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Evocación a Antidio

El siguiente texto del escritor Carlos Salazar recuerda al maestro Antidio Cabal, poeta y filósofo, quien entre sus muchas andanzas editoriales fue el creador y fundador del suplemento FORJA de este semanario.

Durante una luminosa tarde de 1977, en Santo Tomás de Santo Domingo —aquel ameno pueblito herediano—, en la casa de adobes, tejas y piedra del escultor Néstor Zeledón Guzmán, tenía lugar una reunión de amigos… transcurriendo deliciosos el tiempo, los vientos veraneros y la conversación.

En determinado momento dejose oír un llamado a la puerta. Néstor se puso de pie y se dirigió a la entrada. Poco después, a través de los aposentos, todos pudimos escuchar calurosas exclamaciones de bienvenida. Al volver, el dueño de casa venía acompañado por un  hombre muy alto, de cabello ondulado y amplia sonrisa.

—Aquí está con nosotros —dijo Néstor presentando al recién llegado—, después de  largos años ausente de Costa Rica, el poeta Antidio Cabal.

Todos nos levantamos para estrechar su mano. (Lo que siempre es un privilegio cuando se trata —como en este caso— de un magnífico artista.)

Es importante indicar que en años anteriores el escultor presente nos había hablado mucho del poeta ausente. De manera que conocerlo en persona, así, de pronto, en el momento menos esperado, bajo un techo de tejas antiguas y rodeado de herramientas, arcillas, maderas y esculturas en proceso, constituyó una sorpresa sumamente agradable.

Tanto, que la reunión de amigos, ya cordial, se enriqueció de pronto con la presencia y conversación de Antidio, un hombre de amplísima inteligencia y cultura, y en consecuencia de gran sencillez. (Porque es notable la vecindad de la arrogancia y la tontería.)

Aquella tarde desapareció en el tiempo pero procuró la amistad, una de las más extraordinarias invenciones humanas.

A lo largo de los años tuvieron lugar entonces el diálogo fértil, la creación literaria, el diseño gráfico, el sentido del humor, el goce del arte, el ejercicio de la camaradería… Como cuando nos reuníamos —Antidio era entonces el director de la «Editorial de la Universidad Nacional»— para elegir entre cantidad de dibujos, o fotografías, o textos, o viñetas, los mejores para su publicación… O como cuando escogimos el color rojo para una pequeña lágrima en una cubierta de libro en blanco y negro (lo cual duplicaba el valor de la impresión), y opinamos que “esa lágrima diminuta era tan costosa como una lágrima de mujer”… O como cuando nos complacíamos en causar estupor con “subversivas” diagramaciones en libros y revistas de la Institución… O como cuando departíamos de mil temas hasta la alta noche en compañía de los reflejos dorados de unas copitas de ron… Siempre escoltado por su dignidad, su lealtad y la honradez de su intelecto.

Podemos recordar aquí, a propósito, el lastimoso fenómeno presente en los últimos tiempos:  la profusión de “hombres de pensamiento”, que al desaparecer la Unión Soviética abandonaron sus ideas “de vanguardia” (así, comúnmente dicho) para entregarse, como quien se cambia de camisa, al nefasto “neoliberalismo” o a alguna de sus diversas cavernas.

Este hecho estuvo tan lejos de Antidio como de nosotros la constelación de El Centauro.

¿Y por qué hemos elegido este grupo estelar?  Porque se trata de un nombre poético. Y nuestro desaparecido amigo fue —y es— un poeta. Por esa intrincada, sencilla e importan-tísima razón.

Además, no es inoportuno citar su relación con los astros. ¿No deben viajar por el torrente circulatorio de un creador los jugos estelares? Naturalmente. Pero, además, es preciso que viajen los jugos de los pueblos.

Y el trabajo de Antidio se nutrió de las categorías metafísicas, estéticas, ontológicas… y de las sociales, ideológicas, revolucionarias… todas ellas congruentes y armoniosas en su pensamiento. No de otra manera se puede ser genuino.

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