Los Libros

Reflexiones de un observador de aves

Reflexiones de un observador de aves Alexander F. Skutch Ensayo Voyria 2022

Bajo una sencilla pero pulcra edición de bolsillo numerada, se enhebran las reflexiones del sabio naturalista Alexander F. Skutch (1904-2004) acerca de su labor de años como observador de aves. Nacido en Baltimore, USA, este científico y filósofo, luego de varios periplos por diversos países de Centroamérica y el Caribe, se establece en Costa Rica (1941), específicamente en su finca “Los Cusingos” en San Isidro de El General, donde pasó, en compañía de su esposa, una vida retirada y austera hasta su fallecimiento. Dicha finca es hoy un refugio de aves y un museo.

En mi última visita a esa ciudad, invitado gentilmente por los organizadores de su Feria del Libro, di con esta joyita producida por la editorial Voyria (un género de plantas, hasta donde sé), estupendo esfuerzo autogestionario junto a la librería naturalista “Libros del Sotobosque”. Precedidas por una introducción de los editores y un prólogo del autor, el texto se divide en cinco rigurosas partes con unas consideraciones finales a modo de resumen.

Desde que inicié la lectura no pude evitar la analogía del observador de pájaros con la labor del poeta o del artista en general. Es que el poeta, creador en todas las artes, también es un observador (voyeur hacia fuera y hacia dentro), por lo que debe pertrecharse de un conocimiento, una metodología y un instrumental adecuados que le permitan informar sobre lo observado, aunque, claro está, de una mera totalmente distinta a los farragosos informes académicos.

Pero es que don Alexander —así nos lo hacen saber los editores y traductores al principio— no era un científico convencional —de allí que se prefiera el término de ornitomante al de ornitólogo—; para él la “observación de aves es un ejercicio espiritual que desemboca en el perfeccionamiento moral del observador” (pág. 2). Dicho de otra manera, su labor estaba más emparentada con la del poeta y la del filósofo (tendré que volver en otro momento sobre los parentescos entre estos dos ejemplares, aunque el primero haya sido expulsado de la república de los segundos), en tanto la meditación y la contemplación de la naturaleza no solo sirven para conocerla, sino fundamentalmente para auto/conocernos.

Y allí está la riqueza del libro. Hay un efecto dialéctico de humanización a medida que se estudia y se comprende la naturaleza en su magnífico esplendor y complejidad, sobre todo en sus expresiones más coloridas, musicales y misteriosas (tal la misma naturaleza), como las aves. Por ello, la relación y los “lazos de conocimiento” con la vida circundante y el cosmos en general, trátese de una planta, un insecto o una estrella, deben partir siempre de una actitud de serena humildad y respeto. Como expresa el autor: “Cualquier estudio que se persiga con una mente seria y entusiasta, por amor y no por ganancia o fama, es capaz de producir este efecto” (pág. 12).

El sabio de seguro se decantó por el estudio de los pájaros porque son la forma de vida más conspicua, la más vistosa, “vívida” y expresiva con su movilidad, sus concatenaciones familiares y “sociales”, sus arduas labores, su perseverancia y su permanente alegría. Son el símbolo de vida que ofrece esperanza ante el caos y el arbitrio de la historia y la civilización humanas con sus oscuridades metafísicas. Son una muestra de que el universo o los pluriversos están animados por una energía superior, por una flama divina. “¿No es más fácil mantener la fe en una fuerza creadora benéfica y amorosa, en un mundo donde abundan los pájaros, que mantener esa fe en un mundo sin pájaros?” (pág. 17). Sí, un mundo sin pájaros —y sin flores, agregaría yo— sería un mundo sin poesía.

Tras reflexionar e informarnos sobre el atractivo y las recompensas de su intenso y especializado trabajo, así como del equipo, los instrumentos y métodos del mismo, el autor se acerca a la “moral de las aves” en analogía con nuestras comunidades culturales y nuestro sentido del deber. Y expresa entre otras lúcidas y brillantes observaciones: “Creo que podemos concluir con justicia que en el mundo de los pájaros existe lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal, aunque no sea igual para todas las especies, ni tampoco para nosotros” (pág. 133). “Lo que redime a la Naturaleza, vista con el ojo filosófico más que con el puramente sensual, es el esfuerzo que hace cada criatura viviente para crear algo más allá de su insignificante ser, para proyectar la vida más allá de su propio y efímero globo de arcilla” (pág. 136). “Aprendemos que el esfuerzo y la lucha, la lucha contra la adversidad, no son solo cosa nuestra, sino que están tan extendidos como la vida misma” (págs. 136-137). “(…) ¿qué es la moral sino el impulso de dedicar nuestra momentánea existencia a algún bien que la sobreviva?” (pág. 137).

Sí, a don Alexander Skuth lo sobreviven sus desveladas labores, sus enseñanzas, sus conceptos y su visión espiritual, casi mística, de la vida con sus mínimas y amplias esferas, signos y símbolos, gracias a esfuerzos como el de la editorial Voyra y sus editores, a quienes se agradece la justa y elegante difusión de ese legado.

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