Suplementos

Fuga de Cronos

El mérito de la memoria es el acecho”, dice un verso de este libro que, como lo indica su título, parece acompasado por la idea del tiempo, del pretérito y del porvenir, el ineluctable, el rememorado,

El mérito de la memoria es el acecho”, dice un verso de este libro que, como lo indica su título, parece acompasado por la idea del tiempo, del pretérito y del porvenir, el ineluctable, el rememorado, del que estalla hacedor y del que se escurre por la cintura del reloj. Aunque breve, este volumen está dividido en tres secciones: La posibilidad del día, La tristeza del sueño y La forma del amanecer.

En cada una de ellas abre palabras, como notas y silencios cadenciosos con que elabora su arquitectura personal. Docto y con vocación, José Miguel Rodríguez ha amasado a lo largo de los años un cuerpo poético que ahora ofrece a hornadas fragantes y generosas.

Copado por una prolongada carrera docente y por una cuantiosa producción de libros y artículos académicos, su poesía había quedado relegada a la intimidad, de la cual ahora escapa.

Incorregiblemente erudita a veces, marcada por la impronta filosófica de su autor, muchas otras, humanista o enamorada, esta poesía invita generosa con su canto a la vida.

En este libro el tiempo es sentencia y esperanza, umbral, vía y destino. Llama a las savias agitadas y al lento milagro mineral, a los surcos del recuerdo y los nuevos brotes aun sin cauce: “hoy como si fuera el fin del mundo se derrama la gracia sobre la tierra porque hoy es también el mañana donde anida la violenta ternura de los años.”

Otras veces está presente la interrogante que despierta la fábula del poder.

En “Ajedrez”: “En estos escalones de la mente es la libertad cambiar la realidad por la alegoría.” Y más adelante: “inevitable es la utopía del peón que aguarda ser transfigurado.”

Es también aspecto reiterado en la poesía de Rodríguez, el tema de la pasión mística y religiosa donde expresa su propio sentimiento cristiano, siempre de clamor humanista.

“Habitante nacido de la tierra eres humano como mi carne y mi tristeza, milagro de amor crucificado que llevas en tus clavos mis tropiezos.”

José Miguel Rodríguez parte y reparte la palabra, en el antiguo ceremonial de la poesía.

 

Suscríbase al boletín

Ir al contenido