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El cronista de Nicaragua

En Rivas hay una vieja casona de adobes custodiada por un solo hombre que con holganza ve pasar la tarde desde su mecedora

En Rivas hay una vieja casona de adobes custodiada por un solo hombre que con holganza ve pasar la tarde desde su mecedora, a la sombra de las tejas coloniales; soñoliento, aperezado, ese encargado de la seguridad me dijo que donde estábamos era el museo de la batalla contra los filibusteros, el que yo andaba buscando; además, me dio unos folletitos de pocas páginas con fragmentos de la historia de Nicaragua. Yo desde luego se lo agradecí, sin embargo, después de eso salí a la calle un poco desilusionado, de algún modo había fracasado mi primer intento de encontrar una gran crónica del país al que me había ido a vivir.

A los días me encontré en una librería de Granada Tambor olvidado, ese libro que en verdad es una maravillosa exploración por la cultura negra nicaragüense, la dejada de lado, la que tiene huellas por todas partes, en la música, en la sangre, en las tradiciones populares de ese país, en las sopas que calmaron el hambre de marineros y de aventureros en las playas y en las orillas de los ríos. Entonces, ya estaba entrando en materia, de la mano de Sergio Ramírez ingresé en la historia de Nicaragua por medio de la literatura; su pluma entrenada en mil batallas, la que se desentraba leyendo a Góngora o a San Juan de la Cruz, me abrió de par en par las puertas de lo que yo andaba buscando. Así que todos los días, después del trabajo, sus libros me esperaban en aquella casa en la que vivíamos entre el lago y el mar, entre el Cocibolca y la bahía de San Juan del Sur.

La historia de Nicaragua está por todas partes en la obra de Sergio Ramírez, de eso escribe, del pasado y del presente de su país, que tiene mucho para contar tal y como él lo ha demostrado tantas veces. Hoy en día y desde hace días, es su cronista más reconocido. ¡Y quién lo iba a decir!, todo se le debe a esa derrota monumental que sufrió en las urnas electorales en los años noventa cuando intentó ser Presidente y el voto popular lo castigó, sepa Dios por qué, sacándolo de la política profesional, dejándolo lleno de deudas y abriéndole de par en par las puertas de la literatura, esas que él había cerrado para meterse de cabeza a la Revolución, como lo cuenta en su libro de memorias Adiós muchachos, que es su historia personal de la Revolución Sandinista.

Y miento cuando digo que esas puertas estaban cerradas, por lo menos nunca lo estuvieron del todo. Mientras fue Vicepresidente de Nicaragua, ¡y en esa época y en aquella locura!, escribió Castigo Divino, una de sus mejores obras, una novela de corte policíaco que marca una diferencia con su producción anterior, ella implica un salto cualitativo en su literatura y abre el camino para todo lo que leeríamos después, y la escribió en las madrugadas, antes de irse a su despacho, que en ocasiones podía ser el país entero y que era un país en guerra.

Yo a él lo había conocido en San José, una vez que lo entrevistamos para el Semanario UNIVERSIDAD con motivo de la presentación de su novela El cielo llora por mí, me parece que algo hablamos en ese momento de la influencia de la picaresca española en sus detectives, en el mundo que recorre Dolores Morales. Por supuesto, para entonces yo ya había leído algunos de sus libros y también había celebrado que alguien hubiera escrito una novela como Margarita, está linda la mar.

Por eso, en el 2013, cuando me fui a vivir a Rivas, me llevé anotada en un papelito  su dirección electrónica, por fin me decidí y le escribí para pedirle una entrevista, al día siguiente me contestó con su generosidad habitual, ya estaba agendada, por horas conversé con él en su casa de Managua el mismo día que presentó Flores oscuras, su libro de cuentos.

Aquella tarde, en su estudio, recibí una verdadera clase de literatura, al tiempo que me enredaba al hablar de todo lo que le quería preguntar; por suerte no fue una entrevista en vivo, para la televisión, sino una conversación libre con un maestro, de la que tomé algunos apuntes que después pasaron a ser una crónica de su vida, de sus obras, de su paso por la política, de sus autores de preferencia, de la literatura nicaragüense, de Darío, de José Coronel, de Cardenal, de Salomón de la Selva, del sueño del canal interoceánico, que de alguna forma también aparece en su novela Mil y una muertes. Si ya lo admiraba, de esa entrevista salí haciéndolo aún más y convencido también de la entrañable relación que existe entre su literatura y la historia de Nicaragua.

Entre otras cosas, Sergio Ramírez tiene un vínculo particular con los héroes nacionales de su país, que tiene muchos, pero aquí me refiero a dos, un guerrillero y un poeta, por cierto, una cosa pocas veces vista en la historia de los países. Si Sandino, de alguna forma, diseñó el camino para su vida política, Darío está en la base de su vida literaria, siempre lo recuerda, ha escrito mucho sobre él, recita de memoria algunos de sus poemas, se refiere a él como Rubén, como si fueran amigos, como si lo conociera de siempre.

