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Centenario de la Liga Feminista

Nos acercamos al centenario de la fundación de la Liga Feminista, organización que luchó por los derechos políticos de las mujeres costarricenses, iniciamos su conmemoración hace un año, con la declaratoria de Benemérita de la Patria por la Asamblea Legislativa.

El recordarlas y no olvidar cómo conquistamos nuestros derechos es conocer cómo nuestras ancestras se organizaron y lucharon, y estos temas nacionales deben ser parte de la educación escolar, asignatura de derechos humanos, conquistados y defendidos, fortaleciendo así cada paso hacia la igualdad y al mejoramiento de toda la sociedad.

Conocer también que las mujeres costarricenses siempre han estado en los momentos fundacionales e iconos de nuestra historia, en la Campaña Nacional de 1856-1857, participaron mujeres con el ejército como Bernabela Chavarría, Mercedes Mayorga, María de Jesús Leiva, Rita Gutiérrez, Bernarda Duran, además de Francisca Carrasco o las mujeres que organizaron los apoyos económicos y ayudas para los soldados y los enfermos, como Inés Aguilar, Ana Cleto Arnesto Mayorga, Guadalupe Mora o Lorenza Venegas que trató de salvarle la vida a el expresidente Juan Mora Porras en Puntarenas.

También, hubo mujeres que lucharon para defender el resultado de las elecciones de 1889 y en las manifestaciones contra la dictadura de Tinoco, como Rosaura Venegas, Corina Rodríguez, Ester Silva, Ana Rosa Chacón, Carmen Lyra, Amparo de Zeledón o Andrea Madrigal, o las  jóvenes que se enlistaron en la guerra contra Panamá, Ema Bradee, Juanita Rodríguez, Mercedes Padilla, Amparo Alvarado, Andrea Venegas. Muchas son las mujeres trabajadoras que lucharon por el Código de Trabajo, por las Garantías Sociales, por la apertura de la Universidad de Costa Rica; estudiantes del Colegio de Señoritas en las marchas por las Garantías Sociales y la fundación de la Caja Costarricense de Seguridad Social.

La memoria de nuestra historia de mujeres debe también ocupar su lugar en la educación y en la conciencia colectiva.

En palabras de Ángela Acuña: “La paciencia ha sido la gran aliada del trabajo femenino, a lo largo de los años, en sus espléndidas batallas emancipadoras. No la paciencia inerte, reducida a aceptarlos todo sin protesta, sin defensa, sino aquella que actúa junto al valor, para alcanzar la meta, para transformar en realidad los ideales que forjó la mente y alentó el corazón”.

Mujeres como Ángela Acuña irrumpieron y forjaron nuevos caminos para las mujeres, desde su lucha por el bachillerato en el Liceo de Costa Rica, más adelante para entrar a la Escuela de Derecho y luego para ejercer el notariado, y el arduo recorrido en plaza pública, en la revista Fígaro, en los periódicos, junto a otras mujeres comprometidas con la lucha por la igualdad política de las mujeres.

La Liga feminista se funda el 12 de octubre de 1923 y pertenecen a ella Esther de Mezerville, Ana Rosa Chacón, Corina Rodríguez, Lydia Fernández, Vitalia Madrigal, Anaí Quesada, Lupita Soto, Rosaura Moreno de Venegas, Carmen Salazar Lorna, Lupita Santos de Cabezas, Mariana Quirós Silva, Emilia Salazar Pinto, Salvadora Alvarado ,Mariana Rodríguez, Ana Cantillano, Elsa de Echandi, América Lern, Maritza Oleary de Bene, Isabel Calderon, Marta Sancho, Lorena Rodríguez, Rosario Floriberto, María Teresa Villegas, Leila Campos, María Esther Amador, María del Rosario Burgos, Ana María Loayza, Virginia  Albertazzi , Rosa Font, María Isabel Zamora. Entre los nombres que cita Ángela Acuña, y que describe el ambiente hace casi 100 años.

“Sabíamos de sobra que todavía no se tomaban en serio nuestras actividades. En torno a ellas se mantuvo, durante muchos años, una especie de conspiración de silencio a fin de conservar la situación tal como estaba, en la creencia de que de esa forma se apagarían los bríos de las mantenedoras de la idea… Eran muchos los indicios en que se ofrecían a la consideración de las naciones, al iniciarse el siglo XX, sobre el avance de la Conquista de las mujeres y otras batallas enunciadas, ya que han convertido en tormentoso este siglo de las grandes transformaciones. Dichosamente, las mujeres en general lucharon con paciencia y sin sangre”.

