado y los niños por otro. No podíamos salir a jugar a la calle porque estábamos en guerra. Tampoco podía hablar de mi papá ni de mi mamá. Era muy difícil tener vida social, mi papá era muy conocido, pero había mucho silencio alrededor de él. Crecí usando faldas en los colegios, que para mí es el peor error que puede existir; o sea, los niños podían jugar libremente y las niñas no. Comencé a ver la violencia, reitero: en El Salvador nos pusieron tres bombas. 

Ahí entendí que no quería vivir en un país como ese. Ya en El Salvador me daban dinero para ir al colegio y usaba ropa de marca. Lo de las clases sociales era una situación que estaba muy marcada y me di cuenta de que no quería crecer en un país así, porque había sido feliz sin eso. Y comencé a perder la dignidad. Desde esa edad, entendí lo que quería hacer luego.

Claro, me tocó madurar durante muchos años para saber lo que quería decir. Yo estudié periodismo en Costa Rica, pero no encontraba esa herramienta con la que quería relatar las historias, hasta que estudié cine y encontré el micrófono, el megáfono, la cámara y mi herramienta para poder decir y hablar. No todas las películas son de denuncia, pero el cine sí es una herramienta para contar historias. Creo que fui madurando y viendo lo que quería narrar y, desde esa edad, tenía claro que, hiciera lo que hiciera, iba a estar volcado a género, derechos humanos, memoria histórica. Me encantaron siempre los estudios sociales, me gustaba leer mucho y todo eso fue armando los cimientos de la cineasta que soy ahora. Y agregale que ahora tengo una hija.

¿Qué edad tiene ella? 

—Tiene diez años. Y por supuesto que no quiero que mi hija crezca y se desarrolle en un ambiente así. Es una niña, no porque sea mi hija, muy madura y muy tranquila. Ya mi lucha es desde otro campo. Cuando fui madre eso me cambió. Un cambio fue a mis nueve años y, luego, cuando fui madre y tuve a María, se dio el otro gran cambio. Por eso, si me dijeran que hiciera el documental de María en tierra de nadie,  por supuesto, diría que no, porque a ese nivel de exposición no me enfrentaría, porque tengo a alguien que depende de mí y también quiero verla crecer. Entonces, cuando me convertí en madre, decidí narrar desde otro lugar.

Entonces, cada documental no solo representa mi forma de pensar y ver la situación, sino el momento en que el documentalista está. El documental es un discurso del director, no es periodismo; es una pieza de arte y tenemos que partir de ahí para entender el documental, para dejarnos tocar. Cuando uno ve un cuadro de Miró (Joan), hay gente que dice que son trazos de niños, y era un hombre de izquierda fuerte. Sus cuadros hablan hasta de tortura, de la guerra civil. Tienen unos significados muy duros. Lo digo porque hay que entender eso. Es arte lo que hacemos. 

Los ofendidos será uno de los documentales que el público podrá observar en la retrospectiva dedicada a la cineasta. (Foto cortesía de la productora Kino Glaz)

Volvamos a esa decisión de quedarse en Centroamérica. ¿Cómo la valora al día de hoy? 

—Bueno, pues estoy en México desde hace un mes y una semana porque tuve que salir de El Salvador. Desde aquí te estoy dando la entrevista. Ya venían amedrantamientos desde que Nayib Bukele llegó a la presidencia. Soy hija de una persona tan honorable como mi papá (Rubén Zamora), que lucha por los derechos humanos. Y, con el estreno de mi más reciente película, El sentido de las cuerdas, que va a ser la primera obra que van a proyectar en el Festival de Cine de Costa Rica, a los tres días del estreno capturaron a una protagonista. 

También fueron a la casa de las otras. Con movimientos de muchas organizaciones logramos sacar a la chica de la cárcel, a la que habían llevado sin ninguna prueba.

Luego tuve un percance en el que iba mi hija conmigo. Entonces, una organización muy importante me apoyó para salir de El Salvador y hacer mi vida aquí en México, pero siempre voy a trabajar para Centroamérica, porque de mí no se deshacen tan fácilmente. 

