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Los traumas después del femicidio…

16 menores de edad han quedado huérfanos de madre durante 2019. El reto de conciliar los traumas que desencadena la muerte violenta de su madre se mezcla con el reto de sus familiares al asumir responsabilidades en la crianza.

Brittany a veces llora cuando ve tele, cuando juega con sus hermanos o cuando se siente sola. Lo hace porque extraña a su mamá, Margarita Espinoza. Ella sabe cómo murió; sabe, por ejemplo, que su padre la mató con un machete, porque ella estuvo ahí y escuchó los gritos de su madre cuando le suplicó que no lo hiciera, pero su papá no le hizo caso. Después escuchó los de su abuela, pero él tampoco hizo caso.

Ese día, 8 de junio del 2016, su papá llegó a visitarlos a la casa de sus abuelos por la mañana, pues tenían varios días de no verlo. Todo parecía normal. Hablaron y desayunaron. Pasó un rato y su papá pidió un machete “para ir a hacer un jardín a la par”. Su abuelo se lo prestó; después pidió una lima y lo afiló. Nadie lo esperó, nadie lo supuso, nadie se imaginó, pero con ese machete mató a Margarita Espinoza de 27 años (esposa) y a Mayela Arce de 47 años (suegra).

La casa en la que vive Brittany está a unos 7 kilómetros de donde vivía Eva Morera, una jóven de 19 años que murió el pasado 1 de noviembre tras recibir un disparo por el agresor: quien a la vez era el padre de su hijo de 4 años. El caso consternó a gran parte del país, pues se trata de la onceava mujer víctima de la violencia machista en lo que va del 2019, según datos de la Subcomisión Interinstitucional del Poder Judicial. 

Brittany tiene 9 años. “A mí lo que más tristeza me dio fue que ella un día y me contó que le explicó al papá que no hiciera esa. Que por favor no le matara a la mamita ni a la abuela”. Foto: Miriet Ábrego.

Las noticias de los últimos días han provocado que Miriam Espinoza, la tía de Brittany recuerde a su hermana y a su madre. Ella tiene dos hijos y desde que ellas murieron Miriam es quién cuida a (Brittany de 9 años, Keylan de 4 años y Kevin de 18 años).

Ella vio todo, desde ese día no dormía sola. Pasaba muy pegada a mi hermano Kevin, porque ella siente que se pudo refugiar en él en ese momento”, cuenta Miriam Espinoza, la tía de Brittany. “En la escuela le ha costado, no es como muy sociable. Ella pasa solita e incluso uno cuando la ve está llorando, dice que está recordando a la mamá y a la abuela”.

El Poder Judicial estima que durante la última década 296 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. Brittany es una de las víctimas directas de esas cifras, así como los 18 hijos e hijas que quedaron huérfanos de madre durante este año, 16 de ellos eran menores de edad.

Los niños huérfanos por casos de femicidio quedan bajo responsabilidad de algún familiar cercano a la madre, en la mayoría de veces. El Patronato Nacional de la Infancia (PANI) brinda una ayuda económica de 110 mil (130 mil por personas con discapacidad) a cada uno de los menores, hasta que cumplan la mayoría de edad.

Los niños también tienen derecho a recibir atención psicológica por un profesional en atención de traumas; pero las sesiones no son obligatorias. 

Cuando los menores atraviesan la pérdida violencia de la madre, las secuelas pueden ir desde traumas, miedos, inseguridades, episodios de ansiedad o depresión, hasta presentar conductas de agresividad, desafío a la autoridad o berrinches, al no saber cómo canalizar las emociones, según Irene Arce, psicóloga de gerencia técnica del PANI. 

Ver nota aparte: “Los traumas de los niños por violencia pueden venir desde el embarazo”

Miriam Espinoza tiene dos hijos y quedó a cargo de los tres menores víctimas de femicidio de su hermana y de su madre. Cuenta que vive de la pensión que le otorga el PANI a sus sobrinos, pero que el dinero no le alcanza para todos, pues tiene que pagar el alquiler de la casa. (Foto: Miriet Ábrego).

