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Un triángulo equilátero

El escritor Carlos Salazar Ramírez le rinde homenaje a tres figuras cimeras de las letras nacionales: tres mujeres, tres militantes comunistas, feministas y escritoras.

(Pero no un triángulo dibujado en un papel. El título se refiera a un triángulo equilátero perteneciente a la humana geometría pura. Leamos:)

 Del selecto grupo de mujeres que han dado su fulgor a su pueblo, se hablará con brevedad de tres de ellas.

1887…  1902…  1904…  Exceptuando el primero, en el que se crearon el Liceo de Costa Rica y el Instituto de Alajuela, son años que no aparecen en los libros de historia como escenarios de importantes sucesos nacionales… aunque vieron el nacimiento de unos manantiales que dieron a nuestro suelo tres de sus más valiosos caudales de savia, de esa  savia que convierte un país en una Patria.

En mil ochocientos ochenta y siete nace en San José Carmen Lyra.

En mil novecientos dos nace, también en San José, Emilia Prieto.

En mil novecientos cuatro nace en Heredia Luisa González.

Y estas tres mujeres, las tres maestras de escuela primaria, de inmenso corazón, inteligencia y cultura, llegaron a ser –naturalmente– grandes amigas.

Y el conjunto de esta tríada –cada una con su esencia y en momentos diversos– produjo inestimables resultados en los campos del ensayo, el cuento, la pintura, la novela, el grabado, el folclore, la música, el teatro, la difusión del libro, la educación de obreros, el periodismo, la radiotelevisión de calidad y… la labor política.

¡Pero no una labor política consistente en despojar del poder a un partido adocenado y vulgar para sustituirlo por otro vulgar y adocenado, sino para purificar de océano a océano los aires, las tierras y las aguas del suelo natal con el fin de fundamentar un nuevo ser costarricense dueño completo de su destino, de su pensamiento y de su dignidad!

En consecuencia (y esto es tan absurdo que la razón se niega a creerlo) sufrieron el hostigamiento, la persecución y la venganza, perpetrados por compatriotas corrompidos por la estupidez, la infamia y el egoísmo. (Siempre existen episodios ignominiosos en el acontecer de los pueblos).

Es de primordial importancia que los hijos de Costa Rica, que desconocen quiénes conforman los lados de este triángulo equilátero, acudan a una biblioteca o a su equipo de computación para recabar datos acerca de estas mujeres. Y buscar –tarea imprescindible– los frutos de sus labores, que observarlos, leerlos, escucharlos; es decir, sentirlos, es sumergir las manos en las substancias de la costarriqueñidad para así experimentar la dicha de ser nativos de esta tierra.

¡Pero de esta tierra, y no de la que le incrustan al pueblo los diarios, las radioemisoras, las revistas, los grandes anuncios luminosos, las estaciones de televisión!…

¡Esa nunca ha existido!

1949…  1986…  1999…  Tres años dolientes. Porque en cada uno de ellos se consumió para siempre un lado, o un ángulo, o un vértice del triángulo equilátero del sistema radical albergado por el suelo costarricense, cuya estabilidad contribuyó a fijar y cuyo aroma único ayudó a mantener.

En mil novecientos cuarenta y nueve muere en México Carmen Lyra.

En mil novecientos ochenta y seis muere en San José Emilia Prieto.

En mil novecientos noventa y nueve muere, también en San José, Luisa González.

La desaparición de estas tres mujeres nos deja tres veces huérfanos.

 

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