Ya estoy en un proyecto mesoamericano y voy a seguir. Lo único es que hay un momento en que muerta o desaparecida, ya uno no sirve de nada, y es sobre todo por mi hija, si yo estuviera sola no hubiera salido, pero ya con una hija es diferente.

Estoy en México, pero estoy trabajando para Centroamérica y espero algún día poder volver.

Hay mucho de Centroamérica por contar, muchos temas como en busca de autor

—No solo películas. Te cuento que he dejado la dirección de cine por un buen tiempo. Voy a hacer una serie de televisión sobre abuelas en Iberoamérica. Dejo la dirección de cine por unos años. Uno tiene que tener cierta madurez para hacer las películas y uno tiene que entender que nuestros países están en un momento de transformación y, ahorita, no creo que haya nadie que sepa qué va a pasar, por lo menos en mi país.

Todos los días se cambia una ley, se bota un instituto. No hay tiempo de reflexionar. Es como que a una casa bonita, con sus problemas claro, de repente le comencemos a quitar las ventanas, a cerrar las puertas y no logramos ver qué está pasando por dentro.

Creo que tenemos que entender hacia dónde van nuestros países y dónde se van a detener. En las cárceles de El Salvador hay 60.000 jóvenes encarcelados y hay tortura y tienen que pagar la comida. No pueden salir. Están muriendo. Ya encontraron fosas comunes. En Honduras quieren copiar el sistema Bukele. Siempre he dicho, sagrada Costa Rica que no tiene ejército, aunque sé que están pasando por un momento duro.

A parte de dirigir la serie que mencionó sobre las abuelas, ¿piensa escribir?, porque tiene la formación para hacerlo.

—Fijate que siempre he querido escribir sobre los torturados. Para mí fue un tema que al explorar y al meterme encontré muchas aristas. Si tuviera que editar mi documental, Los ofendidos, lo haría de otra manera. Nunca había experimentado la tortura cara a cara. Tuve al frente a un torturado y a un torturador y tuve que ir a los lugares en que se habían producido esas torturas.

Me daban, en ese tiempo del documental, unos dolores tremendos de cabeza. María Sol Yáñez —psicóloga y trabajadora en derechos humanos— me explicó que el cerebro está compuesto de surcos y que cuando se viven experiencias nuevas y fuertes, esos surcos duelen. Tenía la tortura como un conocimiento y ahora la tengo como una experiencia. Y las experiencias de vida marcan el cerebro, literalmente. Terminé mi documental con muchas dudas y una vasta información y creo que desde que terminé Los ofendidos no he dejado de pensar en cómo aprovechar ese material.

Y le digo, en primicia, que voy a abrir el primer banco de documentales por el cambio. Voy a abrir un banco en el que, por categorías, como sociedad civil, organizaciones, instancias de gobierno, asociaciones, etc., puedan encontrar los documentales que han hecho en Mesoamérica sobre temas como el género, la migración, la educación, el ejército, que ahora está muy en boga, y muchos asuntos más. Este banco va a ser una alternativa para documentalistas con trayectoria y sin trayectoria.

Va a ser un banco con una curaduría y que se pueda tener ese acervo cultural. Cada documental va a ir acompañado de una guía educativa que pueda llevar a una discusión. Esto es urgente, por lo que estamos viviendo los documentalistas en la región. Lo estoy levantando con un equipo de mujeres mexicanas y mesoamericanas.

¿A partir de cuándo estaría al aire? 

—Estoy llegando a México. Pretendemos que a finales del otro año. Hay que hacer mucho trabajo de investigación y de curaduría. No queremos que sea algo chambón, como le decimos nosotros. Esto requiere de mucho estudio y de especialistas. Queremos incluir a las regiones más profundas de cada país. No queremos quedarnos con los documentalistas capitalinos. En Guatemala hay un colectivo de mujeres indígenas que hacen unos documentales increíbles. En Costa Rica también. En México, en la sierra. En fin, queremos hacer investigación en los territorios profundos y darle una vida no tan efímera a los documentales. Cuesta cinco o seis años hacer un documental  y no es justo que en un mes se queden archivados. 

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