Los Libros Entrevista a Franco Berardi

La poesía como revitalización y reinvención

El filósofo italiano Franco Berardi, autor del libro Respirare. Caos y poesía, utiliza la metáfora de la asfixia para designar un presente de crisis que alcanza hoy las distintas áreas del devenir humano: desde lo solidario a lo cognitivo, desde lo corporal y el erotismo al pensamiento crítico. Entrevistado a propósito de Respirare, que hace centro en la poesía como invención constante y pluralidad de sentidos por fuera de los códigos rígidos del mundo automatizado, Berardi analiza algunos rasgos de la sofocación tecno financiera como la sobrecarga de información, la aceleración, la oposición entre lo conjuntivo y lo conectado, el individualismo y la necesidad de recobrar una pulsación cósmica.

Este lúcido escritor y catedrático, que en el citado título cita a poetas como Montale, Dylan Thomas, Hölderlin, Mallarmé, Góngora, Quevedo y Rilke, es autor de una extensa obra en la que figuran los ensayos La segunda venida, Fenomenología del fin, La fábrica de la infelicidad y El tercer inconsciente.

Jorge Boccanera

Es por demás interesante cómo en Respirare usted establece de alguna manera desde el subtítulo un dilema entre “caos” y “poesía”, ¿se trata de una lucha de opuestos o de entidades complementarias?

—Cuando pensamos en un medicamento no lo pensamos como opuesto a la enfermedad, ni como algo complementario. El remedio es un factor de transformación del organismo que permite aliviar el sufrimiento y poner el organismo en condición de elaborar la enfermedad, superar el trauma, asimilar las condiciones caóticas producidas por el trastorno físico y nervioso que llamamos enfermedad. El caos no existe, pero hablamos de caos cuando los impulsos neuroinformativos que llamamos experiencia se hacen demasiado rápidos e intensos para elaborarlos emocional y racionalmente. Entonces, el caos solo es una percepción, una impresión que provoca, en nuestro cerebro, un efecto de miedo, pánico o impotencia. La poesía sí existe, pero no sabemos definirla, justamente, porque escapa a todas las definiciones, aunque podemos decir que la poesía es la creación de un mundo intersubjetivo que nos permite vivir y compartir la experiencia de un flujo imaginario, de un ritmo, de un cosmos lingüístico. No creo que se pueda considerar a la poesía como una entidad opuesta al caos o complementaria.

También, en el plano de las disyuntivas sitúa la sofocación provocada por la globalización neoliberal frente a la posibilidad de respirar, un respirar que tiene que ver con un ritmo propio de la poesía que, señala usted, “modela nuevos dispositivos de sensibilidad y nuevos ritmos respiratorios”. ¿Es necesario crear nuevos ritmos o se trata de recobrar una pulsación “cósmica” consustancial al hecho poético?

—Estamos manejando metáforas, entonces, no importa mucho si se trata de crear nuevos ritmos o de recobrar, como dices, una pulsación cósmica. La misma expresión “nuevos ritmos” me parece un poco vacía, ¿qué significa?, muy poco. Veo más comprensible la idea que el organismo está buscando un ritmo respiratorio armónico con el ritmo del mundo, aunque este ritmo lo percibimos como caos y provoque sufrimiento, pánico. El lenguaje tiene la potencia para elaborar el caos, es decir, que tiene la potencia para transformar en algo armónico también el mundo más discordante y violento. La poesía no tiene nada que ver con la belleza, la armonía, el placer, se mueve en ambientes muy feos, muy dolorosos. Y no modifica el ambiente, sino la percepción mental, sonora, visual; modifica el estado mental, las expectativas; y sobre todo exalta la autenticidad de la experiencia. Al final, la poesía solo es un modulador lingüístico, musical e imaginario de la simpatía de la ósmosis entre mente y mundo.

