En una reciente edición del mediodía de Telenoticias su director, Ignacio Santos, manifestó su descontento, porque en la tradicional conferencia de prensa desde casa presidencial, en ocasión del Covid 19, hubo colegas que se apartaron del formato de ese encuentro informativo. Hablamos de una de las tres importantes empresas privadas de noticias del país; no de cualquier grupo económico.
Es decir, para don Ignacio, una pregunta de un colega, subalterno suyo o no, distinta al conteo de infectados, muertos, edades, sexo o internados, no cabe. Por consiguiente, está vedado a los periodistas preguntar a las autoridades sobre proyecciones de la epidemia, de acuerdo con las propias estadísticas oficiales y, menos repreguntar, si están en capacidad de saber hasta cuándo veremos “aplanada” la curva de infección.
Este periodismo tampoco permitiría a ningún colega preguntar sí la estrategia de “aislar” la persona diagnosticada con el virus, en que proporción contribuye en “aplanar” la curva de enfermos, en lugar del sistema de ir casa por casa con brigadas sanitarias buscando el patógeno, desinfectando el domicilio y cortando el proceso de contagio en la comunidad. Son respuestas que educan y no deberían mortificar a nadie, por encima de sí, telenoticias tiene éste o aquel interés, sus periodistas se asesoran sobre el tema, llegan solo a transmitir datos o profundizan alrededor de lo que preguntarán.
Los que ejercimos el periodismo tiempos atrás sabemos que este tipo de conferencias en nada pueden parecerse a un formato rígido como programas de entretenimiento de “bailando por un sueño”, “en busca de la fama”, “yo soy…”, abundantes en la televisión comercial latinoamericana, por tratarse de un foro que busca conciencia en tono a un problema.
Sí bien es cierto el Covid 19 en los 196 países dentro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) obligó a la suspensión de variadas garantías constitucionales – como abogado espero sean transitorias y no sean para quedarse- insinuar qué se debe preguntar en tiempos de Coronavirus, me parece una falta de respeto para quienes creemos que, solo con el debate respetuoso de ideas (subrayando “debate” como aportes de contrarios), nos ayudará a salir avante de la crisis en que nos tiene este confisgado mal.
El Covid 19 demuestra que ningún país, aunque tenga llenas de divisas las arcas de su Banco Central, es inmune. Por el contrario, pareciera que aquellos países disciplinados y solidarios, son los que saldrán primero de la pandemia. Pero el morbo como alimento del “miedo”, no disciplina a nadie; tarde o temprano estallará terrible incendiario. Disciplina a la gente el conocimiento profundo sobre las cosas, lo que convence y no vence, la educación sistematizada entre la población y, sobre todo, quizá, la más importante: la solidaridad como única garantía humana de existencia. En esta crisis los Estados que no habían desfinanciado ni vendido instituciones públicas como universidades, de telecomunicaciones, de seguridad social, de distribución de energéticos, entre otros, gústenos o no, son los que mejor están responden a la crisis.
Sé que traer el tema de “la solidaridad” en tiempos de Coronavirus, después de 30 años, donde el escenario económico me enseña que soy destacado, abundante y ciudadano de primer nivel, si contemplo la avaricia y el individualismo como “buenos”, (los de segundo y tercer nivel de ciudadanía, no compran en los mall, sino en el abastecedor chino del barrio, cuando pueden) posiblemente produzca escozor, pero no hay otra salida. Es para ponernos a pensar, como a pesar de las guerras y las sanciones comerciales que todos conocemos, los rusos y los chinos ofrecieron ayuda necesaria a la administración Trump para contener la muerte en todos los Estados de la Unión, donde la población no tiene una institución como nuestro Seguro Social. Allí es crudo: sí tiene “verdes” se cura, sí no muérase. Ojalá las sombras de este monstruo maléfico nunca caiga sobre la Caja y la llamada “tercerización” de servicios no pase de ser ocurrencia, nada más.
Incluso, países comercialmente acosados, como Cuba y la República Bolivariana de Venezuela, no escatimaron esfuerzos para ofrecer ayuda, dentro de sus limitadas posibilidades. El primer país tiene en 14 naciones, personal sanitario y científico calificado, así como su producto biomolecular denominado Interferón, ayudando a gobiernos, algunos de ellos, no muy “amigos”. La segunda nación, de 22 toneladas de medicamentos e implementos comprados a China, ofreció recientemente a su archirrival Colombia respiradores, luego de conocerse que el gobierno de Iván Duque se había quedado sin esos aparatos y la gente más humilde moría. ¿Cuándo se había visto esto?.
Por ser comunicador es que, el Jefe de Estado, Carlos Alvarado, en la conferencia del 1/4/2020, pidió a los periodistas que preguntaran, que ellos estaban allí para dar respuestas a todas sus preguntas. Sí usted a un periodista – Alvarado conoce de ello- le quita el derecho a la curiosidad y a preguntar, entonces, amigos, “que el último apague la luz”, recordando la frase famosa atribuida a un colega perseguido durante la dictadura fascista de Uruguay.