Universitarias Fernando García, Vicerrector de investigación

“Sin vacunas veríamos a la gente morir constantemente”

Vivimos tiempos asombrosos y azarosos.

Vivimos tiempos asombrosos y azarosos. En pleno siglo XXI, cuando miles de satélites orbitan el globo terráqueo, un grupo difunde que la tierra es plana y otro -luego de que la medicina logró eliminar enfermedades tremendas como la viruela o la polio- se empeña en evitar, a toda costa, la vacunación.

UNIVERSIDAD conversó acerca de estos temas y sobre los peligros que entraña para la sociedad el confundir la ciencia con la fe junto a Fernando García Santamaría, microbiólogo, especialista en bacterias del cuerpo humano y vicerrector de Investigación de la Universidad de Costa Rica.

En tiempos donde surgen corrientes anticientíficas uno se pregunta: ¿cuánto hace que dejamos el pensamiento mágico?

—Tales de Mileto fue un filósofo presocrático y creo que fue uno de los primeros en plantear que los fenómenos naturales debían tener explicaciones naturales y no sobrenaturales. Yo no podría empezar mi historia sobre ese tipo de pensamiento sin decir que estamos hablando de al menos 200 mil años de historia del homosapiens y posiblemente de varios millones de años de historia como género homo. La era del conocimiento no tiene más de 500 años; es entonces donde vos tenés un periodo muy largo de interpretaciones sobrenaturales de los fenómenos naturales y es ahí donde se crea realmente una confusión.

Galileo Galilei se consiguió un telescopio y se le ocurrió ver hacia las estrellas y confirmar lo que a otros investigadores, unos años antes que él como Copérnico en particular, habían visto. Galilei postula algo que en esos momentos fue totalmente radical y opuesto al pensamiento dominante en esos momentos. Ptolomeo desde hace mucho tiempo atrás se planteaba que la tierra era el centro del universo, que nosotros teníamos que ser el centro de todo. El ser humano era el centro de todo y ni siquiera nos considerábamos una especie más en la biología, sino el centro de todo. Copérnico, luego Galileo y Kepler cambian ese concepto y dicen: “bueno no, nosotros no somos el centro del universo”.

Pasamos de la Teoría Geocéntrica a la Teoría Heliocéntrica, que nosotros estamos circulando alrededor del sol. Fue tan grave ese cambio que Galileo fue condenado por la Iglesia católica. Algo que nosotros damos por confirmado (que el sol que no es un Dios, sino que es una estrella relativamente pequeña, del centro de un sistema solar relativamente pequeño, en un universo que parece casi infinito), minimiza la posición del ser humano ante su realidad y esto era prácticamente inaceptable. Ahí surge un conflicto entre el conocimiento y las revelaciones o creencias de las personas.

Esto nos plantea a nosotros el debate entre lo que es la ciencia versus las creencias de toda mi vida y la de mis ancestros.

Hoy se quiere relativizar y equiparar el método científico con las creencias y las opiniones. ¿Qué es el método científico y qué aporta a la cultura humana?

—Este ha sido un tema cultural, la forma en la que yo interpreto la realidad. Existen posiciones que difícilmente se encuentran entre sí: las posiciones de las creencias y las posiciones científicas. Particularmente, lo que tiene que ver con las creencias religiosas, que son conceptos de fe. Cuando uno tiene un concepto de fe, uno no cuestiona, simplemente cree. Por otro lado, cuando uno practica la ciencia y hace el ejercicio científico, debe cuestionar y prácticamente está cuestionando todo, incluso la forma en que se hace la ciencia. El método científico parte justamente de la duda para iniciar un proceso de conocimiento.

Uno plantea una pregunta: ¿qué es lo que está pasando ahí? ¿Qué es lo que yo tengo al frente? Si a mí me dicen que el sol es un dios, uno puede decir bueno yo lo creo y no pregunto más; o decir: eso no lo creo, debe de ser otra cosa. Entonces, justamente cuando surgen esas dudas y esa rebeldía frente a las creencias es donde surge el pensamiento científico. Fue lo que hicieron Galileo, Kepler, Copérnico y otros más: cuestionar, y eso es muy duro.

