Universitarias Especie se encuentra en peligro de extinción

Trazas de ADN confirman presencia del pez sierra en río San Juan

Una novedosa técnica confirmó la presencia del pez sierra de dientes grandes en la cuenca del río San Juan, sin siquiera haberlo visto. El hallazgo motiva a los científicos de la UCR, quienes rastrean la especie desde 2016.

Los resultados de la primera fase del proyecto “En busca del pez sierra” brindaron a los investigadores del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR), de la Universidad de Costa Rica (UCR), una muy buena pista.

A pesar de que las poblaciones del pez sierra de dientes grandes han seguido la tendencia mundial hacia la baja, las entrevistas realizadas a pescadores apuntaban a la cuenca del río San Juan –cuyos principales afluentes se ubican en Costa Rica– como uno de los hábitats de importancia para este elasmobranquio que, aunque morfológicamente se parece a un tiburón, lo cierto es que está emparentado con las rayas.

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El pez sierra es fácilmente identificable por su sierra en la cabeza, la cual posee 20 dientes de cada lado y le sirve para cazar, defenderse y hacerse espacio en el hábitat.

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En la década de 1960, la cuenca del San Juan era reconocida mundialmente por tener una de las mayores concentraciones de pez sierra en agua dulce. Una década más tarde, la población fue disminuyendo rápidamente a causa de la pesquería comercial, lo que obligó al Gobierno nicaragüense a establecer una moratoria de dos años a la captura en 1981 y prohibirla indefinidamente a partir de 2002.

Una prohibición de pesca de 17 años, que sugiere una posible recuperación de la población, y los recientes avistamientos reportados por pescadores motivaron a los investigadores del CIMAR a probar una novedosa técnica de análisis genético, conocida como ADN ambiental.

En el mundo existen cinco especies de pez sierra. En Costa Rica hay dos: pez sierra de dientes grandes (Pristis pristis) y pez sierra de dientes pequeños (Pristis pectinata). El ejemplar de la foto pertenece a Pristis pristis. (Foto: Peter Kyne).

Esta técnica consiste en buscar trazas de material genético –como células o tejidos que se desprenden del animal–que quedan suspendidos en el agua. CIMAR sigue el protocolo ideado por la Universidad James Cook de Australia en el marco del proyecto Global Sawfish Search, en el cual el filtrado del agua se hace en el sitio.

Con ayuda de una bomba automática, se filtran hasta ocho litros de agua por réplica y en cada estación se realizan cinco réplicas para un total de 40 litros de agua. “Lo hacemos así porque estamos hablando de una especie muy rara, una especie que es casi imposible de ver en su ambiente natural”, comentó el investigador Mario Espinoza, coordinador del proyecto “En busca del pez sierra”.

La bomba deposita el agua en un papel filtro que va capturando, según sea la porosidad, todos los fragmentos que yacen en el ambiente. “Si el mapa genético de la especie ya se conoce, entonces nosotros podemos utilizarlo para saber si esa muestra de agua que recolectamos contiene fragmentos de la especie que buscamos”, comentó el biólogo.

Los investigadores del CIMAR empezaron a tomar muestras de ADN ambiental partir del año 2019. En total recolectaron 600 muestras. (Foto: cortesía Marta Cambra).

“Es un análisis que, a nivel genético, es muy sencillo. Básicamente consiste en ver si lo recolectado en la muestra de agua coincide genéticamente con lo que sabemos de la especie, lo complicado está en la fase de campo. Tiene que ser una metodología muy limpia, hay que ser muy metódico, hay que tomar controles en el campo con agua destilada… ahora imagínense hacer todo eso en una panga con oleaje”, agregó Espinoza.

Los análisis de laboratorio se están haciendo en la Universidad James Cook y el resultado positivo en la franja de la cuenca del San Juan corresponde a solo un tercio de las muestras.

Para Espinoza, aparte de la alegría de confirmar la presencia de una especie que está en peligro de extinción, los resultados permitieron comprobar la efectividad de la técnica. “Funciona incluso cuando está lloviendo”, dijo el investigador de CIMAR.

La presencia del pez sierra de dientes grandes se dio en varias estaciones a lo largo de la cuenca del río San Juan, distanciadas una de otra por varios kilómetros. “Eso nos lleva a poner más atención, a trabajar más con las comunidades, realizar más educación ambiental, hacer más expediciones y buscar cómo trabajar más de cerca con Nicaragua”, destacó Espinoza.