De entonces datan expresiones como del diputado Ernesto Mayorga Rivas: “Al señor (León) Cortés no le parece conveniente a los intereses del Estado que una mujer pueda llegar a ser presidenta, magistrada ni diputada. ¿Se abstuvieron las mujeres de intervenir en la política a pesar de no tener el voto? Ciertamente que no. Unas pocas arengaron a las multitudes, muchas se dieron a conquistar votos; cantaron himnos; a las reuniones del Templo de la Música concurrieron señores, señoritas, mujeres trabajadoras. Durante la campaña, la mujer ayudó. ¿Se desquició por esto el hogar, se desmoralizó la familia? No, desde luego” (Macarena Barahona; Las sufragistas en Costa Rica, 1994).

Asimismo, Jorge Volio defendió con fervor la causa: “Hemos de convenir en que la mujer costarricense está lo suficientemente preparada para el ejercicio del sufragio, en capacidad de hacer buen uso de los derechos políticos que le otorga la Constitución (…). Es ilustrada, activa, enérgica y luchadora (…). La mujer costarricense tiene ya formada su personalidad política. ¿Cuáles son sus pretensiones? La de los buenos gobiernos; por eso se les teme, por eso se les combate. No admito fórmulas restrictivas, este es el surgir de ideas de renovación; el voto de la mujer, el obrero imponiendo la política del orden, de la justicia, vendrá porque el pueblo lo quiere” (Ídem).

Acérrimos enemigos de la causa femenina fueron la mayoría de los diputados republicanos.

En el Diario de Costa Rica se publicó: “El debate acerca de si las mujeres deben o no votar ha llevado toda la semana: el Congreso ha sido escenario de toda la discusión y, como es natural, el reflejo de los llamarones del debate ha alumbrado por todas partes y casi no hay rincón del país donde las gentes no discuten el grave problema que nos han planteado. Después del debate, cuando los diputados vienen saliendo, ¡ay de ellos! Doña Sara se apostó en la puerta del Congreso para verlos pasar y hacerles a cada uno su reclamo; aquello era una especie de “Pase, pase, buena gente”. Cuentan en otras fuentes, más familiares, que a don León Cortés —que había prometido apoyar la demanda femenina— le fue peor… ¡Doña Sara Casal de Quirós con su sombrilla ajustó cuentas!”.

La fundación de la Liga

El 18 de octubre de 1923, se publica en La Gaceta la lectura que hace la Cámara Legislativa a una invitación hecha por Esther de Mezerville y Ángela Acuña a la inauguración de la Liga Feminista, el 12 de octubre en el Colegio de Señoritas. La inauguración fue encabezada por el presidente Julio Acosta y su esposa, Elena Gallegos.

Es importante recoger la activa Comisión Interamericana para los derechos de las mujeres, que desde 1923 tuvo reuniones con delegadas de todo el continente americano y sus observaciones y consideraciones dirigidas a conseguir la igualdad política y jurídica. Asistió como responsable don Máximo Soto Hall, prominente jurista guatemalteco, escritor y periodista que vivió muchos años en Costa Rica. Y como delegadas en varias ocasiones a Washington, donde se realizaron las reuniones, Ángela Acuña y Consuelo Rodríguez.

Ángela Acuña escribió: “Sabíamos de sobra que todavía no se tomaban en serio nuestras actividades. En torno a ellas se mantuvo, durante muchos años, una especie de conspiración de silencio a fin de conservar la situación tal como estaba, en la creencia de que en esa forma se apagarían los bríos de las mantenedoras de la idea” (La mujer costarricense, 1959).

Pese a todo… Las luchas sufragistas por la igualdad política continuaron en el Congreso en 1929, 1931, 1934, 1939, 1941, 1944 y 1947.

Ángela Acuña nos narró: “El sufragio femenino no era ya un mero capricho, sino un fenómeno político que todavía no tomaban en serio los legisladores. Cada vez que presentamos al Congreso Constitucional para la obtención del derecho al voto, después de encuestas para la prensa, de discusiones públicas, de cambios de pareceres, el resultado era siempre el mismo. Las peticiones seguían la fórmula trillada de la Mesa Legislativa, se hacían pasar a sus antecedentes… y ¡hasta se perdieron expedientes!” (Ídem).