¿Entre las aplicaciones que tiene el método científico están algunas relacionadas con la salud humana? ¿Cómo es el proceso de estudiar las enfermedades e intentar inventar una cura o algo que las contenga?

—Una de las mayores angustias humanas es saberse finito. El concepto de las enfermedades siempre fue algo que se basó en las creencias de las personas. Se asociaba una condición de enfermedad a que, por ejemplo, la persona estaba poseída por algún mal espíritu. En el caso de la malaria, su nombre viene viene de “mal aire”, se creía que era provocada por los malos espíritus. Hasta que se dice no, un momentito, aquí las cosas son un poco diferentes. Hay un holandés (Anton van Leeuwenhoek 1632-1723) que empezó a estudiar con unos lentes especiales las gotas de agua de los charcos. Y se dio cuenta de que contenían una gran cantidad de animales pequeños que se movían. Ese fue el primer conocimiento del mundo microbiológico, después vienen dos personajes sumamente importantes y fundadores de la microbiología: Louis Pasteur (1822-1895) en Francia y Robert Koch (1843-1910) en Alemania, que le dan una base científica a esos conocimientos. Pasteur estudiaba la fermentación de la uva para hacer vino y observó que las buenas cosechas tenían unos -bichitos- de cierto tipo, pero que cuando aparecían otros bichitos, en lugar de hacer alcohol, se producía ácido acético y el vino quedaba como si fuera un vinagre. Al mismo tiempo, Koch estudiaba la tuberculosis y se dio cuenta de que justamente en los tejidos lesionados y secreciones respiratorias, en las personas que tenían tuberculosis, aparecía otra bacteria -el bacilo de Koch-.

Es ahí donde comienza a hacerse esa transición de lo sobrenatural explicando fenómenos naturales hacia la transición de buscar explicaciones naturales.

Si nosotros vemos, por ejemplo, que en algunos países africanos la expectativa de vida es de 37 a 40 años, eso es lo que el ser humano viviría naturalmente sin la tecnología y el conocimiento que tenemos ahora. Eso tiene que ver mucho con la parte biológica como seres humanos. Como cualquier otra especie, nuestra función en la naturaleza es reproducirnos y nuestra mayor capacidad reproductiva es antes de los 40 años. O sea, estamos aquí, fundamentalmente, como especie biológica para reproducirnos.

Eso es lo que usualmente vive un ser humano, pero con potabilización del agua, sustancias químicas para controlar enfermedades infecciosas y procesos de vacunación. Sin eso los seres humanos estamos viviendo el doble de lo que viviríamos: ss decir, vivimos prácticamente cuarenta años más gracias a esos procesos que estamos mencionando.

¿Conceptualmente qué es una vacuna?

— Con una vacuna justamente lo que se busca es simular una infección en el ser humano, de manera tal que el ser humano desarrolle los mecanismos de defensa suficientes para que, cuando entre en contacto con el verdadero agente patógeno de la enfermedad, tenga las defensas suficientes para que lo resista.

Lo que pasó en Inglaterra con un acta que se promulgaron  en 1840 y 1853, tras los trabajos de Edward Jenner (1749-1823) quien sistematizó la vacuna contra la viruela, es sumamente interesante y creo que es el origen de toda la discusión sobre vacunas. Esto que estamos discutiendo sobre el movimiento antivacunas no es nuevo. Surge cuando Jenner empieza a hacer estas prácticas, hay gente que se opone.

Cuando sale el acta en 1853, se prohíbe la variolación y se promueve la vacunación. En el año 1853, con la segunda acta, se hace la vacunación obligatoria.

Entramos en un tema que me parece increíble para entender qué es lo que está pasando ahora, porque es creo que la primera legislación interpretada como la intervención de un Estado en los derechos civiles de los ciudadanos. Porque la vacunación se aplica a personas sanas, no a personas que están enfermas y eso cambia mucho el concepto de la atención de salud que se tiene para esa época.

Hay una oposición de ciertos grupos diciendo que con estas leyes a favor de la vacunación le están violando sus derechos civiles, y ellos empiezan a decir “yo soy el responsable de la salud de mi hijo, no es el Estado”. Es muy similar a lo que se dice ahora: “a mis hijos los educo yo”, “a mis hijos los cuido yo”. Ese planteamiento es del Siglo XIX.

