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Ese gran maestro don Hugo Díaz

Con el fin de agasajar en su centenario a aquella mujer admirable que fue Carmen Lyra (1888-1949), Hugo Díaz Jiménez

Con el fin de agasajar en su centenario a aquella mujer admirable que fue Carmen Lyra (1888-1949), Hugo Díaz Jiménez (1930-2001) recreó en versión de historieta dos de sus conocidos relatos infantiles: Tío Conejo en apuros: Cuentos de mi Tía Panchita (San José: Editorial Porvenir, 1985).

F-34-Hugo3Allí, Tío Conejo, Tío Coyote y Tío Tigre, personajes de la literatura universal, hicieron de las suyas como personajes costarricenses, a partir del enfoque de la escritora y del dibujante, y por supuesto, del imaginario colectivo forjado desde aquellos remotos años cuando los relatos empezaron a circular en el país en revistas (1913) y luego en formato de libro (1920).

Las historietas de don Hugo transfiguraron esos cuentos clásicos de nuestra literatura -relatos ancestrales reelaborados por Carmen Lyra- en tradición oral narrada en dibujos. En formato de libro infantil, las precedieron distintas versiones ilustradas de los Cuentos, incluidos los inmortales dibujos de Juan Manuel Sánchez, maestro del maestro Díaz, y las del propio don Hugo (Educa, 1997).

En un lenguaje gráfico ágil y llano, su estilo usual, y con el habla original de los cuentos -el de la gente descalza de la época-, la historieta se solaza con el ingenio, la astucia y la creatividad del indino (pícaro) Tío Conejo.  En viñetas coloreadas, el bribón conejo blanco hace de las suyas: con artimañas –es decir, maldad- enreda al  ingenuo Tío Coyote hasta provocarle la muerte; y con picardía, se libra de la garra de Tío Tigre, quien igualmente anda buscando ajustar cuentas con aquel solfas (embaucador). En ambos textos (Lyra y Díaz) es evidente la parodia de algunas gentes. Asimismo, el color blanco del conejo subvierte la metáfora religiosa de la “pureza del alma” para desnudar otras realidades.

En pocos trazos y con diálogos abreviados que potencian la imagen, la historieta une la pasión y la maestría del Hugo caricaturista e ilustrador. Su agudeza en el oficio y la calidad de su dibujo, expresan nuevamente la profundidad de una propuesta dirigida a la niñez, pero también, como los pícaros cuentos de la Tía Panchita, a la gente adulta. En honda afinidad con la escritora, las aventuras, insertas en la realidad nacional y salpicadas de humor negro y cáustico, viajan con destreza artística de la crítica fuerte a la enseñanza. Como solía decirnos don Hugo, el humor gráfico es un “arma para sacudir a la gente”. Hacer reír, “aunque sea amargamente”, añadía, porque allí se alcanza la reflexión. . “El hombre no tiene dientes de león, pero muerde con la risa”, había dicho el poeta francés Charles Baudelaire.

“La caricatura no debe estar ajena a lo que sucede en el país”, exponía don Hugo, y dibujaba incansable su crítica a una clase política y una sociedad injustas, poco solidarias y con una doble moral. “Yo no podría ser un caricaturista sin compromiso”, expresaba, y defendía al pueblo, sobre todo a los más vulnerables: los niños y las niñas, las mujeres y la gente sencilla.

Un periodista gráfico

Ya entonces, don Hugo era uno de los grandes caricaturistas e historietistas del país con una larga trayectoria en prensa y con premios a su haber. En los años 70, él y su amigo Fernando Zeledón Guzmán le habían dado un nuevo impulso al humor gráfico (tras unas décadas de recesión) y habían marcado una tradición que aún subsiste. En 1997, el dibujante mexicano Rius, de visita en Costa Rica, destacó su aporte: “Creo que [la caricatura] no se ha renovado. Todavía Hugo es el papá aquí”.

Los tres altos galardones nacionales que recibió -el Premio Nacional de Periodismo Joaquín García Monge (1976) y de Periodismo Pío Víquez (2000), y el Premio Aquileo J. Echeverría en Artes Plásticas, en la rama de caricatura (1996)- lo honran como artista y periodista. A su vez, reafirman que la caricatura es arte y periodismo. Hoy, cuando la prensa ha vuelto a cerrar sus puertas a la producción nacional, es importante recalcar este legado.