¿Podría aclararnos su idea del “exceso” que le atribuye a la poesía “en el campo de la significación” y que podría dar un vuelco a la automatización de la globalización tecnofinanciera? ¿Se refiere a la poesía como vaticinio, como un modo de indagar que va más allá de los lenguajes convencionales?

—El lenguaje que hablamos diariamente y también el lenguaje formal de la administración, de las finanzas, es un proceso por el cual los signos se pueden interpretar según un criterio convencional. Sabemos desde Ferdinand de Saussure que los signos no tienen una relación eterna ni natural con los significados. Que la palabra “árbol” signifique lo que podemos ver en el bosque es una convención. Igual que cuando vamos al banco utilizamos signos convencionales para sacar dinero o pagar los impuestos. El intercambio lingüístico requiere un cierto nivel (más o menos perfecto) de rigidez. El significado de los signos se fija en nuestra mente, y también en la experiencia de la economía, de la vida cotidiana. Pero tal vez podemos suspender esta relación fija entre signo y significado, podemos ignorarla, transgredirla, reinventarla. Como dice (Víktor) Shklovski, hay una piedra frente a mi habitación que veo cada mañana, pero no la veo, no existe, no me dice nada, mi conciencia no la reconoce. La poesía dice la palabra “piedra” y en mi mente aflora algo de brillante, obscuro, contundente. La poesía es revitalización y al mismo tiempo reinvención de una relación entre el signo y un abanico de sentidos posibles.  

Otro síntoma que toca en su libro es la “aceleración”, un devenir ubicado en las antípodas de la pausa, la observación profunda que caracteriza al hecho creativo. ¿Viven en tensión esos dos polos —aceleración versus atención— en el mundo hiperconectado de hoy?

—La cuestión de la atención es crucial porque es la condición mental que pone el mundo como algo de significativo, pero la atención no es una condición cognitiva natural sin relación con el ambiente. Cuanto más el ambiente acelera la carga de estimulaciones semióticas, tanto menos podemos valorar el contenido semántico y su efecto emocional. Por eso, la aceleración en nuestra experiencia, producida por las tecnologías video-electrónicas y por la red informática, produce un efecto de sobrecarga de la atención y, en consecuencia, un efecto de desactivación de la emoción y de confusión en la comprensión. Cuando hablamos de noticias falsas en el circuito informacional, por ejemplo, estamos hablando sobre todo de una incapacidad creciente de la mente en distinguir entre verdadero y falso en cada enunciado. Y cuando hablamos de autismo en el comportamiento psíquico estamos hablando de una condición ambiental que hace casi imposible la elaboración emocional de los acontecimientos, del intercambio lingüístico, afectivo.

¿Podría verse hoy la poesía como contraparte del discurso hegemónico que formatea y enajena la subjetividad? Me refiero a los oligopolios mediáticos que manipulan con la posverdad, el lenguaje expansivo de la industria del entretenimiento, la fake news y los eufemismos que encubren, falsean, camuflan, distorsionan.

—La cuestión de la interpretación de los enunciados públicos, de las noticias, no se puede analizar en términos de verdad o de falsedad, se puede poner solo en términos de capacidad crítica de la mente. La crítica, como capacidad de discriminar entre verdadero y falso, entre bueno y malo, no es una facultad natural de la mente humana. Hay una mente mitológica que preexiste a la mente crítica y que nunca deja de evolucionar. No creo que el problema de nuestro tiempo sea la difusión de noticias falsas. Siempre han existido noticias falsas, siempre el poder político ha producido flujos de mentira ideológica y factual. La novedad de nuestro tiempo es la velocidad del flujo que tenemos que elaborar y la cantidad de signos que tenemos que elaborar en un tiempo cada vez más breve, cada vez más fragmentado. Por eso, la mente colectiva ha perdido la capacidad crítica. Marshall McLuhan en su libro Understanding media, de 1964, escribió que, cuando la comunicación pasa de la tecnología secuencial de la escritura a la tecnología simultánea de la electrónica, la mente colectiva vuelve a la mitología abandonando su forma crítica.