Y es ese mismo Darío que en su letanía dice que Don Quijote cabalgaba heroico “contra  las certezas, contra las conciencias y contra las leyes y contra las ciencias, contra la mentira, contra la verdad”.

Y qué otra cosa hace la novela sino eso, y qué otra cosa ha hecho Sergio Ramírez con las suyas y con sus columnas de opinión sino eso, entrelazar verdades y mentiras en extraordinarias ficciones; confrontar desde los periódicos, con lucidez y entereza ética, la concentración de poder en pocas manos que tiene lugar en su país, el rapto autoritario de las ideas de Sandino. Al mismo tiempo, él, en sus textos y en las entrevistas que concede sobre el tema, recuerda con cierta nostalgia el tiempo heroico de la Revolución y muestra con realismo y con agudeza crítica aquello en lo que ella derivó.

-Todavía no se ha escrito la novela de la revolución sandinista-. Le dije una vez tal vez queriendo que fuera él quien la escribiera.

– Esa revolución ya no le interesa a nadie-.  Me respondió con una franqueza que dio por agotado el tema.

Y sin embargo, tal vez como consuelo, yo recordé aquella maravillosa entrevista que él le hizo a Francisco Rivera Quintero, “El Zorro”, guerrillero desde la adolescencia, uno de los líderes de la insurrección popular en Estelí, cuyos combates fueron fundamentales para la victoria sobre la dictadura y para la derrota de la Guardia Nacional. Sergio Ramírez lo entrevistó por horas para la televisión en 1988 y luego transcribió, corrigió y le dio forma literaria a esa entrevista. Y definitivamente lo logró, porque La marca del Zorro, así se llama el libro, es una joya, no se puede dejar de leer, es una crónica de guerra, es un libro de aventuras, es la biografía de un guerrillero que permite el ingreso de los lectores al espíritu de un pueblo en uno de sus momentos más heroicos. Un espíritu que este escritor conoce como pocos.

Si reunimos sus novelas, sus cuentos, sus ensayos, su trabajo como periodista, vamos a encontrar siempre una voluntad de comprender y de exponer a un personaje principal, su obsesión ha sido, es y será narrar a Nicaragua. De ella escribe siempre con un estilo que es el suyo, forjado con disciplina y constancia a pesar de las circunstancias, de cualquier circunstancia. Y, ahora, tal y como ocurrió hace un siglo con Darío, el nombre de su país quedó asociado para siempre al suyo.

El baúl de libros de Sergio Ramírez

A la edad de diez años, Rubén Darío se maravilló con los secretos que escondía un baúl de libros que descansaba en un rincón de su casa colonial en León. Así lo cuenta en su Autobiografía:

Eran un Quijote, las obras de Moratín, Las Mil y una noches, La Biblia; Los Oficios, de Cicerón; La Corina, de Madame Staël; un tomo de Comedias Clásicas españolas, y una novela terrorífica de ya no recuerdo qué autor, La Caverna de Strozzi. Extraña y ardua mezcla de cosas para la cabeza de un niño”.

Si tuviéramos que hablar del baúl de libros de Sergio Ramírez, este sería de fondos profundos y la lista grande, pero sin duda, en él estarían el Quijote y las obras de Darío, que de alguna forma es el símbolo de una tradición literaria que, a pesar de surgir en un país pequeño y pobre, ha sido reconocida por su calidad a nivel internacional. Es la tradición nicaragüense, una de las importantes en Latinoamérica, a la que Sergio Ramírez, a punta de novelas, cuentos y ensayos, se ha encargado de continuar y revitalizar con éxito y con talento.

Al conversar con él, al leer sus libros, encontré lo que anduve buscando por las calles de Granada, de León, de Rivas, de Estelí; gracias a su literatura y también a la de muchos otros, pero principalmente a la suya, nunca me he sentido extranjero en Nicaragua, sus páginas abren un mundo de extraordinarias posibilidades narrativas y a su vez facilitan la comprensión de la vida cotidiana entre las personas de carne y hueso.

Después de aquellas entrevistas en San José y en Managua, he conversado con él en varias oportunidades, algunas de ellas en el maravilloso encuentro de narradores Centroamérica Cuenta, donde tuve la suerte de presentar mi primera novela y donde verifiqué lo que ya sabía, su figura como intelectual es enorme, su capacidad de convocatoria es extraordinaria, su generosidad con los escritores centroamericanos es mucha, apoya a los escritores jóvenes con vocación de padre o de maestro, principalmente lo hace con los nicaragüenses, pero su ayuda también la sienten otros escritores en Centroamérica, una región donde jóvenes y viejos lo admiran y lo quieren.