Si nosotros vemos los argumentos del movimiento que se opone a las vacunas en Inglaterra, cuando esto ocurre, tienen exactamente los mismos argumentos que vemos hoy en el siglo XXI. O sea, durante dos siglos, los argumentos antivacunas no han cambiado.

Primero, dicen que las vacunas no sirven. No sirven en el sentido de que yo le pongo una vacuna a una persona y esta persona no desarrolla una inmunidad completa y hay que volverla a vacunas dentro de un tiempo. Hay que darle otra nueva dosis.

Que las vacunas tienen efectos secundarios, que las vacunas pueden matar personas, que las vacunas parten de una industria que lo que quiere es dominar a las personas y la misma argumentación que se ve en el siglo XXI, es la misma que estaba en el siglo XIX. Es exactamente lo mismo.

Lo que ha cambiado, posiblemente, son los medios en que se comunica esa posición.

Una pregunta que mucha gente se hace es: ¿por qué si las vacunas son tan efectivas no se pueden hacer vacunas contra todas las enfermedades?

— Porque no todas las enfermedades son iguales. Por ejemplo, acaban de sacar una vacuna contra el dengue y es una vacuna que está siendo muy cuestionada en el ámbito científico, porque el dengue es una enfermedad sumamente compleja.

Hay que conocer muy bien la enfermedad infecciosa para decir si la vacuna sirve o no sirve. Por ejemplo, en el caso de la gonorrea, uno puede decir “¿por qué no hacemos una vacuna contra la gonorrea?” Es prácticamente imposible hacerlo, porque la bacteria cambia mucho. Eso hace que la respuesta inmune es específica para esta infección, pero no sirve para la segunda infección.

En el caso de la vacuna contra el papiloma humano, que está dentro del tema de discusión, esa es una vacuna, pero hay más de 100 tipos distintos y ya se ha visto que hay algunos tipos específicos, como el 16 o el tipo 18, que se asocian con el cáncer.

En el caso del virus del papiloma humano, se sabe que hay virus de alto riesgo para cáncer en el cuello uterino, pero hay otros virus del papiloma humano que causan solo infecciones leves en piel o en mucosas y que no se asocian a un cáncer. Entonces, hay virus de alto riesgo y virus de muy bajo riesgo.

Ya se sabe que el 16, el 18 y otros cuantos más son de alto riesgo, entonces se hace una vacuna con el 16 y el 18 (que es la versión más simple, pero hay otras más complejas) que lo que tiene son los virus que, cuando se vacuna a una persona, te generan una respuesta contra el virus 16 y contra el virus 18, pero no contra el virus 120.

Días atrás hablé con unos estudiantes millennials. Les pregunté quién había visto a una persona con secuelas de polio y ninguno había visto. Tampoco enfermos por tuberculosis, ni sarampión, ni paperas, etcétera. Hay una generación, de personas jóvenes, que no han tenido la experiencia cultural de enfrentar las enfermedades, ni han visto las consecuencias de esa enfermedad sobre sus seres queridos. Entonces, les es más fácil creer que el mundo fue siempre así. Desde el punto de vista de los investigadores, ¿cómo perciben eso?

— Me parece increíble esta transición que nosotros estamos viviendo en las últimas dos o tres décadas. Han cambiado muchísimas cosas en los últimos 30 años, sin duda alguna.

No solamente en términos de enfermedades infecciosas, incluso nos podemos ir un poco más atrás. Antes, la tasa de natalidad en Costa Rica era muchísimo mayor, diez hijos, por ejemplo. Pero la tasa de mortalidad infantil, también era muy alta.

Nosotros, en este momento, tenemos una tasa de mortalidad infantil que ronda más o menos en 10 por cada 100 mil. Eso es muy bueno, pero en Costa Rica hace 100 años atrás, estábamos hablando de 150 o 200 bebés muertos cada 100 mil nacidos. Justamente, con todas estas medidas de vacunación, higiene, agua potable, antibióticos, antimicrobianos, etcétera. Los antibióticos no tienen ni 100 años de uso. Las nuevas generaciones dan por sentadas muchas cosas, como que son obvias.

¿Cómo era el mundo sin vacunas?

