Cultura

Alarma por casa histórica cerca del Museo Nacional  

El inmueble que perteneció a la familia Lindo y que fue una destacada mansión en San José, está siendo desmantelada, al tiempo que pierde todo su valor, sin que haya forma de salvarla si los actuales dueños deciden botarla, porque no está protegida por una declaratoria patrimonial

Las alarmas de los amantes de casas antiguas e históricas de Costa Rica se encendieron nuevamente ante el desmantelamiento que está sufriendo la Casa de los Lindo, una edificación que fue la embajada de El Salvador en los años 60 y 70, y que en su momento perteneció a una familia de gran arraigo empresarial en el país.

La Mansión de los Lindo, como se le conoce, perteneció a Stanley Lindo, un empresario de origen jamaiquino que junto con su familia vino a invertir en el Atlántico de Costa Rica, y por su antigüedad y estructura, muchos consideraban que en un futuro podría ser declarada patrimonio histórico y arquitectónico de Costa Rica.

Así se apreciaba la mansión en 1988, la cual durante muchos años sirvió como sede de la embajada de El Salvador en Costa Rica. (Foto cortesía Max Espinoza).

La desaparición del techo y otras estructuras de la vivienda llevan a pensar que en pocos días no quedará rastro de la edificación; y si fuese el caso de que impulsan una remodelación, lo que quedaría de ella cambiaría por completo el espíritu y el valor, con lo cual se perderían los elementos que podrían permitir declararla patrimonio arquitectónico e histórico.

Las preocupaciones y alarmas se encendieron de nuevo, toda a vez que las casas de Cuesta Núñez, en un radio cerca del sector donde se encuentra la Mansión de los Lindo, fueron destruidas recientemente, sin que el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio (CICP) pudiera hacer nada, ante las deficiencias que arrastra la ley 7555 de octubre de 1995, y que se topa con serios obstáculos cuando los dueños impiden el ingreso de los investigadores y los especialistas para verificar elementos que conformarían el informe necesario para que un inmueble sea declarado patrimonio.

Esa casa, que hoy va camino a la desaparición, fue por años la rectoría de la Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA), y últimamente había sido por años la sede de la Universidad de Santo Tomás, así como la ya citada embajada de El Salvador en los años 60  y 70.

El inmueble tiene más de un siglo de haber sido construido y tenía una gran belleza, como lo muestran fotografías de distintas épocas. De las edificaciones cercanas al Museo Nacional, antiguo Cuartel Bella Vista, pocas de los primeros años del siglo pasado se conservan, dado que han tenido que dar paso a nuevas construcciones.

La familia Lindo, fotografiada aquí en 1912, fue desde el punto de vista empresarial muy influyente en Costa Rica. (Foto cortesía Max Espinoza).

Incluso una casa que en su momento perteneció a Minor Keith, constructor del ferrocarril al Atlántico, fue demolida cuando levantaron la Plaza de la Democracia.

Stanley Lindo murió en 1958, por lo que la residencia quedó en manos de Cayita Medal de Lindo y luego pasó a otros dueños.

En una oportunidad que hoy no está fechada ni la fuente acreditada, porque en el recorte del periódico del que procede la información no tuvieron el cuidado de conservar esos detalles, la casa estuvo a punto de quemarse, y fue la acción inmediata de los bomberos de San José la que la salvó de las llamas.

Las llamas del tiempo acabarían haciendo su faena, como temen los que en días pasados informaron del rumbo que ha tomado la Casa de los Lindo, que impresionaba por su estructura a los transeúntes capitalinos.

La única casa que hoy quedaría en pie de la familia Lindo en Costa Rica es lo que luego pasó a conocerse como el bar Key Largo, declarada patrimonio histórico y arquitectónico y que perteneciera a Cecil Lindo, uno de los hermanos de Stanley. Key Largo se ubica en el costado sur del parque Morazán en San José.

La intervención en la antigua casa de Stanley Lindo hace temer lo peor. (Foto Carlos Alcázar).

Conjunto arquitectónico que se perdió

Max Espinoza, miembro de Amantes de Casas Antiguas de Costa Rica y quien junto con un grupo trabaja en la elaboración de una nueva ley para la conservación del patrimonio histórico y arquitectónico de Costa Rica, expresó su preocupación por la Casa de los Lindo, que para el país tiene un gran valor; no obstante, si en los próximos días no amanece destruida totalmente, lo que quedará de ella perderá todo valor.

“La importancia de esta antigua mansión, hoy demolida, radicaba primero en su mismo propietario, además de que se encontraba ubicada dentro de un conjunto arquitectónico muy importante en los alrededores del hoy Museo Nacional, antes Cuartel Bellavista y, anteriormente, la gran finca y casa del político, abogado y reformador de la educación don Mauro Fernández”, manifestó Espinoza.

