A veces el discurso absoluto necesita un eclipse para regresarnos por un momento a la oscuridad de la incertidumbre.
Hay una cara de la luna que nunca vemos, privada de luz, por lo cual la imaginamos, la ignoramos, la llenamos de preguntas. Desde esa cara se escribe este libro.
Ana Lucía Fonseca reúne esta sarta de 13 piedras lunares a las que ha trabajado con cuidadoso estilo para elaborar una verdadera joya. En su doble condición de filósofa y escritora, abre a quien la lee una posibilidad de reflexión profunda y atinada sobre la cultura occidental, pero con el encanto narrativo de la literatura clásica, aunque en este caso se trata de apostillar los textos de la tradición judeo-cristiana en que se fundamenta dicha cultura occidental. Así, el libro es una propuesta de volver a leer esos textos fundacionales con una mirada distinta, que posiblemente también está en ellos, pero que, como la cara oscura de la luna, ha sido ignorada o negada. No pretende la autora enmendar los textos, sino su lectura, con lo que estremece los cimientos mismos de la tradición judeo-cristiana.
Esto es pura y bella literatura, no son diatribas contra el dogma, sino un alegato inteligente que, al poner su atención en el discurso originario de esta cultura, provoca un remesón en su base argumentativa.
Aguda y sutil, la autora dialoga con algunos pasajes bíblicos abriendo posibilidades de voz a sus personajes, reinterpretando, mirando con mayor detenimiento, pero sin abandonar la creatividad narrativa de la buena contadora de historias.
Ana Lucía Fonseca expone el dogma al narrar vivencias, emociones, inquietudes, sentimientos, que la doctrina escamotea y lo hace con un estilo exquisitamente femenino.
El libro además está impreso en pasta dura, papel cuché y formato grande para poder disfrutar las ilustraciones, que son cromoxilografías alusivas a los textos, en color y blanco y negro, del grabador Hernán Arévalo, reconocido artista nacional.