Brittany recibió tratamiento psicológico durante siete meses, pero después le dieron de alta y su tía considera que aún lo necesita. “A veces ella está viendo tele o está jugando y de pronto uno ve que se queda en shock y sale corriendo para el cuarto y llorando, pero uno ya comprende qué es lo que le está pasando. Uno habla con ella y le dice que extraña a la mamá y que recuerda lo que le hizo el papá”, dice Miriam Espinoza.

Para la ministra de la condición de la Mujer, Patricia Mora, la atención que se les da a los niños y niñas huérfanos por femicidio no es suficiente. El Estado tiene que hacerse responsable porque es el culpable de lo que sucede. Sin embargo, también reconoce que hay una limitante económica. Aunque la institución que representa tiene que ver con el trato de la violencia, sabe que con las víctimas es poco el trabajo que pueden hacer, pues el enfoque de la labor que realizan está en la prevención y atención de la violencia, más no en la de los menores una vez que pierden a sus madres.

Mora asegura que el Inamu presentará un proyecto de Ley de Reparación Integral para Víctimas de Femicidio, debido a la falta de atención que hay. La propuesta consistirá en otorgar un monto de dinero mensual equivalente a un tercio del salario base de un oficinista del Poder Judicial, que ronda entre los 450 mil, por lo que estiman que la ayuda que  recibirían es de 143 mil mensual y hasta los 25 años.

El texto también propone que las familias tengan prioridad de atención en cuanto a acceso de asistencia médica, becas de estudio, bonos de vivienda y representación gratuita en los distintos asuntos en los estrados judiciales.

“El chiquitito estaba muy pequeño, él nunca me ha venido a preguntar. Él solo me dice mamá, me ve como la mamá. Yo paso enseñándole fotos, pero él no comprende mucho”, cuenta Miriam Espinoza.

“Las personas beneficiarias serían hijos e hijas de las mujeres víctimas de femicidios. Personas adultas mayores dependientes de la mujer, personas adultas mayores cuya principal cuidadora haya sido en vida la mujer que fue asesinada; personas con discapacidad permanente, estas sin límite de edad; personas con discapacidad permanente también sin límite de edad cuya principal cuidadora haya sido, en vida, la mujer víctima de femicidio. Las personas que asuman el cuidado formal e informal de alguna de las personas que acabamos de enumerar”, explicó la ministra.

La mayoría de los menores de edad son adoptados por un familiar cercano a la madre fallecida. El proceso  lleva varios meses. Cuando ocurre el femicidio, al PANI le corresponde hacer una intervención por crisis, que consiste en ubicar a las personas de edad.

Por lo general suelen permanecer en el mismo lugar porque el familiar con mayor vínculo o cercanía  es por parte de lado materno. Empezamos el proceso especial de protección y dictamos una medida de protección, de cuido provisional (el cual puede durar hasta seis meses”, explicó Patricia Hernández, Gerente Técnica del Patronato Nacional de la Infancia (PANI).

Las familias tienen que hacer frente a un proceso judicial conocido como “extinción de la autoridad parental”, que puede durar hasta un año y en el cual se define si el padre seguirá teniendoz derechos y deberes con sus hijos o si, por lo contrario, hay una ruptura con cualquier vínculo.

Si durante ese periodo el padre solicita ver a los hijos, el PANI tiene la potestad de impedirlo, según la Ley Orgánica de la institución.