Acaba de cumplir setenta y cinco años, vive con Tulita, su compañera de toda la vida, tiene tres hijos y ocho nietos, es alto, fuerte a pesar de los años, de primera entrada irradia una seriedad que contrasta mucho con el humor de sus libros y con su generosidad indiscutible. Da la impresión de ser un patriarca inflexible y es todo lo contrario, sin embargo, siempre se da su lugar, corta una conversación cuando ya no le interesa seguirla, escucha atento las preguntas que se le hacen, se da cuenta de un error en la intervención de un entrevistador y a pesar de eso lo perdona y deja continuar la entrevista. Piensa mucho lo que va a decir, es afectuoso y genera eso que provocan las grandes figuras, una incomodidad, un temor de quedar mal. Así lo recuerdo en este momento.

Una vez que me pidieron hacer una semblanza suya, estuve viviendo en Masatepe por unos días en la casa de mi amiga Petronila López, una señora que administra una pulpería y que también parece sacada de una de sus novelas. Por las calles del pueblo anduve como Don Quijote, confundiendo la realidad con la ficción, buscando signos de su vida que después serían traducidos en sus obras: la orquesta Ramírez, la iglesia, las callecitas empedradas, los cazadores que ya no salen en las noches a perseguir venados en las faldas del volcán ni pasan a la tienda a comprar baterías para los focos o municiones para sus armas; el cine a cielo abierto que ya no existe, donde un niño entre muchos otros se maravilló con las historias y con las imágenes de las películas que venían del exterior, la gente que todavía saca sus mecedoras a la calle a las seis de la tarde para ponerse a conversar de cualquier cosa en las noches cálidas de Nicaragua.

Muchos de estos recuerdos son los responsables de la alegría inmensa que sentimos en la mañana del jueves anterior, cuando nos enteramos que el Premio Cervantes 2017 era para Sergio Ramírez, entre otras cosas, por haber escrito unos libros que hacen literatura de la vida cotidiana y que hoy en día le dan la vuelta al mundo debido a que su autor abandonó la política para siempre, al entregarse a la escritura en cuerpo y en alma; gracias a que decidió ser el cronista de su país.


Algunas obras

Novelas: Tiempo de Fulgor (1970), ¿Te dio miedo la sangre? (1977), Castigo Divino (1988), Un baile de máscaras (1995), Margarita está linda la mar (1998), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), El cielo llora por mí (2008), La fugitiva (2011), Sara (2015), Ya nadie llora por mí (2017).

Cuentos: Cuentos (1963), Nuevos Cuentos (1969), De tropeles y tropelías (1973), Charles Atlas también muere (1976), Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2006), Flores oscuras (2013).

Testimonio: Hombre de Caribe (1977), Estás en Nicaragua (1985), La marca del Zorro (1989), Confesión de amor (1992), Adiós muchachos (1999).

Ensayo: Balcanes y Volcanes (1973), Alba de oro (1983), Las armas del futuro (1987), Oficios compartidos (1994), Mentiras verdaderas (2001), El viejo arte de mentir (2004), El señor de los tristes (2006), Tambor olvidado (2007) La manzana de oro (2012).


Datos biográficos

Nacimiento: Masatepe, Nicaragua, 1942.

Estudios: Doctorado en Derecho, Universidad Autónoma de León, Nicaragua. 1959-1964.

Carrera Política: En 1960 inicia su participación como estudiante en la resistencia contra la dictadura de Somoza. En 1977 es parte del Grupo de los Doce, organización que respalda al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) hacia la caída de la dictadura. En 1979 integra la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional tras la caída del dictador. En 1984 es nombrado Vicepresidente. Después de la derrota del FSLN en 1990, permaneció en la lucha política, incluso se presentó como candidato presidencial, pero en 1996 decidió retirarse de esa actividad para dedicarse completamente a la literatura.

Actividad Editorial: En 1968 fundó la Editorial Universitaria Centroamericana (Educa). En 1973, realiza la Antología del Cuento Centroamericano con Educa.  En 1981, con el gobierno revolucionario, creó la Editorial Nueva Nicaragua, que edita, en 1993, la Antología del cuento nicaragüense. En 2011, con el Fondo de Cultura Económica (FCE) de México, crea Puertos Abiertos, una nueva Antología Cuento Centroamericano y también Puertas Abiertas, Antología de Poesía Centroamericana. En 2014, Un espejo roto, Antología del nuevo cuento de Centroamérica y República Dominicana, con el Grupo de Editoriales Independientes de Centroamérica (Geica), Tegucigalpa.


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“siempre una voluntad de comprender y de exponer a un personaje principal, su obsesión ha sido, es y será narrar a Nicaragua”.
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“su ayuda también la sienten otros escritores en Centroamérica, una región donde jóvenes y viejos lo admiran y lo quieren”.
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