Mundo Protestas universitarias

Alguien tiene que detener el genocidio

Luego de casi siete meses de la acción genocida del ejército de Israel en la Franja de Gaza, la cual no ha podido ser detenida ni por el derecho internacional, ni por el llamado diplomático a la razón, ni por las resoluciones de Naciones Unidas, ni por el clamor de miles de mujeres y niños que mueren sin siquiera poder escapar de las bombas, las protestas universitarias en EE.UU. parecen decididas a provocar un cambio en su gobierno, principal aliado y soporte de Tel Aviv.

Quien salva una vida, salva el mundo entero, reza el Talmud, el texto sagrado del pueblo judío.

En las décadas de 1930 y 1940, el mundo occidental vio impávido cómo un despiadado líder y su séquito de criminales perseguían, acorralaban, encerraban y asesinaban a miles y miles de judíos. Algunas de las potencias occidentales a regañadientes les dieron albergue a los perseguidos, otras cómplices se los negaron sabiendo que los destinaban a una horrenda muerte. Pero, cuando la barbarie fue ya insoslayable, bajaron la cabeza pesada de vergüenza.

Mujeres y niños, las principales víctimas de los bombardeos continuos de Israel durante siete meses, como estas sobrevivientes en Nuseirat en el centro de la Franja de Gaza este lunes 29 de abril.

Hoy vuelve otra vez un líder nacionalista nefasto a declarar enemigo a todo un pueblo y a dictar su exterminio ante los ojos de la opinión pública mundial. Solo que esta vez las potencias occidentales van más allá de hacerse de la vista gorda y acuerdan con urgencia darle armas al criminal para que perpetre su brutal objetivo.

“Queremos liberarnos del proyecto que comete genocidio en nuestro nombre”, Naomi Klein.

Pero, tras casi siete meses de brutalidad, ya nadie puede negar los hechos, ni los tecnicismos jurídicos, ni la ética elástica de los grandes medios de comunicación, ni el cínico alegado del derecho de defensa, ni el torrente de millones con que pretenden ocultar su vergonzoso respaldo a la atrocidad.

Según el New York Times, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, podría estar entre los acusados en una investigación de la Corte Penal Internacional (CPI) contra Israel sobre la guerra en Gaza.

Esto supondría una orden de captura contra él y algunos soldados y funcionarios del ejército, a lo cual la Casa Blanca respondió: “Hemos sido muy claros sobre la investigación de la CPI, que no la apoyamos, no creemos que tengan jurisdicción”.

El genocidio en la Franja de Gaza tiene que parar y sus perpetradores ser llevados ante la justicia, es un clamor que crece en todo el mundo en las últimas semanas.

Los campamentos por el cese al genocidio en Gaza han proliferado de costa a costa en EE.UU. y todos han sido reprimidos por la fuerza, generando una tensión preocupante.

Mal precedente

Las protestas iniciaron desde que el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, anunció su implacable venganza tras el ataque del grupo islámico de Hamás el 7 de octubre de 2023, donde secuestraron a cerca de 200 rehenes y en el que murieron cerca de 1.170 personas, la mayoría civiles.

La furia del ejército sionista se expresó sin ambages y despertó la alerta de quienes veían en esa reacción la antesala de crímenes de lesa humanidad.

Todo el aparataje de respaldo a Israel en políticos, gobiernos, empresas, medios de comunicación, etcétera, acudió al argumento del derecho a defensa y eso liberó a las manos vengativas.

Un día después del ataque de Hamás a Israel, una alianza de más de 30 grupos estudiantiles de la Universidad de Harvard publica una carta abierta que sostiene que “el régimen de Israel es responsable en su totalidad de toda la violencia que se está desarrollando”. Rápidamente, inició un proceso para silenciar esas voces.

Los campamentos por el cese al genocidio en Gaza han proliferado de costa a costa en EE.UU. y todos han sido reprimidos por la fuerza, generando una tensión preocupante.

También, en otras universidades hubo manifestaciones de preocupación, cuyo saldo fue la renuncia de dos rectoras: Claudine Gay, rectora de Harvard, y Liz Magill, de la Universidad de Pennsylvania.

