Los Libros

El abstraccionismo narrativo en Malanga, de Adán Vivas

Malanga Adán Vivas Novela 2022

Creo que la novela Malanga, primera en ese género del autor Adán Vivas, quien hasta ahora ha publicado poesía, merece abundantes comentarios, debates, discusiones, reflexiones, que quizás haya tenido en ese universo paralelo que son las redes sociales.

Es una obra provocadora y divertida, muy bien escrita, con lenguaje y estilo cuidados y una estructura muy contemporánea.

Quizás tenga elementos que la acerquen a aquella “Estética del cinismo” con que la crítica literaria Beatriz Cortez se refería a alguna narrativa centroamericana de la posguerra.

Pero si hay que vincularlo con otros discursos narrativos posiblemente el caso más claro sea la reciente película multipremiada “Todo en todas partes a la vez”, que corresponde claramente a una estética del siglo XXI, donde la percepción y la construcción del imaginario están marcadas por la proliferación de imágenes visuales y por el entrecruzamiento y superposición de distintas acciones.

Desde una galería de personajes secundarios (incluido el narrador), con sus rutinas, manías, temores, historias cotidianas, complejas psicologías y adquirido cinismo de supervivencia, Adán Vivas construye un poliedro narrativo que se expande en diversas posibilidades de lectura.

Es una narrativa deliberadamente difusa, lo cual no quiere decir que no responda a una estructura, cuya complejidad demanda de manera indispensable la complicidad del lector.

El sincronismo en muchas de las acciones y la fragmentariedad en capítulos muy cortos, aparentemente inconexos, se enlazan mediante un estilo limpio y directo, de alguien que conoce el oficio.

El uso del presente de indicativo acelera la narración, a veces, vertiginosa o abrumadora, junto con una descripción pormenorizada no dan tregua al lector, que, posiblemente más en el caso de los costarricenses, resultará en abundantes referencias críticamente expuestas con ácido humor o con descarnada franqueza.

Con interpelaciones al lector, como hacía el afamado autor español Enrique Jardiel Poncela, Vivas se ríe de sí mismo sin dejar de aplicar su punzante tino crítico.

Es claro que hace guiños a un lector del siglo XXI, con referencias al mundo del universitario debutante, y a ratos recuerda los “stand up”, que tanto han gustado a ese público y que amalgaman muy bien el humor y la crítica.

Pasa por la reflexión, el chiste sarcástico, la exageración, el guiño, la denuncia y la narración.

El autor reflexiona sobre dos realidades: la literaria y la social política. En ambos casos lo hace con desenfado, con elementos que van del monólogo a la diatriba, pero sin acudir al panfleto, ni al humor fácil o los lugares comunes.

Acude más bien a un realismo onírico con situaciones absurdas, exageradas, inverosímiles, cómicas, escalofriantes. Si algo de lo que aquí leemos nos resulta familiar es porque lamentablemente lo es, en nuestra vida cotidiana, en las noticias, en las preocupaciones que nos quitan el sueño.

Esta estructura poliédrica, inestable, de una narrativa tan contemporánea, nos recuerda que la novela es un juguete de múltiples posibilidades, con lo que no se puede jugar es con una sociedad ante cuya galopante enfermedad no podemos pretender indiferencia.

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