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Marcelino García Flamenco a 100 años de su nacimiento

En la carta del licenciado Álvarez Hurtado sobre Marcelino García Flamenco, maestro salvadoreño, a don Francisco María Núñez, escribe

En la carta del licenciado Álvarez Hurtado sobre Marcelino García Flamenco, maestro salvadoreño, a don Francisco María Núñez, escribe: “difícilmente se encuentra uno con un hombre tan completo como García Flamenco: valor, carácter, energía, sobriedad, cortesía, afabilidad, dignidad, entusiasmo, en fin, tantas virtudes que era características de su hombría de bien. Por eso los maestros pueden citarlo como modelo de las escuelas. Su amor a la enseñanza era fuente inagotable de entusiasmo”. A través de estas palabras, percibimos esa energía y dignidad con la que se le describe, junto con los altos valores, que lo hicieron caminar las altas montañas de Buenos Aires para denunciar el asesinato de Rogelio Fernández Güell, una fuerza física que siempre va de la mano con el más grande valor espiritual.

Viaja a puerto Corintios, Nicaragua, para unirse a los grupos de resistencia contra la dictadura de los Tinoco, convirtiéndose en uno más de los costarricenses y nicaragüenses que participaron en esos días de batalla. Fue responsable en la preparación de los que llegaron a pelear en la batalla del Jobo, donde murieron cientos de hombres. En  la isla de Ometepe desarrolló el puesto de oficial en la enseñanza, al mismo tiempo cuidaba a los de costarricense y hondureños,  hasta el más mínimo detalle según las palabras de don Antonio Álvarez Hurtado.

Según las memorias de don Julio Acosta, que transcribiremos para compartir este perfil, “García Flamenco era el jefe de la sección de la Cruz Roja, con escasez de medicinas y utensilios mantenía bien articulado este cuerpo. En Granada se unió a los revolucionarios un médico inglés Mr. Mess que como revolucionario del ejercito sentó plaza en la revolución, ya en Santa Rosa con todo y dispuesto para atacar el Jobo, dijo: yo no paso de aquí, yo no desafío el peligro. Marcelino contestó: irá usted al combate con nosotros, será ahora cuando más lo necesitemos. El galeno apuntó, ha olvidado usted señor oficial que soy inglés, no serán ustedes los que me obliguen a pelear. A lo que García Flamenco desenfundando su revolver amenazó ordenándole: adelante camarada con todo y su ciudadanía inglesa quedará tendido aquí” (p. 74). Y en la descripción física aportada por Julio Acosta dice: recuerdo perfectamente su noble figura: alto, fornido, blanco, con aposturas de hombre y dulzura de apóstol. De sus ojos salían, a veces, destellos de indignación y otros magníficos efluvios de bondad, según los sentimientos que moviera su ánimo.

Imaginemos a ese maestro salvadoreño lleno de juventud y con la indignación y el coraje del que sabe que lo mueve la verdad y lo correcto, días antes de perder él su vida. Los revolucionarios de Sapoa se convirtieron en la amenaza viva al Estado costarricense, la resistencia y las continuas escaramuzas fueron la pesadilla para el ejército. La revolución fue aumentando sus simpatizantes, y haciendo desvanecer los miedos que la ciudadanía vivía durante estos meses, probablemente el maestro García Flamenco ya era citado en los corrillos del magisterio y de los colegios de secundaria, el testigo fehaciente de los crímenes de la dictadura y el maestro que troca en arma su herramienta como una lección de aprendizaje. Este 19 de julio se cumple el centenario de su muerte y hemos querido hacer este conversatorio y exposición convencidas de que su vida no fue en vano, de que volvemos a él como referente y símbolo vivo de un país donde continuamente los maestros nos llenan de enseñanzas más que los militares.

