Los Libros

Un libro de verdad

El infinito en un junco

Irene Vallejo

Ensayo

Siruela

2020

La fama que lo precede lo agotó rápidamente en librerías. Sus lectores se reproducen como mágicas esporas por todo el planeta. Este libro, siendo un best seller, es una de las más gratas sorpresas que ha dado la indiustria editorial en los últimos años. Sin duda pasará a convertirse en un clásico contemporáneo y un huésped indispensable en las bibiotecas.

Premio nacional de ensayo 2020 en España, y una decena de premios más, el aplauso de la crítica, el agradecimiento de los lectores y un lugar en los anales de la literatura universal, coronan El infinito en un junco, un libro de verdad.

La escritora e investigadora española Irene Vallejo vertió su pasión contagiosa en este canto de amor a la lectura. Doctora en Filología Clásica, aborda este erudito documento con un estilo cuidado de buena narradora y aleja los hartazgos del discurso académico.

A diferencia de Umberto Eco en El nombre de la rosa o Borges en La biblioteca de Babel, el mundo de los libros que nos propone Irene Vallejo es un vasto universo que se abre a la aventura.

Lo primero es proponernos un recorrido histórico hacia los orígenes: “El primer libro de la historia nació cuando las palabras, apenas aire escrito, encontraron cobijo en la médula de una planta acuática. Y, frente a sus antepasados inertes y rígidos, el libro fue desde el principio un objeto flexible, ligero, preparado para el viaje y la aventura.”

Pero, al mismo tiempo, nos lleva por reflexiones donde no está ausente lo pedagógico, pero sí lo pedante: “¿cómo mantener diferenciado el esqueleto de los datos bajo el músculo y la sangre de la imaginación?”.

Para cualquier lector, avezado o no, de cualquier edad y de los más diversos intereses, este libro le llama a la complicidad.

“Leer es un ritual que implica gestos, posturas, objetos, espacios, materiales, movimientos, modulaciones de luz. Para imaginar cómo leían nuestros antepasados necesitamos conocer, en cada época, esa red de circunstancias que rodean el íntimo ceremonial de entrar en un libro.”

Pero para quienes encuentran en los libros algo más, esa posibilidad maravillosa del conocimiento, un objeto al cual asirse cuando sentimos que nos devora la tormenta de los tiempos, El infinito en un junco es una noble compañía con cuya lealtad siempre se podrá contar.

“El libro ha superado la prueba del tiempo, ha demostrado ser un corredor de fondo. Cada vez que hemos despertado del sueño de nuestras revoluciones o de la pesadilla de nuestras catástrofes humanas, el libro seguía ahí. Como dice Umberto Eco, pertenece a la misma categoría que la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. Una vez inventados, no se puede hacer nada mejor.

Por supuesto, la tecnología es deslumbrante y tiene fuerza suficiente como para destronar a las antiguas monarquías. Sin embargo, todos añoramos cosas que hemos perdido —fotos, archivos, viejos trabajos, recuerdos— por la velocidad con la que envejecen y quedan obsoletos sus productos. Primero fueron las canciones de nuestras casetes, después las películas grabadas en VHS. Dedicamos esfuerzos frustrantes a coleccionar lo que la tecnología se empeña en hacer que pase de moda. Cuando apareció el DVD, nos decían que por fin habíamos resuelto para siempre nuestros problemas de archivo, pero vuelven a la carga tentándonos con nuevos discos de formato más pequeño, que invariablemente requieren comprar nuevos aparatos. Lo curioso es que aún podemos leer un manuscrito pacientemente copiado hace más de diez siglos, pero ya no podemos ver una cinta de video o un disquete de hace apenas algunos años, a menos que conservemos todos nuestros sucesivos ordenadores y aparatos reproductores, como un museo de la caducidad, en los trasteros de nuestras casas.

No olvidemos que el libro ha sido nuestro aliado, desde hace muchos siglos, en una guerra que no registran los manuales de historia. La lucha por preservar nuestras creaciones valiosas: las palabras, que son apenas un soplo de aire; las ficciones que inventamos para dar sentido al caos y sobrevivir en él; los conocimientos verdaderos, falsos y siempre provisionales que vamos arañando en la roca dura de nuestra ignorancia.”

Un lectura gratificante, indispensable, como el faro de Alejandría.

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