Suplementos Cincuentenario de la muerte de Carlos Luis Fallas

El camarada Calufa

El 7 de mayo de 1966, en su natal Alajuela, muere, a la edad de 57 años y tras una larga agonía, el líder comunista,

La figura de Carlos Luis Fallas Sibaja es una de esas que se recorta destacada en la historia costarricense como la de un hombre excepcional.

Autor de cuatro novelas y algunos cuentos, se considera uno de los narradores más importantes de la literatura nacional; su vida como líder comunista atestigua su trabajo esmerado e incansable por la justicia social, en las luchas destacó por su valentía, sentido de solidaridad, sensatez y liderazgo; como obrero conoció desde muy joven las condiciones abusivas que padecían los trabajadores lo cual inspiró más adelante el sentido social de su narrativa y la convicción inquebrantable de su militancia política.

Fallas nació como hijo ilegítimo un 29 de enero de 1909 en El llano de Alajuela. Cuando tenía cuatro años su madre se casó con un zapatero con quien tuvo seis hijas. Era una familia muy humilde, por lo que estando en la escuela primaria fue enviado a estudiar a San José a la casa de unas tías paternas.

Su vivencia de niño travieso e inquieto en la vida campesina y luego en la capital de principios del siglo XX le servirá más adelante como motivo para su aclamada novela Marcos Ramírez. Contando apenas con doce años se fue con las tropas a la guerra de Coto con Panamá. Luego regresó a Alajuela para continuar la secundaria, pero las apremiantes condiciones económicas lo hicieron decidir por buscar un trabajo en San José. Se ocupó en distintos oficios como ayudante y cargador, barretero, jornalero, obrero ferroviario, hasta que se le ocurrió irse para la costa Caribe a trabajar en los muelles primero y luego en la compañía bananera donde conoció el mundo duro que luego contaría en su novela más famosa Mamita Yunai. Al poco tiempo regresó vencido casi a morir por una de las fiebres tropicales.

Cuando se recuperó, a duras penas, empezó a trabajar como barretero en la construcción de la carretera a Puntarenas, luego aprendió el oficio de zapatero. Un domingo se encontró en el parque de Alajuela con un excompañero de estudios, Claudio Alvarado, quien le puso en las manos el libro que cambió y definió el resto de su vida: el Manifiesto Comunista.

Fallas se integró de inmediato a la naciente organización proletaria y empezó su actividad política en Alajuela y se dedicó a buscar mejores condiciones para los trabajadores tanto obreros como campesinos en la provincia.

En 1933, perseguido por los líderes políticos de la ciudad, el comandante Paniagua lo acusó de injuriar y calumniar en un discurso y lo condenaron al destierro en Limón.

Volvió a la bananera y se convirtió en líder de la histórica gran huelga bananera de 1934.

De aquella lucha sufrió cárcel y represión pero se consolidó su liderazgo popular.

En 1942 fue elegido regidor municipal y en 1944 diputado.

Para la Guerra Civil de 1948 fue jefe militar de los comunistas y se destacó por su coraje, valentía y justicia, que incluso sus adversarios reconocieron más adelante.

En el trabajo del partido empezó a cultivar su veta de escritor.

“Aprendí a escribir en el partido, redactando actas, informes que enviaba a San José sobre las reuniones que teníamos. Veía las correcciones que me hacían y, como yo tenía buena memoria visual, aprendí lo que estaba incorrecto, las palabras adecuadas, la ortografía.

También aprendí una moral que me ha guiado desde entonces en todos los momentos de mi vida especialmente en los más difíciles. Me gradué de hombre y de ciudadano en el partido comunista”, recordó muchos años después.

Prosa poética y realismo crudo

La primero novela que escribió fue Mamita Yunai, a partir de los informes como delegado en el proceso electoral de 1940. Esta obra de intenso humanismo, prosa poética y denuncia social de las condiciones de explotación de los trabajadores bananeros, la segregación de los indígenas y las matráfulas del poder político, es una de las mejores de la literatura nacional, como se puede percibir en los siguientes dos pasajes.

“Llovía sobre Andrómeda y en toda la región de La Estrella. Ocho días de temporal cerrado. El cielo negro, las montañas enneblinadas y un viento frío calando los huesos.

Nosotros regresábamos del trabajo acalambrados, con la piel de las manos arrugada, de un blanco azulejo, y chapaleando con el barro a media pierna. En los corredores de los campamentos se escurría la ropa empapada, colgando de los bejucos; en el piso, los grandes charcos barrosos. […] Después de estar en el agua todo el día, meterse entre los sacos sucios y tenderse en el piso era una delicia”.

“Así llenan sus arcas los ogros que viven allá en Wall Street: con el oro amasado con lágrimas, sudor, esputos de sangre y gritos de angustia. Y que hiede a pus, a piernas podridas y a ron”.

Incluso conmovió al gran poeta Pablo Neruda que en su Canto General,  en el poema VIII La tierra se llama Juan XV le dedica Calero, trabajador del banano (Costa Rica 1940) que concluye:

“Cambiaremos la vida para que tu linaje

sobreviva y construya su luz organizada.”

Y Fallas luchó por cambiar esa vida, por organizar la luz. En el personaje protagónico, José Francisco Sibaja reivindica al trabajador que más allá de su furia natural se organiza para luchar contra la injusticia.

 

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