Hace cien años las maestras llenas de valor rompieron el cerco del miedo y San José las vio salir a las calles, dejar las aulas, indignarse y protestar en contra del gobierno de Tinoco convirtiéndose en esa vanguardia civil que necesitaban los mismos revolucionarios, María Isabel Carvajal, Matilde Carranza, Ana Rosa Chacón, Ester de Merzerville, Lilia González, Anita Cantillano, Vitalia Madrigal, Ester Silva, Graciela Gutiérrez, Amparo López Calleja de Zeledón, las acompañaron Patrocinio Arieta, Napoleón Quesada, José Guerrero y otros maestros que junto al Liceo de Costa Rica, el Colegio de Señoritas, el Colegio Seminario, la Escuela Normal de Heredia.

La figura de Marcelino une los esfuerzos de los revolucionarios de Sapoa y de una sociedad civil que toma las calles de la ciudad de San José y se insubordina ante el régimen dictatorial. Es importante decir los nombres de las maestras que han sido relatados en diversas crónicas como líderes de esas jornadas cívicas, la resistencia de la maestras y maestros, periodistas, estudiantes, gente común que salieron a las calles y dijeron basta a la dictadura. Creo que las mujeres pudieron provocarle más inseguridad al dictador que las mismas fuerzas rebeldes desde Sapoa. Las participaciones de las mujeres en los hechos fundamentales de nuestra historia descubren y delaten una memoria que esconde el verdadero corazón de nuestra identidad. Volver a ver la historia con ojos de mujer y encontrar otras mujeres nos hace escuchar un río profundo que espera que transitemos. Denunciar la violencia política, la cárcel, el asesinato, la tortura, el acoso, habla de la falta de una justicia que busque resarcir a las víctimas de estos dos años de dictadura. Una memoria que no encubra, que señale, que busque al culpable y honre a la víctima. Todo esto hace falta, los sucesos históricos analizados desde diversas disciplinas donde no haya encubrimiento ni olvido, sino una búsqueda más prístina para honrar a los cientos de víctimas.

Marcelino García Flamenco promovió su sed de justicia y dignidad y lo convirtió en nuestro héroe, un héroe como Rogelio Fernández Güell, como Carlos Sancho, Jeremías Garbanzo, Joaquín Porras y Salvador Pérez, Ricardo Rivera, junto con otros hombres que murieron en la batalla del Jobo, como Selim Arias Durán, los que murieron en la Cruz, en Liberia, en Turrialba, en Cartago y en otros lugares del territorio nacional. La violencia de la dictadura produce miedo y reprime a los pueblos; sin embargo, a cien años de estas luchas podemos observar que la dignidad y el ejemplo lo dieron las mujeres inspiradas por estos héroes. El pueblo de Costa Rica, entre las maestras y los maestros, entre Rogelio Fernández Güell y Marcelino García Flamenco, nos sigue enseñando que la libertad es frágil y, es un pulso en las calles, en el aula y en la palabra.

Carmen Lyra, para 1921, planteaba la idea de instalar una escuela maternal que llevara el nombre de García Flamenco: “Para levantar una escuela digna de ese maestro, cuya vida es parecida a aquella estrofa que contiene un pensamiento de Schiller, amplio como nuestro mundo, y más lleno de amor que el sol. Con hogar o vagabundo mi patria no tiene nombre. Soy ciudadano del mundo y compatriota del hombre.” Concluyendo nos dice “la memoria del maestro, que, como ninguno en aquella época, supo cumplir con su deber, dice a nuestro oído: esculpid para la vida”.

Omar Dengo, en 1924 frente a los restos de Marcelino, dice: “el Héroe surge cuando el espíritu del hombre toma posesión de sus más altas capacidades y se sintetiza la vida de un pueblo o expresa un designio de la civilización o refleja el pensamiento de dios. Hay que hacer el elogio del héroe en sentido completo de la palabra. Este es García Flamenco, el héroe de la justicia. Sintamos toda la grandeza de este momento, sintámosla profundamente”. Como podemos sentir a cien años, sinceramente, la grandeza de este héroe, también debemos sentir profundamente la repulsión y lo oprobioso de la forma vil de su muerte. Esta es la memoria viva que un pueblo no debe olvidar, así como la necesidad de saber defender permanentemente las libertades conquistadas con la vida de nuestros héroes.

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