Universitarias Rosana Guber

“La diversidad humana es nuestro principal capital”

América Latina es una región diversa en etnias y cultura.

América Latina es una región diversa en etnias y cultura. Desde el esplendor de las tradiciones indígenas soslayadas por la conquista española hasta la constante influencia global de culturas que permea a Latinoamérica en el siglo XXI, la etnografía se ha encargado de documentar y conocer de primera mano cómo se ha desarrollado la forma de vivir y pensar en los distintos pueblos.

En este campo de la antropología trabaja la doctora Rosana Guber, investigadora principal del Centro de Investigaciones Sociales del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en el Instituto de Desarrollo Económico y Social de Buenos Aires, Argentina.

Guber es autora de los libros La etnografía, El salvaje metropolitano, Prácticas etnográficas y Experiencia de Halcón, libro que aborda la experiencia bélica de los hombres que integraron los dos escuadrones del Grupo 5 de Caza de la V Brigada de la Fuerza Aérea Argentina en la Guerra de Malvinas.

La etnógrafa compartió con UNIVERSIDAD sobre esta vivencia de trabajo en el campo etnográfico de América Latina, y los obstáculos que deben sobrepasar los investigadores en esta área de la antropología.

¿En qué áreas se han enfocado sus estudios sobre etnografía?

-Yo soy antropóloga social y soy conocida por el trabajo de campo etnográfico. Trabajo también sobre una guerra entre Argentina y Gran Bretaña que sucedió en 1982, por las Islas Malvinas, que están en el Atlántico Sur y que están en disputa desde 1833.

¿Qué características diferencian al estudio de etnias en la región latinoamericana?

-Yo creo que América Latina tiene sus particularidades, porque hay que diferenciar los distintos tipos de población de todos los países de la región.

Además, tenemos que pensar de dónde viene el investigador, si viene de la misma etnia que está trabajando, si viene del mismo país, si viene de la capital del mismo país; hay muchas variables.

Pero yo no creo que haya mucha diferencia entre la investigación etnográfica en países desarrollados y subdesarrollados. En ese sentido creo que tenemos todos el problema de que necesitamos tiempo para hacer investigación que no se reconoce ni el América Latina, ni en América del Norte, ni en Europa.

Estamos todos muy aferrados a la docencia y al trabajo administrativo, además de la vida particular de cada cual y la participación en congresos.

Quizá en América del Norte y Europa tienen más establecidos el tema de los sabáticos, pero la vida de todo investigador sigue siendo muy azarosa y los antropólogos tenemos la necesidad de defender nuestro espacio para la investigación de campo.

Espacio que las instituciones no reconocen, les parece muy vano y trivial decir que para realizar trabajo de campo necesitamos seis meses o hasta un año para hacerlo; pero generalmente el trabajo que hacemos los antropólogos es con gente que no es de fácil acceso, porque están muy hostigados, porque están pasando muchas dificultades y desconfían de cualquiera que venga de afuera.

De manera que si los antropólogos tenemos una dificultad, es la de defender nuestro tiempo para tener un espacio de investigación y nada más que investigar.

Porque para hacer investigación etnográfica un antropólogo debe aprender cómo son otras formas de vivir y de pensar que no son las propias del investigador ni como académico ni como ciudadano. Para aprender eso hace falta tiempo.

Los mismos pueblos humanos son los que te enseñan cómo estudiarlos. La gente, según sus formas de relacionarse, su lugar en el mundo y según lo que quieren que se sepa la otra gente, te demuestra cómo tenés que estudiarla.

¿Son entonces los individuos de estudio los dueños de cómo se les reconoce en la academia?

-Absolutamente. El método etnográfico se basa en entender cómo una sociedad se conoce a sí misma y cómo admite ser conocida. Pero hay que saber escuchar.

Si vos vas a conversar, tenés que decirles qué hacés ahí, qué es lo que te interesa. Si hacés eso la gente te va a empezar a contestar y a corregir, las personas te hacen el camino en una senda en la que vos no tenés idea de por dónde circular. El baqueano es la persona, no vos.