En su concepto de “respirar” caben ritmos en consonancia con los afectos y gestos solidarios de quienes “pueden sintonizarse y respirar juntos”. ¿Estos lazos de empatía, amistad, convivencia, respeto, consideración, reciprocidad, fueron barridos por el individualismo, la indiferencia y el recelo que hace ver al prójimo como enemigo? 

—Cuando hablo de respiración, hablo de la capacidad colectiva de vivir en una condición de conspiración, que puede ser conflictiva o solidaria, pero siempre es empática, conjuntiva en el sentido que cada cuerpo puede cambiar en el contacto con el otro cuerpo. La doble transformación neoliberal (competencia por el provecho) y digital (conexión en lugar de conjunction) ha interrumpido la conjunción solidaria y trastornado la misma esfera del erotismo.

Usted resalta el papel de herramientas de la poesía como la metáfora, el absurdo y, entre otras, la ironía. A esta última, enlazada a la conciencia mediante un juego paradojal que amplifica cada asunto que toca, la confronta usted con el cinismo, una conducta psicótica de plegarse a la falsedad. ¿Podría abundar en ello?

—La ironía es la modalidad lingüística (y ética) que suspende el sentido de un enunciado en una dimensión de ambigüedad consciente, lo que permite evitar la fijación de lo real como inmutable, además de permitir la convivencia de visiones diferentes, de diferentes modos de vida. La ironía es un signo de tolerancia hacia la imperfección inmanente a la existencia y a la comunicación.

El cinismo, aunque adopte formas de enunciados similares a la ironía, presupone la inmutabilidad de la realidad y lo inevitable de una aceptación ética de lo intolerable. Ambas formas, ironía y cinismo, saben que la palabra no es un calco verdadero del mundo, sino la creación de un universo que se puede (o no) compartir. Pero lo que comunica el enunciado cínico es que, aunque el mundo no corresponde a un orden verdadero, (ni es armónico con el deseo) el orden existente es inamovible, por lo que debemos adaptar la mente a lo intolerable, siendo conscientes de ello. El enunciado irónico, por su parte, comunica la liviandad del orden existente, que no es un orden, sino un magma caótico que puede evolucionar gracias a la conciencia, gracias a la palabra.

En las redes de las máquinas virtuales el martilleo del “yo” martilla en la autorreferencia narcisista. En cambio, el “yo” de la poesía tiene aspiraciones de un “tú”, de un “nosotros”. El poeta argentino Juan Gelman escribió que autores como Whitman, Maiakovsky y Vallejo tenían “el yo lleno de gente”. ¿Qué piensa al respecto?

—Que sí. Los poetas de la época moderna podían decir “nosotros” porque había una comunidad intelectual y política. La palabra era expresión de un movimiento. Hoy no me parece que la poesía pueda hablar con una voz plural; me atrevería a decir que, quizás, la poesía sea la línea de escape de una situación de disgregación de toda comunidad, y la consecuente proliferación de formas de identidad agresiva, nacionalismo, racismo, fundamentalismo…

En este camino a un “mundo zombi”, poblado por un “ejército de autómatas”, se ha dado también, según usted, un apagón del pensamiento crítico. ¿Cree que podría ser recuperado en base al debate de ideas, o han quedado obsoletas las líneas de pensamiento que venían de la denominada “izquierda”?

—La palabra “crítica” debería ser bien definida. La crítica es la modalidad específica de funcionamiento del pensamiento moderno: la capacidad de distinguir verdad y falsedad, lo bueno y lo malo; al interior de una tecnología de comunicación de signos que era la tecnológica lenta: la escritura, la impresión, el libro… Según McLuhan, como he dicho antes, la época crítica resolvió, al mismo tiempo, si el pensamiento no es crítico no es pensamiento. Hoy no me parece que hay un apagón del pensamiento crítico, se sigue produciendo una cantidad de reflexión a la altura del drama contemporáneo a cargo de un gran número de jóvenes investigadores, activistas, pensadores. Pero no logran crear una plataforma autónoma de elaboración común y, sobre todo, no logran producir efectos de conciencia colectiva. El pensamiento tiene un valor terapéutico, no solo político, pero en el momento actual veo el pensamiento crítico como una forma de sufrimiento, no como un proceso de proyección terapéutica y política.

