Cultura Álvaro Rojas, excoordinador:

El Colegio de Costa Rica debe fortalecerse  

El excoordinador del Colegio  advirtió de que sería lamentable que la única instancia del Ministerio de Cultura dedicada a la literatura se debilitara o desapareciera por falta de respaldo.

Como se aprecia en la entrevista, el mundo del libro es un sector que todavía requiere de mucha articulación en el ámbito nacional para que tenga un resurgir con mejores propuestas editoriales, mejores políticas y un mayor fomento de la lectura en tiempos en que los datos indican que cada vez hay menos disposición a ella.

El Colegio de Costa Rica, adscrito al Ministerio de Cultura, es de los pocos y últimos reductos en los que la cultura del libro es esencial.

Debido a que fue creado mediante decreto, su permanencia dentro del Ministerio de Cultura podría ponerse en duda según la perspectiva desde la que se analice su labor en pro de la literatura nacional.

“Para mí es muy importante la existencia de programas estatales de apoyo a la literatura y una política pública en esta materia, ojalá se pueda seguir avanzando en esa dirección”, Álvaro Rojas.

La idea de su fundación la impulsó en su estancia ministerial la escritora Carmen Naranjo, quien sabía sobre la relevancia que tiene la literatura para un país.

Hace tres años, cuando asumió su puesto como coordinador del Colegio de Costa Rica, Álvaro Rojas hacía esta reflexión sobre el espíritu que le había infundido Carmen Naranjo al Colegio de Costa Rica: “La seguridad de que la inversión en cultura es una función esencial del Estado, sumamente necesaria en los tiempos que corren”. De alguna manera, Carmen Naranjo dejó las bases para que el Colegio de Costa Rica siga funcionando hasta el día de hoy, algunas de sus ideas quedaron plasmadas en normas que están vigentes, que han contado con el apoyo de las autoridades que ha tenido el Ministerio de Cultura, y que permiten desarrollar importantes proyectos en el campo literario.

En la entrevista, Rojas destaca la relevancia del Colegio como articulador de las políticas estatales en torno a la literatura; no obstante, en la actualidad, el Colegio de Costa Rica carece de una plaza propia de quien la dirige y este vacío podría atentar contra su continuidad en caso de que no exista la voluntad política y administrativa.

El Colegio de Costa Rica fue una creación de la escritora Carmen Naranjo. (Foto: Katya Alvarado)

Luego de tres años, termina su ciclo en el Colegio de Costa Rica, ¿qué balance hace de la labor realizada?

—Muy positiva. Han sido tres años de mucho trabajo y aprendizaje, que me han dejado muchísimas satisfacciones a pesar de las adversidades que tuvimos que enfrentar como sociedad, con la pandemia y con sus efectos económicos. Conté con la confianza de las autoridades y con la colaboración de un equipo asesor extraordinario. Continuamos con el programa de becas para proyectos vinculados con la literatura, cumplimos con nuestras obligaciones de ley en relación con los Premios Nacionales, me parece que abrimos un espacio para el diálogo con las personas que desde un lugar o desde otro trabajan en literatura, promovimos la literatura costarricense por medio de conferencias y gracias a alianzas con las universidades, con la Biblioteca Nacional. También defendimos el presupuesto del Colegio de Costa Rica cuando fue necesario, entre otras cosas. Considero que la presencia del Colegio de Costa Rica se debe seguir fortaleciendo dentro del Ministerio de Cultura y Juventud y en su relación con la sociedad costarricense, esto sin perder de vista sus orígenes y adaptándolo a las necesidades actuales.

La cultura de la lectura y del libro deben incentivarse desde el Estado, considera Rojas. (Foto: Katya Alvarado)

El Colegio de Costa Rica fue creado mediante decreto en los años 70, ¿considera que esa es una debilidad que en algún momento puede atentar contra su permanencia?

—Es posible que se pueda mejorar su fundamento jurídico-administrativo. Sin embargo, si existe voluntad política para apoyar la literatura, desde el Ministerio de Cultura y Juventud, no me parece que el Colegio de Costa Rica corra ningún riesgo. Claro, que si no existe esa voluntad, un decreto no es una norma difícil de modificar. Sería muy lamentable que la única instancia del Ministerio de Cultura y Juventud dedicada a la literatura se debilitara o incluso desapareciera por falta de respaldo. Para mí es muy importante la existencia de programas estatales de apoyo a la literatura y una política pública en esta materia, ojalá se pueda seguir avanzando en esa dirección. Ahora, si bien es cierto que la creación del Colegio de Costa Rica y su programa de becas surgen de decretos, su participación en el proceso anual de entrega de los Premios Nacionales Aquileo J. Echeverría sí tiene fundamento en una ley, que es la 9211.    