La oportunidad que tuvo la capital de contar con un caso histórico de gran significancia alrededor del hoy Museo Nacional se desaprovechó, considera, por esa tendencia de no valorar lo suficiente cómo se fue construyendo San José, centro histórico y político del país.

“Al costado oeste del Museo se encontraba la casa del empresario Minor Keith (destruida para construir el Parque de la Democracia), quien inició la importante construcción del tren al Atlántico y que tuvo mucho que ver con la llegada de los Lindo al país”, destacó.

Si hubiera existido un plan para conformar un espacio histórico en los alrededores del Cuartel Bellavista, el sector este de San José hoy contaría con riquezas históricas de gran valor, por los personajes y por lo que por sí mismas representaban las edificaciones.

“Al norte aún existe el Castillo Azul, originalmente casa del famoso político Máximo Fernández, casa presidencial y sede de la Embajada de los Estados Unidos. En el terreno del mismo cuartel, también al norte, aún existen las denominadas Casas de los Comandantes, asignadas a los militares antes de la abolición del ejército en Costa Rica, y que hoy están acondicionadas con menaje de la época”.

La zona donde se construyó la casa de Stanley Lindo reunía a empresarios relevantes de Costa Rica, y si hubiera existido una visión del municipio y del país por darle al conjunto un manejo como tal, varias de las edificaciones que silenciosamente fueron desapareciendo, habrían engalanado este sector de la capital.

“Al sur de la casa Lindo y del Museo, cruzando la avenida, se encuentra la bella casa de madera de dos plantas de Don Santiago Crespo, antiguo dueño de la famosa Tienda La Gloria”.

La recuperación de ese espacio ya no es posible, y solo queda la reflexión y la memoria para evitar que lo que aún no ha sido destruido, se conserve, aunque se hayan escapado ocasiones de oro para darle al San José de hoy un nuevo aire, que conecte más con su historia y la idiosincrasia de quienes contribuyeron a levantarla y ampliarla.

“Como podemos ver, este era un espacio histórico importante que se prestaba para desarrollar actividades culturales relacionadas con el tema patrimonial y muy afín al mismo Museo.  Solo por lo distinguido de sus propietarios, el concepto de los diversos estilos arquitectónicos que ahí se concentraban, y por tener todas más de un siglo de haber sido construidas, ameritaba que se creara una zona protegida en esos alrededores”.

Dado lo que ha sucedido con la casa de Stanley Lindo, y sobre todo las destrucciones que han ocurrido con el transcurso de los años, Espinoza es del criterio de que se debe hacer un trabajo de reflexión para evitar que el rumbo marque más pérdidas que conservaciones.

“El análisis arquitectónico de cada una de las edificaciones que aún se conservan, da para un análisis importante sobre cómo se realizó el crecimiento urbano de San José a inicios del siglo pasado, desde edificaciones de adobe, hasta arquitecturas victoriana y neoclásica”, dijo.

Sobre la casa de los Lindo, el profesor y especialista de la cultura popular Guillermo Barzuna lamentaba en su red social de Facebook que San José continuara con la idea que se instauró a partir de los años cincuenta, tiempo en que la capital se fue transformando en un gran parqueo.

Barzuna publicó el año pasado el libro Levantar la mirada, segundas plantas en San José junto con Flora Ovares, con el fin de rescatar partes y segmentos de edificaciones que en su momento albergaban una gran belleza, pero que paulatinamente fueron destruidas, sin que mediara ninguna reacción de la sociedad costarricense, como sí sucede en

naciones con un gran arraigo de conservación como son Italia, Bélgica, Francia y la propia España.

“Sabemos que donde existe un estacionamiento en San José, hubo antes un edificio patrimonial. Uno a uno, edificios emblemáticos fueron derribados, hasta llegar a la demolición de la Biblioteca Nacional. Era la instauración de ‘La civilización del parqueo’”, expresaban en su libro Barzuna y Ovares, como una forma de retratar la frustración ante el anhelo de construir y no conservar nada, política que ha prevalecido desde mitad del siglo pasado.

Una familia significativa

La familia de Stanley Lindo, proveniente de Jamaica, pero con raíces inglesas, realizó una serie de inversiones en Costa Rica y en su oportunidad fue muy influyente, de ahí que sus edificaciones fueran en su época de un gran valor económico, y con el paso del tiempo adquirieron un valor histórico, sin dejar de lado el arquitectónico.

Los hermanos Lindo eran tres: José Manuel Percy, conocido como Rupert, Cecil Vernor y Stanley, eran de origen sefardita y al llegar a Costa Rica procedentes de Jamaica eran conversos.

