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Enamorar con metáforas

Conocí el mar ya grande, de unos dieciocho años. El motivo no importa sino la impresión.

Ardiente paciencia

Antonio Skármeta

Novela

Buenos Aires: Editorial Sudamericana

1985

Conocí el mar ya grande, de unos dieciocho años. El motivo no importa sino la impresión. La brisa fresca, el sonido calmo, el azul infinito trajo a mí la presencia de ser pequeñito en comparación con la paz que vino a mí como las olas tranquilas que acariciaban mis pies. Esta sensación es probablemente la que tenía Neruda al despertar en su casa en Isla Negra. Las olas impetuosas del mar chileno y las caracolas que atestiguaban los poemas de amor y de Residencia en la Tierra. Hoy día de la casa queda un museo en Chile en el cual llegan las parejas a firmar las paredes con el fin de agradecerle a Pablo que se enamoraron con su lírica. Quedan los mascarones de proa que atestiguan la prosa del autor de Confieso que he vivido. Y queda también una obra de un coterráneo suyo: Antonio Skármeta. La obra se llama Ardiente paciencia. Fue primero una novela. Tuve la oportunidad de trabajar en la obra de teatro que se hizo tiempo después, hace mucho rato en el Teatro La Comedia, el cual hoy por hoy tampoco existe. De la novela, como del amor, queda la nostalgia de cuando uno termina de leer. De la obra de teatro no quedó nada, como de los Versos del Capitán queda tan solo un libro en espera en la biblioteca.

Antonio Skármeta nació en Antofagasta (Chile) el 7 de noviembre de 1940; es decir, hoy tiene 77 años. En el 2014 fue Premio Nacional de Literatura en Chile, y de Ardiente Paciencia se hicieron dos películas: una homónima de 1983 y la obra que se llamó Il Postino o El cartero de Neruda en 1994. Esta historia nació en Alemania y se hizo para la radio y después como un guion. La obra ha tenido un éxito gigante y ha sido traducida a unas treinta lenguas. El propio Skármeta dice que del texto existen más de cien versiones. Para el año 2010, se hizo una ópera que se llamó Il Postino –como la película– en Los Ángeles, y el señor que hizo de Neruda fue Plácido Domingo. Skármeta ha sido embajador en Alemania durante la presidencia de Ricardo Lagos, ha dado clases en Missouri y en Washington, y actualmente ocupa la silla 20 como miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua.

La novela versa sobre un momento en la vida de Mario, un cartero. El muchacho no sabe cómo enamorar a su novia y lo logra con los veinte famosos poemas de amor de Neruda. Mario, al igual que todo muchacho latinoamericano, tiene como antagonista a la suegra, una señora también muy latinoamericana que prácticamente lo que quiere es alejar a la muchacha de aquel invasor. No lo logra.

Mario tiene 17 años y transcurre el año 1969. Como es natural en Isla Negra, el sitio donde acontece la novela, Mario debe dedicarse a pescar. Sin embargo, no lo hace. Decide ser cartero y se encarga de la correspondencia de Pablo Neruda. En el momento en que empieza a hablar con el poeta, conversan de metáforas y lo hacen de una forma tan amena que se vuelven amigos. Mario, al mismo tiempo, se enamora de Beatriz con la poesía de Neruda. La madre de Beatriz le reclama a Neruda que el muchacho está enamorando a su hija con metáforas, lo cual le parece a la señora un peligro latente. Las metáforas son las que logran que la misma Beatriz se enamore del cartero y finalmente la seduzca. Mario intercala y pone como propios:

… Desnuda eres tan simple como una de tus manos,

lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente,

tienes líneas de luna, caminos de manzana,

desnuda eres delgada como el trigo desnudo.

Desnuda eres azul como la noche en Cuba,

tienes enredaderas y estrellas en el pelo.

Desnuda eres enorme y amarilla

como el verano en una iglesia de oro.

Ella… pues ¿qué decir…? Ella se enamora, por supuesto. Y sucede lo que sucede siempre con la poesía de Neruda: el amor. Ansioso, de tormenta, de rapidez, de mar. El amor. Mario y la muchacha se enamoran perdidamente escribiendo. Las cartas van y vienen. Y sin duda el verso enamora, como sucede una vez que se lee al Premio Nobel chileno.

Por ese entonces, Neruda se convierte en embajador en Francia y le envía un pedido muy especial a Mario: el de grabarle el sonido del mar para oírlo en París. Mario por supuesto que graba los susurros del mar y lo hace junto con los de su hijo recién nacido: Pablo Neftalí, que resulta prácticamente un homenaje poético al escritor, quien tenía el mismo nombre. Mientras tanto, Mario también escribe. Gana un concurso y se le ocurre visitar a Pablo Neruda en París. Y también, mientras tanto, el poeta se enferma de lo que los rumores dicen: de ver la caída de su país, pues ocurre el golpe de Estado que llevará al poder a Pinochet el 11 de setiembre de 1973. La caída del poeta coincide con la caída del lugar y la gente que lo quería. Hacia el final de la novela casi se puede sentir el devenir militar, los sonidos de los soldados que sellarán la poesía y desaparecerán a Mario. La dictadura que acabará con una de las mejores voces poéticas de todo Chile y toda Latinoamérica: la de Pablo Neruda. Para enamorarse con Neruda basta citar el poema XX:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: “La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

La novela de Skármeta resulta un homenaje literario a una obra literaria insigne. El placer del verso llega por medio de la novela. Dos chilenos han dejado huella… a través de un cartero, de un poeta, una dama y una suegra. La literatura se vuelve un espejo de lo que sentimos a toda edad. De esta forma, la poesía se vuelve perenne; la dictadura, dichosamente no.

Lo invito a leer.

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