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Dos poetas, dos amigos, a una década de su partida

Este año se cumple un decenio de la partida de dos grandes poetas latinoamericanos, el mexicano José Emilio Pacheco y el argentino Juan Gelman. Eran vecinos en la colonia La Condesa en Ciudad de México, donde Gelman vivió como exiliado, muy buenos amigos; ambos ganadores del premio Cervantes. Fallecieron con apenas unos días de diferencia. Juan el 14, José Emilio el 26 de enero de 2014.

Hace ya una década, en enero de 2014, fallecía Juan Gelman, poeta y periodista de proyección universal. Nacido en Buenos Aires, en 1930, de una familia proveniente de Rusia, fue esta misma la que lo acercó a la poesía (a su musicalidad, al menos), según dirá décadas después el mismo poeta: por su hermano mayor, quien le leía poemas en ruso —aunque el niño Gelman no entendiera el idioma—, y su madre, quien, pese a la vida humilde en un conventillo, en aquella década infame, le conseguiría nada menos que un piano.

Gelman debuta joven en la literatura, con Violín y otras cuestiones (1956), publicado por Ediciones Gleyzer y con prólogo de Raúl González Tuñón, una de sus primeras influencias, junto a César Vallejo. Allí Tuñón lo saluda por ser “un poeta con acento personal” que “irrumpe dignamente en la poesía de habla española y el círculo universal de la rosa. En su libro palpita un lirismo rico y vivaz y un contenido principalmente social, pero social bien entendido, que no elude el lujo de la fantasía”. Es un poeta “que recién comienza y ya está maduro”.

Integrante del grupo de poesía “El Pan Duro”, Gelman también tendrá militancia política, desde la redacción de Orientación y La Hora, del Partido Comunista argentino, hasta corresponsal de la agencia Xinhua. En todos esos años, sus libros serán una constante: Gotán, donde hay una mirada irónica (y devendrá luego en un local del mismo nombre, donde la música de Cedrón y Piazzolla, periodistas y escritores como Miguel Briante y Francisco Paco Urondo, y las obras teatrales de Tito Cossa estarán presentes); Cólera buey y Fábulas, entre muchos poemarios más, mientras continúa el devenir político. Organizado en las FAR, en relación con Montoneros, el poeta sufre el exilio, y además la pérdida de su hijo Marcelo Ariel y Claudia, su pareja, embarazada entonces, secuestrados por los militares que toman el poder en 1976. Pasará por un exilio de 14 años, en varios países, como Nicaragua —y sin escribir por un tiempo, cuando está en Francia e Italia—, hasta recalar en México. En Juan Gelman y otras cuestiones, documental de Jorge Denti, el poeta explica que desde 1980-1981 no pertenece más a organización alguna, y que sus posiciones se expresan en sus columnas periodísticas. Exilio será un libro publicado junto a Osvaldo Bayer, donde dará cuenta en Bajo la lluvia ajena de sus experiencias.

En la poesía de Gelman los sustantivos se verbalizan y los verbos se sustantivizan; surgen sintaxis originales, acoplamientos, combinaciones e inesperados neologismos, donde la tradición y los léxicos conviven y resurgen, como en Anunciaciones y Dibaxu; contiene todo el dolor y la esperanza del mundo. Así, en Valer la pena —título y frase-epígrafe de Urondo— se lee: “Se pasa de inocente a culpable / en un segundo. El tiempo / es así, torcazas / que cantan en un árbol cansado”. Y también, en El salto: “Tu ausencia es lo que no será / y así es futuro”. Y siempre como una constante las interrogaciones poéticas: “¿Quién junta las partes irreales / de la conciencia, las aproximaciones, los miedos?” (Marcas); “¿A qué huele el mundo ahora / detrás de tu rosa blanca? / A pérdida. / ¿A qué detrás de tu calor que no duerme?” (Olores); “¿Y qué viaje hay de sí a sí / que nadie guía? / […] / ¿Desolaciones otra vez, nunca / se llegará al amor que la noche declina / con los ojos cerrados?” (Orientaciones).

Juan Gelman se nacionalizó mexicano, y recibió decenas de homenajes, reconocimientos y premios a nivel internacional: el “Lezama Lima” de Casa de las Américas, el “Pablo Neruda”, el internacional “Nicolás Guillén”, el “Juan Rulfo” y el “Ramón López Velarde” en 2004 —otorgado por primera vez a alguien no nacido en México—, entre otros. La cumbre en este terreno será el Premio Cervantes, el más importante en lengua castellana, que le otorgaron en 2007. En Mediciones Gelman escribe: “La palabra pregunta quién / hornea el tiempo. Pregunta / inútil si las hay, pero / la palabra es así”.

Misma temática que anima la poesía de un mexicano, también premiado con el Cervantes, en 2009, y también fallecido en 2014: José Emilio Pacheco. Poeta, narrador, traductor, editor y antologador, Pacheco ofreció ensayos y estudios admirables en Poesía en movimiento y Antología del modernismo 1884-1921, como así dos novelas célebres: Morirás lejos y Las batallas en el desierto. En su antología poética, En resumidas cuentas (2005), está por ejemplo “Inscripción”, donde se habla de “los seres / que el instante desgasta a cada / instante.” Y en “Ramón López Velarde camina por Chapultepec (noviembre 2, 1920)”, esta estrofa final: “Aquí estuvimos, / reemplazando a los muertos, / y seguiremos / en la carne y la sangre / de los que lleguen.”

Polígrafo asombroso, Pacheco escribió por algo más de cuatro décadas, de manera casi ininterrumpida, Inventario, columna semanal donde desplegó crónicas de la historia de México y sus ciudades, e historias conectadas al arte y la literatura, y a la historia y acontecimientos internacionales. Multitud de temas que superan un total de más de 1.900 notas, de las cuales, casi un tercio, se publicaron póstumamente en tres tomos: Inventario. Antología. Allí, las últimas dos notas, fechadas el 18 y el 25 de enero de 2014, son obituarios del gran poeta del exilio: “Adiós a Juan Gelman” y “La travesía de Juan Gelman”. En “La travesía” se destaca “la maestría absoluta de todas las formas: del epigrama clásico al versículo, del poema en prosa a la experimentación léxica y rítmica. Fue el adelantado de su generación en hacer obras intertextuales”. “‘Argentino hasta la muerte’, Juan Gelman por sus veinte años de vida y de poesía, deja también en la poesía mexicana una huella radiante que no se borrará”.

Como así tampoco la huella de Pacheco, colega y amigo de nuestro poeta, humanista de fuste y poético pensador de todo lo fugitivo que, sin embargo, por obra de las labores poéticas, permanecerá.

Tomado de RADAR

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