Los Libros

Más allá del cuerpo y del aliento

Flor carnívora Jenny Álvarez Poesía Editorial Arboleda 2021

La Editorial Arboleda publicó hace pocos meses Flor Carnívora, nuevo libro de la escritora Jenny Álvarez que agrupa 48 poemas de carácter erótico. El poemario se divide en cinco partes y una especie de anexo con escritos tomados de baños públicos que completan su propuesta transgresora. La portada, hecha a partir de un óleo de la artista Patricia Múrolo, le hace honor al texto; pues es rica en sugerencias eróticas y pictóricas.

Al leerlo me pregunté, desde el principio, cual es la diferencia entre esta propuesta y otras del mismo tipo que se vienen produciendo en la poesía costarricense. Esta reseña intenta responder a esta cuestión, a través del análisis de textos significativos del libro.

Ya desde los epígrafes que lo enmarcan la autora nos da un par de pistas. Primero en el párrafo de Junichiro Tanizaki: “Lo que toques con tus manos o tus pies se ilumina de júbilo, así como se va purificando el suelo al paso de los dioses”; luego en la frase de Anais Nin que propone al erotismo como una de las bases del conocimiento existencial. Si entendemos ambas citas como guías de lectura, el erotismo constituye para la autora un acto fundante, a la vez que una vía de exploración de sí misma, tan indispensable como la poesía misma. Desde estas coordenadas parece haber sido escrito todo el poemario.

Flor carnívora, texto inicial que, como se observa, le da título al conjunto de poemas, habla de apretar, engullir “la forma y el hambre de otro cuerpo”. “No dejes de pasearte por mi sangre”, enfatiza en el mismo poema. Así, el libro toma forma de invitación, de llamado “a llegar cada vez más lejos”, hasta macerarse mutuamente la carne, como escribe en “Mayo en línea”. De esta manera convoca a refundar las relaciones con el otro y consiga misma, a través de la intensidad de la vivencia sexual. La autora quiere llegar, junto al amante, a lo que ella llama el centro mismo de su nombre. La sexualidad expresada poéticamente, es decir, hecha metáfora y búsqueda de sí, se torna entonces en una vía de reconocimiento mutuo.

Esta es una primera línea significante del poemario. Posteriormente, la autora ya no se observa solo a sí misma, sino que ve a otras mujeres que también desafían simbólicamente el orden impuesto, en busca de su afirmación. En otro poema, una mujer al borde de la calle está a punto de cruzar y se siente mirada por un hombre. Un hombre, que como todos, “le pregunta por el fuego”. Pero ella prosigue, pues “tiene muy claro que debe llegar a su destino,/ dónde tendrá que transformar en pan su primavera”. Este poema/relato es uno de los más logrados del libro. La autora logra darnos toda una carga emotiva de lo significa la femineidad en nuestra sociedad, a partir de una mujer que simplemente camina hacia algún lugar.

Desde este doble sentimiento de búsqueda de sí misma y de hallazgo de la significación de lo femenino, el texto deriva hacia una especie de autoconfesión: “Si supieras la deuda de mujer que tengo con mi cuerpo/ que ando calculando, averiguando, hurgando”. La mujer, esta mujer que escribe, se torna así no solo en sujeto pleno de su deseo sino también en sujeto consciente de la profundidad de su perpetua indagación: “Atrápame más allá del cuerpo y del aliento”, escribe, es decir, más allá de la misma existencia física. Así, “La flor carnívora” que quiere absorber, tragar, fundir al otro en el interior de sí misma, está ahora “colgada de un nudo terrenal” y es “una flor extraña que crece cada noche”. Se torna en un ser que busca al otro para ser conducida a su propio cuerpo, como escribe Eunice Odio en un verso suyo citado como epígrafe.

La autora concibe así el pasaje amoroso como un signo tanto de íntima revelación como de alianza entre los seres: “Duérmete, náufrago, aún tenemos este mar, y/ mañana araremos otra vez la tierra.” Náufrago, que es también su “amante cuaternario”, su “hombre lobo”, su amante del Vitrubio”.

Poesía escrita “para inventarle otra forma a mi cuerpo, / para que otra luz te revelen mis ojos”. Poesía genuina, sin poses, cálida y honda a la vez, que “ilumina de júbilo” todo lo que va tocando a su paso. Tal es la índole de este libro, indispensable a la hora de considerar y valorar la poesía escrita por mujeres en nuestro país.

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