El 5 de diciembre, un mes y medio después de iniciados los bombardeos de Israel en Gaza, Gay, junto con las rectoras del Instituto Tecnológico de Massachusetts y de la Universidad de Pensilvania, testifica en una audiencia del Congreso a la que convocaron los republicanos de la Cámara de Representantes para tratar el tema de los sesgos contra los estudiantes judíos. Durante la audiencia, la congresista republicana por Nueva York, Elise Stefanik, pregunta: “¿Hacer llamados al genocidio de los judíos transgrede las normas de acoso y hostigamiento de la Universidad de Harvard? ¿Sí o no?”.

A lo que Gay respondió: “Puede ser, dependiendo del contexto”. Y añadió: “La retórica antisemita, cuando se cruza con la conducta que equivale a acoso, hostigamiento e intimidación es una conducta procesable y nosotros tomamos las medidas necesarias”.

Pero la respuesta no satisfizo, más de 70 legisladores estadounidenses firmaron una carta exigiendo que las juntas directivas de las tres universidades destituyeran a las rectoras. Magill renunció después de recibir reacciones violentas por sus comentarios y poco después y tras una intensa e intrincada campaña de hostigamiento, finalmente Gay presenta su renuncia.

“Cuando se recuerde mi breve presidencia, espero que se vea como un momento de despertar a la importancia de esforzarnos por encontrar nuestra humanidad común, y de no permitir que el rencor y el vituperio socaven el proceso vital de la educación”, dijo Gay, quien había asumido el cargo apenas en julio 2023.

Los organizadores de las protestas niegan las acusaciones de antisemitismo y defienden en cambio que sus acciones apuntan al Gobierno de Israel y su manejo del conflicto en Gaza.

La lucha continúa

En los meses siguientes, las masacres en Gaza avanzan dejando una estela de destrucción y cadáveres, que según las autoridades alcanza ya más de 34.000 muertos, la mayoría mujeres y niños.

Más de 7.000 manifestaciones en todo el mundo han mostrado el rechazo a las acciones criminales del ejército israelí, incluso el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas exigió en abril un cese el fuego inmediato, en una resolución que ni EE.UU., protector histórico de Israel se ha atrevió a vetar, pero eso no inmutó al primer ministro Netanyahu y sus seguidores, quienes no redujeron sus acciones ni siquiera durante las actividades del mes sagrado musulmán del Ramadán.

El indignante irrespeto al derecho internacional y el anuncio del inminente ataque a Rafah, la ciudad al sur de la Franja de Gaza, donde se hacinan más de un millón y medio de refugiados que han huido de los territorios bombardeados, hicieron evidente que la causa israelí es intolerable.

El Gobierno de EE.UU. se muestra ante el mundo con una postura ambigua al no vetar la resolución del Consejo de Seguridad o al señalar que Israel no está siguiendo el camino adecuado o advirtiendo que no se debe bombardear Rafah, pero, al mismo tiempo, aprobó una ayuda militar de $14.000 millones a Israel.

Para la administración Biden esta ambigüedad le puede costar la reelección en noviembre, pues el voto demócrata empieza a mostrarse dividido.

Las intenciones de voto ya señalan una diferencia difícil de salvar frente a Trump, pese a que son precisamente los republicanos quienes más abiertamente expresan su apoyo a Israel.

El presidente Biden podría ver alejarse definitivamente sus aspiraciones de reelección si no logra una salida honrosa en el conflicto entre Hamás e Israel.

Protestas universitarias

El aprobar el paquete de ayuda militar a Israel colmó de indignación a estudiantes universitarios en EE.UU. hace dos semanas, quienes optaron por hacerse notar mediante el acampado dentro de los campus, donde pronto se deben realizar las ceremonias anuales de graduación.

Los campamentos proliferaron por otras universidades de costa a costa, donde han sido desmantelados por la policía.

Unas 275 personas fueron detenidas en cuatro universidades diferentes del país este fin de semana a raíz de las protestas, que la Casa Blanca pidió se mantuvieran pacíficas.

Pero el tono empieza a subir ante las medidas cada vez más duras de la policía y la postura rígida del Gobierno.

La universidad de Columbia, en Nueva York, se ha convertido en el epicentro del movimiento que ha irradiado a todo el país e incluso al otro lado del Atlántico.

La policía francesa irrumpió el lunes 29 en la histórica universidad de la Sorbona en París para desalojar a activistas propalestinos que querían acampar en su interior, constató una periodista de AFP.

Medio centenar de manifestantes fue conducido fuera del recinto, en el Barrio Latino de París, y alejados en grupo por las fuerzas de seguridad.