Esta es la bomba de filtrado que se utiliza para tomar las muestras de ADN ambiental en campo. (Foto: cortesía Mario Espinoza).

Conocimiento ecológico local

Para entender la búsqueda del pez sierra hay que retroceder unos años. En el 2014, los investigadores de Misión Tiburón empezaron a levantar información sobre este elasmobranquio mediante entrevistas a comunidades costeras en el Pacífico Sur.

Este esfuerzo fue retomado por los investigadores del CIMAR en el 2016 y constituyó la primera fase del proyecto “En busca del pez sierra”, la cual contó con financiamiento de The Rufford Foundation, PADI Foundation, The National Geographic Society, IdeaWild y Costa Rica Wildlife Foundation, así como un apoyo inicial de Conservación Internacional.

En esta primera fase se realizaron entrevistas a pescadores en comunidades costeras y ribereñas para recolectar información ecológica local que permitiera reconstruir la distribución histórica de la especie y conocer la actual.

Para ello se tomaron datos como fecha del avistamiento, ubicación, tipo de encuentro (pescado u observado), método de captura (trasmallo, red de cerco, palangre, etc.), estado del animal (muerto o vivo) y los usos (consumo de carne, trofeo o decoración, etc.).

También se registraron las percepciones de los entrevistados con respecto a las posibles causas detrás de la disminución de los peces sierra en el área.

En total se entrevistaron a 275 personas desde marzo de 2016 hasta octubre de 2017 en 42 sitios en todo el país. Esas entrevistas dieron por resultado 206 registros confirmados del pez sierra de dientes grandes (Pristis pristis) y solo dos del pez sierra de dientes pequeños (Pristis pectinata) en el Caribe.

Los resultados del estudio se dieron a conocer en noviembre de 2019 mediante un artículo escrito por Jorge Valerio y Espinoza, publicado en la revista científica Endangered Species Research.

En términos generales, y según Espinoza, se observó una tendencia a la baja y una distribución cada vez más reducida. El número de avistamientos pasó de 89 registros hace más de 20 años a 24 registros en los últimos cinco años.

“Los registros históricos y recientes sugieren que el pez sierra de dientes grandes ha sufrido importantes reducciones en su abundancia y distribución en las zonas costeras y fluviales, principalmente debido a la interacción con artes de pesca como las redes de enmalle (trasmallo) y el anzuelo y la línea. La mayoría de las especies de peces sierra capturadas con redes de enmalle se registraron en la región del Pacífico Central, mientras que los registros de anzuelo y línea fueron más comunes en la zona norte y el Pacífico Sur”, se lee en el estudio.

En cuanto a la distribución histórica, la mayoría de los registros que datan de más de 20 años provenían del Golfo de Nicoya, uno de los estuarios más grandes, productivos e importantes en el país que ha sido objeto de extracción intensiva y sobrepesca desde 1990.

Ahora bien, a partir del conocimiento ecológico local y en lo relativo a la distribución actual del pez sierra de dientes grandes, los investigadores identificaron al menos dos “puntos calientes” para el avistamiento de peces sierra: el Humedal Térraba Sierpe en el Pacífico Sur y la cuenca del río San Juan en la zona norte, incluidos sus grandes afluentes.

La buena noticia es que Costa Rica posee dos poblaciones de una misma especie.

¿Cómo es posible tener dos poblaciones tan alejadas geográficamente sin que haya habido distanciamiento genético?

“Esta especie de dientes grandes tiene una distribución muy grande a nivel global, lo que hace pensar que posiblemente existió algún tipo de conexión, probablemente cuando los continentes estaban más juntos. Aquí, en Costa Rica, la separación posiblemente se dio cuando apareció el istmo centroamericano, pero como los elasmobranquios tienen una tasa de mutación muy baja, entonces eso se prestó para que –poco a poco– se fueran separando las poblaciones, pero no necesariamente generando especies distintas”, explicó Espinoza.

Con respecto al pez sierra de dientes pequeños, esta especie sí vive una situación crítica. “Los últimos reportes son de hace más de 15 años y está completamente restringida al Caribe”, declaró el investigador del CIMAR.

Durante la expedición a Térraba Sierpe, Jorge Valerio hacía filtrados con agua destilada para limpieza entre muestra y muestra. Detrás de él se encontraba Esteban Jiménez, el capitán de la embarcación. (Foto: cortesía Mario Espinoza).

