Los Libros

Amantes, muertes y olvidos o el monstruo de ojos verdes

Amantes, muertes y olvidos Louis Ducoudray Vargas Novela Editorial Alma Máter 360 págs.

Amantes, muertes y olvidos es la última novela del escritor franco costarricense Louis Ducoudray Vargas. Es presentada al público nacional, en una edición muy cuidada, realizada por la Editorial Alma Máter, bajo la supervisión del editor Guillermo Carvajal. A lo largo de 360 páginas, el novelista, nos enganchará con su hilo delgado, a intrigas y giros sorprendentes, fruto de un arte lleno de curiosidad.

En un ejercicio pleno del arte de la novela, Louis Ducoudray, nos incita a ejercitar

—como hemos dicho— una sana curiosidad. El escritor Amos Oz pensaba que la curiosidad no es solo una condición indispensable para cualquier trabajo intelectual, sino también una cualidad moral, y a la vez, la dimensión moral de la literatura. Es una disposición para la lectura. Amantes Muertes y olvidos (AMYO) es una vertiginosa ventana a la curiosidad, una invitación a ser espías y contra-espías “compartamentalizados” en esa antigua profesión moral. En su lectura devenimos los anónimos voyeurs, de un selecto grupo de desconocidos y desconocidas. Y también de otros no tan desconocidos, como lo son algunos personajes históricos que entran y salen por esta puerta giratoria temporal que es la novela. Ducoudray, nos convierte, por unos días y horas en espías, y, por qué no, participantes directos, de los olvidos, muertes y affaires de la trama Castracani. La novela infunde una insaciable curiosidad, queremos meternos en la piel de sus furiosos amantes y de sus intrigas transnacionales. Se disparan unas ganas insaciables por saber lo que hay detrás de cada entramado, deseamos transparentar sus costuras opacas, sus juegos narrativos.

Poco a poco leyendo AMYO, la novela nos hace migrar a otro plano, empieza a tomar cuerpo algo, un cuerpo espectral, una fantasmagoría empieza a materializarse, toma cuerpo, se encarna, un “fantasma exterminador” del deseo. Entidad que nos hace recordar aquella advertencia, del infame Yago, quien para envenenar el alma de Otelo: señala a la inocente Desdémona, como “el monstruo de ojos verdes, la que se burla”, y la que, “de la carne se alimenta”.

Natalie Ramadier-Martina Bernstein-Patrizia, el personaje, es sin duda, un monstruo de ojos verdes, quien en su vendetta moviliza pasiones, celos y vértigo. Monstruo que encaja en el molde del prodigio y en el de la anomalía aberrante. Recordemos que antiguamente el monstruo denotaba portento, testimonio de los dioses y hasta su voluntad subterránea. Veamos cómo irrumpe en escena, el enigma de este personaje:

“Sospecho que usted está de prisa. Y nervioso. Sí, demasiado nervioso. ¿Por qué? Me agradan sus manos, dedos largos. ¿No podríamos caminar un rato? La quietud me molesta. ¿Ha oído hablar del sirocco? Es un viento africano que pasa por aquí. Caliente. Polvoriento. Seco. Viene de los desiertos libios. Dicen que produce efectos extraños en las gentes. Algunas se vuelven eufóricas, apasionadas; otras se hunden en una terrible melancolía y hasta mueren. ¿Ha estado usted en África?”.

Convertido en glacial, el asesino es desarmado con preguntas inverosímiles, peor que desarmado, es imposiblemente seducido, en un diálogo que va más allá del delirio:

(…) “No soporto a los marineros… A veces vengo a este parque de día. El sirocco me pone a soñar. Siempre me han gustado los sueños, son mucho más verdaderos que la realidad. Lo triste es que no podemos contarlos, las palabras los destiñen. Son como historias románticas. Solo se pueden narrar una vez que el amor ha muerto. ¿Me comprende? Esas historias carecen de palabras. Son como una vela, solo existe si hay viento. Una vez estuve enamorada, meses antes de que terminara la guerra. Era casi una niña. Fue allá en la Toscana, ¿conoce esa hermosa región? Claro que la conoce. ¿Ha estado usted enamorado?”

Para este momento, el asesino, ahora enamorado, no encuentra palabras para expresar su increíble y dulce derrota. Pero basta de quemar detalles de la novela.

Asistimos a una revisión muy personal de cuestiones de siempre, universales: el amor, la lealtad, traición y muerte. El relato, a través de sus giros espaciales y temporales, nos obliga a deambular en un mundo de espejos, parecido al parque de atracciones del final de la película La Dama de Shangai de Orson Welles, que culmina en el especular, hall of mirrors. Y así, el autor nos devela la pátina de sus ficciones, cargadas de brillo, luz y sombra; personajes tocados de penumbra, melancolía y belleza.

En la fina artesanía de Ducoudray, se despliega una guerra entre ficción y realidad, compiten por la muerte, al decir de Henry James (la muerte, como aquel sirocco metafísico de Thomas Mann, de Muerte en Venecia). Más que guerra, entre ficción y no-ficción, es un combate de la literatura por la literatura, “combate cuya finalidad, se nos escapa”, dirá Maurice Blanchot.

Podemos señalar, que uno de los compromisos de nuestro autor, es la creación de un mecanismo literario, que permite transformar la mayor cantidad posible de realidad histórica, en ficción. Por ejemplo, todos los aspectos y detalles históricos, en torno al final de la Segunda Guerra Mundial, los nazis y el destino de obras de arte robadas de infinidad de colecciones privadas y museos. En este juego de ficcionar, “reforzar” dirían algunos, los hechos, lo que la escritora, Marjorie Ross denomina faction, se nos representa una realidad histórica, pero su resultado no es el del historiador, sino algo más cercano al cuadro del pintor o a la reflexión del filósofo.

Dicho sea de paso, nuestro autor es filósofo, arquitecto, organista y probado gastrónomo. Como tal, no podía hacer otra cosa que ofrecernos un exquisito festín literario, culminado por un estupendo desenlace —al que no nos vamos a referir claro—, solo mencionar que nos preparó un postre literario prêt-á-manger, para gustos altamente refinados.

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