Existe un largo debate en la historia Croce, Gramsci, Sartre, etc.sobre el lugar del intelectual en la sociedad, ¿qué significa ser un intelectual inmerso en una sociedad agobiada por la avalancha de automatismos técnicos y la entronización de conceptos como: “útil”, “lucro”, “efectividad”, “éxito”, “velocidad”, “beneficios”?

—La figura moderna del intelectual está superada por la transformación social del trabajo cognitivo. El intelectual sartreano y, también, gramsciano eran socialmente independientes. El trabajador cognitivo contemporáneo es un trabajador asalariado, (o no asalariado, pero explotado), que no logra recomponer su práctica en un proceso colectivo.

El guatemalteco Luis Cardoza y Aragón escribió: “La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre”. Frente a la “catástrofe neurológica” —son palabras del científico Oliver Sacks— provocada por el cúmulo de “sensaciones efímeras” y “flujos de movimientos perpetuos”, ¿qué desafíos tiene la poesía como universo de pasión, conocimiento, emoción, crítica, deseo y, por sobre todo esto, la imaginación?

—A la salida del umbral pandémico, estamos frente al abismo de la guerra. La esperanza de que la sociedad pudiera salir de la sindemia más solidaria era un sueño utópico que está clamorosamente desmentido por la realidad. Si todo empeora seremos el umbral de la guerra nuclear y, si va bien, habrá una proliferación de armas y de armadas nacionalistas, una epidemia de fascismo. En este momento como poeta no veo otra misión que producir imaginación de un éxodo, de una resignación frente a lo inevitable, que sea al mismo tiempo creación imprevisible. Imaginar lo inimaginable y, al mismo tiempo, poner a la sociedad frente al espejo de su catástrofe.


Algunos libros para aproximarse a los planteamientos recientes del filósofo italiano Franco Berardi, Bifo, quien ha publicado más de medio centenar de obras.

Respirare

Caos y poesía

Franco Berardi

Ensayo filosófico

Prometeo editorial

100 págs.

2020

Este libro, escrito en los años precedentes al colapso respiratorio que toma el nombre de COVID-19, explica la metáfora de la respiración, de la asfixia, del colapso respiratorio y, finalmente, de la búsqueda de un nuevo ritmo.

Creo que el largo confinamiento del primer semestre de 2020, al que probablemente sigan otros confinamientos, marca el pasaje del horizonte moderno de la expansión, que ya hace tiempo venía frenándose, al horizonte de la extinción.

En ese horizonte, estamos ahora, y solo si sabemos respirar a otro ritmo, un ritmo que sabe de la extinción, sabremos sobrevivir y, tal vez, vivir nuevamente.

 

 

 


Futurabilidad

Franco Berardi

Ensayo filosófico

Editorial Caja Negra

256 págs.

2019

La perspectiva de la “futurabilidad” pone de relieve la multiplicidad de futuros posibles inscriptos en la actual conformación del mundo. Si hoy el despliegue de los acontecimientos se nos presenta como inevitable, es porque el código capitalista traduce las dinámicas de la innovación a la lógica de la acumulación privada. Bifo señala que para desarrollar otras posibilidades inmanentes es necesario emancipar al conocimiento respecto del paradigma económico vigente y liberar el tiempo humano de las limitaciones del trabajo asalariado por medio de la tecnología. La redistribución de la riqueza, el fin de la tiranía de las finanzas y de la precariedad solo serán posibles cuando los trabajadores cognitivos del mundo, responsables de la actual programación de la maquinaria social, sean capaces de reprogramarla para que sirva a los intereses de la mayoría. No podemos cambiar la sociedad del modo en que intentaron hacerlo las revoluciones políticas de la historia moderna; lo que sí podemos es construir una plataforma tecnológica cooperativa que posibilite el despertar de la conciencia común de millones de ingenieros, artistas y científicos del mundo.