Fueron años de largas campañas para que el Congreso llevase a discusión la reforma pedida. En este sentido, se publicaron muchos artículos de Ángela Acuña, Rosaura Moreno y Corina Rodríguez, entre otras luchadoras.

El presidente Teodoro Picado fue el último mandatario en solicitar el voto para las mujeres. El canciller Ricardo Fournier ratificó los derechos políticos de mujeres y hombres en el Acta Constitutiva de las Naciones Unidas en 1945, como embajador de Costa Rica y Canciller.  Esta se envió al Congreso para su ratificación. Publicado en La Gaceta N.133 del 4 de junio de 1947.

El interés inmediato de la oposición contra Picado nunca favoreció los derechos de las mujeres. 15 diputados apoyaron la iniciativa del presidente Teodoro Picado Michalski, de reformar el artículo 9 de la Constitución de 1871:

“La República no establece ninguna diferencia por razón de sexo en el ejercicio de la ciudadanía, y, en consecuencia, las mujeres, al igual que los hombres participan en las votaciones populares, pueden ser nombradas para el desempeño de cualquier función pública”.  Los diputados que apoyaron fueron: Rogelio Chacón, Tomas Soley Guell,  Fernando Volio Sancho, Jorge Volio, Elías Soley, Ernesto Martín, Asdrúbal Villalobos, Manuel Mora Valverde, Teodoro Picado, Jaime Cerdas Mora, Carlos Luis Fallas Sibaja, Luis Carballo Corrales, Bernardo Benavides Zumbado, Arturo Volio Guardia, Guillermo Cruz, Alfredo Picado Sáenz, Fernando Lara Bustamante, Emilio Sanahuja Muñoz, Carlos Barahona Sánchez, Florentino Cruz González y Víctor Rodríguez Campos.

Los otros diputados prefirieron un no para los derechos de las mujeres y un no a la iniciativa del presidente Picado. Esos diputados meses después cambiaron de opinión para votar sí a los derechos de las mujeres, una convicción oportunista, de cálculo político, no de convicción ideológica.

Miembros de honor

Fueron miembros de honor de la Liga Feminista, Elías Leiva, Lucas Raúl Chacón, Julio Acosta y Guillermo Padilla Castro.

En 1948, las costarricenses sufrieron la guerra civil, en sus familias, con sus participaciones y valor. Las del bando que perdió sufrieron más, fueron despedidas sin derechos, los derechos por los cuales habían luchado, fueron encarceladas, exiliadas, entre ellas: Pilar Bolaños, María Esquivel, Mercedes Castillo, María Socorro Delgado, Estela Peralta, Esther Vásquez, Rosario Solano, María Josefa Esquivel Zapata, Corina Rodríguez, María Alfaro, Luisa González, Carmen Lyra, Emilia Prieto, Alicia Albertazzi sufrieron el “no le compre no le venda”, la guerra fría, la persecución que aún más dividió dolorosamente a la sociedad.

El 20 de junio se cumplieron 73 años desde que los diputados de la Asamblea Constituyente, posterior a la guerra civil, votasen finalmente por la reforma constitucional, aunque muchos de ellos habían votado en 1947 en contra, manifestando el egoísmo y oportunismo de los políticos para con los derechos de las mujeres, pues prefirieron retrasar los derechos para que el presidente Teodoro Picado no fuera recordado por esta propuesta, como así ha sido olvidado.

El siglo XX trató a sus mujeres con rudeza y castigo, las mujeres de principios del siglo XX tuvieron que bregar con afán por abrir los cotos privados de la cultura, del arte, de la ciencia de la política, exigiendo los mismos derechos, la misma libertad, el mismo salario al mismo trabajo.

El tiempo transcurre y las mujeres no tenemos el mismo poder político, ni social y mucho menos económico. La pobreza en su mayoría es femenina, somos víctimas de la violencia patriarcal, excluidas del sistema de educación, esa utopía que soñaron las sufragistas de todo el mundo, que al participar en el ejercicio de elegir, y ser electas, íbamos a transformar la sociedad, íbamos a mejorar nuestras vidas y la de nuestras familias, sigue siendo la utopía de todas las feministas.

Este año conmemoremos el centenario de las luchas organizadas por los derechos, de la forma más lúcida y comprometida, poniéndonos de frente contra la misoginia patriarcal del gobierno, de la ignorancia, de las falacias, contra las reformas neoliberales que van hacia la destrucción de los derechos sociales, económicos y políticos.

La historia de la lucha por los derechos políticos de las mujeres es la historia de la democracia costarricense.

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