Un ilustrador insigne

Su quehacer fue incansable, asimismo, en el ámbito de la ilustración: obras literarias, científicas y didácticas exhiben sus dibujos. En especial, don Hugo dejó su huella en el universo mágico de la literatura infantil. Además de la Tía Panchita y diversos libros infantiles, el entrañable Cocorí -esa otra figura emblemática de la literatura costarricense- recorrió el mundo en sus trazos, viajó en estampillas a partir del 2003 e ilustró tarjetas telefónicas en 2008. Igualmente, don Hugo participó en proyectos educativos, por ejemplo, en el de los textos para la Educación General Básica (EUCR, MEP, 1997) y  en el proyecto de Bibliotecas populares de Educa (1997). Su amor por la niñez lo llevó a donar una parte de su obra a la Fundación Omar Dengo en 1999. Entonces, con fines pedagógicos, sus historias y personajes se subieron a Internet. En 1995, el Premio Unicef “Trayectoria por los niños” reconoció su labor como ilustrador infantil.

Don Hugo participó en proyectos foráneos y de instituciones nacionales: Icomos, UCR, Estado de la Nación, Cruz Roja, Correos de Costa Rica, INS, ICE, Banco Popular, Supén, Mideplán, MCJD, MAG, Ministerio de Vivienda, etc. Fue miembro de la Comisión Costarricense de Derechos Humanos, del Consejo de Paz y Solidaridad de Costa Rica y del Icomos. En 1997 recibió el premio del Concurso Aportes al Mejoramiento de la Calidad de Vida (V edición).

Asimismo, participó en grupos de caricaturistas nacionales: en los años 80, en la Asociación Costarricense de Caricaturistas e Historietistas La Pluma Sonriente. En 1994, cofundó el Taller Experimental del Comic. Su deceso marcó también el del Taller. Exhibió sus obras en  múltiples exposiciones, individuales y colectivas. Con predominio en caricatura, también las hubo en ilustración y pintura (óleo y acuarela).

Historias en paralelo

“A fuerza de pensarlo Carmen Lyra se convirtió en la Tía Panchita. Y Hugo Díaz, con su ternura y su maestría, en un sobrino grandote que supo interpretar, artísticamente, la hondura y el pensamiento de esta mujer querida y admirable”, afirma don Alfonso Chase, uno de nuestros más acertados Premios nacionales Magón (Lyra, 1985).

Hoy, Carmen Lyra ha sido distinguida como Benemérita de la Patria. Empero la Patria continúa adeudando un reconocimiento semejante al maestro Hugo Díaz. Sus méritos en el campo del humor gráfico y la ilustración,  y su contribución al país más allá de ese “humor triste de cada día” -como lo llamaba don Hugo- cincelan su estatura.

Educador como Chabela, ejercía su oficio mediante el lápiz –también al servicio de múltiples campañas ligadas a los derechos humanos, la justicia y el bienestar del pueblo- y esa voluntad inquebrantable de atender -sin considerar su agotamiento y su salud, y a menudo sin retribución económica- las solicitudes que estudiantes, profesores, gestores culturales, institucionales, sindicales, etc., le hiciésemos. Don Hugo es un paradigma de coherencia entre el pensar y el hacer; de fidelidad a sí mismo. “Gran pintor y gran señor”, lo llamó Joaquín Gutiérrez, otro grande de la cultura nacional.

Serio, sereno y de firmes convicciones, Hugo Díaz encarna la imagen de un ser humano –en todo el sentido del término-, de un ciudadano. Humilde, respetuoso y solidario, es más que un hito en el humor gráfico nacional. Los numerosos tributos tras su deceso revelan el gran aprecio que despertó, como el de aquellas estudiantes que lo conocieron en un conversatorio de uno de mis cursos y que años más tarde, las motivó a buscarme. “Si alguien quiere conocer un hombre franciscanamente bueno en Costa Rica, lo mejor es buscar a Hugo Díaz”, expresó alguna vez Carmen Naranjo.

La obra de don Hugo Díaz y su legado son enormes.

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