Te doy un ejemplo, nosotros en el medio académico siempre decimos que hay que hacer entrevistas, pero la entrevista tiene un valor muy distinto para los académicos y para la gente que vive del trabajo manual.

Con un físico, un matemático o un biólogo tendrás un tipo de comunicación muy distinto al de alguien que trabaja con la tierra, vos no podés escuchar a uno de la misma manera que escuchás al otro, la entrevista debe cambiar de tono.

Tenés que aprender a comunicarte en los términos del otro, debemos superar el etnocentrismo, que es mirar a los otros con los valores de uno.

Pero es necesario que el investigador se ubique en su lugar. Un joven no puede hablar de ciertos temas con una persona mayor, tiene que ganarse ese lugar.

Nosotros en las sociedades urbanas consideramos que un investigador es un investigador, no importa el género, la edad, podemos entrar y hacer preguntas por el conocimiento.

Pero eso no funciona así, es un mito que tenemos en las universidades. Y las universidades son ya lo suficientemente numerosas y extendidas como para que sigamos creyendo que así es el mundo, el mundo no es la universidad.

¿Cómo cambia el estudio de las etnias con la llegada de la informática y las tecnologías digitales del siglo XXI?

Yo me fui incorporando a los medios digitales como una usuaria. Uno utiliza Internet de la misma manera que usaba antes conversar o hablar por teléfono, para mí es una extensión de la forma en que cada persona la utiliza.

Yo puedo hablar con la gente y simultáneamente ver qué uso hace de Internet, pero conociendo la persona. Hay gente que investiga prácticas que las personas solo hacen por Internet, donde se hacen estudios sobre lo visual y lo digital.

Yo lo utilizo para analizar cómo la gente se relaciona mandando mails, y por WhatsApp. Actualmente se hacen estudios etnográficos con grupos de Facebook y foros para entender, por ejemplo, cómo las comunidades migrantes se relacionan entre sí.

¿Cómo afecta la globalización a una delimitación concreta de etnonacionalismos?

-Con la globalización pasa como con la Internet, vemos la necesidad de ir siguiendo a las personas, pero en realidad la antropología siempre ha sido multisituada.

Desde que Malinowski iba siguiendo el circuito de intercambio de bienes preciosos para los habitantes de las Islas Trobiand, seguía a los habitantes a todo lado por donde iban y conocía lo que pasaba en cada uno de los lugares de expedición.

Los antropólogos siempre hemos hecho eso, seguir a la gente a donde va. Es la gente la que establece el límite de la comunidad, no una definición de comunidad localizada.

Efectivamente, cada vez las localizaciones son más extendidas por redes, pero en realidad la migración no es un fenómeno nuevo, los desplazamientos tienen cientos de años ocurriendo, por lo que la antropología siempre ha sido multisituada, porque el ser humano se mueve.

Sin embargo, ahora debemos tomar en cuenta la presencia de organizaciones transnacionales, pero esto también surgía en el estudio de antropología indígena porque los imperios de España, Portugal y Francia eran también fuerzas transnacionales.

Y la iglesia, ¡ni que hablar! Fue el primer actor propuesto como global. Pero sí es necesario un ojo distinto porque se vive en una época diferente.

¿Cuál es la importancia del estudio y conservación de etnias indígenas en América Latina?

Yo creo que es importante que los investigadores se pongan al servicio de esas poblaciones cuando deciden hablar en pos de ellas. Hablar con ellas y no por encima de ellas o hablar por ellas.

Es importante conservar estas etnias porque la diversidad humana es nuestro principal capital, porque con la diversidad humana viene también la diversidad del ambiente. Si hacemos trizas de la diversidad humana hacemos trizas de la diversidad del ambiente.

Necesitamos tener formas distintas de vivir y pensar, pero no en guerra, sino en la paz.

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