Expediciones

A partir del 2017, y como parte de la segunda fase del proyecto, se empezaron a hacer salidas de campo en los “puntos calientes” que se identificaron. Por cuestión de fondos, se priorizó en el Humedal Térraba Sierpe; Valerio estuvo a cargo de estas expediciones hasta 2019.

El objetivo era capturar especímenes, tomarles datos biométricos (tamaño, peso, etc.) y muestras para análisis genético, así como marcarlos primeramente con una marca externa, tipo flexi, con el objetivo de realizar conteos visuales bajo el método de captura y recaptura, el cual aportaría información sobre la población. Posteriormente se valoraría el marcaje acústico y satelital para observar uso del hábitat e identificar sitios críticos dentro del ecosistema.

“Como suele pasar cuando se trabaja con una especie en peligro de extinción, no logramos capturar ningún ejemplar en Térraba Sierpe. Sabemos que esta es una especie cuya abundancia natural es muy baja. Entonces, nos pusimos a pensar en otros métodos y de allí surgió la idea del ADN ambiental”, manifestó Espinoza.

A partir del 2019, los investigadores empezaron a tomar muestras de agua en puntos claves a lo largo del país donde las entrevistas habían reportado presencia del pez sierra: zona norte, Caribe, Pacífico Norte, Central y Sur.

En total, se tomaron 600 muestras y a la fecha se han analizado unas 200. “Falta una buena porción de muestras por analizar, entre ellas las recolectadas en la zona de Potrero Grande, en Guanacaste, de las que tenemos altas expectativas. Parece que las de Térraba Sierpe no resultaron tan positivas, pero hay que ver que este es un sitio muy grande, simplemente hay que continuar trabajando porque sigue habiendo reportes de avistamientos”, dijo Espinoza.

El año pasado, Valerio viajó a Australia para aprender los protocolos de análisis con el objetivo de empezar a realizarlos en el país.

Próximas etapas

Los investigadores siguen recibiendo reportes de avistamiento, tanto de pescadores como de operadores turísticos, a través de redes sociales. Esto es importante porque orienta a los investigadores sobre los sitios donde tomar muestras de ADN ambiental.

Asimismo, se están tomando muestras de tejido de sierras que adornan casas, restaurantes y comercios, con el objetivo de alimentar una base de datos global de información genética. Si bien el CIMAR ya tiene el banco de tejidos, lamentablemente aún no se han podido analizarlos por falta de fondos.

En julio de 2020, Espinoza y su equipo esperan retomar las expediciones para seguir recolectando muestras de ADN ambiental y probar artes de pesca que se utilizan en el monitoreo científico de pez sierra, tiburones y rayas en otras regiones del mundo con la expectativa de llegar a capturar y marcar externamente algún ejemplar, así como fotografiarlo y grabarlo en su medio.

Las expediciones se realizarán en la cuenca del río San Juan, Barra del Colorado, Potrero Grande en Guanacaste y, esporádicamente, en Térraba Sierpe.

Para Espinoza, lo gratificante del proyecto también está en los esfuerzos de educación ambiental que se derivan de este. Se han elaborado libros de cuentos para niños, se ha involucrado a cuentacuentos y se han desarrollado espectáculos de danza con telas para concientizar sobre una especie de la que se conoce poco y, además, está en peligro de extinción.

En este sentido, la prioridad serán las comunidades de la zona norte, particularmente las comunidades de Cureña en Sarapiquí y Boca San Carlos.


Usos del pez sierra

  • Hace más de 20 años, la carne se vendía en los mercados bajo nombres como posta, posta blanca y tiburón.
  • La sierra era utilizada como trofeo o adorno en casas, comercios, restaurantes y bares.
  • Se creía que la sierra tenía propiedades medicinales para aliviar dolores de cabeza y prevenir la calvicie. La forma de empleo era usarla como peine para curar la dolencia o triturar los dientes para mezclarlos con el champú. También se usaban en la preparación de bebidas vigorizantes para mujeres embarazadas.
  • Los dientes se utilizan en la fabricación de artesanías y espuelas para peleas de gallo. Sobre esto último, se presume de la existencia de un comercio internacional ilegal en América Latina y Costa Rica, posiblemente es otra fuente de artículos al igual que Brasil, Ecuador y Panamá.

FUENTE: Proyecto “En busca del pez sierra”, CIMAR – UCR.


 

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