 

Jorge Vargas, padre de víctima de femicidio: “La vida cambia totalmente”

Jorge Vargas, abuelo de los tres menores de edad que quedaron huérfanos tras el femicidio de su hija, Kattia Vargas, el 19 de noviembre del 2017 en San Carlos. (Foto: Miriet Ábrego)

“¿Por qué mi papá hizo eso?, ¿por qué, si mi mamá era tan buena?, ¿por qué nos quedamos sin mamá?”, le preguntan a Jorge Vargas sus tres nietos, ahora que han pasado dos años desde que su padre mató a su madre, aquella mañana de domingo 19 de noviembre del 2017, cuando ella llegó a la casa en Ciudad Quesada, luego de concluir su turno como enfermera en el Hospital de San Carlos.

Vargas no tiene las respuestas para esas preguntas. Nunca se imaginó siquiera que él y su esposa de 65 años serían los responsable de criar a los tres nietos de su hija Kattia Vargas, quién en estos días de noviembre estaría cumpliendo 46 años.

Los tres nietos de ocho, diez y doce años viven en la casa de sus abuelos en Orotina de Alajuela, desde que pasó la tragedia. Duermen los tres juntos en un cuarto que ellos les habilitaron. Justo a la par de su hogar, Jorge Vargas está construyendo una pequeña vivienda para que sus tres nietos tengan un cuarto propio.

Ya hace dos años de aquella mañana en que su padre, quien descuenta 22 años de prisión, asfixió a su mamá en el baño de la casa. Luego del asesinato, tomó a los niños y se los llevó para el Parque de Ciudad Quesada, a pasearlos como si nada hubiese pasado. Como si no hubiese sido él con sus propias manos quien los acababa de dejar huérfanos.

Horas más tarde lo detuvieron en el parque de Ciudad Quesada, sus hijos lo vieron.

Kattia Vargas fue la víctima de femicidio número 20 en el  2017, el cual cerró con 26 casos.

El femicidio es la forma de expresión más grave de las violencias de género, en la cual una mujer es asesinada, por su condición de mujer, usualmente a manos de su pareja actual o pasada, o de otro hombre con quien no tiene o tuvo una relación de pareja.

La Ley de Penalización de Violencia contra las Mujeres sanciona al agresor con una pena de 20 a 35 años de prisión a quien “mantenga una relación de matrimonio, en unión de hecho declarada o no”.

También se condena al agresor por asesinar a la víctima en casos en los que no había una relación de matrimonio o unión libre, ya se durante el noviazgo, después de un divorcio, al terminar una unión de hecho u otros casos en el  ámbito público, un ataque sexual, entre otros.

Jorge Vargas tiene 70 años y su esposa 65, son abuelos y padres para los tres hijos de Kattia Vargas. Foto: Miriet Ábrego.

“Para nosotros ha sido durísimo. En mi caso, que voy a cumplir 71 años, ha sido una responsabilidad grandísima; es volver a empezar. Mi esposa tiene 65 años, ella los levanta, los mete al baño, los alista. Yo tengo que embetunar los zapatos del menor y amarrárselos porque todavía no se los amarra bien; peinarlo y decirle que se lave los dientes. Después los voy a dejar a la escuela”, cuenta Jorge Vargas.

“Yo tenía un carrito de cinco pasajeros que yo me movilizaba con la doña y con el hijo mío que tiene una discapacidad; entonces los tres nos íbamos a pasear. Me tocó vender el otro carro y negociar esa buseta. Ahí sí cabemos todos”, añade.

Los menores de edad reciben una pensión tras la muerte de su madre de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). También fueron a un par de sesiones con especialista psicológico en la Clínica de San Rafael de Puntarenas. “Teníamos que ir todos. Casi todas las semanas, pero llegó un momento en el que los chiquillos dijeron: ‘¿qué venimos a hacer aquí nosotros?’ Ya comenzaron con eso. La psicóloga nos dijo que si ellos no querían no se podía hacer nada”, dice el abuelo materno de los niños.

¿Se aprende a vivir con el recuerdo de su hija?

Hay que aprender. Llega el momento que uno le da vuelta al asunto ese en la cabeza y dice: “¿por qué me sucede a mí esta situación?” Pero también viene la otra respuesta de que hay que seguir adelante. Uno trata de llevar una vida normal, pero eso cambia la vida totalmente.