Oficialmente, los apoyos, las becas, los conversatorios, la coordinación de lo relacionado con los premios de literatura, le competen al Colegio de Costa Rica. En ese sentido, ¿se ha vuelto un ente imprescindible dentro del engranaje del Ministerio de Cultura?

—Me gustaría pensar que sí. Al ser la única instancia institucional dedicada de forma plena a la promoción de las actividades vinculadas con la literatura, su existencia, su permanencia en el tiempo y su fortalecimiento son indispensables para el apoyo que, desde la administración pública, se le da a este arte y a la cadena de actividades sociales y económicas que se desarrollan en torno al libro y a lo literario.

El presupuesto del Colegio de Costa Rica es limitado, como casi todo en cultura, con el dinero disponible, unos 60 millones para programas, ¿qué se puede hacer realmente?

—Bueno, el presupuesto tiene fines muy precisos y que están dados por mandato normativo, como es el caso de los premios nacionales y de las becas de apoyo a las artes literarias. El 100% del presupuesto del Colegio de Costa Rica está destinado a cumplir con estas obligaciones. Ahora, a pesar de las limitaciones presupuestarias se pueden hacer cosas, por ejemplo, nosotros aprovechamos las alianzas interinstitucionales, con universidades y con la Biblioteca Nacional para realizar conferencias sobre literatura costarricense. Eso no implicó el uso de ningún porcentaje del presupuesto y no hubiera sido posible sin el apoyo de escritores, escritoras, académicos dispuestos siempre a colaborar y a poner su talento y sus conocimientos al servicio del público que un día sí y otro también se interesó en las actividades que organizamos. Ojalá se contara con más presupuesto para poder realizar proyectos más amplios y diversos, pero en esto se aprende a ser creativo y a aprovechar al máximo lo ya existente.

 Costa Rica, pese a que hace seis meses aprobó una ley sobre la lectura y el libro, sigue careciendo de una política nacional en este campo: ¿por qué cree que no se ha podido articular una visión y un camino que respalde a los escritores, editores y promotores de lectura?

 —Esa ley que usted menciona se encuentra en proceso de reglamentación y desde mi punto de vista tiene tres componentes de mucha importancia, la creación del Consejo Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas; el mandato de elaborar una política pública para el fomento de la lectura, del trabajo editorial y del de las bibliotecas; y la creación de un fondo para respaldar económicamente estos fines.

La “Ley del Libro” y su reglamento son normas que bien aprovechadas pueden servir para mejorar el trabajo sistematizado y planificado en relación con la lectura, la creación literaria, las bibliotecas y las labores editoriales. La creación de una política nacional va más allá de las competencias del Colegio de Costa Rica; sin embargo, a título personal me parece, gracias al estudio del sector y al trabajo que realizamos durante más de un año en la coordinación de la Mesa Ejecutiva del Sector Editorial y del Libro, que ha hecho falta una definición más precisa y sistematizada de cuál es el lugar y las funciones del Estado en la promoción de la lectura, la literatura y la comercialización de los libros.

Esto ayudaría a diferenciar lo que son fines públicos y lo que son intereses privados, tanto de pequeñas como de grandes empresas. Es decir, considero que se debe definir con mayor claridad qué le corresponde en este campo al Estado en los tiempos que corren y cuáles son dinámicas propias de la participación privada en el mercado. Esto requiere una coordinación interinstitucional que involucra al Ministerio de Educación Pública, al Ministerio de Cultura y Juventud, al Sistema Nacional de Bibliotecas, a las universidades y a las seis editoriales públicas, y una comunicación fluida con el sector editorial privado. Esta es una materia de muchísima importancia social y cultural a la que se le debe prestar mucha atención. La lectura y todo lo que ella implica para el desarrollo intelectual de una sociedad forma parte de los cimientos de la vida democrática.

Con base en su experiencia en el Colegio de Costa Rica, ¿qué elementos deben subsanarse para que el libro nacional y lo que gira a su alrededor no sigan siendo la cenicienta de la cultura costarricense?

—Me parece que desde el Estado se debe continuar trabajando en una política pública que integre el sistema institucional ya existente dedicado a la promoción de la literatura, la lectura y a las labores editoriales públicas, así como definir con mayor claridad su relación con el sector editorial privado, sus límites y posibilidades. Ello implica respaldo financiero, apoyo político, diálogo, visión estratégica y creo que detrás de todo está la conciencia de la importancia de la literatura para formar personas más inteligentes, más creativas, más imaginativas, más felices y más críticas con las prácticas sociales autoritarias, injustas y limitantes.