 


El tercer inconsciente.

La psicoesfera en la época viral

Franco Berardi

Ensayo filosófico

Editorial Caja Negra

2022

El umbral histórico que atravesamos en la actualidad, marcado por la pandemia viral y el colapso catastrófico del capitalismo, está haciendo emerger una tercera forma del inconsciente. El bio-info-psicovirus ya cambió de manera irreversible nuestra proxemia social y nuestras expectativas afectivas, pero el resultado de esta mutación será moldeado en última instancia por nuestra acción política, nuestra imaginación poética y la actividad terapéutica que seamos capaces de desarrollar. En este nuevo libro, escrito en plena propagación de las distintas variantes del Covid-19, Bifo Berardi se propone esbozar una fenomenología del trauma en curso para anticipar los posibles paisajes psíquicos del futuro.

 

 

 

 


La fábrica de la infelicidad

Nuevas formas de trabajo y movimiento social

Franco Berardi

Ensayo filosófico

Editorial Traficantes de sueños

191 págs.

2016

Este libro se propone señalar y cartografiar un nuevo campo disciplinar que se encuentra en la intersección de la economía, la tecnología comunicativa y la psicoquímica. Una cartografía de este nuevo campo disciplinar es imprescindible si queremos describir y comprender el proceso de producción del capital y la producción de subjetividad social en la época que sigue a la modernidad industrial mecánica y, por tanto, si queremos elaborar estrategias de sustracción.

 

 

 

 

 

 


Fenomenología del fin

Sensibilidad y mutación conectiva

Franco Berardi

Ensayo filosófico

Editorial Caja Negra

360 págs.

2017

Al presentar este libro explica el autor: “El primer borrador de este libro lo escribí entre 1996 y 2001. Luego me distancié, atormentado por la derrota política de la nueva generación de trabajadores y el surgimiento de nuevas formas de agresividad política y religiosa. Pero entendí que esos sucesos no pueden comprenderse si no tenemos en cuenta la mutación antropológica que se ha producido en la sensibilidad durante la transición tecnológica y, por lo tanto, en la habilidad de percibir el cuerpo del otro como una extensión de mi propio cuerpo. Si se quiere, este es uno de mis libros menos políticos. Aquí no hablo solamente de los trabajadores y del capital, hablo de la piel, del sexo y de la visión: al fin y al cabo, yo diría que refleja mi manera de comprender el significado íntimo de mi actividad social y de mi trabajo teórico”.

 


La segunda venida

Neorreaccionarios, guerra civil global y el día después del apocalipsis

Franco Berardi

Ensayo filosófico

Editorial Caja Negra

112 págs.

2021

“No dejemos de pensar porque puede que lo impredecible pronto requiera ser pensado, y ese es nuestro trabajo: pensar en tiempos de trauma apocalíptico”. Un siglo después de la revolución comunista, la idea de que el mundo pueda cambiar para mejor parece enterrada. Pero el hecho de que ya nada vaya a salvarnos no debería verse como una fatalidad: si este mundo está muerto, entonces puede aparecer otro que nos saque de esta existencia de zombis. La segunda venida para la que tenemos que predisponer nuestras mentes es la del comunismo, aunque tendrá poco que ver con 1917. El Apocalipsis debe ser concebido como una metáfora, y el comunismo también lo es: la metáfora del posible despliegue de los potenciales de la mente y la solidaridad humanas.

Únicamente el surgimiento de una solidaridad consciente entre trabajadores más allá de los límites de las naciones puede disipar la catástrofe final. Pero hasta dónde llega nuestra capacidad de predicción, dicho surgimiento es imposible.

 

 

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