Se instalaron en Siquirres, donde invirtieron en agricultura y se dedicaron a la fabricación de hielo.

En el año de 1908 crearon una gran finca que denominaron Florida, y posteriormente el distrito donde se ubicaba sería llamado de igual forma.

La empresa de los Lindo fue registrada en el país con el nombre de Florida Ice & Farm Co S.A, conocida en la actualidad como FIFCO, grupo que permanece vigente en la actualidad y que conserva un gran porcentaje (un 75 por ciento) de la Cervecería Costa Rica.

Staylen, refiere Espinoza, “era masón y fue líder y protector de la masonería en Costa Rica. Tenía un benemérito de la Asamblea Legislativa como Ciudadano de Honor”.

Ya en 1912 la familia Lindo incursionó en la actividad cervecera al comprar la Cervecería Traube, pionera en dicha producción en San José, en aquellos primeros años del siglo XX.

La casa estuvo a punto de quemarse, como lo detalla esta nota periodística, sin fecha ni fuente acreditable. (Foto cortesía Max Espinoza).

Un país sin ley patrimonial

 Aunque de manera formal Costa Rica cuente con la ley 7555 de octubre de 1995 y su respectivo reglamento, lo que demuestran los hechos es que el tiempo le está ganando la batalla a la conservación del patrimonio histórico y arquitectónico.

La imposibilidad que tuvo el Centro de Patrimonio para impedir desde el punto de vista legal que las Casas de Cuesta Nuñez fueran destruidas, refleja los alcances verdaderos de la ley, que posteriormente quiso ser enmendada por un grupo de parlamentarios, quienes fracasaron en el intento en 2014.

En el reportaje publicado por UNIVERSIDAD en octubre de 2021 El patrimonio agoniza y clama por una nueva ley,  a raíz de la desaparición de las Casas de Cuesta Nuñez, en los alrededores de la Asamblea Legislativa, la actual presidenta del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), sección Costa Rica, Marcela Arguedas, retrataba con precisión lo que hoy sucede.

“Los hechos hablan por sí solos. La ley 7555 de Patrimonio Histórico Arquitectónico de Costa Rica y su reglamento deben ser modificados integralmente. Una detenida lectura de la ley muestra que requiere un mayor desarrollo de algunos de sus capítulos. El enfoque que tiene la ley debe ser replanteado con base en un equilibrio entre la significación patrimonial y la naturaleza del bien. Si bien contamos con una descripción patrimonial en la ley, el enfoque de cómo se mantiene no existe”.

De igual manera, las explicaciones que dio el Centro de Patrimonio también reflejaban cómo ante la negativa de un dueño al impedir una valoración del inmueble resultaba imposible proseguir con el proceso.

“Luego de varios intentos, los técnicos del Centro de Patrimonio (un historiador y una arquitecta) encargados de su estudio, solo pudieron ingresar a algunos locales gracias a la colaboración de los inquilinos, pero sin la autorización de los dueños. No se pudo ingresar a las restantes edificaciones. Se solicitó infructuosamente y en varias ocasiones la autorización de los propietarios para ingresar a los inmuebles y verificar el estado de todo su interior, pues la ley 7555 requiere de un informe completo y detallado en el que se analizan una serie de valores para que se pueda presentar ante la Comisión Nacional de Patrimonio, órgano interinstitucional que decide si se continúa con el proceso de declaratoria o se desestima”.

El CICPC incluso consultó en febrero de 2021 a la Procuraduría General de la República si existía alguna manera para que se obligase a los propietarios a permitir las inspecciones cuando se trataba de declarar un inmueble de carácter patrimonial, y la respuesta del ente estatal no dejó lugar a dudas.

Concretamente, en cuanto a la consulta planteada, en el sentido de que el propietario de un inmueble no permita el ingreso de los funcionarios del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, para proceder con la elaboración del estudio, reitera lo ya expuesto y establecido en el artículo 45 de la Constitución Política, al considerar que: “la propiedad privada es inviolable, teniendo como punto de partida que, si sobre la propiedad que se pretende realizar la inspección (para efectuar el Estudio Técnico), no ha recaído el régimen de protección (temporal o definitivo) de la ley No. 7555, es legalmente imposible coaccionar a los particulares para que permitan el ingreso de terceros a su propiedad”.

La Ley 7555, que antes de ser aprobada por el Congreso de entonces perdió peso en el camino, se presenta hoy como uno de los mayores obstáculos para la conservación, dado que muchos propietarios, al toparse, por ejemplo, sin ningún incentivo para mantener sus inmuebles, optan por darles un uso distinto, con lo cual están en su legítimo derecho.

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