Como escritor y excoordinador del Colegio de Costa Rica, ¿qué rumbo le ve a la cultura nacional?

—Con esa palabra se debe tener cuidado porque es polisémica. Considero que en Costa Rica hay gente muy talentosa y muy bien formada trabajando en distintas áreas del espectro cultural, eso está ahí y pienso que no se debe ceder en los esfuerzos de generar mejores condiciones para su apoyo y para la exposición de todo ese trabajo creativo ante un público que también existe y que sabe responder cuando se le ofrecen productos de calidad.

Desde luego que además hay amenazas, como los serios problemas de comprensión de lectura en niños y jóvenes, tal y como han revelado los estudios especializados, amenazas como la banalización de la vida cotidiana, la desigualdad social que se abre entre algunas zonas del Valle Central y las provincias costeras, el rechazo y el menosprecio hacia las actividades culturales y hacia las actividades intelectuales por parte de algunos sectores de nuestra clase política, la excesiva mercantilización de los bienes culturales, los cuestionamientos a la inversión pública en cultura. Son tensiones que no solo se presentan en nuestro país, son tensiones que no son nuevas y, principalmente, creo que contamos con recursos institucionales y con muchas personas capaces para enfrentarlas. De la resolución de esas tensiones en el presente, depende el rumbo que seguiremos.

El Colegio de Costa Rica es un asdcrito del Ministerio de Cultura. (Foto: Katya Alvarado)

Los medios de comunicación tradicionales —radio, televisión, prensa escrita— cada vez le dan menos espacio a la cultura, ¿le preocupa este mensaje que se arrastra desde hace al menos un lustro?

—Desde muy joven yo abría el periódico y buscaba las páginas de opinión y las páginas culturales, leer a buenos articulistas siempre fue un gran estímulo para mi curiosidad intelectual y hoy lo sigo haciendo. Desde que recuerdo, en televisión esos espacios me han sido más difíciles de encontrar.  La vida democrática se enriquece con debates intelectuales de calidad, con entrevistas a personalidades del arte, la cultura, la academia y la ciencia, a los cuales tenemos acceso por la radio, por la televisión o por medio de la prensa escrita, con artículos o programas de crítica y de divulgación en todas estas materias.

Limitar o eliminar los espacios que los medios tradicionales le dedican a estas actividades es muy injusto con los jóvenes a quienes les impiden acceder a ellos y a quienes les envían el mensaje, lamentablemente, tan repetido, de que todo eso no es importante.

En mi opinión, los medios, además de informar, deben fomentar el debate público sobre la gran diversidad de temas que surgen del mundo social y tener siempre abiertos espacios agradables para la cultura y para el arte, costarricenses e internacionales, con periodistas cultos encargados de ellos y en el caso de la prensa escrita, con periodistas que tengan la disposición para recibir colaboraciones de muchachos que empiezan a escribir sus artículos. Medios de prensa inteligentes son indispensables para una mejor calidad de vida social.

Con la experiencia acumulada en los pasados tres años, ¿cómo articularía un resurgimiento del libro costarricense?

—No sé si la palabra correcta sea resurgir, porque eso implica un tiempo pasado mejor y entramos entonces en otra discusión. Sin embargo, pienso que fortalecer lo referente al mundo del libro en Costa Rica requiere un trabajo sostenido, sistematizado y muy bien respaldado política y económicamente. Ese trabajo involucra a muchas personas. Involucra a las editoriales públicas, a las editoriales privadas, el liderazgo político de la institucionalidad pública, el estudio y la promoción de la tradición de la literatura costarricense, la formación de buenos lectores en todo el territorio nacional, el talento de los escritores y el apoyo de los escritores consagrados a los jóvenes, una crítica inteligente y accesible, profesionalización, tomarse en serio el trabajo literario, espacios para la distribución y la comercialización de los libros, apoyo estatal al libro con políticas bien definidas que consideren su doble dimensión: su dimensión de bien cultural y su dimensión de bien comercial. Pensar más allá del egoísmo y la mezquindad, pensar en colaborar y no en destruir.

Decía Arturo Pérez Reverte que en los últimos años iba a las manifestaciones en pro de diversas causas a sabiendas de que iba a perder: ¿Hay que seguir apostando por la literatura a pesar de que la desventaja en el sistema educativo es cada vez mayor?

—Yo casi nunca voy a manifestaciones, pero cuando he apostado por la literatura siempre he ganado.

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