La semana pasada, estudiantes ocuparan durante una noche la universidad de élite Sciences Po Paris reclamando una “condena clara de las acciones de Israel” en Gaza.

En Columbia, algunas clases presenciales fueron suspendidas y se cancelaron las ceremonias de graduación en varias universidades, al tiempo que las protestas se extienden por todo el país, desde Yale en Connecticut hasta la Universidad de Nuevo México.

La universidad intenta negociar desde la semana pasada con los manifestantes para que deshagan el campamento. “Lamentablemente no hemos podido llegar a un entendimiento”, dijo la rectora Nemat Shafik.

Columbia ha anunciado este lunes que no va a desinvertir, es decir, a retirar sus inversiones de empresas ligadas a Israel, la principal demanda de los manifestantes junto con la readmisión de los estudiantes expulsados y, obviamente, el alto el fuego en Gaza.

Esta institución tiene unos $13.600 millones en empresas vinculadas a capital israelí, más del doble que el presupuesto anual de la modesta universidad pública Cuny de Nueva York, donde también ha surgido un campamento masivo que no suscita ninguna atención mediática, publica el diario El País.

Los congresistas demócratas Alexandria Ocasio-Cortez y Jamaal Bowman visitaron Columbia el viernes para expresar su apoyo, mientras que Ilhan Omar lo hizo el martes pasado en la Universidad de Minnesota.

Pero 21 otros congresistas demócratas han pedido a Columbia que desaloje el campamento y otros legisladores sugieren la dimisión de la rectora Shafik.

La rectora se había comprometido la semana pasada a no recurrir a la policía para desmantelar el campamento erigido en los jardines del campus, como ocurrió el pasado 18 de abril, cuando un centenar de estudiantes fueron detenidos y luego suspendidos por el centro.

Uno de los principales argumentos contra las protestas es que son antisemitas, cosa que los estudiantes desmienten y denuncian que han sido agitadores que no son estudiantes quienes han protagonizado los incidentes más amenazantes.

Quizás los mayores impulsores del trasnochado antisemitismo que enciende en algunas cabezas calientes, si no rapadas, son ese ejército y sus líderes que insisten en llevar adelante una acción genocida a cualquier costo.

Las protestas apuntan a que alguien tiene que detener a Netanyahu.

Sionismo y antisemitismo

El sionismo “es un ídolo falso que toma nuestras historias bíblicas más profundas de justicia y emancipación de la esclavitud, la historia de la Pascua misma, y las convierte en brutales armas para el robo de tierras colonizadas, en mapas de ruta para la limpieza étnica y el genocidio. Es un ídolo falso que ha tomado la trascendente idea de la Tierra Prometida (una metáfora de la liberación humana que ha viajado a través de religiones por todos los rincones de este mundo), y se ha atrevido a convertirla en un acto de venta para un etnoestado militarista”, sentenciaba la intelectual judía Naomi Klein en una manifestación que se realizó la noche del martes 23 de abril, unas horas antes de que el Senado diera un apoyo abrumador al paquete de ayuda exterior de $95.000 millones, que incluye unos $14.000 millones en financiamiento de armas y seguridad para Israel.

Claudine Gay, rectora de Harvard, y Liz Magill, de la Universidad de Pennsylvania, ante el Congreso de EE.UU., luego tuvieron que renunciar a sus cargos.

Miles de judíos estadounidenses y otras personas solidarias con el pueblo palestino se reunieron en Grand Army Plaza en Brooklyn, Nueva York, para celebrar el ritual judío “Seder en las calles – No más armas para Israel”, como protesta por el continuo apoyo de Estados Unidos al genocidio perpetrado por Israel en Gaza, según informó Democracy Now.

“Desde el principio, ha producido un horrible tipo de libertad, que veía a los niños palestinos no como seres humanos, sino como amenazas demográficas, de la misma manera que el faraón en el Libro del Éxodo temía a la creciente población israelita y, por lo tanto, ordenó la muerte de sus hijos. Y como sabemos, Moisés se salvó de eso cuando fue colocado en una cesta, y al ser adoptado por una mujer egipcia”, agregó la escritora.

“Queremos liberarnos del proyecto que comete genocidio en nuestro nombre”, expresó con un sentimiento con el que comulgan miles de judíos en todo el mundo, incluso en Israel.

 

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