 

Óscar Morera, padre de Eva Morera: “Mi nieto es una víctima directa del femicidio”

Eva Morera tenía un hijo de 4 años que ahora quedará bajo custodia de su abuela. Foto: Tomada de Facebook.

El domingo 3 de noviembre, bajo el sol penetrante de mediodía, un carro color gris estacionó frente a la iglesia de Barva, traía el ataúd de Eva Morera, joven madre de 19 años asesinada por su expareja, el 1 de noviembre del 2019. 

Entre la gente había familiares, amigos, vecinos, conocidos y desconocidos. Gente que había visto a Eva caminar por esas calles hacía menos de 48 horas antes. Gente que poco se imaginaba que una joven como ella fuera víctima de la violencia machista. 

El sujeto que mató a Eva tenía unos días de haber salido de la cárcel, era su expareja; abusó de ella cuando tenía 15 años y la dejó embarazada. Su hijo de apenas cuatro años queda huérfano de madre y en proceso para que el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) le otorgue la custodia a su abuela materna.

Los días posteriores a la tragedia, Óscar Morera, el padre de Eva, habló en varios medios de comunicación. Compartió sus reflexiones de lo que había ocurrido,  habló sobre el poder, el machismo y los privilegios masculinos que tiene que replantearse. 

Nosotros no debemos tolerar comportamientos machistas y misóginos como hombres, porque ahí es donde empezamos; por ejemplo, cada vez que nos sentamos en una mesa de tragos y alguien hace un comentario que deshumaniza a una mujer”, comenta Morera.  

Él sabe que uno de los retos que le espera será compartir esas reflexiones con el hijo de Eva, su nieto de cuatro años. “Él es una víctima directa que a pesar de lo pequeñito que puede estar, va a tener secuelas toda la vida. Estamos rotos. Él está roto, nuestra familia está rota, yo como abuelo estoy roto también. Nuestros amigos, nuestros familiares cercanos están rotos. La sociedad está rota”.

El padre de Eva Morera cuenta que hace más de 20 años su familia atravesó una situación similar tras la pérdida de uno de sus hijos. Foto: Katya Alvarado.

“Lo que sí es cierto es que la forma de reparar lo que está roto es con amor y cariño, con ternura. No hay otra forma. Yo no puedo reparar eso que está roto con venganza, con violencia, con dolor o con tristeza”.

Ana Hidalgo, coordinadora del área de violencia contra la mujer del Instituto Nacional de la Mujer (Inamu), explica que en casos como los de Eva Morera, por lo general, hay un círculo de violencia que puede crecer en el sentido de frecuencia y gravedad de los hechos.

“Hay una trampa para la mujer cuando es agredida, porque se confabula la cultura con el agresor, porque el agresor vienen apelando a una historia de amor o a que va a cambiar; y las mujeres venimos de una cultura donde se ha privilegiado el amor romántico donde además se nos dice que somos las responsables de la relación de pareja. Que las parejas funcionan en el tanto yo invierta tiempo, pero si además tengo hijos nos dicen que es mejor aguantar porque es mejor por los hijos”, explicó Hidalgo.

“Lo más importante en esos casos es tratar de ponerse en los zapatos de ellas. Entender que las mujeres que no buscan ayuda es por situaciones diferentes. Algunas veces porque tienen miedo de muchos tipos: que no le crean cuando vayan a denunciar la agresión, pues muchas de esas agresiones suceden sin que nadie vea o escuche”, aseguró la especialista del Inamu.

Ana Hidalgo añadió que solo las mujeres que han vivido una situación de agresión saben cuánto miedo pueden sentir cuando el agresor les levanta la mano o las obliga a hacer algo que contra su voluntad. Por ello es que muchas veces prefieren callar ante el temor de que la situación empeore.

 

 

 

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