—¿Cómo era el mundo sin antibióticos? Uno veía morir a la gente constantemente. Se tenían muchos más hijos, de cierta manera, como para preservar la especie, porque uno sabía que de cada diez hijos se llegaba a la edad reproductiva la mitad únicamente.

Pensemos en los nacidos después de 1990, ¿cuál es el mundo que ellos conocen?, ellos abren el tubo en Costa Rica y tienen agua potable. Junto con Chile, creo que son los únicos países en Latinoamérica que pueden hacer eso.

Estamos hablando de zonas urbanas, si usted va al resto de los países centroamericanos, uno no puede tomar agua del tubo, no es una práctica higiénica. Nosotros damos por sentada -en Costa Rica- la potabilización del agua. Damos por sentado que tenemos un servicio de salud que nos respalda a nosotros.

Una de las razones extra que provocan desconfianza a la gente sobre las vacunas es que la industria farmacéutica es vorazmente mercantilista. ¿Cómo discernir la medicina verdaderamente necesaria entre las presiones de la industria farmacéutica hacia la política pública?

-Eso pasa con la industria farmacéutica y pasa, prácticamente, con todas las industrias transnacionales que estamos viviendo. Pasa con la industria de los combustibles fósiles, pasa con la industria de las telecomunicaciones, pasa con la industria de las finanzas.

Nosotros estamos sometidos en un esquema, en donde muchas de las cosas que parecen por sentadas están en alguna forma mercantilizadas. Está pasando lo mismo, incluso con la educación. Aunque uno tiene un derecho a la educación, que yo creo que es un derecho humano per se; sin embargo, tienes que pagar.  No es tan de gratis.

Desafortunadamente, lo mismo ha pasado con la salud, que es algo que se le da un valor tan alto, que tiene un precio. O sea, le damos tanto valor a algo que es tan esencial para sostener la vida humana que le ponemos un valor a eso. Ese valor se traduce a un precio.

Cuando los sistemas de salud no son perfectos (no hay un sistema de salud que sea perfecto) y es un sistema de salud público en la sociedad costarricense. Todos los que laboramos cotizamos para ese sistema de salud, y en el sistema de salud no me atienden de inmediato, yo estoy dispuesto a sacar dinero de mi bolsillo para  extra para eso.

Entonces, cuando hay un bien que es muy deseado, fácilmente se mercantiliza y eso ha pasado con todo esto que les estoy mencionando: con la educación, con las fuentes de energía, con los sistemas de transporte, con el sistema financiero. Hay una voracidad en el mercado, y eso, sin duda alguna, deriva del sistema capitalista que tenemos en estos momentos.

¿Qué hace la UCR en investigación sobre cura de enfermedades y vacunas?

— Se han hecho cosas sumamente importantes y desafortunadamente no tenemos la suficiente masa crítica para entrarle a todos los temas en salud. Hay grupos que están estudiando, particularmente, lo que tiene que ver con el diagnóstico y para, desde el punto de vista de la ciencia básica, entender cuáles son las enfermedades que más afectan a la población costarricense.

Por ejemplo, hay grupos que trabajan el tema de cáncer. Particularmente, el grupo en el Instituto de Investigaciones en Salud (Inisa) con cáncer gástrico. Hay otros grupos que están en la parte de diagnóstico molecular de los distintos tipos de cáncer y se están buscando nuevas alternativas para nuevos tratamientos, o bien hacer combinaciones nuevas para los tratamientos de los pacientes, buscando hacer una terapia individualizada, porque no todos los tratamientos funcionan de la misma forma para todos los grupos.

También, hay grupos que tienen que ver con las enfermedades infecciosas, particularmente en el Centro de Investigaciones de Enfermedades Tropicales (Ciet) y ahí, dentro de esos temas, lo que tiene que ver la resistencia contra los antibióticos y las iniciativas para hacer una política pública para el mejor uso de los antibióticos.

Existen otros grupos que están con las enfermedades mentales, usualmente tienden a hacer crónicas. Hay otros grupos que trabajan otras enfermedades que son crónicas, los grupos de nutrición hacen investigación importante en ese campo.

No tenemos la suficiente gente para hacer investigación en todos los temas de salud, pero el tema de salud, sin duda alguna, es uno de los más importantes en investigación para la UCR.

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